CRÓNICA LAVAREDO
ULTRA TRAIL 25 y 26 DE JUNIO DE 2016
La inscripción para este tipo de carreras se
realiza con muchos meses de antelación.
Preinscripción, luego pagas la inscripción, vuelos y hotel, en
definitiva, un buen desembolso y a esperar más de 7 u 8 meses hasta que llega
la fecha de la carrera y para entonces no sabes si vas a estar en muy buena
forma, si estás saliendo de una lesión o si, sencillamente, estás lesionado.
En esta
ocasión, tras los 101 Peregrinos, recaí en mi lesión crónica de isquios que,
junto con otras circunstancias, me hiceron replantear la decisión de correr o
no la primera edición del Ultra Trail de Jaca.
Al final, lo descarté y decidí seguir haciendo bicicleta y muy poco
entrenamiento de impacto, a ver si mejoraba.
No mucho, la verdad.
Así, con poco
más de dos entrenamientos serios, uno de quince kilómetros y otro de cuarenta,
en casi dos meses y sin estar recuperado de las molestias, me planté en
Treviso, luego a la Plaza de Roma de Venecia, y desde ahí un autobús nos fue
adentrando en los Alpes, con destino a Cortina d`Ampezzo.
Llegué el jueves al mediodía, con un
día espectacular y soleado. Tras paseo
por el pueblo, recogida de dorsal, feria del corredor, fotos, ambiente trail
running, iba rumiando la táctica de carrera.
Creo que lo tuve claro desde un principio y era conseguir llegar al km.
33 Federavechia, en un tiempo no superior a las 5,30 de la madrugada. Los siguientes tiempos de cortes eran más
asequibles. Tal vez, si lo superaba,
podría conseguir terminarla.
Al día siguiente, ya con más nervios
e incertidumbre y sin saber como iba a responder y si iba a conseguir terminarla. Estaba intranquilo y algo obsesionado por como
iba a responder. Viendo videos pensaba que no es una carrera técnica y en
realidad tiene muchos tramos corribles pero también tiene sus zonas técnicas. Tanto en kilometraje como desnivel tiene
cierta similitud con la TDS. El único
inconveniente es que la parte más dura de Lavaredo viene a partir del kilómetro
80 mientras que la TDS está entre el 50 y el 65.
El tiempo fue empeorando a lo largo
del día (viernes, 24 de junio) y sobre las 9 de la noche empezó a llover en
abundancia. Las montañas, los impresionantes dolomitas y sus bosques, al cabo
de una hora empezaron a exhalar esa niebla característica después de la borrasca.
El río, desde la ventana del hotel, se escuchaba como tronaba.
Con más nervios de los acostumbrados
y con algo de pesar por el mal tiempo y mi falta de preparación, nos
presentamos sobre las 22,30 en la línea de salida. Poco a poco los corredores se fueron
agolpando en la Plaza, junto al gran campanario. La lluvia escampó. En primera línea colocaron a los élites. Ahí estaban, que conociera y entre otros,
Gediminas Grinius, Fernanda Maciel, Rory Bossio, Pau Capell, Gerard Morales,
etc.
A las 23 horas, tras escuchar la
música de Ennio Morricone, salimos en estampida. Tras unos primeros kilómetros de asfalto atravesando
Cortina donde no voy mal del todo, aunque me pasan bastantes corredores, cogemos
un carril de tierra bastante empinado y todo el mundo empieza a bastonear pero
a toda velocidad. Supuestamente salimos
1300 corredores de nacionalidades de medio mundo. Por suerte, a pesar de la lluvia, no hay
mucho barro y empezamos a subir la primera montaña de la carrera (Paso
Poscorpora, junto al Col Rosa), a través de un bosque. He salido con el impermeable y me lo
desabrochó porque estoy empezando a sudar demasiado. Hay mucha humedad. Sobre el kilómetro 6 o 7 ya
tenemos a lo lejos las luces de Cortina.
Hemos subido unos 500 + y empieza el descenso, al principio por un
sendero bastante amplio donde corro a un nivel excesivo para la preparación que
llevo y decido frenar un poco y tomármelo con calma. Noto que la respiración y el corazón se aceleran
más de la cuenta. Mi objetivo es terminar, me digo. El tiempo y el puesto es secundario. Después entramos en un sendero zigzagueante
que invita a correr aunque con bastantes raíces y alguna que otra piedra. De hecho compruebo que una chica que iba en
mi grupo se hace un esguince de tobillo. Creo que ahí puso fin a su carrera. Mala suerte.
Otro corredor cae y se hace una brecha en la rodilla. Le puede ocurrir a
cualquiera.
Abandonamos el sendero y el descenso,
y empieza un llaneo por carril atravesando, a pesar de la oscuridad de la
noche, un denso bosque. Pero no voy
solo y sí rodeado de corredores por todos lados. El descenso me ha acelerado
más de la cuenta y siento que las pocas fuerzas se desvanecen. Decido no
correr. Empiezan a adelantarme muchos corredores. Lo intento y veo que no voy. Se me acelera el pulso y cuando llega alguna
cuesta me quedo sin fuerzas. Respiro
aceleradamente y por la boca. Mal asunto.
En fin, la cuestión es avanzar y pensar en el primer avituallamiento,
Ospitale, sobre el kilómetro 18
a ver si me entono.
Trato de alejar el pesimismo y los pensamientos negativos. La molestia de los isquios la siento pero
ahora es un tema menor. Trato de
animarme y pensar que puedo superar el corte de
Federavechia. Rebobinando, creo que estos fueron los peores momentos de
la carrera aunque el sufrimiento me acompañó hasta los últimos kilómetros.
El primer avituallamiento es un caos,
todos agolpados como una manada de ñus hambrientos. Bebo coca cola, algo de dulce y relleno los dos bidones. Seguimos avanzando y a través de carril y
siguiendo el cauce del río, empezamos un largo y lento ascenso hacia la segunda
subida, Forc. Son Forca. Me quito el
impermeable y parece que me he quitado un peso de encima. Está empapado.
El ascenso es largo. A lo lejos se escucha la tormenta a la que
parece que estuviésemos siguiendo. De
vez en cuando levantaba la vista en la noche y trataba de ver donde me
encontraba, y al hacerlo observaba la luna, cuasi llena, entre las nubes y los
árboles. Empezaba a encontrarme mejor y
a mi ritmo adelantaba a algún que otro corredor. Ya empezaba a ver los primeros
que se paraban en la cuneta a descansar.
La temperatura era muy agradable y los minutos y las primeras horas de
carrera pasaron sin darme cuenta.
Sobre el km. 24 empezó el descenso
de Forc. Son Forca, primero por un sendero sin vegetación en un continuo zigzag
donde no es fácil adelantar. Vuelvo a
correr a un ritmo más tranquilo siguiendo la estela del que me precede. La molestia del isquio se deja llevar. Tras el sendero, volvemos durante un rato a
un amplio carril donde me noto con fuerzas renovadas y comienzo a adelantar
corredores. Me dejo llevar pero siempre controlando la respiración. La cuestión es no parar de correr y avanzar
lo máximo que se pueda. Tras un desvío por voluntarios, dejamos el carril para
adentramos por un estrecho sendero, a través de una frondosa pradera, de nuevo,
en el bosque. Tras algún llaneo, paso de
nieve, pequeña subida y vuelta a bajar, volvemos a un sendero-carril con mucha
hierba y bastante desnivel donde, por la zona sucia, adelanto a varios grupos
de corredores.
Tras unos cuantos kilómetros de
bajada, justo al llegar al llano pasamos el primer control de carrera. La gente allí congregada nos anima. Se trata
del avituallamiento, Federavechia, km. 33, donde paso en 5 horas justas, en el
puesto 632. De nuevo agolpamiento masivo y lo mismo, coca cola y dulces. En seguida empieza una dura subida, a veces
por sendero, también por carril asfaltado y luego mucho sendero con bastante
barro. Empieza a amanecer y me siento
animado aunque sin mucha fuerza. El
alba empieza a dejarnos ver los inmensos paisajes de los dolomitas. Guardo el frontal y sigo avanzando entre el
barro. Me ayudo mucho de los bastones
para atravesar estos kilómetros de sendero embarrado. El siguiente lugar de
paso es un pequeño pueblo junto a un hermoso lago, Misurina. A pesar de que es
muy temprano ya hay algún madrugador animando. Apenas llevo agua y algunos
corredores empiezan a cargar los bidones en las correntías de agua que
desembocan en el lago pero creo que puedo llegar hasta el siguiente
avituallamiento sin recargar. Tras el
llaneo por sendero bordeando el lago Misurina empezamos a subir hacia las
famosas cimas de Lavaredo, que dan nombre a la carrera, en concreto al Refugio
de montaña Auronzo.
Este ascenso, se realiza en algunos
tramos por carretera, en otros por sendero, hasta que definitivamente dejamos
la carretera y seguimos subiendo con algunas rampas bastante duras. A veces, se me acelera la respiración pero
sufriendo, con mucho pundonor, siento avanzar y aunque con mucho esfuerzo me
siento que voy haciendo más camino del esperado y tal vez, en mejor tiempo. Por esta zona, adelanto a Mayayo, le saludo y
sigo mi camino. En lo alto ya se divisa
el refugio Auronzo, km. 48, al que llego tras 8 horas y 21 minutos de carrera en
el puesto 532. Al entrar en el refugio
se forma un monumental atasco donde siento perder el tiempo que he ido
recuperando con mucho trabajo. Las piernas
me tiemblan pero este receso me sirve para ir, poco a poco, recuperando el
resuello.
No entiendo el parón. Al principio
pienso que es un control de material pero todo es más sencillo. La cola se va alargando y al entrar, tan
solo se trata del paso por el estrecho
comedor para eso, poder coger la bandeja y poder comer. El plato principal es una sopa con fideos que
no me entra por los ojos. Opto por dejar
la bandeja, vuelvo a beber coca cola, algo de isotónico y algún dulce y sigo mi
camino. Al salir cargo agua en los
bidones y de repente, un frío gélido me golpea por todo el cuerpo. Sopla viento y siento como me duelen a rabiar
las durezas de los pies, cual amenazante ampolla. Por otro lado, un dolor inusual en el lado
derecho del estómago apenas me deja correr.
Es una zona de carril con unos paisajes increíbles y con una altitud que
roza los 2500 metros
pero apenas si puedo avanzar. Pasamos
una ermita y empezamos a bordear las tres famosas cimas de Lavaredo. El lugar es increíble. Dejamos atrás el refugio Lavaredo propiamente
dicho y tras un ascenso donde la nieve nos abre paso, empieza un largo descenso
con destino final en la base de vida de Cimabanche, sobre el kilómetro 68.
Al principio empiezo a correr pero
el dolor junto al estómago se hace bastante insoportable. Tal vez sean gases,
pienso, por beber tanta coca-cola. No lo
sé. Lo cierto es que en cada ultra
siempre aparece el dolor más inesperado, cuando no es un sitio es en otro.
La primera parte es por sendero algo
técnico con mucha piedra y arenilla.
Hay algunos tramos de escalera con pasamanos. El tiempo es excelente y brilla el sol en
todo su esplendor. El paisaje no le va a
la zaga. Enormes moles de roca nos miran
desde las alturas. A duras penas no paro
de correr. Atravesamos algunos riachuelos de agua helada donde me refresco. Por fin, entramos en una zona de carril en la
que me dejo llevar. La pendiente se
suaviza hasta que llegamos a un nuevo lago, Lago di Landro, sobre el kilómetro
62. Este tramo, cuasi llano y de carril,
se me hace especialmente duro porque el dolor en el estómago no me deja
correr. La
mañana ha entrado en su apogeo. Casi
hace calor y el pantalón que llevo por debajo de las rodillas ha sido un error
pero no hay solución. Hay que seguir así hasta el final. Sigo admirando las vistas. La gente sale a
pasear y nos alienta con su “bravi”. Algunos me animan por mi nombre. Muchos
familiares salen a saludar a los corredores.
Nos adelantan bicicletas y la gente nos anima con el típico bravo pero
en italiano, y así, andando rápido llego a la mitad de carrera y base de vida
de Cimabanche (Cima Blanca), un paso montañoso.
En la base de vida de Cimabanche
llego en el puesto 494, tras más de 11 horas de carrera. Dejo uno de los
frontales, cojo algún gel y tras avituallarme con mucho isotónico, macedonia de
frutas, plátanos y queso, reemprendo la marcha.
Justo en este momento se une a mi lado una chica americana, de Rhode
Island. Va con un pantalón rojo y unas mallas rosas y con unas hoka one one. Por lo visto, ha venido a visitar a unos
familiares en Florencia y de paso a hacer la Lavaredo. En EEUU ha corrido algunos trails pero de no
más de 50 millas . Así charlando con la americana empezamos a
subir el siguiente puerto montañoso, Forc. Lerosa. Tras un buen rato de charla vuelve el
silencio. Subimos a ritmo. Somos un buen grupo. Al final la americana es la que más rápido
asciende y poco a poco se pierde de vista.
Llegamos a la parte alta y empieza el descenso, primero por una especie
de carril adoquinado y luego por sendero bastante corrible. El tramo de subida me ha aliviado el dolor y
aunque persiste, al menos, me deja correr sin para hasta el siguiente
avituallamiento, km. 75, Malga Ra Stua.
Vuelvo a cargar agua, bebo isotónica, alguna naranja y plátanos y sigo
el descenso. Aquí me encuentro con
varios kilómetros bastante técnicos, zona de raíces y piedras hasta llegar al
valle y de nuevo a otro amplio carril por el que atravesamos el río por un
puente de madera.
Es el kilómetro 80 y empieza la
verdadera ultra, la parte más dura, una subida de más de 12 km . con más de 1000 + siguiendo
el curso atronador de otro río de montaña, a través de un sendero sinuoso
flanqueado por enormes moles de piedra, algunas de un color negro por el que
fluyen cascadas de agua. Por suerte, no
hay problemas de sed, porque cruzamos numerosos riachuelos de agua del deshielo
donde cargo los bidones. El agua está
fresquita y entra bien. Voy clavando
bastones. Avanzo lento pero sin pausa. La respiración se entrecorta y me cuesta
subir. El sufrimiento se multiplica a la
par que el paisaje. Hay un tramo donde
el ascenso se suaviza y atravesamos una zona de muchas piedras donde el sendero
se difumina y en el que no hay más remedio que cruzar el río helado varias
veces. Es bastante desagradable porque
cualquier patada a una piedra incrementa el dolor de forma exponencial. Recomiendo llevar un par de calcetines de
repuesto en este tramo. De hecho,
bastantes corredores, cuando atravesaron la zona del río se cambiaron de calcetines. Me siguen adelantando corredores con más
fuerza pero sigo avanzando y a la par, algunos grupos se paran, otros se ponen
a la sombra de algún árbol y otros sencillamente se paran sin fuerzas para dar
un paso más. Tal vez sea la zona más
inhóspita y agreste de la carrera. El
tiempo empezaba a nublarse y en el último tramo de subida me cayeron algunas
gotas de agua. Mal asunto como empiece a
llover. Seguimos avanzando sin zona de
vegetación y al final conseguimos divisar el final de la larga subida del Forc.
Col del Bos. Tras una bajada de varios
kilómetros primero por sendero y luego por carril, se inicia una nueva subida,
mentalmente matadora, a un antiguo refugio en ruinas desde el que se divisa el
camino de descenso al refugio del Col Gallina, sobre el kilómetro 95 de carrera. Por este paso de control llevo a las espaldas
17 horas de carrera y mejorando posiciones (434). Llego extenuado y siento que la carrera
todavía no es mía. En cualquier momento
puedo desfallecer y poner fin a la misma.
Me siento y me como un plato de sopa caliente con fideos y queso. No quiero parar mucho tiempo a pesar del
cansancio. Todavía quedan varias subidas
fuertes y mejor no darle demasiadas vueltas al coco.
Sin haber recuperado mucho las
fuerzas, vuelvo a seguir mi camino. Otra
nueva subida con bastante desnivel. Me
lo tomo con sabia resignación. La
cuestión es no parar y aunque de forma lenta y fatigosa los metros de altitud
van cayendo. Pasamos algún tramo de
nieve. A lo lejos, en lo alto de la cima se divisa un refugio. Un corredor demasiado avispado me dijo que
había que llegar hasta allí arriba. Por
suerte estaba equivocado y cuando todo parecía indicar que íbamos a girar a la
derecha, en dirección al mismo, en un recodo del camino encontramos el Refugio
Averau. El más alto es el refugio
Nuvolau donde por suerte no llegamos. En
este refugio había una madre y creo, su hijo, donde habían montado un avituallamiento
improvisado de té frío y caliente. Bebí
dos vasos del frío y me sentaron de cine. Empezamos el descenso. No quiero parar por que la lluvia tiene ganas
de hacer acto de presencia. Aún así, paro
a cambiar las pilas del garmin forerruner 401.
Cada vez más cerca, la tormenta deja sonar sus trompetas de guerra. Hay
que avanzar como sea. Subimos por un
sendero y atravesamos una zona técnica con mucha piedra. Luego un carril con peldaños nos deja en el
siguiente avituallamiento, otro paso montañoso, Paso Giau, kilómetro 101, tras
19 horas de carrera. Esta vez tomo un té
caliente y con el vaso en la mano salgo del mismo.
Ya solo me quedan dos subidas y me
voy dando ánimos porque creo que lo voy a conseguir. El día se ha nublado por completo y empieza a
llover. Llueve con fuerza. La zona es un sendero estrecho en la ladera
de una montaña. Una chica se para a
ponerse el pantalón y el impermeable. La
mayoría de los corredores se pone el impermeable. Sigue lloviendo y solo pienso en subir a lo
alto de la pequeña cima, Forcella Giau.
La zona es empinada y toca sufrir y clavar bastones. Por suerte, al llegar arriba amaina y aunque
el sendero está lleno de barro corro como buenamente puedo. Por fin, afronto la última subida, animado
por miembros de la organización. Ya solo
me restan 12
kilómetros .
Subimos el último paso montañoso, Forcella Ambrizzola y al girar, por
fin, en el fondo del valle se observa majestuosa Cortina y mucho más arriba un
lago con su correspondiente refugio, el refugio del Lago de Croda. Hasta llegar al refugio son 3 kilómetros bastante
corribles que los hago a tumba abierta.
Por fin me animo y me pellizco porque a pesar de como afrontaba la
carrera, los diversos problemas y el mucho sufrimiento, ya si siento que la
carrera es mía. Adelanto a varios
corredores en la bajada. Vuelve a llover
con fuerza. Me resguardo en las carpas
del avituallamiento del Lago de Croda donde como patata y huevo cocido que me
saben a gloria.
Empieza una larga bajada de 9 kilómetros . Al
principio son bastante corribles y me dejo llevar. Decido no colocarme el impermeable a pesar de
la lluvia. Nos adentramos en un profundo
bosque y para eliminar contratiempos me coloco el frontal porque empieza a
anochecer y ya la visibilidad es mala.
Atravesamos una zona bastante técnica de piedras, raíces y mucho
barro. Miembros de la organización, con
paraguas, se colocan en las zonas más peligrosas. Nos animan.
Por fin, dejamos esa zona y entramos en carril de tierra donde todo es
más fácil. Estoy calado hasta los huesos
pero avanzo feliz. Cada vez veo más
cerca la meta. Entro en zona asfaltada, guardo
bastones y tranquilo, hago los últimos kilómetros. Tras la pequeña subida del
río, ya dentro de Cortina, cojo la calle principal y corriendo a un ritmo vivo
entro en meta en un tiempo bastante aceptable para las condiciones con las que
afrontaba la Lavaredo Ultra Trail, tras 22 horas y 21 minutos, en el puesto 417, de unos 975 que consiguieron
terminarla, de puro esfuerzo
y sufrimiento. Esta vez no pude sacar la
bandera porque la lluvia y su colocación en el interior de la mochila me
obligaban a parar y la verdad, estaba como loco por pasar la línea de meta.
Bueno, tras recoger la prenda
finisher, al hotel a descansar, que creo que me lo había ganado.
Dar las gracias a mi club, TRAIL
RUNNING MALAGA, y a mis compañeros por los ánimos y por el seguimiento
realizado, a mis padres y en especial, a mi mujer y mi hija. Siento que me haya alargado más de la
cuenta. Espero que al menos sirva como
referencia para futuros montañeros que se esfuercen en terminar esta formidable
y fantástica carrera.
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