Mostrando entradas con la etiqueta ULTRA TRAIL M (42 a 69 km). Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ULTRA TRAIL M (42 a 69 km). Mostrar todas las entradas

martes, 31 de julio de 2018

V ULTRA TRAIL NOGUERUELAS (70 KILÓMETROS Y 3745) 14 DE ABRIL DE 2018


V ULTRA TRAIL NOGUERUELAS 65 KM Y 3500 +
NOGUERUELAS (TERUEL)
14 DE ABRIL DE 2018

            Con tres semanas de distancia respecto al Ultra trail do Marao de Portugal, tiempo relativamente prudencial para afrontar una nueva ultra, al menos desde mi experiencia personal y vista mi capacidad para recuperarme, volvía de nuevo, a coger el coche para cruzarme media península con dirección a Teruel, en concreto, a un pequeño pueblo llamado Nogueruelas, muy cerca de la provincia de Castellón.
           

            A diferencia de otras veces, no pasaba por Coria (Cáceres), mi centro logístico. Salí el viernes muy temprano y aproveché el viaje para hacer algo de turismo.  Sobre el mediodía llegué a Cuenca, ciudad que no conocía y que me entusiasmó, sobre todo porque está rodeada de enormes tajos y montañas, todas ellas enmarañadas de senderos.  Si no me equivoco, en marzo organizan la Mamocu (Maratón de montaña de Cuenca).  Puede que sea una de las carreras que intentaré hacer el año próximo.  Esa es la idea, disfrutar de la montaña y a la vez, visitando y conociendo nuevos lugares, salir de la rutina del trabajo, realizar pequeñas y grandes “locuras” por la naturaleza y la montaña.

            Después de un largo y kilométrico paseo por la ciudad encantada, regresé al coche y continué camino por la nacional que separa Cuenca de Teruel, un auténtico páramo. Al llegar a Teruel, cogí la autovía que conecta Sagunto con Zaragoza, en dirección a Castellón y en menos de media hora, me desvié a la izquierda para encaminarme a Nogueruelas.  Al entrar en la carretera comarcal, empezó a llover y con esa lluvia pertinaz llegué al pequeño pueblo, tan pequeño, que al querer entrar con el coche, casi no consigo salir.  Decidí aparcar en la propia carretera, puesto que el hotel que había reservado estaba a escasos 200 metros y la salida y meta era en la plaza del Ayuntamiento que no distaba del hotel más de 50 metros.  La verdad que puede parecer una tontería pero eso de llegar a meta y tener el hotel al lado es de una gran comodidad.

            En un edificio, a la entrada del pueblo se recogían los dorsales.  Como me inscribí de los primeros, tuve la suerte de recibir un fantástico regalo, un chaleco de pluma conmemorativo de la quinta edición del Ultra Trail Nogueruelas.  Es ésta una carrera que llevaba siguiendo desde su primera edición y en la que se vuelcan todos los vecinos, más otros que ya no residen allí, pero que ese fin de semana, vuelven a su pueblo para prestarse como voluntarios.  Como ya he dicho, la de este año era la quinta edición y desde esta crónica, el que suscribe animo a los voluntarios y organización de esta carrera para que sean muchas más.

            No estuve en la charla técnica de carrera pero si que pude hablar, más tarde, con algunos de los montañeros que habían estado balizando la ultra.  Me asustó un poco cuando me dijo que una de las subidas, la última, el cabezo de las cruces, la habían tenido que eliminar de la carrera porque había demasiada nieve y no podían garantizar el rescate.  Me comentó que había mucha nieve desde el kilómetro 10 al 45 aproximadamente y que en muchos tramos te hundías por debajo de los tobillos y hasta las rodillas en otros tramos.

            
       A la mañana siguiente, sobre las 5 de la madrugada, bastantes corredores nos afanábamos en tomar un café caliente en el bar del hotel.  Hacía frío pero se aguantaba.  Como siempre, sea la carrera que sea, nervios, muchos nervios por empezar ya y ver qué pasa.  El tiempo parecía que nos iba a respetar.  No daban lluvia.  A ver qué tal con la nieve! – me decía.  La organización nos daba 14 horas para terminarla con distintos puntos de corte a lo largo del recorrido.

            Y a las 6 de la mañana, todavía noche profunda, salimos a correr por las calles del pueblo. A ambos lados de la misma, los vecinos nos alumbraban con improvisadas antorchas como cuando en 2014, los voluntarios nos flanqueaban en las Millas Romanas de Mérida, al cruzar el enorme circo romano.


 Como siempre en estos primeros metros se sale demasiado rápido y uno se contagia.  Mucho corredor valenciano me va superando, pero tras la primera bajada rápida intento controlar la respiración y trato de buscar un ritmo que pueda sobrellevar.    En los primeros 10 kilómetros, salvo una corta subida por un sendero incrustado en la roca no tengo excesivos problemas.  Vamos dejando atrás las luces del pueblo mientras intento mantener un ritmo regular y así, entre senderos y algún tramo de pista nos va amaneciendo.  Y es a partir del kilómetro 10, aproximadamente, cuando empezamos a pisar nieve y más nieve y cada vez más espesa.  Nos dirigen por una durísima subida con rampas brutales con el hándicap de que la nieve no nos permite una tracción adecuada.   Nos adentramos por las Manaderas del Val de Azó, llegando a coronar el Alto de la Nevera (1772 m.) Como digo en una de esas empinadas cuestas, en lo alto, un voluntario nos recibe con el calor de una hoguera.  Creo que ya son varios los años que realiza el mismo ritual.  Nos regala unas fotos de nuestro paso y empezamos una bajada entre nieve, piedras y campo a través.    Es una ultra “rompepiernas” con continuas subidas y bajadas.  


            Sobre el kilómetro 13 llegamos al primer avituallamiento, Corral Cuarto.  El capó de un todoterreno hace las veces de mesa donde dos voluntarias de edad avanzada nos ofrecen refresco de cola, isotónica y demás viandas.  Recuerdo que ya llevaba las manos tan ateridas que era incapaz de abrir el tapón de la bebida isotónica.  Otro corredor la abrió y le quedé agradecido.   Nos alimentamos a la carrera y comenzamos una bajada por un barranco con bastante barro y nieve donde había que andarse con mucho ojo.  Creo que se llama Barranco del Abanto.   No recuerdo exactamente los tramos porque todo me parecía igual, continuas subidas y bajadas, por inexistentes senderos y campos cubiertos de nieve.  Si que recuerdo que nos perdimos durante unos minutos hasta que conseguimos recuperar el trazado de la carrera y que en otro momento nos dirigieron por un barranco con un desnivel brutal por el que había que subir y que, según algunos que repetían, era nuevo en esta edición. Varios valencianos comentaban que el año pasado habían hecho la Ehunmilak (las famosas cien millas vascas) y que les resultó muy dura.  Echaron unas 46 horas.

            El tiempo va transcurriendo y aunque más lentamente de lo previsto, seguimos avanzando y haciendo kilómetros a través de la nieve, hasta llegar al segundo avituallamiento sobre el kilómetro 19, Cerro Corral.  Aquí también hay otro todoterreno pero al menos les ha dado tiempo para ponernos una mesa.  Nada que objetar a los voluntarios.
  


      Desde aquí todo es una permanente subida por cortafuego hacia el Alto del Chaparroso (1802 m.).  En esta subida el sol nos va calentando y tras el frío de la mañana, a pesar de la nieve, la temperatura resulta agradable hasta el punto de que ya me sobran los guantes.  Después del Alto del Chaparroso toca otra bajada a través de un denso manto blanco, esquivando árboles y buscando las huellas sobre la nieve de los anteriores corredores.  Correr no resulta fácil pero al menos nos podemos contentar con que no vamos abriendo camino y que nuestras pisadas horadan las huellas de los corredores anteriores.   A veces, tratando de pisar siempre en esas huellas,  uno acaba trastabillándose pero al menos no llegué a dar con los huesos en la nieve.   Descendemos hacia la Fuente del Fortuño.  Si recuerdo que en este tramo, debido a la nieve, había algunos pasos complicados.  Por lo tanto, había que tomárselo con bastante paciencia y asegurar bien con los bastones y con las pisadas.  Creo que la organización, por motivos logísticos y por la dificultad del acceso a determinados lugares, a causa de la nieve, tuvo que suprimir uno o varios avituallamientos.   Como siempre, la montaña pone a cada corredor en su sitio y poco a poco las posiciones se van estabilizando, manteniéndome detrás de una pareja que sigue a un ritmo parejo al mío.

            Tras más kilómetros de sendero y campo a través, muy obstaculizados por la nieve, la carrera se torna más fácil al entrar en una pista forestal, eso sí, muy embarrada, que nos conduce al siguiente avituallamiento, creo que es la Fuente Tajo (km. 35) aunque no estoy del todo seguro.  Como siempre ocurre, algunos corredores que son muy buenos en descensos, al llegar al llano se suelen parar y todo lo que han ganado y arriesgado en el descenso lo pierden.  En mi caso, como soy un corredor menos ágil, aprovecho los tramos de pista para no dejo de correr y así adelanto a unos cuantos corredores.   Tal vez, desde este punto kilométrico, el resto de la carrera iré prácticamente en solitario, adelantando a lo largo de lo que quedaba de ultra a unos cuantos “ultreros”, salvo a una pareja que me encontré antes del Cerro Antona.  Como digo, al llegar a este avituallamiento, Fuente Tajo, sobre el kilómetro 35, me alimento bien, a base de dulces de varios tipos.  Cojo fuerza y me encamino al famoso cortafuego con pendientes del 50% y encima con nieve.  Toca clavar bastones, pisar con fuerza y no mirar atrás, sólo avanzar, paso a paso, hasta subir la maldita cuesta.  Al subir el cortafuego bajamos a otro barranco, creo que se llama Barranco de los Mártires.  La subida por este barranco, con tanta nieve acumulada se hace muy dificultosa.  Nos llega, en muchas pisadas, por encima de las rodillas.  Por lo demás, marcho bien, casi sin molestias, aunque ya estoy cansado de tanta nieve.  

            Algunos pasos han desaparecido de mi mente. Lo siguiente que recuerdo es otra pista forestal en las que contacto con otra pareja.  Recuerdo que nos topamos con dos voluntarios, tal vez un matrimonio, bastante talluditos, en un todoterreno, muy tranquilos, dando cuenta de sus respectivos bocadillos y con cierta sorna, a dejar de correr y a sentarnos a descansar.

            Y de nuevo, otro barranco vertical en dirección al Cerro Antona (1722 m) donde se encuentra ubicado otro avituallamiento,  sobre el kilómetro 42 de carrera.  En ediciones anteriores, en los videos que hay colgados en las redes sociales, en este punto de control siempre había una especie de orquesta formada por gente joven animando a los corredores.  En esta ocasión, no había un alma animando.  Aquello todo estaba cubierto de un espeso manto blanco y al dar la vuelta a la construcción, varios voluntarios nos atendían, ofreciéndonos plátanos, naranjas, dulces, isotónica, refresco, etc..  Como siempre, cargar bidones, refresco de cola y algo de bollería y a seguir haciendo kilómetros por campo a través, siguiendo las pisadas de los que van delante.  Subimos otro pico, el Alto de la Cervera (1806 km) y empezamos una bajada técnica por otro barranco hasta llegar a una carretera comarcal donde cruzamos por debajo de la misma.  En este punto, algunos lugareños nos animan.  Y en esta bajada me vuelve a pasar la misma pareja de corredores, más ágiles y veloces que el que escribe.  Más o menos, a partir de este kilómetro desaparece la nieve (45). Resultó de gran alivio y empezó a notarse como ya se avanzaba mucho más rápido.   Al final resultaron unos 35 kilómetros de ultra por nieve.  ¡No está nada mal!


Sigo bajando, mas por campo a través que por un sendero propiamente dicho, perdiendo de vista a la referida pareja hasta que comienza otra corta pero fuerte subida al Royal (1621 m.) y de ahí, ya todo pista hasta el próximo avituallamiento Narbón, sobre el kilómetro 50.  Las chicas del avituallamiento nos animan.  Si recuerdo que este avituallamiento era bastante completo, con barritas energética y creo, también proteicas.  Todo un lujo.  Paro unos minutos, más que en otras ocasiones y vuelvo a ponerme en marcha.  La carrera sigue por pista.  Continúo adelantando a más corredores y de repente, nos hacen girar a la izquierda para encarar la última subida, otro barranco vertical para ascender a la canal del PeñaCalva y su mirador.   La pendiente es brutal y los bastones son fundamentales en estos tramos.  Con la respiración muy acelerada y tras un gran esfuerzo, podemos llegar a lo alto donde hay una gran meseta y unas preciosas vistas de la zona. Varias voluntarias nos animan y nos hacen fotos. Poco a poco me voy animando porque sigo corriendo, apenas sin molestias y porque ahora toca una bajada rápida por carril donde me dejo llevar.   Por suerte, en esta quinta edición se ha decidido no subir el Cabezo de las Cruces por la abundancia de nieve y la imposibilidad de un rescate.  La organización nos dirige entonces hacia una ligera subida, la del Mosquito, para, acto seguido, volver a bajar campo a través, ya buscando los últimos kilómetros.  En algunos tramos de pista forestal en subida aprovecho para comer una barrita de avena, por lo que al llegar al último avituallamiento, C. Palomin, apenas si paro.  Desde ahí poco más de 5 kilómetros para llegar de nuevo al pueblo de Nogueruelas.  En los últimos kilómetros nos desvían por un sendero y finalmente una última subida por una especie de bancales para acabar en la pista desde la que ya se divisa la meta.   En los últimos metros un corredor, por detrás, pretendió darme “caza” pero todavía tenía fuerzas para correr en cuesta … y se quedó con las ganas.  Al final, bastante contento, buenas sensaciones y  puesto 56 de la general en 10 horas y 43 minutos.  Finalizaron 89 corredores.
  

            Al llegar a meta, en la pequeña plaza del pueblo, había un buen ambiente y como siempre, la llegada a meta nos genera esa sonrisa de satisfacción de haberlo conseguido, tal vez esos momentos que todo “ultrero” busca desde que se inicia la aventura, la de ser finisher y con ello, ese bendito y merecido descanso del “guerrero”.  Nada más terminar entré en el local donde repartían la comida de final de carrera con mi medalla colgada al cuello.  En esta ocasión, además, de embutidos y manjares varios, había un producto algo atípico para mí, cuscús.  Muy bueno, por cierto, y de ahí, a la habitación a darme una ducha y descansar. 

            Al día siguiente, tras un buen desayuno, tocaba cruzar más de media península en coche pero antes, paré casi dos horas para visitar la capital, Teruel, y su archiconocida Plaza del Torico. 



sábado, 19 de mayo de 2018

COMPRESSPORT ULTRA TRAIL DO MARAO - 55 KM y 3200 + - Amarante (Portugal) 24 de marzo de 2018


COMPRESSPORT ULTRA TRAIL MARAO (55 KM Y 3200 +)
24 DE MARZO DE 2018
AMARANTE (Distrito de Oporto)(PORTUGAL)

            Los días siguientes a la participación en el Cxm Rute, 18 marzo 2018, me dejaron algo tocado físicamente. Una carrera siempre es una carrera y el nivel de exigencia siempre aumenta en relación a un buen entrenamiento.  Con el paso de los días fueron desapareciendo las molestias y el jueves por la tarde, 22 de marzo, salí en dirección a Coria (Cáceres), para pasar noche y seguir camino al día siguiente hacia el norte de Portugal. Como dato curioso, decir que este viaje del jueves 22 marzo lo hice en compañía de mi perro Toby.  La idea era dejarlo durante dos semanas con mis padres y luego regresar a Coria, después de Semana Santa, para recogerlo.

            Como en otras ocasiones, me llevé a dos de mis principales seguidores, mis padres.  Es más, una de las razones por las que busco carreras por la zona de Castilla y León, Asturias, País Vasco, Portugal, etc, es por hacer noche y ver a mis padres y bueno, ya si quieren, aprovecho para sacarlos de la rutina y que me acompañen en algunos viajes.  En cierto modo, Coria, es mi punto logístico para los viajes al norte de la península.  Y en las carreras en las que ellos vienen conmigo tengo siempre un extra de motivación.

            Dicho esto, el viernes por la mañana, salimos los tres, dirección Ciudad Rodrigo.   Tras parar en la frontera, ya en zona portuguesa (Vilar Formoso), seguimos por autovía el resto del viaje con mucha lluvia y sobre todo, acompañados por una espesa niebla que apenas si nos dejaba ver la carretera.  La verdad es que este invierno ha sido especialmente crudo y en esos días estaba lloviendo con fuerza.  De hecho, para ese fin de semana las previsiones en Amarante y alrededores, eran frío y lluvia pero, en realidad, buena parte del norte de la península estaba cubierto por una enorme borrasca. 


            Nos alojamos en un hotel de tres estrellas muy confortable y cercano al lugar de salida y meta (Hotel Navarras); además, con desayuno incluido, que siempre se agradece.  En este caso, como la salida era a las 8 de la mañana, daba tiempo para desayunar relativamente tranquilo.

            Ese mismo viernes, ya por la tarde, aprovechamos para hacer algo de turismo visitando el casco antiguo de Amarante con el puente de Sao Gonzalo atravesando el río Támega (afluente del Duero) y la iglesia del mismo nombre (Gonzalo), como lugares a destacar.  Luego ya nos dirigimos a por el dorsal.  La tarde se fue estropeando hasta el punto de que, una vez recogido el mismo, nos tuvimos que quedar un buen rato en el interior de la carpa de la organización, esperando a que amainara el temporal.  Aproveché para ver y palpar distinto material de trail running y comprar unas barritas energéticas de otra marca que, hasta ahora, no había probado, “Gold nutrition”. Al final, como no escampaba salimos los tres con un solo paraguas.

            
     Los prolegómenos de las carreras siempre están llenos de incertidumbres.  ¿Nos respetará el tiempo? ¿Me saldrá una nueva molestia? ¿Qué ropa me llevo? ¿Bastones si, bastones no? ¿Qué nos vamos a encontrar en el recorrido? ¿Será muy técnico o más de correr? ¿Habrá mucho barro? y un largo etcétera.   Por eso, intento que en la maleta vaya un poco de todo.  Mejor que sobre que no que falte.  Más de la mitad de la maleta casi siempre vuelve intacta a Málaga pero prefiero ir con todo controlado.  Además, en el coche no hay tanto problema.  La cuestión se complica cuando viajas en avión y sólo llevas una maleta de equipaje.  Ahí si que hay que medir bien lo que uno se lleva y lo que no.


            Una costumbre que tengo desde hace bastantes años es la de hacer siempre una cena muy ligera, a veces ni eso, y siempre los últimos días previos a una carrera mantener cierta restricción calórica para bajar un poco de peso con la idea de aliviar, en la medida que se pueda, las rodillas y el resto de articulaciones.  Tal vez, no sea lo más correcto o si.  Lo cierto es que me suele ir bastante bien a tenor de las “ultras” que llevo a las espaldas y el cuerpo sigue respondiendo.  Y luego por las mañanas previas a la carrera, una barrita de avena con batido de chocolate sin lactosa.

La habitación era muy cómoda y dormí bien, cuestión que siempre ayuda, a pesar de que se tiró buena parte de la noche lloviendo.   Por la mañana, en el desayuno buffet del hotel, coincidí con un nutrido grupo de corredores que iban al Trail do Marao.  Desayuno con ambiente montañero.




Tras el desayuno nos dirigimos, con bastante tiempo, al arco de salida, situada junto a la carpa. La ubicación es bastante buena, muy cerca de un pabellón con piscina, vestuario y duchas y en una explanada con bastante aparcamiento.  Hace algo de frío pero soportable.  Decido salir sin la chaqueta impermeable y subir y bajar los manguitos según el tiempo que haga en cada zona.  Por suerte, ha salido el sol y parece que el día nos va a respetar.  Otra opción que siempre surge a la hora de hacer una ultra es la de si llevar o no bastones.  Decido llevarlos.  Por último, las zapatillas, seguimos con las Hoka Stinson ATR 4.

            Nos pasan control de dorsal y de material lo que hace que la carrera se retrase en casi media hora.  El speaker nos anima mientras la gente, sobre todo familias, se agolpan en la salida.  El speaker va pidiendo que levanten la mano los corredores según su nacionalidad.   Hay corredores de bastantes lugares de Europa y algunos, no muchos, españoles, pese a su proximidad (25 españoles, en total, entre la Ultra de 100 km que había salido a las 12 de la noche y ésta de 55 km.)

            
         Y, como siempre, empiezan los nervios y el final de la cuenta atrás.  Y sobre las 8,30 de la mañana arrancó el Trail do Marao de 55 km.  Saludo a mis padres al pasar junto a ellos y a regular, que una ultra siempre se hace larga.
Los primeros kilómetros son un puro sufrimiento porque no consigo controlar la respiración. Me cuesta arrancar.  Bien es verdad que con el paso del tiempo voy cogiendo ritmo y empiezo a pasar corredores pero siempre, en los primeros minutos siento que me quedo sin oxígeno.  En estos primeros kilómetros se sube bastante desnivel, buena parte por calles empinadas entre urbanizaciones de Amarante.   Muchos corredores me adelantan, con lo que entre la agonía física y la frustración de no poder evitarlo, paso unos minutos duros. 

            Al cabo de varios kilómetros, se producen los primeros atascos al entrar en los caminos de tierra.  Aprovecho para tomar aire y empezar a recuperar sensaciones. Viene ahora un continuo sube y baja por caminos y carriles de tierra y algunos de asfalto, atravesando pequeñas aldeas flanqueadas por campos de cultivo y muchas tierras sembradas de vides.   También, y será una constante en estos primeros tramos, son las vistas a la autopista y puentes que atraviesa y circundan las montañas. Me voy animando y sigo adelantando a más corredores.  Abandonamos los carriles para entrar en senderos muy corribles, sin apenas barro.  La tierra es muy negra y el terreno ya es más agreste, sin cultivos, y salpicado de piedras de todos los tamaños.  No estoy seguro, pero algunos páramos que atravesamos y esa tierra negra puede que tengan su origen en los incendios que han estado asolando Portugal los últimos años.

            Tras estos primeros 10 kilómetros sin barro y sin un desnivel elevado aunque siempre picando hacia arriba, comienza a ponerse interesante cuando iniciamos una enorme subida a través de un cortafuego.  El cielo se empieza a nublar y cada vez hace más frío y viento. Algunos corredores se colocan los impermeables y a todos nos cuesta la subida, más si cabe desde un punto de vista psicológico ya que hasta donde alcanza la vista son visibles los corredores y el lugar por el que debemos subir.


            Al llegar arriba, primera bajada técnica para llegar al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 17, Covelo do Monte, un pequeño pueblecito entre montañas.  El avituallamiento está dentro de una casa.  Todos los corredores parece que llegamos a la vez y casi no cabemos y más con el incordio de los bastones.  Uno no sabe donde ponerlos o qué hacer con ellos. Cuesta abrirse paso para comer algo pero la espera merece la pena, puesto que está muy bien servido, con una especie de bizcocho de chocolate enorme y que estaba para chuparse los dedos.  Bebo refresco de cola y relleno bidones de plástico y salgo pitando.  Creo que los bizcochos tuvieron éxito y más de un corredor se tiró más tiempo allí del previsto, dando buena cuenta de los mismos.  Por Covelo do Monte transito en 2 horas y 20 minutos, en el puesto 179 de la general.

            A partir de ahí viene, tal vez, el tramo más duro, una larga subida con gran pendiente por la ladera de una montaña.  La subida es muy técnica, con barro, piedras, hierba mojada por una senda inexistente que seguimos gracias a las balizas.  Los bastones ayudan pero en algunos tramos, por lo elevado de la pendiente, casi hay que echar las manos a tierra y ponerse casi a escalar.    Algunos corredores se paran y otros, en marcha, se colocan el impermeable porque cada vez hace más frío.   Sigo subiendo lo más rápido que pueda para no enfriarme demasiado.   Al llegar arriba, las manos no las siento por lo que hasta que no entren en calor no puedo beber ni comer.  Menos mal que esta bajada es más carrilera, aunque parte de la misma es a través de un cortafuego pero, al menos, se puede correr, eso sí con bastante viento y unas temperaturas muy bajas.

            
          Abandonamos el cortafuego y entramos en una senda rodeada de una bonita arboleda.  Se ha formado un buen grupo de corredores, los cuales casi llegamos a la par al siguiente avituallamiento, Parque da Lameira, en el kilómetro 23,5.  Mis dedos siguen congelados y apenas, si los puedo mover.  En el avituallamiento, trato de cargar un poco de agua y coger unos pastelillos con muy buena pinta.  La única forma que veo para poder cogerlos es utilizar la mano como una especie de pala excavadora.   En fin, paro muy poco tiempo porque la temperatura es demasiado baja y mis manos las sigo sintiendo congeladas.

            Reanudo la marcha y seguimos por pista forestal con mucha piedra.  Empieza a llover pero en seguida esa lluvia se traduce en granizo.  El problema es que tenemos el viento en contra y el granizo empieza a golpearnos en la cara.  Apenas si tenemos visibilidad.  La pista forestal empieza a llenarse de pequeñas bolitas blancas.  Voy solo y sigo corriendo, pero el granizo me está dificultando más de lo previsto.  Utilizo la mano izquierda, a modo de visera, para taparme los ojos y con la otra mano llevo los bastones.

            
          Por fin, dejamos atrás el granizo y seguimos bajando.  Me adelanta una pareja que me acompañará en bastantes momentos de la ultra.  El descenso es bastante largo y a una chica vestida con pantalón y camiseta negra le da tiempo para adelantarme.  No tiene unas formas muy atléticas pero corre. A todo esto, le acompaña un perro de aguas, que obviamente, también me adelanta.   Tras varios tramos por sendero corrible mezclado con otros tramos de piedras donde hay que frenarse, llegamos al final de la bajada por una senda “ex profeso” con bastante pendiente y con todo tipo de raíces.  Lo bueno del momento es que vuelve a salir el sol y mis manos se calientan y empiezo a sentirme mejor.  Apenas voy con molestias y mi ritmo me permite seguir adelantando a corredores. 

            Llegamos al río y lo cruzamos por un puente de madera. Hay mucho barro y no veo la baliza y una cuerda, junto a un terraplén enfangado y sigo la vereda, también llena de barro.  Al poco me doy cuenta que no veo baliza alguna y aún así sigo unos 100 metros más hasta que salgo a una carretera. Me he equivocado.  Lo peor es que también confundo a un grupo de 5 a 6 corredores que me siguen.  Volvemos sobre nuestros propios pasos y descubrimos, justo al lado del puente, la baliza y la cuerda que ha puesto la organización para subir por un barranco enfangado.

            
          Empezamos una nueva subida con mucho barro al principio.  Luego más pista forestal.  Apenas si recuerdo mucho de esta parte de la carrera hasta que llegamos a un nuevo avituallamiento, Corvachá, kilómetro 33,4, donde coincido otra vez con la pareja.  Relleno bidones y casi ni como.  Lo que hay no me llena demasiado.  Aprovecho para tomarme una de las barritas, muy buenas por cierto, y sigo mi camino.  Y empieza una nueva bajada con mucha piedra y terreno roto.  Y en pocos minutos, mientras bajamos, cambia de golpe el tiempo y empieza a llover.   Y con el cuidado oportuno por la lluvia bajamos por el empedrado de una aldea (Pardinhas).  De golpe el empedrado tiene mucha pendiente y cuando quiero darme cuenta doy de bruces contra el suelo.  Menos mal que caí de lado, con el muslo izquierdo y que pude soltar a tiempo los bastones.  Me levanté en seguida y pude seguir sin mayor molestia ni contratiempo.  Tan sólo varias heridas en las manos.

            Y un poco maltrecho psicológicamente por la caída comenzamos otra nueva subida con la lluvia y el barro como acompañantes. Nos encaminan por zona de canales y pequeños senderos de hierba y barro hasta que salimos a otra pequeña pedanía donde está situado un nuevo avituallamiento, Travanca do Monte, kilómetro 37,4.   El cansancio empieza a hacer mella.  Como membrillo y algún dulce, recargo agua y seguimos el ascenso a través de las calles del pueblo, donde nos cruzamos con los autóctonos del lugar que, apenas si nos prestan atención, afanados en sus quehaceres diarios.  Tal vez, se preguntarán, ¿qué hacen estos chicos/as (y no tan chicos) con bastones andando y corriendo por aquí, y con este tiempo?¿deben haber perdido la cabeza?.

            En fin, la lluvia deja paso de nuevo al frío, a la niebla y a un fuerte viento.  Entramos en una pista forestal y seguimos subiendo hasta que llegamos a una zona con grandes piedras graníticas donde el sendero de la ultra de 100 km se hace común con la ultra de 55 km.  

            
         Y empezamos el último descenso camino de Amarante.  Al principio, es un poco campo a través pero corrible, luego también por caminos y zonas pedregosas, por cauces de arroyos secos con arena y piedra.  Después cogemos nuevos senderos más transitables, atravesamos otra pedanía (Aldeia Velha) y por fin, pisamos pista forestal donde es más fácil y rápido sumar kilómetros.  Cuando empiezo a coger ritmo nos desvían por un sinuoso sendero al fondo del cauce de un arroyo caudaloso donde sólo hay hojarasca y barro. Avanzamos entre el fango, esquivando troncos de árboles y con cuidado de no caer al agua.  Luego la carrera vuelve a guiarnos por un sendero en zigzag hasta que se coloca paralela a un canal.  Por último, y ya con más cuidado, las balizas nos dirigen a uno de los lados del canal y por el filo seguimos unos metros hasta que llegamos al último avituallamiento, S. Simao de Gouveia, kilómetro 45, puesto 137 de carrera, donde puedo descansar unos segundos y dar buena cuenta de una barrita de avena.    

Y vuelta a la carga. Salimos a la carretera durante unos metros para luego girar a la izquierda transitando por un sendero muy chulo, con la pendiente adecuada para correr dejándose llevar.   Adelanto a corredores y seguimos bajando ya que el descenso es bastante largo.  Parte de la ciudad de Amarante, casas y más casas desperdigadas por varios montes y en la parte baja los recodos del río Támega y como siempre, mucho campo de cultivo sembrado de vides.


Y antes de terminar, una última subida que cuesta un poco más de la cuenta.  De nuevo la pareja, el chico espigado y la chica, me vuelven a adelantar.  Y ahora sí, por fin, afronto una última bajada atravesando alguna urbanización, pedanías varias (Oliveira, Santinho, Portela), más pista forestal hasta terminar en un sendero de tierra negra curveando con fuerte pendiente para dejarnos a las orillas del río Támega.  A partir de ahí, todo es llano pero son más kilómetros de lo que parecen y se me hacen más largos de lo previsto.  Algunos familiares avanzan al encuentro de los corredores, señal de que la meta está cerca.  Y para rematar la carrera, otra vez vuelve a llover y de golpe, se levanta un fuerte viento.  Y así, con ese temporal que ha provocado incluso la caída del arco de meta finalizo el Ultra Compressport do Marao en 8 horas y 40 minutos, en el puesto 133 de 276 que finalizaron.  Como siempre mucha alegría interior por haberlo dado todo y volver a superarme a mí mismo.  Y como premio, siempre que puedo doy buena cuenta de la comida que prepara la organización (en este caso, más pastelillos, bebida reparadora y un plato de macarrones).  Y allí, estaban mis padres, esperándome.  Me ayudaron con bastones y mochila mientras comía y me daba una ducha y fuera de la carpa, seguía lloviendo y continuaban entrando más corredores.

Tras la ducha y algo cansado, tocaba conducir unos 350 km. hasta llegar a Coria.  Y bueno, otra aventura más, la primera en Portugal.  Creo que no será la última pero si puedo evitar las autovías de pago, mucho mejor. Por cierto, esta ultra la acabó ganando un español, Isaac Riera.


           
           

           

                       

           

sábado, 10 de marzo de 2018

III TRAIL SIERRA DE AGUAS (ALORA) (53 Km. y 2600 +) 28 de enero de 2018


CRÓNICA III TRAIL ALORA SIERRA DE AGUAS
28 DE ENERO DE 2018 (53 KM Y 2600 +)

            Por tercer año consecutivo acudía a la tercera edición del Trail Sierra de Aguas, carrera muy bien presentada y organizada, hecha por corredores para corredores.  Este año cambiaban algunas partes del recorrido y el desnivel ascendía a unos 400 metros de positivo añadiendo alguna zona de sendero técnico.


           
      Tras estar parado, en lo que a carreras se refiere, desde la Ultra Maratón Costa de Almería de 9 de diciembre de 2017, arrancaba 2018 con este clásico para los corredores de trail de la provincia de Málaga y limítrofes.  Creo que a diferencia del año anterior, este año afrontaba la prueba con mejor forma física.  De hecho,llegué a meta encontrándome mucho más entero.


            La mañana del domingo 28 de enero, con algo de fresco y con las primeras luces del día, llegué a Álora.  Al llegar temprano me pude relajar tomando un café en un bar del pueblo, mientras leía tranquilamente el periódico, hasta el punto de que me olvidé de la carrera por unos minutos.

            Nos dirigimos a la plaza del pueblo, lugar de salida y meta.  Aunque hacía algo de frío, decidí salir sin el impermeable.  Ya entraría en calor al poco tiempo, como así sucedió.

            Tras pasar el puesto de control, me puse cerca del arco de salida donde estuve charlando con Juanma del Moral Parra, Nono de TRM y otros conocidos de este mundillo y a los pocos minutos se dio la salida.


            Salí a buen ritmo pero controlando la respiración.  Al poco me saludó un fiera, compañero de TRM, Isaac Ríos Reyes, que me adelantaba de modo fulgurante.   No obstante, minutos después, cuando empezaban los primeros ascensos por sendero por la zona del monte Hacho, le volví a pasar y ya no nos volvimos a ver en carrera.   Poco después me adelantó otro compañero y gran corredor, Rafael Llorente Tamayo (creo que iba por equipos), con el que hablé un poco sobre carreras pasadas y futuras. Creo que nos adelantamos unas cuantas veces.  Igualmente, algo parecido me ocurrió con otro máquina con el que ya coincidí en el Trail Sierra de Segura de 50 km, Antonio Rubio Andrade, de la Sociedad Excursionista de Málaga.   La carrera fue discurriendo de forma tranquila, con alguna molestia soportable en los gemelos. Tras pasar los dos primeros avituallamientos, Los Burritos en el kilómetro 8,5 y Fuente Ojo por Ciento en el kilómetro 18,4, llegué al punto intermedio de carrera en el pueblo de Carratraca (kilómetro 25,9), en el puesto 104 en un tiempo de 2 horas y 58 minutos, con mucha animación como siempre.  A destacar que en uno de esos avituallamientos, creo que fue en el de los Burritos, contaba con deliciosas barritas de avena que espero que también pongan para el año que viene.


            Tras el descenso de Carratraca venía la subida a la Sierra de Aguas y a la zona de los molinos de viento.  En los dos años anteriores, me atasqué bastante en este tramo pero esta vez lo hice mejor y aunque casi todo en subida, troté en bastantes tramos.  Aquí es donde nos cambiaban el recorrido y nos hacían subir a lo alto del monte para luego descender y llanear por un sendero bastante técnico.  Pero antes, cruzamos un nuevo avituallamiento, el de los Molinos en el kilómetro 32,6 donde también había suministro de las deliciosas barritas de avena.  En este sendero me adelantó otro gran corredor como Javier Portales Sepúlveda que finalizó la carrera, de menos a más, con una gran remontada.  Yo, mientras, seguí a lo mío, a seguir disfrutando del esfuerzo y la naturaleza según lo que me iban marcando las piernas.
           

            Nueva bajada por sendero técnico, varios kilómetros de carril de tierra y asfalto y segundo cambio importante en el trazado con una nueva subida por sendero. 

            Tras unos kilómetros de asfalto y pasar por el avituallamiento de los Conejitos, nos quedaban los últimos kilómetros de subida hacia el monte Hacho. Comenzó una ligera llovizna y algo de viento pero que no fueron impedimento para seguir disfrutando de la prueba y más aún, cuando venía el último cambio y tal vez el más espectacular al trazado, guiándonos a través de un sinuoso sendero entre grandes rocas y preciosos huertos naturales de hierba y árboles en flor.  


            Último avituallamiento, monte redondo, kilómetro 51 y descenso rápido hacia el pueblo.  Al final, invertí un tiempo de 6 horas y 49 minutos, en el puesto 98 de 313 que finalizaron.  Gran entrenamiento para la Transgrancanaria, dentro de varias semanas y con mejores sensaciones que el año pasado.   Ya en meta pude saludar a algunos máquinas como Victor Pimentel que ganó el año pasado y que este año tuvo que conformarse con una meritoria segunda posición.   También di la enhorabuena a Nono, de mi club Trail Running Málaga y a Antonio Rubio Andrade, por sus respectivas carreras.  Y bueno, con dos vasos de baticate cargué algo de energías y a coger el coche rumbo a casa.

           

jueves, 7 de diciembre de 2017

II EUSKAL HERRIA MENDI ERRONKA (EHME) 65 KM. y 3500 + (31 mayo 2014)

           
CRÓNICA II Euskal Herría Mendi Erronka 31 mayo 2014
65 km. y 3500 +

            Se puede decir que, la 2ª Edición de la Euskal Herría Mendi Erronka, 31 de mayo de 2014, es hasta la fecha la carrera más dura que he terminado aunque no sea la más larga, ya que la de las LXVII Millas Romanas son 100 kilómetros (mi reloj marcaba 102 Kilómetros) pero todo por carriles, muy llana y con un terreno apto para correr durante casi todo el recorrido.  Bien es verdad que desde el kilómetro 60 sufrí un fuerte dolor en ambas tibias por el que me planteé abandonar y que durante 40 kilómetros, sin poder correr y con bastante dolor, paso a paso, conseguí terminar con mucho sufrimiento.


            La verdad que, viendo el video de promoción de la primera edición daba miedo, con barro, lluvia, frío, niebla y 65 kilómetros y 3500 de desnivel positivo por esas montañas perdidas del País Vasco.   En un principio no era mi objetivo para las fechas de finales de mayo pero mi trabajo en el Ayuntamiento el fin de semana del 24 y 25 de mayo en el que se celebraba la Animal Trail en el Burgo me obligaba a buscar alguna carrera el fin de semana siguiente que me sirviera de buen entrenamiento para el Gran Trail Peñalara de finales de junio de 2014.  


            El mes de abril había sido un éxito, después de la lesión de los meses de febrero y marzo, con la finalización de las Millas Romanas, mi primera carrera de ultradistancia, la de Sierra Elvira, el trail Cara los Tajos donde me encontré bastante y bien y a mediados de mayo el Trail de Montefrío.   Una semana antes de la carrera en Navarra había hecho una nocturna con compañeros de mi club, el C.D. Trail Running Málaga, con muy malas sensaciones, pues hice 35 kilómetros, casi todos andando, y acabé con molestias en la tibia izquierda, maldita y dichosa tibia.   Y a la semana siguiente me iba a Bilbao, con Vueling, para participar en la Euskal Herría Mendi Erronka con muchos kilómetros y más desnivel.   A esas molestias se juntaba el tema de las zapatillas.  Después de más 900 kilómetros las Fuji Trabuco 2 Neutral de Asics habían cumplido y con varias roturas ni me planteaba correr con ellas.  Adquirí en Zulaica las Brooks Cascadia 9 que el podólogo considera inestables pero que todo el mundo lleva (a muchos en la EHME los vi con estas zapatillas) y que son más pisteras y, por recomendación de Pedro, de la tienda de Triaworld, las Dinafyt Pantera, zapatillas más montañeras con las que si pretendía y de hecho, con ellas corrí el Gran Trail Peñalara.


La cuestión es que cuando me presento en Leitza el día antes de la carrera, mis pies han corrido con las Brooks Cascadia 9 más de 65 kilómetros y con las Dinafyt Pantera un total de 0 kilómetros ya que las acababa de recibir ¿Qué hacer?  Por suerte, pude llevarme las dos al viaje.  Las Dinafyt puestas y las Brooks en la maleta. 


Durante esas semanas se agotaron las inscripciones, 700 inscritos, y con la presencia de uno de los mejores corredores por montaña de todos los tiempos, Marco Olmo.   La carrera era y es atractiva y el precio de inscripción bastante asequible, en comparación con otras, 50 €uros, y lo más importante, si conseguía terminarla iba a lograr mis primeros 2 puntos para poder acceder a las carreras de The Nort Face en el Mont Blanc.  Estudié bien el recorrido, los puntos de avituallamiento, lo que iba a llevar, la mochila, geles, etc.  En cada carrera se aprenden nuevas cosas y se va adquiriendo experiencia tanto por lo que a uno le sucede como por lo que ve.


En cuanto al viaje, la verdad que todo salió a pedir de boca.  Volé con Vueling hasta el aeropuerto de Bilbao.  Allí, en la compañía Hertz alquilé un coche, un Seat Altea Xl diesel.  Salí del aeropuerto con intención de no pagar peaje en ninguna autopista y como iba con tiempo, la verdad que lo conseguí.  Salí de la A-8 por una nacional dirección a Vitoria, subiendo el Gorbea y luego la A-1 hasta enlazar con la A-15 dirección a Francia, San Sebastián y Sierra de Aralar.  El día amaneció nublado y con una temperatura agradable.   Desde la autovía, la Sierra de Aralar se presenta espectacular.  Crucé los desvíos de Gorriti, Lekunberri, etc. que ya me sonaban por el rutómetro de la carrera.  Al llegar a Leitza me sorprendí al descubrir un pequeño pueblo industrial, sin apenas gente, fábricas de papelería y resina.  Las vistas eran muy bonitas, un pequeño valle de un verde intenso rodeado de montañas cubiertas de niebla.


El hotel lo tenía en Ezkurra, a unos 10 kilómetros, pero antes de dirigirme decidí darme un paseo por el pueblo.  Realicé unas fotos a la plaza principal, subí a una iglesia y luego me acerqué a un supermercado a comprar unos plátanos.   El ambiente en la zona era muy húmedo.  Estaba claro que nos íbamos a encontrar mucho barro.


Ezkurra es un pequeño pueblo de muy pocos habitantes al que se llega siguiendo una sinuosa carretera pero rodeada de unos parajes dignos de admiración.  Allí me dirigí con mi vehículo de alquiler.  Por la tarde, pasé a recoger el dorsal donde me entregaron una botella de vino y un cartón de caldo Aneto que no me iba a poder llevar en el avión.  Luego me tomé un café y asistí a al video y la “charla” de Marco Olmo que participaba al día siguiente en la carrera.
 

En cuanto a la carrera en sí.  En primer lugar destacar el gran ambiente que había en la plaza de Leitza.  Hubo prolegómenos varios, entre ellos los típicos bailes del folklore vasco y la presentación de los dos corredores más emblemáticos, Iker Carrera y Marco Olmo.  La temperatura era agradable.  Decidí correr con el impermeable Salomón Bonatti porque amenazaba lluvia y de hecho nos llovió varias veces a lo largo del día.  Como iba a la carrera con muchas reservas (zapatillas nuevas, sin saber como me iba a responder la tibia izquierda y corriendo por una zona totalmente desconocida con lluvia y mucho barro y la carrera con el mayor desnivel hasta la fecha) tenía claro que iba a salir atrás y muy tranquilo.


La Mendi Erronka es una ultra técnica que sale y finaliza en el pueblo navarro de Leitza y que con sus 65 km. y 3500 + atraviesa la sierra de Aralar, coronando entre otros, los altos de Irumugarrieta (1413 m.) y Artxueta (1291 m.), este último al lado de San Miguel de Aralar y pasando por los siguientes municipios:LEITZA-GURATZ-GORRITI-ARRIBE-GAINTZA-IRUMUGARRIETA-ALBIARTXUETA-LEKUNBERRI-ETXARRRI-IREBER-KORNIETA-LEITZA.


A las ocho en punto salimos con mucho ambiente en el pueblo, con las calles húmedas por la lluvia y tras un kilómetro por las calles se forma el primer y único tapón de entrada en la primera subida al monte, tapón que también se había formando en la primera edición y que va a propiciar una gran polémica ya que en el kilómetro 27 hay un corte muy estricto de 5 horas que va a provocar que la organización expulse de la carrera a casi 200 corredores por no superar ese corte horario.  En mi caso, lo superé por varios minutos. 

En fin, poco a poco nos vamos adentrando por un sendero, en fila india, con lluvia y con la hierba húmeda, ascendiendo por un frondoso bosque.  Grandes árboles flanquean el sendero en un bosque frondoso y sombrío.  Algunos corredores se paraban a hacer fotos por la espectacularidad del mismo, parecía irreal o de cuento de hadas.   Sufrí un resbalón y me puse perdido de barro pero tras el disgusto inicial pensé que lo importante era que no me había pasado nada.   Enseguida me dí cuenta que la mayoría de los corredores llevaban bastones.  En esta primera ascensión algunos cogían cualquier palo que hallaban en el camino para que le sirviera de apoyo ya que cuando la zona se inclinaba mucho, entre el barro y la hierba, avanzar se hacía muy costoso por los continuos resbalones.   Los que llevaban bastones avanzaban, dentro de la dificultad, algo mejor.  En muchas ocasiones había que salirse del sendero y tirar campo a través por que de tantas pisadas se formaba un gran barrizal por donde apenas ya se podía subir.


Llegamos a la primera bajada por el mismo bosque, por un camino cubierto de hojas en el que no sabía donde pisabas pero la gente bajaba como loca.  Más o menos así discurrieron los primeros kilómetros, con mucho barro, con lluvia y con cuidado de no caerme.  Esto último no lo pude lograr ya que, tras la primera caída, sufrí un segundo resbalón que me dejó por unos instantes noqueado al chocar mi pecho contra el tronco de un árbol.  Por un instante, sentí como que me quedaba sin respiración.  El golpe fue bastante fuerte y tardé casi dos semanas en recuperarme.  En el momento de la carrera me palpé y aunque me dolió, decidí seguir e irme observando a ver como evolucionaba. La verdad que no soy muy habilidoso y las zonas técnicas me ralentizan.  La cuestión es que la dificultad estaba más en saber desenvolverse entre tanto barrizal.  Recuerdo que en los primeros kilómetros otro corredor sobre zona de piedras y pizarra dio un costalazo de consideración.  Tal vez tuvo suerte porque al caer de espalda, la mochila algo le pudo amortiguar.   Hay veces que pienso que, por suerte, casi nunca pasa nada en comparación con lo qué podría ocurrir.


El primer punto de control se encontraba sobre el kilómetro 15, en el avituallamiento de Gaintza, que crucé en un tiempo de 2 horas y 31 minutos.  A partir de ahí, venía el kilómetro vertical con la subida al alto de Irumugarrieta.   La subida me resultó especialmente dura por el desnivel y el barro y se agradecían los ánimos de la gente en los inicios asfaltados de la ascensión.  El inicio era casi campo a través.  Imposible subir por el sendero que estaba intransitable por el barro. Luego el desnivel se hizo más llevadero hasta que llegamos a la parte alta con mucha piedra y niebla. A mi modo de ver, era la zona más difícil y técnica de la carrera.  Pasé por el pico en 3 horas y 57 minutos. A partir de esa dura subida, había un falso llano largo por zona de piedras primero y luego más fácil por hierba.  El paisaje seguía siendo de alta montaña.


Al llegar al siguiente avituallamiento nos metieron prisa porque quedaba poco para el corte del kilómetro 27.  Por suerte, pude superarlo por poco tiempo.  Como dije antes, en este corte la organización excluyó de la carrera a casi 200 corredores.  

Tras cruzarlo, una nueva subida, más asequible, en dirección al santuario de San Miguel de Aralar donde se encontraba un nuevo avituallamiento y un gran número de gente animando.  Recuerdo que en la bajada sufrí un nuevo resbalón sin consecuencias, a pesar de que estaba todo plagado de piedras de todos los tamaños y formas. Por suerte, tuve tiempo de apoyar la mano izquierda.

Después del santuario había un sendero con mucha piedra y barro. Se podía correr pero con mucho cuidado.  Luego el sendero se transformaba en un gran barrizal en un inmenso bosque sombrío.  Recuerdo algunos lugares donde era imposible no caerse.  Había que agarrarse a las ramas o a los troncos de los árboles para poder bajar.

Y al fin, la ultra abandonaba las zonas técnicas para encauzarnos por carril compacto donde después de lo pasado, correr tranquilo, sin mirar al suelo, se volvía una gozada.  Y al cabo de 7 horas y 32 minutos llegaba al avituallamiento de Lekunberri, sobre el kilómetro 45 aproximadamente.  Había de todo pero apenas si comí algo.  Con la experiencia que me han dado las “ultras” posteriores, creo que un plato de macarrones no me hubiese venido mal. 

Reinicié la marcha bastante tranquilo, consciente de haber superado lo peor de la Mendi Erronka.  El golpe en el pecho me seguía molestando pero era llevadero.  Además, se agradecía que ya hubiera escampado y que los rayos de sol, tímidamente, hicieran, de vez en cuando, acto de presencia.  El paisaje seguía siendo precioso, muy verde y bucólico, pero ya no era zona de alta montaña y había más tierras cultivadas.

En estos kilómetros de carril, con alguna bajada pero sobre todo, falsos llanos y alguna dura subida, entablé relación con otros dos corredores vascos y durante un buen rato estuvimos hablando sobre el mundillo de las “ultras”.

Faltando poco para terminar venía otra ascensión, no muy pronunciada.  Recuerdo que había un cresteo técnico y que la niebla, muy tupida, nos cambió el paisaje y la mentalidad.  Lo bueno es que la ultra Mendi Erronka siempre la recordaré como una de las carreras mejor balizadas que he finalizado.  Era imposible perderse.  Tras atravesar varios llanos, algún sendero de tierra negra con mucho barro y piedras, saltar la valla de una finca donde descansaban las vacas sin dejarse una zapatilla en el fango, pude, al fin, enfilar, los últimos kilómetros por otro sendero de barro y piedras, flanqueado por muros de piedra, muy sombrío, en dirección a Leitza.  


En la llegada a meta pude apretar los dientes y correr bastante rápido.  Tras 11 horas, 1 minuto y 25 segundos pude terminar mi primera gran ultra en el puesto 372 de 442 que la finalizaron, y jaleado por el numeroso público congregado en esos últimos metros.  En fin, una gran carrera en un territorio donde la gente vive de una manera muy especial este tipo de pruebas. 
Por lo demás, todo bien, me recuperé en menos de dos semanas del golpe en el pecho y mis pies se adaptaron perfectamente a las Dinafyt Pantera con las que hice, entre otras, el Gran Trail Peñalara, la Vuelta al Aneto y la OCC Mont Blanc, todas en el verano de 2014.

Por cierto, en aquella edición la carrera se la llevó Iker Carrera en categoría masculina y Leire Fernández Abete en categoría femenina.