Crónica
VI PENYAGOLOSA TRAILS CSP 118
KM Y 5400 + 21 Y 22 ABRIL 2017
Tenía mucho interés en participar en
esta Ultra. Tal vez sea una de las de
mayor prestigio de España. De hecho,
desde su creación en su modalidad larga ha sido varias veces Campeonato de
España de Ultras, pertenece al circuito de la Spain Ultra Cup y este año ha
entrado a formar parte del Ultra Trail World Tour. Además, para el 2018 será la sede del
campeonato del mundo.
Resulté uno de los 600 agraciados en
el sorteo, tras la correspondiente preinscripción, por lo que, de entrada, no
resulta fácil poder participar y ya que lo había conseguido, había que estar en
la línea de salida y obviamente, intentar finalizarla, objetivo primordial de
todo ultrero.
Como siempre, la semana previa a la
carrera reduje los entrenamientos y me dediqué a la logística y a memorizar
desnivel, avituallamientos y tiempos de paso, a mi entender, bastante ajustados
en los primeros 48
kilómetros .
El jueves por la mañana salí en
dirección a Castellón y el viernes a primera hora ya estaba en el centro de
Castellón recogiendo el dorsal (2222) en la feria del corredor.
Por la tarde, la dediqué a descansar
y a estudiar el perfil de la carrera pero como siempre me ocurre en este tipo
de pruebas que salen al anochecer, la espera se me hizo bastante larga. La temperatura en Castellón iba a ser
agradable pero en el interior se iban a dar temperaturas muy bajas, bordeando
los 0 grados y por la zona de Culla, ermita de San Batolomé, Vistabella, etc.,
apenas si se alcanzarían los 13 grados como temperatura máxima. Como curiosidad, decir que esta es una de las
carreras veteranas en el panorama de carreras de ultradistancia por montaña en
nuestro país, sobre todo la MIM, de unos 65 kilómetros y cuyo
recorrido se basa en los senderos utilizados por los peregrinos en su viaje desde
Useres hacia el Santuario de San Juan de Penyagolosa y cuyo origen se remonta a
la Edad Media.
Sobre las 10 de la noche cogí el
coche y me dirigí a la zona universitaria, al estadio de atletismo San Jaime
I. La temperatura era muy fresca y tras
hacer tiempo escuchando música, entregué a la organización las dos mochilas,
una para Culla (km. 71) y la otra para línea de meta. A la vuelta al coche me encontré con dos compañeros
de este “mundillo”, dos máquinas, uno de ellos el campeón de Andalucía de Ultra
Trail, ¡ahí es nada!, como es Antonio Cayetano García Orozco y el otro Rafael Llorente
Tamayo que realizó una impresionante gesta y es que con una semana de
diferencia se ventiló el verano pasado (2016) la Ehunmilak (170 km y 11000 +) y la Ultra Sierra Nevada (100 km y 6000+). Por lo visto, había un tercer corredor en
este grupo pero no lo llegué a ver y a saludar. Estuvimos hablando que, según
la charla técnica, y viendo vídeos, no parece muy técnica y es más de
correr. También sobre ir bien abrigados
porque la noche iba a ser muy fría.
Luego, el tema de la salida de las ultras al anochecer donde a algunos
corredores les viene mejor y a otros no tanto.
En fin, me despedí de ellos, deseándonos suerte y siempre con el
objetivo de terminarla.
Tras pasar por el corralito y el control de
material, accedí a la pista de atletismo de la Universidad de
Castellón, San Jaime I.
En cuanto al material y dado que se
preveían temperaturas bastante frías, llegando a los 0 grados, salí con
pantalón largo y con la chaqueta Salomón Bonatti. También decidí ponerme unos guantes. Las decisiones sobre material resultaron todo
un acierto y no fue hasta el kilómetro 60 en el pueblecito de Benáfigos que no
me quite la chaqueta. Sobre zapatillas,
corrí con las mismas de las últimas carreras, las Hoka Mafate Speed, que ya
tienen más de 1000
kilómetros .
Volviendo a la salida. Allí había un gran ambiente. Muchos corredores de élite iban resonando por
megafonía: Timothy Olsson, Yeray Duran, Pablo Criado, Gemma Arenas, Mercedes
Pila, Remi Queral, Sebas Sánchez, Didrik Hermansen, Xari Adrián, Francesca
Canepa, etc. Como siempre en este tipo
de carreras, Depa de la revista, Trail Run, se convertía en uno de los
principales protagonistas y animadores de estos minutos previos.
A las 12 de la noche salimos los 600
corredores de la CSP. Como siempre, a ritmo
conservador, sin cebarme con nadie y a sabiendas de que estas carreras son muy
largas y cualquier exceso al principio se puede pagar después. Tras unos primeros kilómetros por asfalto
subimos el primer repecho y luego bajada técnica por senda en dirección a Borriol (kilómetro 8 aproximadamente),
primer avituallamiento, en unos 57 minutos.
Mucha gente congregada en el pueblo animando. Apenas si bebo un vaso de isotónica.
Tras Borriol viene una fuerte
subida, primero por cemento, luego carril y finalmente sendero. La respiración se acelera. Hay mucho nivel y me adelantan bastantes
corredores. Yo sigo a lo mío. En este
tramo se mezclan algunos trechos de asfalto, carril y senderos pedregosos.
Como en las últimas carreras, los
inicios siempre son duros. No tengo muy
buenas sensaciones. Voy con bastantes
molestias en la inserción de los isquiotibiales la pierna izquierda (biceps
femoral y semitendinoso) y en la zona de la ingle. También la cintilla de la pierna derecha me
está dando más la lata de la cuenta. Ni
que decir tiene que no hay carrera que en esos momentos me diga que no me voy a
inscribir a ninguna ultra más, que tengo que guardar más reposo, que me duelen
muchas partes del cuerpo, que esto es muy duro y que debo tomarme unas largas
vacaciones, sin embargo, al terminar, según van pasando las horas comienza un
proceso inconsciente de barrido cerebral y todo ese sufrimiento se va olvidando
y al cabo de varios días, uno ya está navegando por Internet a la caza de una
nueva ultra. Incluso, al escribir la
crónica, tengo que hacer esfuerzos para recordar como en aquel kilómetro y en
el siguiente corría con todo tipo de dolores.
En el siguiente avituallamiento, Bassa de Les Orenetes (kilómetro 23) nos recibe una estatua de cartón-piedra
de considerables dimensiones con ambiente discotequero. La noche es fría y limpia mientras la música
resuena con fuerza y los voluntarios nos reciben con los brazos abiertos. Cargo agua y como algo, entre ellos, unos
dulces en forma de trenzas con relleno que me saben a gloria. Una de las cosas de hacer ultras es que en
los avituallamientos puedes comer sin restricciones, tanto dulces como lo que
se tercie. Por este punto, ya llevo 3 horas y 41 minutos de carrera, en el
puesto 363 y junto con las molestias de los primeros kilómetros, se suman a la
fiesta los gemelos.
Seguimos por un terreno con tramos
de carril y mucho sendero de piedras bastante técnico donde hay que ir muy
pendiente al suelo. La verdad es que de
estos tramos no guardo muchos recuerdos, ya sea porque era de noche o porque no
tenían nada de especial o porque iba demasiado concentrado para ir recordando
los tramos. Tan solo que la sensación de un continuo sube y baja y de que los
senderos tienen mucha piedra suelta y hay que ir con cuidado. Como siempre, hay corredores que empiezas a
conocer de vista y que en cierto modo te van sirviendo de referencia. Te han pasado y luego tú los adelantas en la
subida y posteriormente ellos me adelantan en la bajada. En uno de esos grupos había una chica
bastante joven que me adelantó en la subida y con la que coincidí durante toda
la ultra.
Los kilómetros van cayendo,
adentrándonos cada vez más en el interior de la provincia de Castellón y cada
vez con más frío. Tras una dura subida
llegamos al bonito pueblo de Useres
(kilómetro 32) sobre las 4,45 de la mañana en la posición 375. Vuelvo a cargar hidratos con los dulces “trenzados”,
cargo agua e isotónica y a seguir en carrera.
Los dolores persisten y siento que estoy sufriendo un poco más que en
otras ultras. Intento seguir el ritmo de
algunos grupos pero al final me quedo atrás. A lo largo de estos primeros
kilómetros atravesamos varias ramblas pedregosas.
Tras unos cuantos kilómetros
comienza una bajada técnica. Ahora vamos
buscando un nuevo pueblo, Atzeneta del Maestrazgo, pero antes nos desviamos
hacia el siguiente punto de control, Torreselles,
para lo cual debemos bajar por un sendero bastante técnico y embarrado y luego
una dura subida. Este avituallamiento
también está muy animado. Se trata de
una ermita en lo alto de un peñón, la ermita de les Torreselles que
utilizan los peregrinos en su tránsito desde Useres hasta San Juan de
Penyagolosa. Son las 6 y 36 minutos
cuando paso por este punto de control, mejorando algo mi posición, 353, y
animado porque estaba a punto de llegar el alba. Y ese amanecer se produce en el descenso
camino de Atzeneta del Maestrazgo. Tal
vez sea, junto con el del Mont Blanc, en Arete du Mont Fabre, uno de los
amaneceres más espectaculares que he vivido en una ultra. Sólo por esos instantes ya merece la pena
todo el sufrimiento pasado. Para mí, son
momentos mágicos que disfruto en silencio mientras me dejo llevar por el carril
que serpentea por la ladera de la preciosa comarca del maestrazgo. Mi
ritmo de bajada es lento. Siguen las
molestias en la inserción de los isquiotibiales de la pierna izquierda y en la
cintilla de la derecha. Aun así, no paro
de correr. Abandonamos el carril para seguir por sendero hasta que vislumbramos
al fondo el pueblo de Atzeneta y
todo su valle.
Por este punto de control, Atzeneta,
kilómetro 48, ya llevo en carrera 7 horas y 30 minutos y sigo mejorando algún
puesto, 342. Había muchos corredores y
voluntarios y el avituallamiento estaba bastante bien surtido, con comida
caliente que se agradecía mucho ya que la temperatura apenas si llegaría a los
2 o 3 grados. Recuerdo una chica que
llegó instantes después al avituallamiento, con su pareja, y con la rodilla
ensangrentada. Le decía que le dolía
mucho y que no podía continuar. Al
final, con la rodilla vendada, doy fe de que llegaron a meta. Toda una campeona. Como siempre, no llegué a sentarme y tras
comer algún sándwich, seguí mi camino.
Tras salir del pueblo ahí un buen
tramo de asfalto y de carril ancho. Después de los avituallamientos, siempre
sale uno más tranquilo. Algo se ha ingerido y, por lo general, se nota un poco más
pesado el estómago, por lo que siempre esos primeros metros los suelo hacer
andando hasta que se asienta la comida y empiezo a correr.
Desde Atzeneta se observa en la
lejanía varios pueblos, tal vez nuestro próximo destino. Le pregunto a un lugareño pero no me sabe
responder.
Las
molestias persisten y también empiezo a notar los cuadriceps algo más cargados. Esta es una zona donde uno podría recortar
bastante pero no voy muy bien por lo que me limito a andar rápido hasta que
varios corredores me pasan al trote y trato de seguirlos. Es por esta zona
donde decido tomar un sobre ibuprofeno.
No los suelo tomar pero casi siempre llevo algúno. A veces me ha hecho efecto y la mayoría de
las veces no.
De zona fácil y de carril pasamos a
una zona llana pero bastante técnica, una zona de ramblas y de tierra caliza,
con grandes escalones, encajonada entre barrancos donde correr se hace difícil.
Tras ese tramo vuelve una zona de
carril o de senda ancha, hasta que comenzamos a afrontar la zigzagueante y fuerte
subida de Benáfigos, primero con una pendiente suave y luego mucho más
vertical. El calor empieza a apretar. La luz de la mañana realza la frondosa
vegetación que vamos dejando a ambos lados. La
chica joven que ya me adelantó en el descenso de la ermita de Torreselles lo
vuelve a hacer en la subida al pequeño pueblo de Benáfigos.
Al llegar al avituallamiento, lo
primero que hago es quitarme la chaqueta impermeable Bonatti y los guantes y
quedarme en manga corta. La temperatura
ha subido, la mañana es espléndida y entre el ánimo de los lugareños y que la
distancia recorrida supera ya los 60 kilómetros , algo más de la mitad de la
ultra, pues todo se empieza a ver con mejor cara. Además, parece que alguna de las molestias
van remitiendo. Por este punto de
control, Benáfigos llevo en carrera
9 horas y media y sigo mejorando alguna posición, puesto 330.
El tramo de Benáfigos hasta Culla,
de más de 10
kilómetros , es bastante duro.
Se trata
de una zona espectacular con enormes macizos y espectaculares cortados. Primero es una bajada por una senda estrecha a
través de un frondoso bosque de carrascas hasta que llegamos a las zonas de
ramblas y al lecho del río Monlleo y a partir de ahí, viene la subida a
Peñacalva, tal vez la subida más fuerte de la Ultra.
Poco a poco me voy encontrando mejor y la bajada por
sendero la hago sin parar de correr a un buen ritmo, junto con tres corredores
valencianos. La subida es otra
historia. Es muy vertical y mi
respiración se acelera. Me cuesta
bastante, aún así adelanto en la misma a varios corredores.
Tras la agónica subida y después de
atravesar varios kilómetros llanos, nos encaminamos al supuesto punto
intermedio de la prueba, Culla,
bonito pueblo en lo alto de otro pequeño monte, con fortaleza incluida, y que
en la ultra representa el kilómetro 71,
y lugar donde se puede recoger la mochila con el material que cada uno ha
pensado que puede necesitar (cambio de ropa, frontal, barritas,
zapatillas). Como casi siempre el
espacio es reducido y los bastones estorban más de la cuenta. Hay muchos corredores, algunos un poco
magullados, otros cambiándose de ropa, otros curándose las ampollas, etc. En mi caso, aprovecho para tomar un batido
recuperador de la marca 226ers y comer un buen plato de macarrones. Cargo
bidones y listo. Paso el control de
material y vuelvo a la carrera. Por
Culla sigo mejorando algunas posiciones, 281, y ya son 12 horas y 22 minutos de
carrera.
De nuevo una fuerte bajada. Tras un primer tramo de asfalto y otro de
carril, enfilo una larga y sinuosa senda que tomo con buena cadencia y sin
parar de correr llego al lecho de otro río, zona de ramblas y piedras para, de
nuevo, enfilar otra larga subida en dirección a la ermita de San
Bartolomé. En esta subida siento que
me quedo sin fuerzas. En cierto modo
sufro una leve “pájara”. Me pasan unos
cuantos corredores. Los ánimos flaquean. Al menos la ascensión se hace rodeada de un
auténtico vergel de frondosidad y a la sombra de la arboleda. Opto por tomármelo con tranquilidad buscando
el ansiado avituallamiento del kilómetro 81, la ermita de San Bartolomé.
Por este punto de control transito
en la posición 280 y con 14 horas y 22 minutos en las piernas. Este avituallamiento no está tan bien
surtido. Hay unos cuantos corredores
retirados, uno de ellos con la manta térmica encima. Cargo agua, bebo isotónica
y sigo el avance. El siguiente tramo,
con ligera ascensión pero que en la práctica casi resulta llano. Se trata de unos kilómetros de fáciles de
sendas con alguna que otra bajada donde se puede trotar. Poco a poco me voy recuperando del
desfallecimiento sufrido en la subida a la ermita de San Bartolomé. Mantengo durante estos kilómetros la
referencia con varios corredores mientras voy bebiendo y comiendo algo por el
camino, a la vez que voy disfrutando de los paisajes. El cielo se ha nublado un poco y siempre ayuda
a bajar unos grados la temperatura, aunque tampoco es excesiva.
El siguiente avituallamiento, Vistabella, kilómetro 89, es una
pequeña población encantadora, como su propio nombre indica. Por este punto ya son casi las 16 horas de la
tarde y mantengo casi la misma posición en la clasificación general. Aprovecho
para tomar dos vasos de zumo de piña. A
veces hay que cambiar de bebida ya que uno se acaba hartando de tanto isotónico
y refresco de cola. Me tomo dos platos
pequeños de pasta caliente con atún y queso que me saben a gloria. Sentado, mientras daba buena cuenta de la
pasta, otro corredor me saluda. Al
principio, no le conozco hasta que me dice que nos vimos en la GR 10-Xtrem, Ultra Trail de
Valencia del año 2016. Entonces le
recuerdo. Es verdad. Anduvimos juntos
durante unos cuantos kilómetros en esa ultra, tratando de volver al recorrido
ya que nos habíamos perdido.
En fin, me cuenta que ha tenido que
abandonar en la ermita de San Bartolomé, creo que por deshidratación y por habérsele
cerrado el estómago. De hecho, le
tuvieron que poner suero y era este corredor el que llevaba la manta térmica en
la ermita de San Bartolomé.
Termino de avituallarme, me despido
de este ultrero valenciano y vuelvo a la carga.
De nuevo, zona de sendero pedregoso
y técnico de bajada hasta las zonas de ramblas.
Me vuelve a pasar la chica. Como
digo, bajamos al lecho del río y empezamos una ligera subida por zona bastante
sombría y boscosa. Me ayudo de los
bastones y noto que los dos platos calientes de pasta me han sentado
genial. Me noto con fuerzas renovadas y
trato de zafarme de un corredor que mantiene mi ritmo y al que le escucho a uno
10 o 15 metros
por detrás. Al final lo consigo perder
de vista. Vuelvo a correr más rápido,
incluso troto en algunos tramos cortos de subida y esa euforia se va
traduciendo en que mi ritmo se incrementa empezando a pasar a varios
corredores. La senda llanea por la
ladera de la montaña buscando la siguiente población y avituallamiento, Xodos, por el que marcho sobre las 18
horas y mejorando en casi 20 posiciones mi clasificación. Como varias galletas, cargo agua y apenas
si descanso varios minutos y sigo mi camino.
En seguida, la senda gira
bruscamente a la izquierda en fuerte subida por un camino adoquinado, luego a
la derecha por carril, volviendo a entrar en zona boscosa. Sigo adelantando a más corredores. Apenas si
noto las molestias que me han acosado durante la primera mitad de la
ultra. Tras nuevas zonas de ramblas
intransitables accedemos a una vereda en fuerte subida que luego se convierte
en carril al salir de la espesura de la vegetación. Poco a poco la tarde va cayendo y comienza a
sentirse el fresco de la noche pero no me quiero parar.
Llego al avituallamiento del Collao, una carpa en mitad del campo
repleta de jóvenes voluntarios. Como
varias barritas, refresco de cola y en varios minutos retomo la carrera. Por Collao ya son las 19,30 de la tarde. Algunos corredores se paran a ponerse la
chaqueta. Empieza a hacer bastante frío
pero creo que aguanto.
Nuevos kilómetros de vereda limpia
pero en ligera ascensión mientras divisamos, cada vez más cerca, los enormes y
espectaculares macizos de San Juan de Penyagolosa. En la bajada corro como si fuera el inicio de
la ultra, adelantando a muchos corredores que ya sólo pueden caminar. Me siento eufórico. Por el punto de control
de Marcen son las 8 y 30. Está anocheciendo y es hora de ponerse el
frontal pero eso supone pararse y quitarse la mochila. No lo hago.
Creo que puedo llegar con la tenue luz del atardecer.
Tras una subida por carril empiezo a
escuchar al fondo la música de meta, pero de golpe el sonido se esfuma y comienzo,
tras un primeros metros alegres por carril, lo que viene siendo una bajada
técnica y en tramos hasta peligrosa y sin apenas visibilidad pero sigo sin
ponerme el frontal. He plegado bastones
y extraído mi bandera de Trail Running Málaga pero, a decir verdad, la bajada
se me hizo más larga de lo previsto.
En un trecho del descenso aprovecho
para colocarme detrás de otro corredor.
Muy amable me ofrece la iluminación de su frontal. El problema es que va tocado de los
cuadriceps y apenas si puede correr. Va
demasiado lento. Después de un rato,
unos senderistas nos indican que nos quedan unos 15 minutos. En fin, dejo al
chaval y me arriesgo a correr en la penumbra.
Bueno, más que correr voy dando saltos para evitar tropiezos. Y si, sin caer, consigo llegar a meta en un
tiempo de 21 horas y 25 minutos, en el puesto 233. Luego me enteré que al estar la meta en una zona
protegida (parque natural) la organización tenía prohibido mantener la música
más allá de las 21 horas.
En fin, acabé muy contento corriendo
por la alfombra roja, casi al sprint, para evitar que varios corredores me
alcanzasen, lo que ya en frío, si uno lo piensa un poco, no tiene mucho sentido
(puesto arriba, puesto abajo), pero en esos momentos el afán de superación y la
competitividad te obligan a no regalar ni un metro.
Al llegar a meta saludé a Antonio
Cayetano García Orozco, un campeón, que había hecho 16 horas y 49 minutos.
¡Bestial!
Tras ducha reparadora y un
bocadillo, un autobús nos retornó a la Universidad de San Jaime I y fin de la aventura y
bastante contento con las buenas sensaciones finales.
La siguiente Ultra, dentro de tres
semanas, el día 13 de mayo en Benia de Onis: Ultra Trail Picos de Europa, que
en el momento de escribir estas líneas ya he finalizado pero que, obviamente,
la contaré en otra crónica.
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