CRÓNICA II Euskal Herría Mendi
Erronka 31 mayo 2014
Se puede decir que, la 2ª Edición de
la Euskal Herría
Mendi Erronka, 31 de mayo de 2014, es hasta la fecha la carrera más dura que he
terminado aunque no sea la más larga, ya que la de las LXVII Millas Romanas son
100 kilómetros
(mi reloj marcaba 102
Kilómetros ) pero todo por carriles, muy llana y con un
terreno apto para correr durante casi todo el recorrido. Bien es verdad que desde el kilómetro 60
sufrí un fuerte dolor en ambas tibias por el que me planteé abandonar y que
durante 40 kilómetros ,
sin poder correr y con bastante dolor, paso a paso, conseguí terminar con mucho
sufrimiento.
La verdad que, viendo el video de
promoción de la primera edición daba miedo, con barro, lluvia, frío, niebla y 65 kilómetros y 3500
de desnivel positivo por esas montañas perdidas del País Vasco. En un principio no era mi objetivo para las
fechas de finales de mayo pero mi trabajo en el Ayuntamiento el fin de semana
del 24 y 25 de mayo en el que se celebraba la Animal Trail en el Burgo me
obligaba a buscar alguna carrera el fin de semana siguiente que me sirviera de
buen entrenamiento para el Gran Trail Peñalara de finales de junio de 2014.
El mes de abril había sido un éxito,
después de la lesión de los meses de febrero y marzo, con la finalización de
las Millas Romanas, mi primera carrera de ultradistancia, la de Sierra Elvira,
el trail Cara los Tajos donde me encontré bastante y bien y a mediados de mayo
el Trail de Montefrío. Una semana antes
de la carrera en Navarra había hecho una nocturna con compañeros de mi club, el
C.D. Trail Running Málaga, con muy malas sensaciones, pues hice 35 kilómetros , casi
todos andando, y acabé con molestias en la tibia izquierda, maldita y dichosa
tibia. Y a la semana siguiente me iba a
Bilbao, con Vueling, para participar en la Euskal Herría Mendi Erronka con
muchos kilómetros y más desnivel. A
esas molestias se juntaba el tema de las zapatillas. Después de más 900 kilómetros las
Fuji Trabuco 2 Neutral de Asics habían cumplido y con varias roturas ni me
planteaba correr con ellas. Adquirí en
Zulaica las Brooks Cascadia 9 que el podólogo considera inestables pero que
todo el mundo lleva (a muchos en la
EHME los vi con estas zapatillas) y que son más pisteras y,
por recomendación de Pedro, de la tienda de Triaworld, las Dinafyt Pantera,
zapatillas más montañeras con las que si pretendía y de hecho, con ellas corrí
el Gran Trail Peñalara.
La cuestión es que cuando me presento en Leitza el
día antes de la carrera, mis pies han corrido con las Brooks Cascadia 9 más de 65 kilómetros y con
las Dinafyt Pantera un total de 0 kilómetros ya que las acababa de recibir ¿Qué
hacer? Por suerte, pude llevarme las dos
al viaje. Las Dinafyt puestas y las
Brooks en la maleta.
Durante esas semanas se agotaron las inscripciones,
700 inscritos, y con la presencia de uno de los mejores corredores por montaña
de todos los tiempos, Marco Olmo. La
carrera era y es atractiva y el precio de inscripción bastante asequible, en
comparación con otras, 50 €uros, y lo más importante, si conseguía terminarla
iba a lograr mis primeros 2 puntos para poder acceder a las carreras de The
Nort Face en el Mont Blanc. Estudié bien
el recorrido, los puntos de avituallamiento, lo que iba a llevar, la mochila,
geles, etc. En cada carrera se aprenden
nuevas cosas y se va adquiriendo experiencia tanto por lo que a uno le sucede
como por lo que ve.
En cuanto al viaje, la verdad que todo salió a pedir
de boca. Volé con Vueling hasta el
aeropuerto de Bilbao. Allí, en la
compañía Hertz alquilé un coche, un Seat Altea Xl diesel. Salí del aeropuerto con intención de no pagar
peaje en ninguna autopista y como iba con tiempo, la verdad que lo
conseguí. Salí de la A-8 por una nacional dirección
a Vitoria, subiendo el Gorbea y luego la
A-1 hasta enlazar con la A-15 dirección a Francia, San Sebastián y Sierra
de Aralar. El día amaneció nublado y con
una temperatura agradable. Desde la
autovía, la Sierra
de Aralar se presenta espectacular.
Crucé los desvíos de Gorriti, Lekunberri, etc. que ya me sonaban por el
rutómetro de la carrera. Al llegar a
Leitza me sorprendí al descubrir un pequeño pueblo industrial, sin apenas
gente, fábricas de papelería y resina. Las
vistas eran muy bonitas, un pequeño valle de un verde intenso rodeado de
montañas cubiertas de niebla.
El hotel lo tenía en Ezkurra, a unos 10 kilómetros , pero
antes de dirigirme decidí darme un paseo por el pueblo. Realicé unas fotos a la plaza principal, subí
a una iglesia y luego me acerqué a un supermercado a comprar unos plátanos. El ambiente en la zona era muy húmedo. Estaba claro que nos íbamos a encontrar mucho
barro.
Ezkurra es un pequeño pueblo de muy pocos habitantes
al que se llega siguiendo una sinuosa carretera pero rodeada de unos parajes
dignos de admiración. Allí me dirigí con
mi vehículo de alquiler. Por la tarde,
pasé a recoger el dorsal donde me entregaron una botella de vino y un cartón de
caldo Aneto que no me iba a poder llevar en el avión. Luego me tomé un café y asistí a al video y la
“charla” de Marco Olmo que participaba al día siguiente en la carrera.
En cuanto a la carrera en sí. En primer lugar destacar el gran ambiente que
había en la plaza de Leitza. Hubo
prolegómenos varios, entre ellos los típicos bailes del folklore vasco y la
presentación de los dos corredores más emblemáticos, Iker Carrera y Marco Olmo. La temperatura era agradable. Decidí correr con el impermeable Salomón
Bonatti porque amenazaba lluvia y de hecho nos llovió varias veces a lo largo
del día. Como iba a la carrera con
muchas reservas (zapatillas nuevas, sin saber como me iba a responder la tibia
izquierda y corriendo por una zona totalmente desconocida con lluvia y mucho barro
y la carrera con el mayor desnivel hasta la fecha) tenía claro que iba a salir
atrás y muy tranquilo.
A las ocho en punto salimos con mucho ambiente en el
pueblo, con las calles húmedas por la lluvia y tras un kilómetro por las calles
se forma el primer y único tapón de entrada en la primera subida al monte,
tapón que también se había formando en la primera edición y que va a propiciar
una gran polémica ya que en el kilómetro 27 hay un corte muy estricto de 5
horas que va a provocar que la organización expulse de la carrera a casi 200
corredores por no superar ese corte horario.
En mi caso, lo superé por varios minutos.
En fin, poco a poco nos vamos adentrando por un
sendero, en fila india, con lluvia y con la hierba húmeda, ascendiendo por un
frondoso bosque. Grandes árboles
flanquean el sendero en un bosque frondoso y sombrío. Algunos corredores se paraban a hacer fotos
por la espectacularidad del mismo, parecía irreal o de cuento de hadas. Sufrí un resbalón y me puse perdido de barro
pero tras el disgusto inicial pensé que lo importante era que no me había
pasado nada. Enseguida me dí cuenta que
la mayoría de los corredores llevaban bastones.
En esta primera ascensión algunos cogían cualquier palo que hallaban en
el camino para que le sirviera de apoyo ya que cuando la zona se inclinaba
mucho, entre el barro y la hierba, avanzar se hacía muy costoso por los
continuos resbalones. Los que llevaban
bastones avanzaban, dentro de la dificultad, algo mejor. En muchas ocasiones había que salirse del
sendero y tirar campo a través por que de tantas pisadas se formaba un gran
barrizal por donde apenas ya se podía subir.
Llegamos a la primera bajada por el mismo bosque, por
un camino cubierto de hojas en el que no sabía donde pisabas pero la gente
bajaba como loca. Más o menos así
discurrieron los primeros kilómetros, con mucho barro, con lluvia y con cuidado
de no caerme. Esto último no lo pude
lograr ya que, tras la primera caída, sufrí un segundo resbalón que me dejó por
unos instantes noqueado al chocar mi pecho contra el tronco de un árbol. Por un instante, sentí como que me quedaba
sin respiración. El golpe fue bastante
fuerte y tardé casi dos semanas en recuperarme.
En el momento de la carrera me palpé y aunque me dolió, decidí seguir e
irme observando a ver como evolucionaba. La verdad que no soy muy habilidoso y
las zonas técnicas me ralentizan. La
cuestión es que la dificultad estaba más en saber desenvolverse entre tanto
barrizal. Recuerdo que en los primeros
kilómetros otro corredor sobre zona de piedras y pizarra dio un costalazo de
consideración. Tal vez tuvo suerte
porque al caer de espalda, la mochila algo le pudo amortiguar. Hay veces que pienso que, por suerte, casi
nunca pasa nada en comparación con lo qué podría ocurrir.
El primer punto de control se encontraba sobre el
kilómetro 15, en el avituallamiento de Gaintza,
que crucé en un tiempo de 2 horas y 31 minutos.
A partir de ahí, venía el kilómetro vertical con la subida al alto de Irumugarrieta. La subida me resultó especialmente dura por
el desnivel y el barro y se agradecían los ánimos de la gente en los inicios
asfaltados de la ascensión. El inicio
era casi campo a través. Imposible subir
por el sendero que estaba intransitable por el barro. Luego el desnivel se hizo
más llevadero hasta que llegamos a la parte alta con mucha piedra y niebla. A
mi modo de ver, era la zona más difícil y técnica de la carrera. Pasé por el pico en 3 horas y 57 minutos. A
partir de esa dura subida, había un falso llano largo por zona de piedras
primero y luego más fácil por hierba. El
paisaje seguía siendo de alta montaña.
Al llegar al siguiente avituallamiento nos metieron prisa
porque quedaba poco para el corte del kilómetro 27. Por suerte, pude superarlo por poco
tiempo. Como dije antes, en este corte
la organización excluyó de la carrera a casi 200 corredores.
Tras cruzarlo, una nueva subida, más asequible, en
dirección al santuario de San Miguel de
Aralar donde se encontraba un nuevo avituallamiento y un gran número de
gente animando. Recuerdo que en la
bajada sufrí un nuevo resbalón sin consecuencias, a pesar de que estaba todo
plagado de piedras de todos los tamaños y formas. Por suerte, tuve tiempo de
apoyar la mano izquierda.
Después del santuario había un sendero con mucha
piedra y barro. Se podía correr pero con mucho cuidado. Luego el sendero se transformaba en un gran
barrizal en un inmenso bosque sombrío.
Recuerdo algunos lugares donde era imposible no caerse. Había que agarrarse a las ramas o a los
troncos de los árboles para poder bajar.
Y al fin, la ultra abandonaba las zonas técnicas para
encauzarnos por carril compacto donde después de lo pasado, correr tranquilo,
sin mirar al suelo, se volvía una gozada.
Y al cabo de 7 horas y 32 minutos llegaba al avituallamiento de
Lekunberri, sobre el kilómetro 45 aproximadamente. Había de todo pero apenas si comí algo. Con la experiencia que me han dado las “ultras”
posteriores, creo que un plato de macarrones no me hubiese venido mal.
Reinicié la marcha bastante tranquilo, consciente de
haber superado lo peor de la Mendi Erronka. El golpe en el pecho me seguía molestando
pero era llevadero. Además, se agradecía
que ya hubiera escampado y que los rayos de sol, tímidamente, hicieran, de vez
en cuando, acto de presencia. El paisaje
seguía siendo precioso, muy verde y bucólico, pero ya no era zona de alta
montaña y había más tierras cultivadas.
En estos kilómetros de carril, con alguna bajada pero
sobre todo, falsos llanos y alguna dura subida, entablé relación con otros dos
corredores vascos y durante un buen rato estuvimos hablando sobre el mundillo
de las “ultras”.
Faltando poco para terminar venía otra ascensión, no
muy pronunciada. Recuerdo que había un
cresteo técnico y que la niebla, muy tupida, nos cambió el paisaje y la
mentalidad. Lo bueno es que la ultra
Mendi Erronka siempre la recordaré como una de las carreras mejor balizadas que
he finalizado. Era imposible
perderse. Tras atravesar varios llanos,
algún sendero de tierra negra con mucho barro y piedras, saltar la valla de una
finca donde descansaban las vacas sin dejarse una zapatilla en el fango, pude,
al fin, enfilar, los últimos kilómetros por otro sendero de barro y piedras,
flanqueado por muros de piedra, muy sombrío, en dirección a Leitza.
En la llegada a meta pude apretar los dientes y
correr bastante rápido. Tras 11 horas, 1
minuto y 25 segundos pude terminar mi primera gran ultra en el puesto 372 de
442 que la finalizaron, y jaleado por el numeroso público congregado en esos
últimos metros. En fin, una gran carrera
en un territorio donde la gente vive de una manera muy especial este tipo de
pruebas.
Por lo demás, todo bien, me recuperé en menos de dos
semanas del golpe en el pecho y mis pies se adaptaron perfectamente a las
Dinafyt Pantera con las que hice, entre otras, el Gran Trail Peñalara, la Vuelta al Aneto y la
OCC Mont Blanc, todas en el verano de 2014.
Por cierto, en aquella edición la carrera se la llevó Iker Carrera en categoría masculina y Leire Fernández Abete en categoría femenina.