lunes, 7 de noviembre de 2016

IV ULTRA TRAIL GRAN VUELTA VALLE DEL GENAL (29 Y 30 DE OCTUBRE DE 2016) 125 KILÓMETROS Y 6200 +

CRÓNICA ULTRA TRAIL GRAN VUELTA VALLE DEL GENAL 29 y 30 OCTUBRE DE 2016 – 125 kilómetros y 6200 +.

            Por segunda vez participaba en esta gran prueba, ya consolidada a nivel de Andalucía, incluso nacional con sus 125 kilómetros y 12400 de desnivel acumulados (6200 +). Esta es la IV edición.  Ya participé y con bastante buen resultado, al menos para mi nivel, en el año 2014 terminando en el puesto 45 de la general absoluta en 21 horas y 27 minutos, pero creo que la carrera de este año ha sido más dura, más técnica y con mayor desnivel positivo.

            Por otro lado, esta carrera a su vez ha sido el tercer campeonato de Andalucía de Ultras de montaña siendo igualmente mi tercera participación.  El resultado, en lo que a posiciones se refiere ha sido bastante peor que los anteriores.  Puesto 97 de la general absoluta de los 260 que consiguieron finalizar en 22 horas justas.  Tal vez haya influido que había más nivel porque esta carrera también era la tercera y última prueba del Campeonato de España de Ultra Trail.


            En cuanto a la carrera en si, decir que tras la UTMB de finales de agosto pasé un mes de septiembre con muy pocos entrenamientos y si mucha bicicleta no llegando a estar recuperado del todo en el Maratón Ultra Trail Madrid de Cercedilla, a pesar de que salí más o menos contento.  Tras la carrera pensaba que el proceso de recuperación había finalizado o faltaba poco, pero no fue así.  El mes de octubre me deparó molestias varias, primero en la zona del piramidal que pasó rápido (una semana) y luego en los gemelos de la pierna izquierda que no me permitieron acudir a la Cxm de Olvera del 15 de octubre a la que me había inscrito.  El sábado anterior a la ultra (22 de octubre) salí por los montes de Málaga a probarme y tras 22 kilómetros noté que la molestia no había desaparecido. ¿Cómo iba a afrontar una prueba de 125 km. y más de 6000 +?  Toda una incógnita y además con muy poco entrenamiento en las últimas semanas. Lo mismo aguantaba que me retiraba a los pocos kilómetros o bien, forzar e intentar acabarla andando.  Además, como siempre, mi lesión crónica en los isquiotibiales de la pierna izquierda que, aunque con algo de dolor, me dejan correr.

            El viernes por la tarde salimos de Málaga, junto con Angel Ortiz y anocheciendo nos presentamos en Gaucín.  Como iba a pasar la noche en suelo duro, dejé colchón y saco de dormir en el gimnasio habilitado para los corredores y nos dirigimos a recoger el dorsal.    Mucho ambiente en la nave donde habían concentrado la línea de meta, feria del corredor, bar, etc.  Saludé a los compañeros de Trail Running Málaga que iban a hacerla en equipo (David y Curro Amores), a José (ni un paso atrás), Victor Pimentel y a alguno más.   Con dorsal (nº 33) y baliza en la mano volví al gimnasio a intentar pasar la noche en un espacio no muy grande donde se concentraban más de 50 o 60 corredores que iban a las distintas pruebas: la Ultra que salía a las 6 de la mañana, la Ultra por equipos y en relevos que salía a las ocho y por último, el trail cuya hora de salida era más tarde.
            Tras preparar la logística, baliza incluida, y comer algo, me introduje en el saco de dormir y aunque no mucho (frontales, pisadas, ruidos de colchonetas y esterillas, etc.) algo dormí.  No siempre, pero de vez en cuando y también por ahorrarse algún euro, trato de darle más aventura a la carrera aun sabiendo que no voy a ser capaz de dormir mucho.  ¡Cómo envidio (sana ¡ehh!) a esos que se ponen a roncar a pierna suelta a los cinco minutos!  En fin, a las 4 de la mañana “tocó diana” (vamos, que encendieron luces en el gimnasio) y casi todo el mundo empezó a prepararse para la batalla.  Algunos no iban a nuestra carrera y se vieron bastante fastidiados.

           
            No hacía mucho frío y la mañana parecía más tranquila de lo que se preveía.  La experiencia de las carreras me va diciendo que los días nublados con algo de llovizna son los mejores para afrontar estas pruebas tan largas.  El calor te acaba matando, como así fue.

            En línea de salida, el ambiente, como en el año 2014, espectacular.  Saludé a Nono y Antonio Bulla, dos máquinas del Trail Running Málaga, a Antonio Pozo, gran montañero y mejor persona y a algunos más.  Allí, estaba, como no el gran Chito Speacker que ameniza la salida y la meta de gran parte de las carreras de montaña por Málaga y allá donde le llamen.  Faltando pocos minutos para la salida, todos los corredores encendimos frontales.  Se leyó una poesía y sobre las 6,10 horas de la mañana, salió el pelotón de ultreros desde Gaucín.   Los primeros kilómetros siempre son frenéticos.  Las fuerzas están intactas y el sendero es estrecho por lo que muchos corredores tratan de adelantar para situarse mejor. 

Tras dar la vuelta al castillo de Gaucín empieza una bajada bastante técnica por un sendero con mucha piedra.  Decido bajar tranquilo.  Detrás mías se colocan Bulla y Nono y el resto de su equipo y juntos hacemos el descenso.  Al finalizar la bajada empieza una zona de carril.  Voy bien de respiración pero el isquiotibial empieza a darme más guerra de la cuenta.  Por ahora, los gemelos de la pierna izquierda van bien.
Por esta zona me pasa Silvia Marfil, una auténtica jabata.  Nos saludamos.   Intento seguirla.   Empieza el primer gran cortafuego.   Toca clavar bastones y medir mucho el esfuerzo.   La pendiente es brutal.  Me encuentro bien y avanzo.  Atrás quedo al equipo de Bulla y compañía. 


Llego arriba y enseguida una bajada rápida para llegar al primer avituallamiento, Las Corchas.  Ahora comienza una bajada muy rápida por carril.  Como tengo que alargar la zancada, la tensión de los isquiotibiales de la pierna izquierda aumenta.    Me pasa Mercedes Pila y Noelia Camacho, dos de las mejores corredoras que, por lo visto, se habían perdido y estaban recuperando posiciones.  Al rato, me adelanta de nuevo Silvia Marfil, acompañada por Silvia Hidalgo.    En esta bajada nos va amaneciendo.   Parece que vamos a tener un día nublado.   El ritmo de “las Silvias” es superior al mío.  Por esa zona adelanto a Gonzalo Zea al que acompañaré durante unos cuantos kilómetros.  Tras la bajada al río, subida hasta llegar a Genalguacil, kilómetro 21 de carrera y sigo sin problemas en los gemelos.  Y yo que pensaba que no iba a poder concluirla.  A Silvia Hidalgo la adelanto en la subida a Genalguacil pero a Silvia Marfil ya no la volveré a ver más.  Una máquina. Creo que la ha terminado en poco más de 20 horas.
Hay algo que me gusta mucho en esta carrera y son los mensajes de ánimo que te van dejando al entrar en los pueblos.  Creo que fue en Jubrique o Genalguacil donde leí uno que me ayudó a sobrellevar la carrera y que resonó con fuerza en los malos momentos y que venía a decir que mientras puedas, intenta correr y si ya no puedes correr, anda pero nunca te rindas.  Básicamente, fue lo que hice, no rendirme.
El siguiente tramo es corto y llano por carril hasta Jubrique y a partir de ahí, empieza una de las partes más duras de la ultra, la subida al Jardón.  Dejamos Jubrique y tras una zona de sendero, empieza el carril.   Sopla un viento fuerte y fresco.  Me empiezo a encontrar solo.  Me adelanta Gonzalo Zea al que ya no le volveré a ver más.  Al doblar una curva, ¡sorpresa!.  Han cambiado el perfil de 2014 y nos han preparado un estupendo cortafuego con un desnivel bestial.  De nuevo, toca controlar respiración, clavar bastones y medir los esfuerzos.   Al llegar arriba nos han preparado una especie de “cresteo”, a veces por camino, otra por cortafuego hasta llegar al siguiente avituallamiento, en lo alto del Jardón, kilómetro 35. 
En estos kilómetros la temperatura es fresca, sopla bastante viento y hay niebla baja.  Aunque me pasan algunos corredores, me encuentro bien y siento que estoy disfrutando.  Parece que las molestias de los isquiotibiales disminuyen y la pantorrilla de la pierna izquierda aguanta.  Tras el Jardón, bajada de unos cuatro kilómetros hasta Pujerra donde como carne de membrillo y bebo refresco de cola.  En este avituallamiento hay bastantes corredores esperando para hacer el primer relevo.  Por la fiesta de la castaña de Pujerra no llegamos a entrar al pueblo y en seguida nos desvían a la derecha para coger una zona de carril con bastante subida.



Este tramo de Pujerra a Igualeja, de unos 10 kilómetros, es uno de los que más me gustan.  Pasas por zonas sombrías, con enormes castaños, con senderos cubiertos de hojas y todo ello, rodeado del típico amarillo otoñal que todo lo cubre.    De hecho, nos cruzamos con gran cantidad de senderistas y recolectores de castañas.  Las nubes van despareciendo y el día cada vez va avanzando y con ello el calor.      Sigo realizando mi carrera, a mi aire, sin seguir el ritmo de nadie.  Algunos me pasan y posteriormente los vuelvo a adelantar.   En Igualeja (kilómetro 50), aproximadamente sobre las 13 horas y algunos minutos del mediodía, tras atravesar todo el pueblo, llego avituallamiento donde como fruta e isotónica y sigo mi camino.  La gente del pueblo nos anima.  Es la hora de comer y ahí mucha gente en la calle.  La molestia de los isquiotibiales parece que ha remitido pero el calor sigue apretando.  Aún así, creo que este uno de los tramos donde mejor me encuentro.  Subo todavía con fuerzas.  Después de tantos kilómetros parece que la contractura en los gemelos de la pierna izquierda no ha llegado a aparecer.  Toco madera.

El siguiente pueblo es Parauta donde apenas si paro.  La chica del avituallamiento nos anima diciendo que vamos entre los 50 mejores.  Me animo y bajo con fuerza y con bastante ritmo hacia el río Genal, adelantando, tal vez, a unos diez corredores.  Tras cruzar el río empieza la subida  a Cartajima.  En esta subida sufro el bajón más fuerte de la Ultra.  Creo que me dio un golpe de calor.  Sentí escalofríos y se me cerró el estómago.  De repente, de ir muy bien paso a no tener fuerzas para subir.  Me empiezan a pasar corredores. Mentalmente me vine un poco abajo.   Además, ahora venía la zona de los Riscos, la más técnica.   Bueno, ya pasará el mal rato.  Deseando que anochezca pero todavía queda bastante.  A diferencia de otras carreras, donde consigo recuperarme bastante, en esta ocasión no fue así, y ni siquiera el fresco de la noche me dio ese impulso que necesitaba.

Aún así, atravieso la zona de los Riscos y me voy animando porque se acerca el punto intermedio de la carrera, Juzcar y ya son casi 70 kilómetros los que acumulamos a las espaldas. No obstante, noto que ya no voy tan bien como hasta Parauta, sobre todo en las subidas.   El golpe de calor me ha hecho mella.  
Antes de llegar al pueblo azul me pierdo con otros tres corredores.  No son muchos minutos pero fastidia.   En el “pueblo pitufo”, como un plato de macarrones con atún y tomate.  Es el avituallamiento con mayor animación.  Descanso unos 20 minutos y salgo con destino a Faraján. 
Tras pasar Juzcar se une un nuevo problema.  Siento pesadez de estómago.  Corro buenos tramos pero no voy a gusto y las fuerzas ya me flaquean.  En las subidas sufro bastante.   Este tramo es bastante bonito, al menos para mí. Estoy en el centro del valle, rodeado de castaños y moteado por los pequeños pueblos blancos.  Dejas a la izquierda la Real Fábrica de hoja de lata de San Miguel y vas paralelo al río.  Una chica vestida de rosa se pega detrás de mí y juntos hacemos el camino hasta de subida hasta Faraján.  Bebo refresco de cola y como algo pero sin ganas.  La pesadez de estómago continúa.   
Tras Faraján hay una fuerte bajada en la que me vuelvo a perder.  Son unos minutos pero uno ya no está para regalar metros.  En fin, bajamos corriendo y avanzamos rápido en zonas llanas pero en seguida vienen nuevos senderos y muchos con una gran pendiente.  Siguen pasándome corredores.  En las subidas no puedo seguirles el ritmo.   Trato de que no me afecte.   La chica me adelanta y junto con un grupo me dejan atrás.  Algunos corredores empiezan a tener problemas.  Un chaval lleva los cuadriceps sobrecargados y no puede correr.  Algo parecido sufrí en la UTMB y lo entiendo.  En esta ocasión, los cuadriceps no me están dando guerra pero la mente siempre trata de buscar excusas para detenerte.  No llevas ritmo, me dice.  Vas muy lento y por eso te adelantan.  Y el problema es que no se puede desconectar.  Y por qué haces carreras tan largas?, me dice.  ¿No te das cuenta que se sufres mucho?. 


De esta guisa seguimos avanzando, subiendo por sinuosos senderos hasta llegar al siguiente avituallamiento, Alpandeire y kilómetro 81 de carrera.  Ya hace más fresco.  Este avituallamiento está poco surtido.  Buscaba café o refresco de cola pero no hay nada de eso.   Caldo, dátiles y unos “dulces” extraños de color azul que no me entran por los ojos.  Como fruta y agua y a seguir haciendo camino.   En Alpandeire también hay muchos corredores, ya que es el segundo punto de la carrera por relevos.  Ya va anocheciendo.  Ahora viene un tramo bastante largo de descenso por carril.  Me pongo a trotar y me animo.  Lo hago del tirón.  Aún así, la pesadez de estomago me limita un poco.   Ya es noche cerrada, noche muy oscura sin atisbo de luz. La luz de la luna es inexistente. Solo los frontales nos iluminan.  A lo largo de estos tramos he ido coincidiendo con algunos corredores a los que adelanto y me vuelven a adelantar.  De hecho, en este tramo adelanto a unos cuantos, entre ellos a la chica de rosa con la que hice el tramo de Juzcar a Faraján. Hay un dúo totalmente reconocible ya que van escuchando música, tal vez a través del móvil.   Nos saludamos cada vez que nos vemos pero cada uno sigue su ritmo. El perfil de dientes de la Ultra nos sigue diciendo que todo lo que baja al río, luego sube al siguiente pueblo y así es.   Llego a Atajate, tras una larga cuesta por asfalto, bastante reventado.  Me siento unos minutos y me tomo varios vasos de refresco de cola.  Cargo agua e isotónica y vuelvo a salir.  Las horas se acumulan al igual que el cansancio.   Cada vez corro con menos fuerza pero la cuestión es no parar.  La pesadez de estómago no cesa.

Los siguientes pueblos median entre ellos una distancia aproximada de unos 5 kilómetros pero el tránsito entre pueblo y el siguiente avituallamiento se me hacen eternos.    Todos destacan iluminados y parece que están relativamente cerca pero es un espejismo, en este caso, nocturno.  Parece que el pueblo siempre se va alejando, que nunca llegas a alcanzarlo y cuando crees que ya estás cerca, te hacen girar a la izquierda y de pronto, desaparece y te obligan a dar un nuevo rodeo y entonces las luces de un pueblo se confunden con las de otro y te sientes perdido.
Cada vez me pasan menos corredores de la ultra y si algunos de la prueba por relevos que, obviamente, van con mucha más fuerza. 
A pesar del fresco de la noche, no consigo sentirme mejor.  No logro remontar y siento que las fuerzas me van abandonando.  Con mucho esfuerzo y pundonor llego a Benadalid, kilómetro 96 de carrera.  Me siento un rato, apenas unos minutos.  Me como un trozo de empanadilla que me sabe a gloria.  Pido café pero decido no tomarlo.  Vuelvo a encontrarme con el dúo musical.   Tomo refresco de cola, cargo agua y emprendo la marcha.    En este tramo, dirección a Benalauría, nos tienen preparado una sorpresa, una subida brutal primero por sendero y luego por carril de asfalto que a estas alturas resulta un infierno.   Mentalmente voy tocado. Maldices todas las ultras del mundo y te dices que, ni una más, o como mucho, no más de 50 kilómetros.   El problema es que a los cinco minutos que has terminado, ese sufrimiento se ha volatilizado y con el “subidón” que tienes al llegar a meta, ya estás pensando en la siguiente.

En este tramo, mal que bien, también corro siempre que el camino pica hacia abajo.  Sigo sufriendo en las subidas.    Al fin llegamos a Benalauría donde nos reciben las gentes del pueblo ubicadas en la plaza, bastante abrigados.   Ya es de madrugada.  El reloj se me ha parado y decido no cambiarle la pila.  La isotónica ya no me entra.  Sólo me apetece refresco de cola pero bebo poco para no excederme (sólo un vaso).  Hay melón pero apenas lo pruebo.  Eso sí, trato de beber bastante agua.  Aun sufriendo me voy animando porque los kilómetros van pasando y sigo… no me rindo.  Los problemas estomacales continúan y hay veces que siento como si fuera a vomitar pero sólo se queda en un amago. 
Tras cinco kilómetros más atravieso el avituallamiento de Algatocín, kilómetro 107, y ya siento que la carrera es mía, que ésta la termino como otras tantas pero con el mismo sufrimiento o más.  En Algatocín me colocan en la mochila una pinza con el nombre del pueblo.  A pesar de las horas de la madrugada, están de muy buen ánimo y te reciben con mucho cariño.

Sólo me restan unos 13 kilómetros para terminar.    Ya no tengo fuerzas para correr y decido andar lo más rápido que pueda.  Las piernas las siento muy cargadas y el cansancio me duele.    A pesar de ir andando, casi nadie me adelanta, ni siquiera los de la carrera de relevos.  A lo lejos veo frontales, voces, pero nadie cerca en la noche, sólo mis propias pisadas y la respiración jadeante me acompañan.  Bueno, muchas veces, también los ladridos de los perros.  Creo que se sienten confundidos ante tantas luces que viene y van. ¿Qué pasa esta noche? Y como un perro se ponga a ladrar, los demás le acompañan.  Una sinfonía de ladridos.
 A veces, alguna mariposa se acerca al frontal, en otras se enturbia la visión por el relente.
Llego a Benarrabá, último avituallamiento.  Bebo un vaso de refresco de cola fría que me bebo con agrado.  Me siento unos minutos.  Este es el tramo final de los relevos, donde sale el equipo completo.  El cansancio invade todo mi cuerpo pero hay que levantarse y continuar.   Al poco de salir, tengo que cambiar el frontal.  A los pocos minutos me adelantan Bulla, Nono y Angel Ortiz y algunos más que van en equipo.   Me saludan y me animan pero no puedo seguirles el ritmo.  Ni siquiera lo intento. 
Una chica se coloca detrás de mí y juntos realizamos parte de la ascensión.  Luego me deja atrás y le sigo la estela del frontal y la luz roja intermitente mientras se aleja. Al cabo de un rato la vuelvo a ver parada en medio de la oscuridad.  Parece que tiene problemas.  Está cambiando las pilas al frontal y no puede. Me paro y la ilumino con el mío.   Se pone algo nerviosa, cree que ha colocado mal las pilas.  Se agobia porque me está reteniendo.  Le digo que no se preocupe, que unos minutos más dan lo mismo.  Al final, parece que se le ha roto.  Me pide si puede ir conmigo.  Faltaría más.  De nuevo, juntos, seguimos el duro ascenso final.  Ya hemos abandonado el sendero y ahora es más tendido por el carril.  Al cabo de un tiempo, un chico nos adelanta.  Es extranjero, tal vez francés.  Va más rápido y la chica me da las gracias pero que todavía tiene piernas y prefiere seguirle a  él.  Totalmente comprensible, esto es ante todo una carrera.   
Por fin, llegamos al final de la subida y ahora es todo para abajo.  Tal vez queden unos 5 kilómetros.  Poco a poco me voy animando.  Ya estoy cerca.  Las molestias parece que van remitiendo.  Incluso me animo a correr.  Al final, todo es mental.  El tramo es por un sendero zigzagueante que ya conocía de la edición de 2014.  Gaucín se va acercando.  La meta se va acercando.  Ya no hay dolor o si, pero se ha solapado.  A lo lejos veo algunos frontales que se acercan.  Empiezo a correr más rápido.  Éstos ya no me cogen, me animo.  De hecho, incluso, adelanto a un corredor ya entrando en el pueblo.  Giro a la izquierda y tras un fuerte repecho, el arco de meta.  Despliego la bandera de Trail Running Málaga, como siempre, ya como una especie de ritual.  Lástima que no haya un fotógrafo que retrate el momento. Espero equivocarme.  Son las 4 de la madrugada y hay poca gente en meta pero soy feliz porque a pesar de todo, he seguido luchando y no me he rendido.  Han sido 22 horas de carrera y mucho sufrimiento acumulado.
Me colocan una medalla al cuello y me entregan un polo de finisher, bastante chulo, por cierto.  Me saluda la chica del frontal.
Me siento a comer un plato de macarrones y una cerveza sin alcohol. Me lo he ganado.  Saludo a algunos corredores.  Entrego la baliza y recojo la fianza, la tarjeta federativa y la bolsa de Juzcar, y así, cansado y algo entumecido atravieso el pueblo de Gaucín en dirección al gimnasio.  Al final, me han respetado los isquiotibiales de la pierna izquierda y los gemelos.  Lástima el golpe de calor y los problemas estomacales.  A ver si en otra estoy mejor.
Ducha y al saco de dormir.  Ahora si que me dormí a los cinco minutos. Y ya pensando en la siguiente.  Haría Extreme Lanzarote: 102 kilómetros por terreno volcánico.  Espero disfrutarla y sufrirla.
En fin, enhorabuena a los finisher de esta dura carrera y a aquellos que lo intentaron.  Al año que viene volverán, seguro. 
La primera vez que repito una ultra y no es precisamente de las pequeñas.