DESAFIO LURBEL CALARES YESTE 2 ABRIL
2016 (73 KM y 4400 +)
CRÓNICA.
Aunque un poco tarde, aquí comparto mi aventura,
experiencia y sufrimiento en la última ultra que he corrido.
Por segundo año consecutivo probaba en los Calares de
la provincia de Albacete (Sierra de Segura).
Si el año pasado fue en Riopar, en la maratón del Calar del Río Mundo de
45 km .
con cresteos bastante técnicos (padroncillo, almenara,etc.) este año la oferta
se había multiplicado y opté por probar en otra zona próxima, Yeste, patrocinado
por Lurbel que, al menos, aseguran una buena bolsa del corredor.
Parece ser que, después de las críticas que está
recibiendo en estos días el balizamiento de la Ultra del Calar del Río Mundo
parece que he acertado con la elección.
No tengo por costumbre hablar mucho de los
prolegómenos de la carrera pero en este caso sirva mi experiencia para que
otros lo tengan en cuenta o no repitan los mismos errores y ante la duda, mejor
descansar en un apartamento o en un hotel.
Desde que
corrí la segunda edición de la Ultra del Valle del Genal y sobre todo, en el
caso de que ésta salga de madrugada o al amanecer, opino que para mayor
tranquilidad, es conveniente recoger el dorsal la tarde antes y tenerlo casi
todo listo.
Para esta carrera y como ya he hecho en otras, me
suelo llevar saco de dormir y esterilla, sobre todo para descansar (suelo duro)
en el pabellón o instituto que habilite la organización después de finalizar la
ultra. Tal vez por implicarme más con otros corredores, por ahorrarme unos euros
o por alargar la incomodidad y evitar el descanso en un confortable hotel. La razón es lo de menos, la cuestión es que
lo suelo hacer (no en todas), pero en esta ocasión (ya lo había hecho dos
veces) iba a utilizar el suelo duro antes de la carrera con el riesgo de no
descansar bien pero bueno….., de ese modo le damos más aliciente a la aventura
y la experiencia ultrera del fin de semana.
El viaje a Yeste es bastante fatigoso, muchos
kilómetros por la sierra, con mucha curva, por una carretera infame y muy
estrecha por la zona de Santiago de la Espada y a no más de 50 km/h . Al final llegué bastante tarde y estresado
(llegué a pensar que me había perdido) y bien entrada la noche, sin poder
recoger el dorsal (es lo que iba buscando); sin embargo, un miembro de la
organización con bastante amabilidad me ayudó a encontrar el edificio
habilitado como suelo duro: un pabellón deportivo en lo alto del pueblo,
desvencijado, con puertas y ventanas rotas por el que se colaba todo el frío de
la noche. Es la única pega que le pongo a la organización. Bien es verdad que tampoco había muchos
solicitantes. Un chaval de Albacete y yo.
A ver si para próximas ediciones buscan algo mejor, por lo menos que
proteja a los corredores de la intemperie.
Lo cierto es que durante la noche la temperatura bajó a los dos grados y
a pesar de que me abrigué todo lo posible no pegué ojo y pasé bastante
frío. Vamos, para ponerse malo.
Me levanté bastante entumecido y después de desayunar
una barrita y un batido, y de recogerlo todo, y con menos tiempo del esperado,
me acerqué a la línea de salida para coger la bolsa del corredor y el
dorsal. Faltaban 20 minutos para el
inicio (a las 6 de la mañana) y tenía que volver al coche a dejar la bolsa y apenas
si podía articular palabra. Me empecé a
encontrar con el cuerpo totalmente rígido, los dedos agarrotados e incapaz de
colocarme la mochila, llenar de agua los soft flask y por supuesto, colocarme
el dorsal. Además, apenas si sentía los
pies.
Todo hubiera sido distinto si decido alquilar una
habitación del hotel pero quien iba a pensar que el suelo duro fue casi como
dormir al raso y que lo que era fresco a
las 10 de la noche, pasó a gélido según avanzaban las horas de la madrugada.
Un chaval de la organización me ayudó con el dorsal y
una chica de la carrera con la mochila.
Salí sin agua, con la mochila mal colocada, tiritando de frío y por
supuesto, el último de la carrera, junto con la chica que me había ayudado. Al menos, pude colocarme los guantes y
encender el frontal. En fin, una mala
experiencia que espero no repetir aunque nunca se sabe, a veces las
circunstancias o la mala suerte nos pueden acabar superando ….. Si ya uno, cuando se plantea correr una
ultra, se lanza a sufrir, al menos no incrementar ese sufrimiento. Pero bueno, esas eras las condiciones en las
que comencé esta carrera y como tal había que tomarlas. Sólo esperaba que, al menos, las molestias de
las últimas semanas remitieran o, como mínimo, me dejaran terminar la carrera,
sobre todo, el tibial izquierdo ya que el dolor del isquiotibial lo doy ya como
crónico.
Por lo visto, el número de inscritos llegó a los 97
de los 200 permitidos. Creo que había
dos chicas, la que me ayudó y otra. Creo que sólo finalizó una. Tras recorrer
el pueblo empezamos una primera subida por escaleras, luego varias subidas y
bajadas por sendero amplio pero con mucha piedra y tierra. Adelanto a varios corredores pero me doy
cuenta que la mayoría están bastante preparados y saben a lo que van. La respiración forma vaho y a veces
dificulta la visión del sendero y de las piedras. La noche, todavía muy oscura, refleja una
bóveda estrellada preciosa.
Empezamos a dejar Yeste y vemos las luces de las
pedanías y de otros pueblos en el valle. Poco a poco empiezo a sentir los pies
pero noto como las pulsaciones las llevo bastante aceleradas. Comenzamos una fuerte bajada, primero por
carril con bastante piedra, hierbas e imperfecciones y luego por un sendero
estrecho y cerrado con bastante matorral pero limpio. Adelanto a algún corredor más y bajo
rápido. Voy sin agua y estoy deseando
llegar al primer avituallamiento. Poco a
poco mi mente va olvidando el inicio de la carrera, el frío de la noche y el
cuerpo empieza subir de temperatura y se va aclimatando a correr.
Llegamos al río Tus y empezamos una fuerte subida por
un sendero pedregoso. Tiro con fuerza
apoyándome en los bastones. Un chaval se
pega detrás y los dos conseguimos llegar al primer avituallamiento en la
pedanía de Moropeche, sobre el kilómetro 8 de carrera. Allí tengo el primer
encuentro con un trío de valencianos con los que haré buena parte de la
ultra. Cargo los bidones, bebo isotónica
bien fresquita y como medio sándwich de nocilla y seguimos la subida. Ya estoy metido en la ultra y el cansancio y
el mal cuerpo se han difuminado. Mi
mente sólo piensa en dar un paso por delante de otro.
La subida al pico Moropeche es bastante dura. Se sube un gran desnivel en muy poco
recorrido. El sendero, con mucha tierra
y rodeado de bastante vegetación, casi no zigzaguea. Es directo hacia arriba. Cuesta mantenerse en pie y no
resbalarse. El trabajo con los bastones
ayuda. La respiración sigue acelerada y
tengo que hacer un leve receso para tomar oxígeno. Apago el frontal y me quito los guantes con
la mala suerte de que se me cae uno.
Menos mal que me doy cuenta y vuelvo sobre mis pasos y lo
encuentro. En la subida nos va
amaneciendo pero todavía hace mucho frío.
Al llegar arriba, giramos hacia la izquierda por un camino de cabras
(nunca mejor dicho) en el que cuesta mantener el equilibrio. Tras una trepada con cuerdas llegamos al
vértice geodésico y avanzamos por zona de piedras puntiaguadas y vegetación
baja donde no hay sendero, sólo las balizas te lo van marcando. Sopla algo de viento. Decido tomármelo con tranquilidad. Además, se
me ha soltado el dorsal y decido colocármelo bien. Me adelantan los
valencianos. Queda mucho y prefiero correr donde se pueda antes que torcerme un
tobillo por mejorar cinco minutos y además, me siento más cansado de lo normal
y el pulso algo acelerado.
La zona es espectacular, con mucho barranco y mucha
roca y unas vistas increíbles. Empieza a
despuntar el día. El cielo tiene un azul
luminoso, sin una mota de nubes. Poco a
poco vamos bajando. Abandonamos la zona
técnica, primero por sendero y luego por una pista forestal entre un bosque de
pinos con olor a madera y a naturaleza donde es fácil dejarse llevar. Aprieto el ritmo y corro esbozando una
sonrisa. Las molestias no aparecen.
Genial.
Tras la pista, mas sendero, algún zigzagueo entre las
pedanías y las casas sueltas que se escalonan en el barranco y en el recorrido
hasta llegar al kilómetro 20 donde está el siguiente avituallamiento (Los
Giles). Bebo coca cola y más isotónico
y volvemos a la carrera. No hay zonas llanas,
o se sube o se baja.
Empezamos una nueva subida hacia el pico El Calar
entre un bosque de pinos. Los corredores
ya van más relajados, cada uno a su nivel.
Ya son más de 3 horas de carrera y en la subida aprovecho para quitarme
el impermeable. Me siento mejor
físicamente y la respiración vuelve a ser más acompasada.
Es la primera vez que utilizo los manguitos del
club. Durante esta subida me sigue un
chaval con gafas y vestido de negro. Tras llegar a la cima, el chaval me
adelanta y comenzamos a hacer caco por la planicie rocosa de la montaña durante
varios kilómetros, siempre en un ligero ascenso. El chaval de negro me sirve de referencia
durante ese tramo. Una vez superado,
empieza un nuevo descenso por sendero bastante corrible y con unas vistas de
naturaleza en estado puro. Me adelantan
dos corredores y aprovecho para adelantar al chaval de negro que se lo toma más
tranquilo. No lo volveré a ver. Seguimos el descenso, ya por carril hasta
llegar al avituallamiento del kilómetro 33 (La lastra) donde vuelvo a
encontrarme con el trío valenciano.
Hasta el kilómetro 39 sigo la estela de los dos levantinos con la subida
de alguna tachuela. No hablan mucho. Yo sigo a lo mío. Bajamos hasta el río Tus, de nuevo y llegamos
al lugar intermedio donde se podían dejar las mochilas (Molino Jaraiz).
No hay donde sentarse y en unos minutos me ventilo
unos macarrones fríos con un vaso de coca-cola.
Me sabe a gloria. Vuelvo a ponerme en marcha y enseguida doy caza a los
tres valencianos, de Alzira. Con ellos
realizaré casi toda la subida del pico Mentiras. Por algún momento parece que los únicos de la
ultra somos los cuatro. Nadie por
delante, nadie por detrás. Los primeros 8
kilómetro son por carril. Sobre
la mitad, kilómetro 43 pasamos otro avituallamiento (Palancares). El cansancio empieza a hacer mella. Cojo una marcha con bastoneo incluido. Ya es casi medio día, el calor se nota pero
en ningún momento es asfixiante. No creo
que llegase a subir de los 18 grados.
Los valencianos, en su idioma hablan de sus cosas. Los últimos kilómetros son un duro ascenso
campo a través, pasando algún tramo de nieve, con mucha verticalidad, piedras,
matorral bajo, y más piedras y rocas de los todos los tamaños.
En la subida dejo a los valencianos. Cuesta subir
pero paso a paso llegamos al vértice geodésico del pico mentiras sobre el
kilómetro 51 y con casi 8 horas de carrera.
Las vistas son preciosas. Hace
algo de viento y frío pero me quedo unos segundos disfrutando del lugar y del
momento. Me siento feliz conmigo mismo,
pues a pesar de las circunstancias del inicio, la incertidumbre de como iban a
responder las molestias, me siento vivo, sufriendo y luchando en carrera y a la
vez, disfrutando. Le pregunto por mi
posición y me dice que en el puesto 62, es decir que voy en el furgón de cola,
pero no me importa. Comento con el
voluntario los lugares y picos que se ven a lo lejos (La Sagra, Padrón,
Padroncillo, Almenara, Pico Calar, etc,).
Empieza el descenso técnico del pico Mentiras con mucha piedra, bastante
cresteo y algún tramo peligroso. A veces hay que ayudarse con las manos. No es
nada corrible y decido tomármelo con tranquilidad. Me cogen los valencianos y al poco pierden
las balizas y nos perdemos los 4.
Durante 10 o 15 minutos caminamos sin rumbo fijo hasta que volvemos a
encontrarlas. Durante este tramo
avanzamos a un ritmo muy lento. Hemos
pasado todos los controles sin problemas pero este retraso… y tenemos un máximo
de 16 horas para finalizar la ultra.
Después de dos o tres kilómetros vuelven los
senderos, los bosques de pinos y alguna pradera y nos ponemos en marcha para
recortar tiempo. Adelanto a tres
corredores. Los valencianos se han
escapado en el descenso. Los vuelvo a
encontrar en el siguiente avituallamiento, kilómetro 57, Arguellite, donde me
tomo otro plato de macarrones. Los
voluntarios nos animan y nos dicen que sobre las 8 de la tarde estaremos en
Yeste.
Salgo con los valencianos que ya me saludan como a
uno más del grupo. Pero ellos van a lo
suyo y a veces van muy lento y otras más rápido. Yo prefiero mantener un ritmo constante. Seguimos avanzando por otra zona de bosque
con mucha tala reciente que dificulta el avance. Troncos de todos los tamaños cierran el
sendero. Alguno los saltamos y otros por
debajo. Hay que tener cuidado porque los
músculos ya están bastante agarrotados y un movimiento extraño puede suponer un
acalambramiento. Aquello parece una
prueba de obstáculos. Dejamos esa zona y
volvemos a un sendero limpio que zigzaguea entre jaras y árboles. Los valencianos vuelven a dejarme. Son más rápidos y están más en forma que
uno. Mi intención era hacer la carrera
entre 12 o 13 horas pero las zonas técnicas me han retrasado bastante.
Me queda
una última subida, más dura de lo que pensaba, la del pico Ardal. Llego al último avituallamiento de carrera en
el kilómetro 67, Bochorna, y empezamos, tras un ligero descenso, la última
subida del ultra. Esta subida es todavía
más vertical que la del pico Moropeche.
El sendero, de tierra y piedras pequeñas no zigzaguea, es vertical y
directo en todos los sentidos. Cuesta
bastante mantenerse en pie, incluso avanzar.
Me resbalo varias veces, incluida una caída sin consecuencias. La respiración se vuelve a acelerar. Tengo que hacer algún receso. Me voy acordando
de toda la familia de esa maldita montaña.
Por fin lo consigo. Me libero
gritando con todas mis fuerzas. Me ha
costado más de la cuenta pero lo hemos hecho.
Los últimos kilómetros son un descenso por pista y sendero hasta
Yeste. Durante la bajada me quito la
mochila y cojo la bandera de Trail Running Málaga y vuelvo a correr. Me noto cansado pero feliz. Entro en Yeste, corro por sus empinadas
calles y entro en meta tras 14 horas y 38 minutos en el puesto 62. El speaker me entrevista, me pregunta mi
opinión de la carrera, etc. Luego otro
chaval de la organización me prepara varios batidos de sales y me cuenta
pormenores de la misma. Para terminar y
como recuperación, un último plato de macarrones a la bolognesa con los
valencianos y con la amabilidad de tres chicas de Hellín. Nueva ultra a la saca. Bastante dura y técnica pero con algunos
senderos y vistas increíbles. Merece la
pena y me quedo con bastantes buenos recuerdos, a pesar de lo mal que lo pasé
en la post carrera. Obviamente, la noche
siguiente decidí descansar en una habitación de hotel antes que volver a dormir
en el pabellón. Y eso es todo. Si el cuerpo lo permite, a mediados de abril
estaremos en otra, en Grazalema pero esta mas corta, solo 48 kilómetro
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