lunes, 25 de julio de 2016

III ULTRA TRAIL SIERRA NEVADA - 103 KM Y 6060 + (16 DE JULIO DE 2016)

CRÓNICA ULTRA TRAIL SIERRA NEVADA 16 DE JULIO DE 2016  (103 Km. y 6060 +)

         Como lo prometido es deuda, aquí dejo una nueva crónica, esta la de la Ultra Sierra Nevada.  Antes de empezar decir que fue justo inscribirme cuando ya me esta arrepintiendo puesto que estaba demasiado cerca de Lavaredo y no iba a tener tiempo para recuperarme y porque las dos ediciones anteriores de la Ultra Sierra Nevada habían recibido muchas críticas.   Después de haberla realizado, tengo que decir que me he llevado una grata sorpresa en cuanto a organización, avituallamientos y voluntariado. 

La pequeña historia de esta crónica comienza el viernes por la mañana, 15 de julio, cuando decidimos salir temprano de Málaga en dirección a Granada para recoger el dorsal en lugar de salir por la tarde como teníamos pensado hasta unos días antes.  Esta vez me llevaba la mejor compañía posible: mi mujer y mi hija.   No suelen acompañarme y no se lo reprocho porque las ultras no son maratones, son carreras en las que sabes cuando empiezas y no cuando terminas y entiendo que para los familiares, tantas horas de espera y más con niños, pueden resultar agotadoras.

         Tras recoger el dorsal después de más de una hora de espera  (por lo visto habían tenido problemas con los listados) y luego de comer una ensalada de pasta por Pinos Genil y sentarnos a tomar un café en la zona de inicio de la vereda de la Estrella, en Güejar Sierra, junto al río Maitena, subimos, sobre las 17,30 a Pradollano, al apartamento que habíamos reservado.  
         Tras el acomodo, paseo por la zona concurrida de Pradollano y una pequeña compra en uno de los supermercados.

Hay ambiente trail. Se palpa la presencia de muchos corredores con sus familias.  Volvemos al apartamento y después de un rato de descanso comencé a preparar la logística de carrera. 
         Había nervios.  De hecho siempre me pongo en tensión antes de una ultra.  Son muchas horas de carrera, muchos kilómetros y desnivel y no sabes como va a responder tu cuerpo.


         Después de Lavaredo había entrenado más bien poco.  En las tres semanas apenas me había dado para hacer una tirada larga, de 43 kilómetros y algo de bicicleta.  En definitiva, preparación baja y las molestias, como siempre, toda una incógnita.  Si que es verdad que en Lavaredo, además del isquiotibial izquierdo, sufrí bastante de la cintilla.
         En fin, tras desearme mucha suerte y despedirme de mi mujer y mi hija, sobre las 10 de la noche los corredores cogimos el autobús en Pradollano en dirección a la línea de salida.  Delante de mí se sentó Mayayo con el que he coincidido en las últimas carreras, la de los 101 Peregrinos y también en Lavaredo.  En esta no corría, iba de fotógrafo y cronista. En el trayecto estuvo hablando con un corredor que no conocía.  Al día siguiente, al ver las fotos y videos lo reconocí: Casey Morgan que, a la postre, quedó tercero en el Ultra.
         Bajamos del autobús y nos dirigimos a la línea de salida, en el Paseo del Salón de Granada.   Los corredores van llegando.  Allí charlo un rato con dos auténticos máquinas que la semana anterior habían sido finisher de la Ehunmilak, ¡casi nada!.  Son Antonio Cayetano García Orozco y Rafael Llorente.  Este último que, el fin de semana pasado, había hecho la Ehunmilak (170 km por los senderos embarrados del País Vasco) en 43 horas, se presentaba también para afrontar la Ultra de Sierra Nevada.  ¡Qué valor!
 
         Luego coincidí con los hermanos García Mesa con los que pasé otro rato agradable.   Sin darme apenas cuenta, la salida en el hermoso Paseo del Salón de Granada se llenó de corredores y a las 12 de la noche se dio inicio a la Ultra.  Hasta donde yo sé, el nº de dorsales de la ultra era de 450 y por lo que he leído, salieron aproximadamente unos 360 corredores.

         La salida es bastante rápida y en seguida se empieza a callejear por Granada, entre empinadas y estrechas callejuelas y mucho adoquín, con la presencia y la guía de muchos voluntarios.  Tras una primera subida, una larga bajada por asfalto.  Me encuentro bien, voy a buen ritmo y casi sin molestias.   Nos adentramos en el barrio del Albaicin.  Hay mucha gente por las calles que nos jalea, otros ponen cara de extrañeza y otros nos preguntan sobre la carrera y de cuantos kilómetros. 

Volvemos a los adoquines, subimos al Mirador de San Nicolás y volvemos a bajar en dirección a la Alhambra.  La pendiente no es excesivamente pronunciada y casi se puede hacer trotando.  La temperatura es agradable y la noche acompaña.   El lugar tiene mucho encanto y más si al cruzarlo escuchas música procedente de algún concierto en algunos de los hermosos sitios que alberga la Alhambra y sus alrededores.

Por fin, abandonamos el asfalto y la Alhambra y empezamos un bonito sube y baja por senderos bien marcados, entre árboles y donde disfruto corriendo pero sin apretar más de la cuenta.   Hace más calor de la cuenta, a pesar de la hora, y sudo bastante.

Las fuerzas van intactas y tras un corto descenso técnico llegamos al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 12, Cerro del sol, cuyos voluntarios pertenecen al Club Sapiens Human Runner.  Son un montón de voluntarios con la música a todo volumen.  Un avituallamiento muy marchoso. Me reciben dos voluntarios que me ofrecen directamente la botella de agua, me rellenan los bidones, incluso se ofrecen a llevarme los bastones.  He visto pocos avituallamientos tan animados y alegres como este del Cerro del Sol.  Tomo refresco de cola, sandía y varios trozos de plátanos y sigo camino con bastante alegría y sin notar apenas molestias.

Al salir se ven luces de frontales por todos los sitios.  Han montado un bucle espectacular en esta zona.  La serpiente de luces se alarga a lo lejos y parece que se enrosca y no tiene fin.
En este tramo hay más piedras y zonas de surcos.  Afrontamos varias subidas de cortafuegos con bastantes surcos y zonas rotas donde no sabes donde pisar.  Las bajadas no son excesivamente técnicas pero hay que estar pendiente.  En algunas zonas hay mucho polvo que, a veces, te quitan bastante visibilidad.  También hay algunas zonas de sendero poco limpias y siempre tienes algún roce con matorrales, jaras y todo tipo de arbustos.  A veces parece que llega muy cerca la música del avituallamiento del Cerro del Sol.

Cruzamos el río Darro, saltando entre las piedras, sin llegar a mojarme los pies.  En estos kilómetros coincido varias veces con dos británicas, bajitas y algo peculiares, que no bajan muy bien pero que, a la hora de subir y llaneando van bastante rápidas.   Tras unos cuantos kilómetros más de cortafuegos y subidas y bajadas, cogemos un carril de tierra compacta que nos conduce al segundo avituallamiento de carrera, el de Beas de Granada, sobre el kilómetro 24 y con más 1000 +.    En este punto ya llevo 3 horas y 45 minutos de carrera y lo cruzo en la posición 167.  De nuevo, refresco de cola, isotónico y sandía.  Creo que comí algo de carne de membrillo y varias galletas de chocolate.

Retomo el camino mientras vamos saliendo del pueblo.  Para que la comida se asiente y para coger fuelle después de los kilómetros de bajada, me tomo un descanso activo mientras voy comiendo una barrita con sabor a plátano y algún gel.   Me uno a un grupito con el que avanzo por carril durante un rato, pero en seguida cambia el panorama y empezamos a encontrarnos con zonas de subida más técnicas, con más roca y piedras.  Por suerte, la temperatura ha descendido y sopla algo de viento por lo que todo se hace más llevadero.   Atravesamos varios cortafuegos, zonas con bastante vegetación, algún descenso bastante técnico.  Me uno a dos chavales uniformados de color amarillo que van charlando.  En las subidas a los cortafuegos hablan algo menos.   Tras varias subidas, hay un largo llaneo por sendero donde avanzo corriendo lo que buenamente puedo.  Ya las fuerzas no están intactas y las horas se empiezan a sentir en las piernas.  De los tramos de cortafuegos, recuerdo uno con una inclinación brutal.  De hecho en el inicio de la subida nos ponen sobre aviso: caution.  Pienso, pero ¡precaución! ¿Por qué? Si es en subida.  Al poco rato, lo entiendo; el desnivel es tal que resulta muy difícil avanzar y los resbalones son habituales.  Parece como si los corredores estuviesen encima de ti y en cualquier momento fuesen a caer sobre nuestras cabezas.
 
Según el briefing de carrera, este era el tramo más duro de toda la Ultra.  Puede ser. En estos kilómetros también sufrí un golpe en la rodilla izquierda y arañazos y rasguños de todo tipo, también estuve a punto, en la  bajada de un escalón que se me subieran los dos gemelos a la vez, pero por suerte quedó en tentativa.  ¡Menos mal!

Con esfuerzo lo sobrepasamos y tras un descenso por cortafuegos llegamos al siguiente avituallamiento, sobre el kilómetro 34, Cortijo de Aguas Blancas, cuyos voluntarios pertenecen al Grupo Scout Illiberris.   Allí nos recibieron varios chicos y chicas bastante animosos.  Les entrego los bidones de plástico para que los rellenen.  Uno de ellos no tiene mucha pericia y se vuelca media botella encima de la sudadera.  Los demás se ríen.  El chaval lo afronta con bastante buen humor.  Me retiro por un momento del servicio, dice, mientras se quita la sudadera.  Vuelvo a comer más sandía, algo de refresco de cola e isotónico. 

A partir de aquí contamos con varios kilómetros, primero por carril y luego por asfalto en dirección a Quentar donde me siento bastante bien y animado por que he pasado una de las peores zonas y los kilómetros van cayendo.
 Me adelanta la británica pero la mantengo a la vista.  Está a punto de amanecer. Después de esos kilómetros volvemos a las veredas de montaña, primero cruzando un río a través de un tronco de madera que cruzo sin mucho aprieto y luego por un sendero bien marcado.   Este tramo que parecía sencillo tiene su complejidad, primero por que hay algunos tramos más o menos técnicos y segundo porque el sendero cuenta con bastante maleza y matorral.  Al menos esa fue mi impresión.  También había que sortear otro río a través de otro tronco.  En este lo pasé peor y a punto estuve de resbalar y caer pero, de nuevo, la fortuna me acompañó y soltando los bastones conseguí poner los pies en la otra orilla sin llegar a mojarme.  Aunque después de los tres ríos de Lavaredo tampoco me preocupaba excesivamente.
Tras terminar de subir esta zona, llaneamos primero por sendero con mucho pino y luego un descenso rápido, también por sendero hasta que entramos en carril y de ahí hasta Quentar fueron 5 o 6 kilómetros en descenso con algún tramo de cemento hasta que nos adentramos en el pueblo.
En estos kilómetros empecé a sufrir de la cintilla.  Comenzó a molestarme más de lo normal y tuve que hacer alguna parada.   También apareció una molestia en la rodilla izquierda que asocié al golpe que me di en el tramo anterior.  En varias horas había pasado de una euforia contenida a un bajón asociado al cansancio y al dolor articular.  También en esta bajada amaneció por completo.  Guardé mi frontal.  Conseguí adelantar a la británica y después del avituallamiento no volví a verla más.


Al llegar a Quentar, sobre el kilómetro 48, llevaba 7 horas y 40 minutos de carrera y ocupaba el puesto 136.  Tomé isotónica, galletas de chocolate y plátano.  Este avituallamiento lo llevaban los de Bicha.  Como todos, mucha animación y voluntarios.
Reanudé la marcha tranquilo, sin correr.  Sabía que en seguida venían cuestas.  Tuve un pequeño contratiempo: las pilas del Forerrunner 401 se gastaron en 8 horas.  Paré y las cambié por otras y seguí mi camino en ascenso, primero por vereda y luego por carril. 

Tras una suave bajada, empezó lo serio con la subida al alto de los Jarales, subida bastante dura a través de una vereda rodeada por un frondoso bosque.   En esta subida nos adelantan los primeros del Trail de 62 km., entre otros, uno conocido, un máquina llamado Victor Pimentel, que subía como una exhalación.  Esperaba ver primero a Gediminas Grinius pero este nos pasó bajando Los Jarales.  En lo alto de los Jarales ya se divisa perfectamente el Veleta y el Mulhacén, así como el pantano de Güejar Sierra.   Voy bien, subiendo apenas si tengo molestias y todavía me siento con fuerzas.  En la bajada a los Jarales me adelanta Gediminas.  Troto a ritmo y me siento bien. Veo a los de Cardiosport atendiendo a algún corredor con problemas.  Volvemos a retomar un tramo de asfalto hasta llegar al siguiente avituallamiento, casa rural Fuente de la Teja, Deportes Olimpo.  Fantásticos.  Mucha animación. Muy bien atendido y buen avituallamiento. Así da gusto correr una ultra.  En el tramo de asfalto entablo conversación durante quince minutos con un granadino.  Me dice que va bien pero guardando fuerzas puesto que la subida al Pico Calar y la del castillejo de Güejar son muy duras.


Tras el avituallamiento empezamos la dura subida al Pico Calar, algo así como una Maroma pero más redondeada.  La dureza de la subida se acrecienta por el calor que ya no me abandonará en lo que queda de carrera. Esta ascensión es un continuo zigzag. Decido coger mi ritmo y sin darme cuenta adelanto en la subida a cinco o seis corredores, lo que siempre supone una inyección de moral.    
La bajada del Calar tiene un primer tramo más o menos técnico, con mucha piedra, hasta que acabas girando a la derecha y empiezan unos 5 o 6 kilómetros por sendero con bastantes tramos corribles y alguna que otra piedra en el camino.  Sufro de la cintilla y el cansancio y el calor comienzan a hacer mella en mi cuerpo y en mi mente pero ni por asomo me planteo un abandono.  Hago todo el descenso corriendo pero forzando lo menos posible.


Sobre el kilómetro 68 llegamos al siguiente avituallamiento y lugar de recogida de mochilas personales, Güejar Sierra.  La gente del pueblo nos va animando según vamos llegando.  No hay mucho asiento pero tengo suerte y alcanzo una hamaca donde doy buena cuenta de un plato de pasta con refresco de cola. 
En este punto ya llevo 11 horas y 42 minutos de carrera y mejoro hasta situarme en el puesto 117.
Cojo mi gorra sahariana y a seguir en la lucha. 
Son las doce de la mañana y el calor aprieta con fuerza.  Tal vez, la temperatura ronde los 31 o 32 grados.
Me adelantan los primeros de la maratón y alguno de la Ultra que va con más fuerzas que yo.  Durante toda esta ascensión al castillejo de Güejar sufro las horas de carrera, la fatiga y el tremendo calor.  El agua se calienta en seguida.  Menos mal que nos vamos ayudando de los arroyos y pequeños caños para beber agua y mojar la gorra.  Lo mejor de esta subida es que tiene bastantes zonas de sombra por lo que se hace más llevadero, salvo el zigzag del final.  En este tramo nos encontramos con un valenciano bastante animoso y un runner de 51 años que nos adelanta a todos. ¡vaya máquina!. También sufro algún que otro pinchazo de tanto matorral pero el cuerpo ya está curtido y parece que puede con todo.  Este es un tramo de pensar lo menos posible, clavar bastones y avanzar sin mirar muy arriba para ver cuanto me queda.

Tras la subida por sendero, pasamos por un campo de fútbol de un hotel donde alguno se dio un chapuzón con los aspersores, un tramo de asfalto, y por último, otro tramo de sendero hasta que llegamos a la carretera de Pradollano, zona del Dornajo y el Restaurante Las Víboras.  Allí me llevo una grata sorpresa.  Escucho mi apellido.  Mucha gente nos anima.  Entre ellos están Javier Portales y Silvia Marfil.  ¡Qué alegría!  Les saludo entusiasmado.  La alegría se incremente al observar que la organización ha montado un avituallamiento extra de agua fresca y coca cola.

Sigo mi camino, ahora por un carril en ligero descenso.  Trato de guardar referencias con un grupo que va delante de mí.  En estos cinco kilómetros hago bastante caco (caminar-correr) ayudado por los bastones.  No voy todo lo bien que quisiera pero me animo viendo que los kilómetros van cayendo y que pronto llegaré a Pradollano donde tendré una atención especial.  La cintilla sigue molestando y el isquiotibial también quiere su momento.  A todo esto hay que sumar el calor y la fatiga de tantos kilómetros. De esta guisa llego al siguiente avituallamiento, C.M. Cerro del Caballo, en el kilómetro 80, Monasterio de los Jerónimos.   Coincido de nuevo con el valenciano en este avituallamiento.   Algo de isotónico, naranja y coca cola y a seguir.

Nos quedan unos 8 kilómetros hasta Pradollano.  Para mí, este es el peor tramo, ya que apenas si se distingue el sendero, hay mucho matorral, arbustos, ramas bajas, etc.  A veces tengo que dar un rodeo porque por algunos sitios no se puede pasar, en otras me agacho, casi de cuclillas y aún así sufro todo tipo de enganchones.   Adelanto a una corredora portuguesa (quedó la cuarta en la Ultra) y sigo avanzando.  De vez en cuando me pasa algún corredor del maratón o del Trail, casi ninguno de la Ultra.  Cruzamos la carretera y nos vamos a una zona de pinar preciosa y bastante sombría que ya conocía de la primera edición.  Por aquí, el sendero está bien marcado y se puede disfrutar corriendo ya que apenas hay piedras.  La portuguesa me vuelve a adelantar. 

Sin darme cuenta, salgo del pinar y entro en la carretera camino de Pradollano.   Allí me están esperando mi mujer y mi hija.  Me reciben con abrazos y gran alegría. Son las 4 de la tarde y el calor se va atenuando por la altitud.  Mis mejores ayudantes me indican el avituallamiento.  Me siento en un banco y tomo un plato de arroz que dejo a medias.  Mi hija no se cansa de hacerme fotos con el móvil y mi mujer se afana en ayudarme en lo que buenamente pueda.  Voy bien, les digo que estoy bastante cansado, pero que ya me queda menos.  Por este avituallamiento (Granada Integra), llevo ya 16 horas de carrera y avanzo hasta el puesto 92.  En fin, no me quiero entretener más de lo necesario.  Me despido de ellas y empieza lo más duro de la Ultra, al menos eso pienso, no sólo por la dureza de la ascensión si no porque está situado justo al final, cuando ya más flaquean las fuerzas.

Lo único que tengo a mi favor es que esta subida la conozco como la palma de mi mano.   Sabía los tramos más duros y los que menos. Aquí no queda otra que avanzar al ritmo que uno buenamente pueda llevar.  Veo varios corredores que hacen continuas paradas.  Uno que se agacha y se apoya continuamente en los bastones.  Creo que lo está pasando bastante mal. También la altitud se va notando.  Todo influye.

 Tras una hora y 45 minutos de subida llegamos al último avituallamiento (Al borde de lo inconcebible), cerca de los últimos remontes antes subir al Veleta.  Uno de ellos nos espera con un vaso de agua y otro de coca cola.  Se queja porque todos los corredores optamos por el vaso de coca cola.


En seguida empiezo a bajar buscando la meta.  Son unos cuantos kilómetros por los senderos sinuosos que utilizan las bicicletas de trail, algún tramo de carril y algo de asfalto.  Me lo tomo con tranquilidad.  Hay mucha piedra y llevo el cuerpo demasiado magullado por la fatiga y el dolor en la cintilla.  Utilizo los bastones para apoyarme e ir frenando.  Tomo como referencia otro chaval.  Más abajo me uno a él y juntos, hablando, bajamos los últimos kilómetros.  Para qué forzar por unos minutos más o menos.  La ultra ya está hecha.  No obstante, al final decido adelantarlo para intentar bajar de las 19 horas, cuestión que no consigo ya que me quedo en 19 horas justas y en el puesto 85 de la general.  
En las escaleras que conducen a la Plaza de Pradollano me están esperando mi mujer y mi hija.  Ondeo la bandera de Trail Running Málaga para hacerme ver y juntos realizamos los últimos metros, cruzando la línea de meta.  Al final, si hubo prueba gráfica de la entrada. 


Bueno, después de todo, eso sí, como siempre sufriendo pero creo que bastante menos que en Lavaredo, conseguí ser finisher de otra gran y dura ultra de la que me he llevado una grata y positiva sorpresa.  Espero que sigan así y se consoliden en el calendario a nivel nacional, incluso, también internacional.

Por último, dar las gracias a mis compañeros de TRAIL RUNNING MALAGA por el seguimiento y apoyo prestados.  Ahora toca recuperar que dentro de un mes y medio nos espera la madre de todas las carreras: la UTMB con sus 170 km y 10.000 +.


           


domingo, 3 de julio de 2016

X LAVAREDO ULTRA TRAIL- 24 y 25 de junio de 2016. 119 km. y 5850 +

CRÓNICA LAVAREDO ULTRA TRAIL 25 y 26 DE JUNIO DE 2016
119 KM Y 5850 +

         La  inscripción para este tipo de carreras se realiza con muchos meses de antelación.  Preinscripción, luego pagas la inscripción, vuelos y hotel, en definitiva, un buen desembolso y a esperar más de 7 u 8 meses hasta que llega la fecha de la carrera y para entonces no sabes si vas a estar en muy buena forma, si estás saliendo de una lesión o si, sencillamente, estás lesionado.

         En esta ocasión, tras los 101 Peregrinos, recaí en mi lesión crónica de isquios que, junto con otras circunstancias, me hiceron replantear la decisión de correr o no la primera edición del Ultra Trail de Jaca.  Al final, lo descarté y decidí seguir haciendo bicicleta y muy poco entrenamiento de impacto, a ver si mejoraba.  No mucho, la verdad. 

         Así, con poco más de dos entrenamientos serios, uno de quince kilómetros y otro de cuarenta, en casi dos meses y sin estar recuperado de las molestias, me planté en Treviso, luego a la Plaza de Roma de Venecia, y desde ahí un autobús nos fue adentrando en los Alpes, con destino a Cortina d`Ampezzo. 

Llegué el jueves al mediodía, con un día espectacular y soleado.  Tras paseo por el pueblo, recogida de dorsal, feria del corredor, fotos, ambiente trail running, iba rumiando la táctica de carrera.  Creo que lo tuve claro desde un principio y era conseguir llegar al km. 33 Federavechia, en un tiempo no superior a las 5,30 de la madrugada.  Los siguientes tiempos de cortes eran más asequibles.   Tal vez, si lo superaba, podría conseguir terminarla.

Al día siguiente, ya con más nervios e incertidumbre y sin saber como iba a responder y si iba a conseguir terminarla.    Estaba intranquilo y algo obsesionado por como iba a responder. Viendo videos pensaba que no es una carrera técnica y en realidad tiene muchos tramos corribles pero también tiene sus zonas técnicas.  Tanto en kilometraje como desnivel tiene cierta similitud con la TDS.  El único inconveniente es que la parte más dura de Lavaredo viene a partir del kilómetro 80 mientras que la TDS está entre el 50 y el 65.

El tiempo fue empeorando a lo largo del día (viernes, 24 de junio) y sobre las 9 de la noche empezó a llover en abundancia. Las montañas, los impresionantes dolomitas y sus bosques, al cabo de una hora empezaron a exhalar esa niebla característica después de la borrasca. El río, desde la ventana del hotel, se escuchaba como tronaba.

Con más nervios de los acostumbrados y con algo de pesar por el mal tiempo y mi falta de preparación, nos presentamos sobre las 22,30 en la línea de salida.  Poco a poco los corredores se fueron agolpando en la Plaza, junto al gran campanario.  La lluvia escampó.  En primera línea colocaron a los élites.  Ahí estaban, que conociera y entre otros, Gediminas Grinius, Fernanda Maciel, Rory Bossio, Pau Capell, Gerard Morales, etc.

A las 23 horas, tras escuchar la música de Ennio Morricone, salimos en estampida.  Tras unos primeros kilómetros de asfalto atravesando Cortina donde no voy mal del todo, aunque me pasan bastantes corredores, cogemos un carril de tierra bastante empinado y todo el mundo empieza a bastonear pero a toda velocidad.  Supuestamente salimos 1300 corredores de nacionalidades de medio mundo.  Por suerte, a pesar de la lluvia, no hay mucho barro y empezamos a subir la primera montaña de la carrera (Paso Poscorpora, junto al Col Rosa), a través de un bosque.  He salido con el impermeable y me lo desabrochó porque estoy empezando a sudar demasiado.  Hay mucha humedad. Sobre el kilómetro 6 o 7 ya tenemos a lo lejos las luces de Cortina.  Hemos subido unos 500 + y empieza el descenso, al principio por un sendero bastante amplio donde corro a un nivel excesivo para la preparación que llevo y decido frenar un poco y tomármelo con calma.  Noto que la respiración y el corazón se aceleran más de la cuenta. Mi objetivo es terminar, me digo.  El tiempo y el puesto es secundario.   Después entramos en un sendero zigzagueante que invita a correr aunque con bastantes raíces y alguna que otra piedra.  De hecho compruebo que una chica que iba en mi grupo se hace un esguince de tobillo. Creo que ahí puso fin a su carrera.  Mala suerte.  Otro corredor cae y se hace una brecha en la rodilla. Le puede ocurrir a cualquiera. 

Abandonamos el sendero y el descenso, y empieza un llaneo por carril atravesando, a pesar de la oscuridad de la noche, un denso bosque.   Pero no voy solo y sí rodeado de corredores por todos lados. El descenso me ha acelerado más de la cuenta y siento que las pocas fuerzas se desvanecen. Decido no correr. Empiezan a adelantarme muchos corredores.  Lo intento y veo que no voy.  Se me acelera el pulso y cuando llega alguna cuesta me quedo sin fuerzas.  Respiro aceleradamente y por la boca. Mal asunto.  En fin, la cuestión es avanzar y pensar en el primer avituallamiento, Ospitale, sobre el kilómetro 18 a ver si me entono.  Trato de alejar el pesimismo y los pensamientos negativos.  La molestia de los isquios la siento pero ahora es un tema menor.  Trato de animarme y pensar que puedo superar el corte de  Federavechia. Rebobinando, creo que estos fueron los peores momentos de la carrera aunque el sufrimiento me acompañó hasta los últimos kilómetros.

El primer avituallamiento es un caos, todos agolpados como una manada de ñus hambrientos.  Bebo coca cola, algo de dulce y  relleno los dos bidones.   Seguimos avanzando y a través de carril y siguiendo el cauce del río, empezamos un largo y lento ascenso hacia la segunda subida, Forc. Son Forca.   Me quito el impermeable y parece que me he quitado un peso de encima. Está empapado.

 El ascenso es largo.  A lo lejos se escucha la tormenta a la que parece que estuviésemos siguiendo.  De vez en cuando levantaba la vista en la noche y trataba de ver donde me encontraba, y al hacerlo observaba la luna, cuasi llena, entre las nubes y los árboles.   Empezaba a encontrarme mejor y a mi ritmo adelantaba a algún que otro corredor. Ya empezaba a ver los primeros que se paraban en la cuneta a descansar.  La temperatura era muy agradable y los minutos y las primeras horas de carrera pasaron sin darme cuenta. 

Sobre el km. 24 empezó el descenso de Forc. Son Forca, primero por un sendero sin vegetación en un continuo zigzag donde no es fácil adelantar.  Vuelvo a correr a un ritmo más tranquilo siguiendo la estela del que me precede.  La molestia del isquio se deja llevar.  Tras el sendero, volvemos durante un rato a un amplio carril donde me noto con fuerzas renovadas y comienzo a adelantar corredores. Me dejo llevar pero siempre controlando la respiración.  La cuestión es no parar de correr y avanzar lo máximo que se pueda. Tras un desvío por voluntarios, dejamos el carril para adentramos por un estrecho sendero, a través de una frondosa pradera, de nuevo, en el bosque.  Tras algún llaneo, paso de nieve, pequeña subida y vuelta a bajar, volvemos a un sendero-carril con mucha hierba y bastante desnivel donde, por la zona sucia, adelanto a varios grupos de corredores.

Tras unos cuantos kilómetros de bajada, justo al llegar al llano pasamos el primer control de carrera.  La gente allí congregada nos anima. Se trata del avituallamiento, Federavechia, km. 33, donde paso en 5 horas justas, en el puesto 632. De nuevo agolpamiento masivo y lo mismo, coca cola y dulces.  En seguida empieza una dura subida, a veces por sendero, también por carril asfaltado y luego mucho sendero con bastante barro.  Empieza a amanecer y me siento animado aunque sin mucha fuerza.   El alba empieza a dejarnos ver los inmensos paisajes de los dolomitas.  Guardo el frontal y sigo avanzando entre el barro.  Me ayudo mucho de los bastones para atravesar estos kilómetros de sendero embarrado. El siguiente lugar de paso es un pequeño pueblo junto a un hermoso lago, Misurina. A pesar de que es muy temprano ya hay algún madrugador animando. Apenas llevo agua y algunos corredores empiezan a cargar los bidones en las correntías de agua que desembocan en el lago pero creo que puedo llegar hasta el siguiente avituallamiento sin recargar.  Tras el llaneo por sendero bordeando el lago Misurina empezamos a subir hacia las famosas cimas de Lavaredo, que dan nombre a la carrera, en concreto al Refugio de montaña Auronzo. 
 
Este ascenso, se realiza en algunos tramos por carretera, en otros por sendero, hasta que definitivamente dejamos la carretera y seguimos subiendo con algunas rampas bastante duras.  A veces, se me acelera la respiración pero sufriendo, con mucho pundonor, siento avanzar y aunque con mucho esfuerzo me siento que voy haciendo más camino del esperado y tal vez, en mejor tiempo.  Por esta zona, adelanto a Mayayo, le saludo y sigo mi camino.  En lo alto ya se divisa el refugio Auronzo, km. 48, al que llego tras 8 horas y 21 minutos de carrera en el puesto 532.  Al entrar en el refugio se forma un monumental atasco donde siento perder el tiempo que he ido recuperando con mucho trabajo.  Las piernas me tiemblan pero este receso me sirve para ir, poco a poco, recuperando el resuello. 
No entiendo el parón. Al principio pienso que es un control de material pero todo es más sencillo.  La cola se va alargando y al entrar, tan solo  se trata del paso por el estrecho comedor para eso, poder coger la bandeja y poder comer.  El plato principal es una sopa con fideos que no me entra por los ojos.  Opto por dejar la bandeja, vuelvo a beber coca cola, algo de isotónico y algún dulce y sigo mi camino.  Al salir cargo agua en los bidones y de repente, un frío gélido me golpea por todo el cuerpo.  Sopla viento y siento como me duelen a rabiar las durezas de los pies, cual amenazante ampolla.  Por otro lado, un dolor inusual en el lado derecho del estómago apenas me deja correr.  Es una zona de carril con unos paisajes increíbles y con una altitud que roza los 2500 metros pero apenas si puedo avanzar.  Pasamos una ermita y empezamos a bordear las tres famosas cimas de Lavaredo.  El lugar es increíble.  Dejamos atrás el refugio Lavaredo propiamente dicho y tras un ascenso donde la nieve nos abre paso, empieza un largo descenso con destino final en la base de vida de Cimabanche, sobre el kilómetro 68. 

Al principio empiezo a correr pero el dolor junto al estómago se hace bastante insoportable. Tal vez sean gases, pienso, por beber tanta coca-cola.  No lo sé.  Lo cierto es que en cada ultra siempre aparece el dolor más inesperado, cuando no es un sitio es en otro.

La primera parte es por sendero algo técnico con mucha piedra y arenilla.   Hay algunos tramos de escalera con pasamanos.  El tiempo es excelente y brilla el sol en todo su esplendor.  El paisaje no le va a la zaga.  Enormes moles de roca nos miran desde las alturas.  A duras penas no paro de correr. Atravesamos algunos riachuelos de agua helada donde me refresco.  Por fin, entramos en una zona de carril en la que me dejo llevar.  La pendiente se suaviza hasta que llegamos a un nuevo lago, Lago di Landro, sobre el kilómetro 62.  Este tramo, cuasi llano y de carril, se me hace especialmente duro porque el dolor en el estómago no me deja correr.    La mañana ha entrado en su apogeo.  Casi hace calor y el pantalón que llevo por debajo de las rodillas ha sido un error pero no hay solución. Hay que seguir así hasta el final.  Sigo admirando las vistas. La gente sale a pasear y nos alienta con su “bravi”. Algunos me animan por mi nombre. Muchos familiares salen a saludar a los corredores.  Nos adelantan bicicletas y la gente nos anima con el típico bravo pero en italiano, y así, andando rápido llego a la mitad de carrera y base de vida de Cimabanche (Cima Blanca), un paso montañoso. 

En la base de vida de Cimabanche llego en el puesto 494, tras más de 11 horas de carrera. Dejo uno de los frontales, cojo algún gel y tras avituallarme con mucho isotónico, macedonia de frutas, plátanos y queso, reemprendo la marcha.  Justo en este momento se une a mi lado una chica americana, de Rhode Island. Va con un pantalón rojo y unas mallas rosas y con unas hoka one one.  Por lo visto, ha venido a visitar a unos familiares en Florencia y de paso a hacer la Lavaredo.  En EEUU ha corrido algunos trails pero de no más de 50 millas.  Así charlando con la americana empezamos a subir el siguiente puerto montañoso, Forc. Lerosa.  Tras un buen rato de charla vuelve el silencio.  Subimos a ritmo.  Somos un buen grupo.  Al final la americana es la que más rápido asciende y poco a poco se pierde de vista.  Llegamos a la parte alta y empieza el descenso, primero por una especie de carril adoquinado y luego por sendero bastante corrible.   El tramo de subida me ha aliviado el dolor y aunque persiste, al menos, me deja correr sin para hasta el siguiente avituallamiento, km. 75, Malga Ra Stua.  Vuelvo a cargar agua, bebo isotónica, alguna naranja y plátanos y sigo el descenso.  Aquí me encuentro con varios kilómetros bastante técnicos, zona de raíces y piedras hasta llegar al valle y de nuevo a otro amplio carril por el que atravesamos el río por un puente de madera.

Es el kilómetro 80 y empieza la verdadera ultra, la parte más dura, una subida de más de 12 km. con más de 1000 + siguiendo el curso atronador de otro río de montaña, a través de un sendero sinuoso flanqueado por enormes moles de piedra, algunas de un color negro por el que fluyen cascadas de agua.  Por suerte, no hay problemas de sed, porque cruzamos numerosos riachuelos de agua del deshielo donde cargo los bidones.  El agua está fresquita y entra bien.  Voy clavando bastones.  Avanzo lento pero sin pausa.  La respiración se entrecorta y me cuesta subir.  El sufrimiento se multiplica a la par que el paisaje.  Hay un tramo donde el ascenso se suaviza y atravesamos una zona de muchas piedras donde el sendero se difumina y en el que no hay más remedio que cruzar el río helado varias veces.  Es bastante desagradable porque cualquier patada a una piedra incrementa el dolor de forma exponencial.  Recomiendo llevar un par de calcetines de repuesto en este tramo.  De hecho, bastantes corredores, cuando atravesaron la zona del río se cambiaron de calcetines.  Me siguen adelantando corredores con más fuerza pero sigo avanzando y a la par, algunos grupos se paran, otros se ponen a la sombra de algún árbol y otros sencillamente se paran sin fuerzas para dar un paso más.  Tal vez sea la zona más inhóspita y agreste de la carrera.  El tiempo empezaba a nublarse y en el último tramo de subida me cayeron algunas gotas de agua.  Mal asunto como empiece a llover.  Seguimos avanzando sin zona de vegetación y al final conseguimos divisar el final de la larga subida del Forc. Col del Bos.   Tras una bajada de varios kilómetros primero por sendero y luego por carril, se inicia una nueva subida, mentalmente matadora, a un antiguo refugio en ruinas desde el que se divisa el camino de descenso al refugio del Col Gallina, sobre el kilómetro 95 de carrera.  Por este paso de control llevo a las espaldas 17 horas de carrera y mejorando posiciones (434).  Llego extenuado y siento que la carrera todavía no es mía.  En cualquier momento puedo desfallecer y poner fin a la misma.  Me siento y me como un plato de sopa caliente con fideos y queso.  No quiero parar mucho tiempo a pesar del cansancio.  Todavía quedan varias subidas fuertes y mejor no darle demasiadas vueltas al coco.

Sin haber recuperado mucho las fuerzas, vuelvo a seguir mi camino.  Otra nueva subida con bastante desnivel.  Me lo tomo con sabia resignación.  La cuestión es no parar y aunque de forma lenta y fatigosa los metros de altitud van cayendo.  Pasamos algún tramo de nieve. A lo lejos, en lo alto de la cima se divisa un refugio.  Un corredor demasiado avispado me dijo que había que llegar hasta allí arriba.  Por suerte estaba equivocado y cuando todo parecía indicar que íbamos a girar a la derecha, en dirección al mismo, en un recodo del camino encontramos el Refugio Averau.  El más alto es el refugio Nuvolau donde por suerte no llegamos.  En este refugio había una madre y creo, su hijo, donde habían montado un avituallamiento improvisado de té frío y caliente.  Bebí dos vasos del frío y me sentaron de cine. Empezamos el descenso.  No quiero parar por que la lluvia tiene ganas de hacer acto de presencia.  Aún así, paro a cambiar las pilas del garmin forerruner 401.  Cada vez más cerca, la tormenta deja sonar sus trompetas de guerra.   Hay que avanzar como sea.  Subimos por un sendero y atravesamos una zona técnica con mucha piedra.  Luego un carril con peldaños nos deja en el siguiente avituallamiento, otro paso montañoso, Paso Giau, kilómetro 101, tras 19 horas de carrera.  Esta vez tomo un té caliente y con el vaso en la mano salgo del mismo.

Ya solo me quedan dos subidas y me voy dando ánimos porque creo que lo voy a conseguir.  El día se ha nublado por completo y empieza a llover.  Llueve con fuerza.  La zona es un sendero estrecho en la ladera de una montaña.  Una chica se para a ponerse el pantalón y el impermeable.  La mayoría de los corredores se pone el impermeable.  Sigue lloviendo y solo pienso en subir a lo alto de la pequeña cima, Forcella Giau.  La zona es empinada y toca sufrir y clavar bastones.  Por suerte, al llegar arriba amaina y aunque el sendero está lleno de barro corro como buenamente puedo.  Por fin, afronto la última subida, animado por miembros de la organización.  Ya solo me restan 12 kilómetros.  Subimos el último paso montañoso, Forcella Ambrizzola y al girar, por fin, en el fondo del valle se observa majestuosa Cortina y mucho más arriba un lago con su correspondiente refugio, el refugio del Lago de Croda.  Hasta llegar al refugio son 3 kilómetros bastante corribles que los hago a tumba abierta.  Por fin me animo y me pellizco porque a pesar de como afrontaba la carrera, los diversos problemas y el mucho sufrimiento, ya si siento que la carrera es mía.  Adelanto a varios corredores en la bajada.  Vuelve a llover con fuerza.  Me resguardo en las carpas del avituallamiento del Lago de Croda donde como patata y huevo cocido que me saben a gloria. 

Empieza una larga bajada de 9 kilómetros. Al principio son bastante corribles y me dejo llevar.  Decido no colocarme el impermeable a pesar de la lluvia.  Nos adentramos en un profundo bosque y para eliminar contratiempos me coloco el frontal porque empieza a anochecer y ya la visibilidad es mala.  Atravesamos una zona bastante técnica de piedras, raíces y mucho barro.  Miembros de la organización, con paraguas, se colocan en las zonas más peligrosas.  Nos animan.  Por fin, dejamos esa zona y entramos en carril de tierra donde todo es más fácil.  Estoy calado hasta los huesos pero avanzo feliz.  Cada vez veo más cerca la meta.  Entro en zona asfaltada, guardo bastones y tranquilo, hago los últimos kilómetros. Tras la pequeña subida del río, ya dentro de Cortina, cojo la calle principal y corriendo a un ritmo vivo entro en meta en un tiempo bastante aceptable para las condiciones con las que afrontaba la Lavaredo Ultra Trail, tras 22 horas y 21 minutos, en el puesto 417, de unos 975 que consiguieron terminarla, de puro esfuerzo y sufrimiento.  Esta vez no pude sacar la bandera porque la lluvia y su colocación en el interior de la mochila me obligaban a parar y la verdad, estaba como loco por pasar la línea de meta.
Bueno, tras recoger la prenda finisher, al hotel a descansar, que creo que me lo había ganado.
Dar las gracias a mi club, TRAIL RUNNING MALAGA, y a mis compañeros por los ánimos y por el seguimiento realizado, a mis padres y en especial, a mi mujer y mi hija.  Siento que me haya alargado más de la cuenta.  Espero que al menos sirva como referencia para futuros montañeros que se esfuercen en terminar esta formidable y fantástica carrera.