jueves, 7 de diciembre de 2017

II EUSKAL HERRIA MENDI ERRONKA (EHME) 65 KM. y 3500 + (31 mayo 2014)

           
CRÓNICA II Euskal Herría Mendi Erronka 31 mayo 2014
65 km. y 3500 +

            Se puede decir que, la 2ª Edición de la Euskal Herría Mendi Erronka, 31 de mayo de 2014, es hasta la fecha la carrera más dura que he terminado aunque no sea la más larga, ya que la de las LXVII Millas Romanas son 100 kilómetros (mi reloj marcaba 102 Kilómetros) pero todo por carriles, muy llana y con un terreno apto para correr durante casi todo el recorrido.  Bien es verdad que desde el kilómetro 60 sufrí un fuerte dolor en ambas tibias por el que me planteé abandonar y que durante 40 kilómetros, sin poder correr y con bastante dolor, paso a paso, conseguí terminar con mucho sufrimiento.


            La verdad que, viendo el video de promoción de la primera edición daba miedo, con barro, lluvia, frío, niebla y 65 kilómetros y 3500 de desnivel positivo por esas montañas perdidas del País Vasco.   En un principio no era mi objetivo para las fechas de finales de mayo pero mi trabajo en el Ayuntamiento el fin de semana del 24 y 25 de mayo en el que se celebraba la Animal Trail en el Burgo me obligaba a buscar alguna carrera el fin de semana siguiente que me sirviera de buen entrenamiento para el Gran Trail Peñalara de finales de junio de 2014.  


            El mes de abril había sido un éxito, después de la lesión de los meses de febrero y marzo, con la finalización de las Millas Romanas, mi primera carrera de ultradistancia, la de Sierra Elvira, el trail Cara los Tajos donde me encontré bastante y bien y a mediados de mayo el Trail de Montefrío.   Una semana antes de la carrera en Navarra había hecho una nocturna con compañeros de mi club, el C.D. Trail Running Málaga, con muy malas sensaciones, pues hice 35 kilómetros, casi todos andando, y acabé con molestias en la tibia izquierda, maldita y dichosa tibia.   Y a la semana siguiente me iba a Bilbao, con Vueling, para participar en la Euskal Herría Mendi Erronka con muchos kilómetros y más desnivel.   A esas molestias se juntaba el tema de las zapatillas.  Después de más 900 kilómetros las Fuji Trabuco 2 Neutral de Asics habían cumplido y con varias roturas ni me planteaba correr con ellas.  Adquirí en Zulaica las Brooks Cascadia 9 que el podólogo considera inestables pero que todo el mundo lleva (a muchos en la EHME los vi con estas zapatillas) y que son más pisteras y, por recomendación de Pedro, de la tienda de Triaworld, las Dinafyt Pantera, zapatillas más montañeras con las que si pretendía y de hecho, con ellas corrí el Gran Trail Peñalara.


La cuestión es que cuando me presento en Leitza el día antes de la carrera, mis pies han corrido con las Brooks Cascadia 9 más de 65 kilómetros y con las Dinafyt Pantera un total de 0 kilómetros ya que las acababa de recibir ¿Qué hacer?  Por suerte, pude llevarme las dos al viaje.  Las Dinafyt puestas y las Brooks en la maleta. 


Durante esas semanas se agotaron las inscripciones, 700 inscritos, y con la presencia de uno de los mejores corredores por montaña de todos los tiempos, Marco Olmo.   La carrera era y es atractiva y el precio de inscripción bastante asequible, en comparación con otras, 50 €uros, y lo más importante, si conseguía terminarla iba a lograr mis primeros 2 puntos para poder acceder a las carreras de The Nort Face en el Mont Blanc.  Estudié bien el recorrido, los puntos de avituallamiento, lo que iba a llevar, la mochila, geles, etc.  En cada carrera se aprenden nuevas cosas y se va adquiriendo experiencia tanto por lo que a uno le sucede como por lo que ve.


En cuanto al viaje, la verdad que todo salió a pedir de boca.  Volé con Vueling hasta el aeropuerto de Bilbao.  Allí, en la compañía Hertz alquilé un coche, un Seat Altea Xl diesel.  Salí del aeropuerto con intención de no pagar peaje en ninguna autopista y como iba con tiempo, la verdad que lo conseguí.  Salí de la A-8 por una nacional dirección a Vitoria, subiendo el Gorbea y luego la A-1 hasta enlazar con la A-15 dirección a Francia, San Sebastián y Sierra de Aralar.  El día amaneció nublado y con una temperatura agradable.   Desde la autovía, la Sierra de Aralar se presenta espectacular.  Crucé los desvíos de Gorriti, Lekunberri, etc. que ya me sonaban por el rutómetro de la carrera.  Al llegar a Leitza me sorprendí al descubrir un pequeño pueblo industrial, sin apenas gente, fábricas de papelería y resina.  Las vistas eran muy bonitas, un pequeño valle de un verde intenso rodeado de montañas cubiertas de niebla.


El hotel lo tenía en Ezkurra, a unos 10 kilómetros, pero antes de dirigirme decidí darme un paseo por el pueblo.  Realicé unas fotos a la plaza principal, subí a una iglesia y luego me acerqué a un supermercado a comprar unos plátanos.   El ambiente en la zona era muy húmedo.  Estaba claro que nos íbamos a encontrar mucho barro.


Ezkurra es un pequeño pueblo de muy pocos habitantes al que se llega siguiendo una sinuosa carretera pero rodeada de unos parajes dignos de admiración.  Allí me dirigí con mi vehículo de alquiler.  Por la tarde, pasé a recoger el dorsal donde me entregaron una botella de vino y un cartón de caldo Aneto que no me iba a poder llevar en el avión.  Luego me tomé un café y asistí a al video y la “charla” de Marco Olmo que participaba al día siguiente en la carrera.
 

En cuanto a la carrera en sí.  En primer lugar destacar el gran ambiente que había en la plaza de Leitza.  Hubo prolegómenos varios, entre ellos los típicos bailes del folklore vasco y la presentación de los dos corredores más emblemáticos, Iker Carrera y Marco Olmo.  La temperatura era agradable.  Decidí correr con el impermeable Salomón Bonatti porque amenazaba lluvia y de hecho nos llovió varias veces a lo largo del día.  Como iba a la carrera con muchas reservas (zapatillas nuevas, sin saber como me iba a responder la tibia izquierda y corriendo por una zona totalmente desconocida con lluvia y mucho barro y la carrera con el mayor desnivel hasta la fecha) tenía claro que iba a salir atrás y muy tranquilo.


La Mendi Erronka es una ultra técnica que sale y finaliza en el pueblo navarro de Leitza y que con sus 65 km. y 3500 + atraviesa la sierra de Aralar, coronando entre otros, los altos de Irumugarrieta (1413 m.) y Artxueta (1291 m.), este último al lado de San Miguel de Aralar y pasando por los siguientes municipios:LEITZA-GURATZ-GORRITI-ARRIBE-GAINTZA-IRUMUGARRIETA-ALBIARTXUETA-LEKUNBERRI-ETXARRRI-IREBER-KORNIETA-LEITZA.


A las ocho en punto salimos con mucho ambiente en el pueblo, con las calles húmedas por la lluvia y tras un kilómetro por las calles se forma el primer y único tapón de entrada en la primera subida al monte, tapón que también se había formando en la primera edición y que va a propiciar una gran polémica ya que en el kilómetro 27 hay un corte muy estricto de 5 horas que va a provocar que la organización expulse de la carrera a casi 200 corredores por no superar ese corte horario.  En mi caso, lo superé por varios minutos. 

En fin, poco a poco nos vamos adentrando por un sendero, en fila india, con lluvia y con la hierba húmeda, ascendiendo por un frondoso bosque.  Grandes árboles flanquean el sendero en un bosque frondoso y sombrío.  Algunos corredores se paraban a hacer fotos por la espectacularidad del mismo, parecía irreal o de cuento de hadas.   Sufrí un resbalón y me puse perdido de barro pero tras el disgusto inicial pensé que lo importante era que no me había pasado nada.   Enseguida me dí cuenta que la mayoría de los corredores llevaban bastones.  En esta primera ascensión algunos cogían cualquier palo que hallaban en el camino para que le sirviera de apoyo ya que cuando la zona se inclinaba mucho, entre el barro y la hierba, avanzar se hacía muy costoso por los continuos resbalones.   Los que llevaban bastones avanzaban, dentro de la dificultad, algo mejor.  En muchas ocasiones había que salirse del sendero y tirar campo a través por que de tantas pisadas se formaba un gran barrizal por donde apenas ya se podía subir.


Llegamos a la primera bajada por el mismo bosque, por un camino cubierto de hojas en el que no sabía donde pisabas pero la gente bajaba como loca.  Más o menos así discurrieron los primeros kilómetros, con mucho barro, con lluvia y con cuidado de no caerme.  Esto último no lo pude lograr ya que, tras la primera caída, sufrí un segundo resbalón que me dejó por unos instantes noqueado al chocar mi pecho contra el tronco de un árbol.  Por un instante, sentí como que me quedaba sin respiración.  El golpe fue bastante fuerte y tardé casi dos semanas en recuperarme.  En el momento de la carrera me palpé y aunque me dolió, decidí seguir e irme observando a ver como evolucionaba. La verdad que no soy muy habilidoso y las zonas técnicas me ralentizan.  La cuestión es que la dificultad estaba más en saber desenvolverse entre tanto barrizal.  Recuerdo que en los primeros kilómetros otro corredor sobre zona de piedras y pizarra dio un costalazo de consideración.  Tal vez tuvo suerte porque al caer de espalda, la mochila algo le pudo amortiguar.   Hay veces que pienso que, por suerte, casi nunca pasa nada en comparación con lo qué podría ocurrir.


El primer punto de control se encontraba sobre el kilómetro 15, en el avituallamiento de Gaintza, que crucé en un tiempo de 2 horas y 31 minutos.  A partir de ahí, venía el kilómetro vertical con la subida al alto de Irumugarrieta.   La subida me resultó especialmente dura por el desnivel y el barro y se agradecían los ánimos de la gente en los inicios asfaltados de la ascensión.  El inicio era casi campo a través.  Imposible subir por el sendero que estaba intransitable por el barro. Luego el desnivel se hizo más llevadero hasta que llegamos a la parte alta con mucha piedra y niebla. A mi modo de ver, era la zona más difícil y técnica de la carrera.  Pasé por el pico en 3 horas y 57 minutos. A partir de esa dura subida, había un falso llano largo por zona de piedras primero y luego más fácil por hierba.  El paisaje seguía siendo de alta montaña.


Al llegar al siguiente avituallamiento nos metieron prisa porque quedaba poco para el corte del kilómetro 27.  Por suerte, pude superarlo por poco tiempo.  Como dije antes, en este corte la organización excluyó de la carrera a casi 200 corredores.  

Tras cruzarlo, una nueva subida, más asequible, en dirección al santuario de San Miguel de Aralar donde se encontraba un nuevo avituallamiento y un gran número de gente animando.  Recuerdo que en la bajada sufrí un nuevo resbalón sin consecuencias, a pesar de que estaba todo plagado de piedras de todos los tamaños y formas. Por suerte, tuve tiempo de apoyar la mano izquierda.

Después del santuario había un sendero con mucha piedra y barro. Se podía correr pero con mucho cuidado.  Luego el sendero se transformaba en un gran barrizal en un inmenso bosque sombrío.  Recuerdo algunos lugares donde era imposible no caerse.  Había que agarrarse a las ramas o a los troncos de los árboles para poder bajar.

Y al fin, la ultra abandonaba las zonas técnicas para encauzarnos por carril compacto donde después de lo pasado, correr tranquilo, sin mirar al suelo, se volvía una gozada.  Y al cabo de 7 horas y 32 minutos llegaba al avituallamiento de Lekunberri, sobre el kilómetro 45 aproximadamente.  Había de todo pero apenas si comí algo.  Con la experiencia que me han dado las “ultras” posteriores, creo que un plato de macarrones no me hubiese venido mal. 

Reinicié la marcha bastante tranquilo, consciente de haber superado lo peor de la Mendi Erronka.  El golpe en el pecho me seguía molestando pero era llevadero.  Además, se agradecía que ya hubiera escampado y que los rayos de sol, tímidamente, hicieran, de vez en cuando, acto de presencia.  El paisaje seguía siendo precioso, muy verde y bucólico, pero ya no era zona de alta montaña y había más tierras cultivadas.

En estos kilómetros de carril, con alguna bajada pero sobre todo, falsos llanos y alguna dura subida, entablé relación con otros dos corredores vascos y durante un buen rato estuvimos hablando sobre el mundillo de las “ultras”.

Faltando poco para terminar venía otra ascensión, no muy pronunciada.  Recuerdo que había un cresteo técnico y que la niebla, muy tupida, nos cambió el paisaje y la mentalidad.  Lo bueno es que la ultra Mendi Erronka siempre la recordaré como una de las carreras mejor balizadas que he finalizado.  Era imposible perderse.  Tras atravesar varios llanos, algún sendero de tierra negra con mucho barro y piedras, saltar la valla de una finca donde descansaban las vacas sin dejarse una zapatilla en el fango, pude, al fin, enfilar, los últimos kilómetros por otro sendero de barro y piedras, flanqueado por muros de piedra, muy sombrío, en dirección a Leitza.  


En la llegada a meta pude apretar los dientes y correr bastante rápido.  Tras 11 horas, 1 minuto y 25 segundos pude terminar mi primera gran ultra en el puesto 372 de 442 que la finalizaron, y jaleado por el numeroso público congregado en esos últimos metros.  En fin, una gran carrera en un territorio donde la gente vive de una manera muy especial este tipo de pruebas. 
Por lo demás, todo bien, me recuperé en menos de dos semanas del golpe en el pecho y mis pies se adaptaron perfectamente a las Dinafyt Pantera con las que hice, entre otras, el Gran Trail Peñalara, la Vuelta al Aneto y la OCC Mont Blanc, todas en el verano de 2014.

Por cierto, en aquella edición la carrera se la llevó Iker Carrera en categoría masculina y Leire Fernández Abete en categoría femenina.








             





























martes, 5 de diciembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE (51 KM. y 1100+) 25 de noviembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE DE SEVILLA (51 KM. Y 1100 +)
25 NOVIEMBRE 2017

            Y tras tres semanas de descanso activo, después de la Doñana Trail Maratón, me había animado a inscribirme a otra carrera-trail más o menos sencilla, es decir, poco desnivel y mucho correr y nada técnica.   Ya conocía la zona por la Ultra Sierra Norte de 2014, cuando realicé la ultra de algo más de 100 km., carrera parecida a los 101 de la Legión, por lo menos en aquella edición, salvo por los subidas y bajadas de varios cortafuegos antes del descenso por carril hacia Almadén de la Plata pero sobre todo, por los últimos 15 kilómetros en los que se atravesaba una gran finca con mucho barro y frío.  Recuerdo que aquel tramo, a altas horas de la madrugada y con temperaturas muy bajas, se me hizo larguísimo pero, al final, completé la carrera en unas 17 horas aproximadamente, tras muchos problemas, sobre todo, de estómago, a partir del kilómetro 50. 



            En esta ocasión, el tiempo iba a ser más benigno y no daban lluvia ni antes ni durante la carrera.  Como en la Turdetania, tocaba de nuevo viaje de madrugada hasta el pueblo de Castilblanco de los Arroyos, en la provincia de Sevilla.  Lo bueno es que la carrera comenzaba a las 11 de la mañana y no había que darse un gran “madrugón”.




            Durante las tres semanas previas, ya recuperado de la dolencia en el tibial de la pierna izquierda, pude entrenar más y mejor, con mis nuevas compañeras de asfalto, las Hoka Bondi 4.   No obstante, para confirmar la regla, algún dolor nuevo siempre tiende a surgir y en esta ocasión, resultó ser el del piramidal, molestia que me suele aparecer cuando fuerzo en algún entreno más de lo que debo.   Se trata de un dolor que suele ser pasajero y que tengo más o menos controlado y que suele hacer acto de presencia cuando corro a más velocidad de la que acostumbro, por lo que dicho dolor, en una ultra, está bastante bien controlado puesto que siempre se avanza a un ritmo mucho más lento.   También aproveché esas semanas para las visitas oportunas al cardiólogo y realizar una nueva prueba de esfuerzo.  Por ahora, todo bien, por lo que seguimos aprovechando el tiempo y las circunstancias para disfrutar de este duro deporte de resistencia.

            Sobre las 9,30 de la mañana del día 25 de noviembre llegué a Castilblanco de los Arroyos.  Tras recogida de dorsal me tomé un café no tanto por la necesidad de algo caliente, sino para entrar un poco en calor en alguna cafetería del pueblo, pues hacía bastante frío o al menos, mi cuerpo así me lo transmitía.




            Una vez pertrechado con el portadorsal, mochila, bidones flexibles llenos, barritas y algún gel, me acerqué al lugar de salida.  Pasé el control de dorsal y a esperar unos minutos hasta el inicio de la carrera.  Con el pistoletazo de salida tuve un pequeño contratiempo y es que andaba liado a la vez con la cámara deportiva y el gps.  Ni lo uno ni lo otro, es decir, ni pude grabar la salida ni el gps tenía puesta la función de grabar el track.  Pero como lo importante era ponerse a correr, pues a apretar los dientes y a dar ritmo a las piernas.  Y eso hice.  A los pocos metros puse el Garmin Foretrex 401 en modo grabación y segundos después me dediqué a la cámara deportiva.

            En cuanto  la carrera en sí, no hay nada digno que destacar y no me voy a extender más de lo necesario.  Me arriesgué a correr con zapatillas de asfalto, las hoka Bondi 4.

            Salí de menos a más, manteniendo un ritmo fácil y constante, incluso en algunas subidas.  En el primer tramo de carrera me acompañó una pequeña molestia en la ingle y al final, los dichosos isquiotibiales de la pierna izquierda me dieron más guerra de lo previsto.
 
            Los dos primeros avituallamientos, el del camino del Pimpollar (km. 8) y el de Fauna Salvaje (km 14) son por carril con alguna que otra subida.  A partir del kilómetro 14 viene la zona más técnica, varios kilómetros por cortafuegos en pleno paraje de la Sierra Norte de Sevilla y de nuevo, vuelta al carril con un tramo de bajada y otro de ascenso hasta llegar al siguiente avituallamiento, Risco Blanquillo en el kilómetro 23,7.   Tras llenar bidones y un poco de chocolate y refresco de cola, bonita bajada y nueva zona técnica por cortafuego.  Sigo adelantando a más corredores y cada vez me voy encontrando mejor.  Algún corredor me saluda y me dice que le suena mi cara por haber coincidido en alguna otra ultra. 




            Los kilómetros van cayendo y en otra de las subidas entablo cierta conversación con un corredor que va a mi ritmo.  Lleva una rodillera y me comenta que iba a hacer la ultra pero que como la tiene algo fastidiada, ha decidido cambiar e intentarlo con el trail y qué espera que no se le inflame.   Le deseo suerte y sigo avanzando en una suave subida por carril hasta el kilómetro 33, donde se ubica un nuevo avituallamiento, Las Tinajas.  Tras comer un poco de chocolate y la última de mis barritas con magnesio de la marca Ettix, vuelta a correr por la famosa dehesa paralela a la carretera que une Almadén de la Plata con Castilblanco de los Arroyos.  Son bastantes kilómetros por diversas zonas de todo tipo, desde algunos tramos de carril hasta zonas sin sendero o apenas existente donde no sabes por donde correr.  Hay que atravesar varios arroyos pero con la misma tónica, siempre un terreno desagradable para correr. Sufrí algo más de la cuenta y más aún al llevar unas zapatillas de asfalto. Aun así, atravesé dos nuevos avituallamientos, el de Yerbabuena, kilómetro 38,7 y el mismo del inicio, el del camino del Pimpollar, pero ya en el kilómetro 44.  Los últimos kilómetros seguí la referencia de un corredor al que no pude cazar. Es el mismo camino que la ida, por zona fácil de carril y en poco tiempo ya diviso el pueblo de Castilblanco. 




            Al final, entré en meta en 6 horas y 14 minutos en el puesto 29 de la general de la carrera y 12 de mi categoría, de 108 que finalizaron la prueba. 

            Con la medalla al cuello y el chaleco de finisher, nos sirvieron una buena comida de final de carrera, compuesta por arroz tres delicias, filete y patatas a lo pobre, bebida y un yogur.  No está nada mal por lo que uno paga por la inscripción, amen de los muchos voluntarios repartidos por la carrera y con una esmerada balización. 

            En fin, otra carrera más en mis piernas y deseando llegar a la última para tomarme un merecido descanso de casi dos meses pero antes, dentro de dos semanas, volveremos a disfrutar de nuevos paisajes y acantilados en la Ultramaratón Costa de Almería, en lo que va a ser mi tercera participación, igual que ediciones lleva la carrera.  ¿A ver qué tal?