2017 - III ULTRA TRAIL PICOS DE EUROPA (55 KM Y 4300+) 13 MAYO DE 2017


CRÓNICA III ULTRA TRAIL PICOS DE EUROPA (55 km y 4300 +)
Benia de Onis – 13 de mayo de 2017

            Esta carrera se presentaba justo tres semanas después de Penyagolosa por lo que la recuperación iba a ir bastante justa.  Durante esas semanas, realicé varias tiradas de no más de 18 kilómetros cada una y otras cuántas en bicicleta de carretera entre los 62 y los 76 kilómetros.

            A la vista de los videos (descensos verticales, barro y zonas de nieve) y diversas crónicas, la verdad es que le tenía bastante respeto.  Si a eso le unimos que la climatología, los días previos, parecía que no iba acompañar, la ultra se presentaba como una prueba técnica, con mucho desnivel, tanto de subida como de bajada, y bastante dureza y por supuesto, barro, mucho barro.  Sobre todo me preocupaba el descenso del canal de Culiembru y la ascensión por el canal de Trea.  Me gusta correr por montañas por la sensación de libertad que supone pero reconozco que no tengo mucha técnica y que tampoco soy muy rápido, por lo que en este tipo de carreras me ralentizo más que otros corredores que, en zona de muchas piedras, descienden mejor que uno.  Además, en esta carrera iba a probar unas nuevas zapatillas con la incertidumbre que eso puede suponer.  Se trata de las Mafate Speed 2 con suela Vibram.  Supuestamente deben agarrar bastante bien, por lo menos cuentan con unos buenos tacos.

            Una semana antes de la ultra, la organización nos comunicó que no se subía al pico Jultayu (1940 m.) por lo que nos restaban un 300 metros de desnivel positivo que siempre son bienvenidos (una ayudita nunca viene mal).

            Esta carrera también era bastante especial porque desde que se abrieran inscripciones, unos cuántos compañeros de mi club, TRAIL RUNNING MÁLAGA, decidieron inscribirse, así como alguno del ALPINO BENALMADENA y, posteriormente, del Atletismo Nerja.  En total, 11 corredores de la provincia de Málaga, la mayoría del TRAIL RUNNING MÁLAGA viajarían a Asturias a sufrir y disfrutar de esa alpina Ultra de Picos de Europa el día 13 de mayo de 2017.



            La mayoría decidió reservar vuelo y alquilar casa.  En mi caso, y dado que buena parte de mi familia vive en Coria (Cáceres) decidí tomarla como una buena excusa para pasar a ver a la familia y proponerles una excusión a la zona de Covadonga.  Mis padres aceptaron, a pesar de la paliza que supone y de algún que otro madrugón, de lo cual siempre les estoy eternamente agradecido.  Ya son unas cuántas en la que me han acompañado y espero que haya unas cuántas más.

            El jueves por la tarde, con mucha lluvia por el camino, salí de Málaga en dirección a Coria (Cáceres) y el viernes, un poco antes de las 9 de la mañana, también con algo de llovizna, retomamos el camino hacia Cangas de Onis donde teníamos el alojamiento.    A la llegada, entre verdes montañas, un fuerte aguacero nos recibió en este bonito y turístico pueblo y tras alojarnos, nos dirigimos hacia Benia de Onis a recoger el dorsal.

            En un pabellón abierto la organización tenía montado los stand con los dorsales para las distintas carreras (55, 33 y 22 km) y la feria del corredor.  Allí saludé a todos los integrantes de la expedición malagueña: Salva Rosado, Curro Amores, Miguel Ángel Campos (Nolly), Gustavo, Antonio Pozo, Oliver, Iván Martín, José Enrique Romero, Angel Accino y Javier Martín.  Tras las fotos de rigor, entre ellas, una con una gran corredora y ultrera como Nerea Martínez y sobre las 20 horas, justo antes del inicio de la charla técnica, volvimos a Cangas de Onis para descansar.  Todos comentamos que las previsiones meteorológicas daban lluvia por la tarde pero que por la mañana nos respetaría el tiempo.

           
            Como casi siempre no dormí bien.  En esta ocasión, la causa se debió a que desde mi habitación se escuchaba mucho ruido de la calle. 
            En fin, al día siguiente, sobre las 6,30 de la mañana, con la impagable compañía de mis padres, y tras tomar un café muy cargado en la Sidrería Moreno, tenía sensación de frío y con esa sensación unida a la lluvia que caería tarde o temprano, me indujeron a ponerme la chaqueta impermeable Marmot antes de reunirme con el resto de mis compañeros.  Sin embargo, observé como la mayoría no la llevaba y tal vez fuera lógico, pues puede que a los pocos kilómetros y con el esfuerzo en la subida tuviera que pararme para quitármela, por lo que decidí, a última hora, guardarla en la mochila.  Por suerte, hice bien.  Lo que no tenía duda es que había que llevar bastones.

            Mi idea era tomarme la carrera con tranquilidad e ir superando avituallamientos.  Con mucha gente en la salida, con la inestimable animación del speaker y con una mañana fresca y sin nubes en el horizonte, salimos los aproximadamente 500 corredores, y en seguida, se fueron formando los previsibles tapones en cuanto el carril tornó en sendero cenagoso.
           
            Los primeros kilómetros en continúa ascensión transitan por carriles y veredas con mucho barro y tramos de hierba.  Como casi siempre y ante el impulso de todo el pelotón, salgo con la respiración más acelerada de lo normal y por supuesto, con la sempiterna molestia en la inserción de los isquiotibiales de la pierna izquierda.   Tras adelantar a Nolly y Salva Rosado, hago lo mismo a los pocos metros con otros tres componentes de mi club, Oliver, Curro Amores e Iván.   Por delante van Javi Martín, Angel Accino y José Enrique a los que preveo que no llegaré a alcanzar.  En estos primeros kilómetros siento que la zapatilla derecha está demasiado suelta y corro el peligro de que sea engullida por algún lodazal.  Eso sí, compruebo que las Hoka mafate Speed II van bastante bien y tienen suficiente agarre y al final de la carrera acabo bastante contento con ellas.
  
            Poco a poco vamos dejando atrás el valle y las vistas de las montañas y los paisajes desconciertan por la belleza y majestuosidad en una mañana cada vez más reluciente.    De vez en cuando giro la cabeza atrás para recrearme en el espectáculo.  Muchos corredores me pasan.
            Tras unos cuántos kilómetros de barro llegamos al primer avituallamiento, LA BERRUGAkilómetro 5, donde sólo suministran agua y decido no parar ya que todavía me queda líquido en los bidones.
            Seguimos la ascensión por una zona muy embarrada donde cuesta mantenerse en pie.  Trato de ir por la zona de hierba pero aún así, el avance se vuelve muy fatigoso.  Las zapatillas se recubren de una doble suela de barro, casi pesan el doble. En fin, me ayudo con los bastones y en varias ocasiones, a punto estoy de quedarme sin una zapatilla, la derecha, pero la zona no invita a detenerse y prefiero seguir.    Tras superar esta zona viene una bajada donde corro a buen ritmo atravesando una zona de nieblas bajas donde disfruto trotando por el sendero.  
            Vuelta al ascenso por una pista empinada de cemento donde como no hay peligro de tropezarse aprovecho para girarme y contemplar el paisaje. Al final de la subida se vislumbra el siguiente avituallamiento, CAMBAkilómetro 11.  Paso rápido, bebo isotónica, como algunos trozos de barritas y cargo agua y a seguir en camino.  
           



            Empieza a soplar algo de viento fresco y me subo los manguitos.  También me paro a apretarme los cordones de las zapatillas, sobre todo, la de la derecha que iba muy suelta.  
            Los kilómetros siguientes son bastante técnicos, con subida por zonas de piedras y algún suave descenso por hierba que siempre se agradece.   Adelanto a algunos corredores y voy con cuidado de no lastimarme ya que son zonas de campo a través donde muchas veces no hay camino.  En realidad vas siguiendo las banderitas rojas y las pisadas de los corredores que han pasado antes que tú.  Además del sol, tenemos bastante animación: los cencerros de las vacas que resuenan en la primaveral mañana.   A algunas hay que hacerles algún gesto o pegarles una voz porque no se apartan.

            Comienzo la bajada y en seguida se une por detrás un compañero de mi club, Oliver.  Comentamos que no somos muy buenos en zonas técnicas, que somos del sur y que no estamos acostumbrados a estos terrenos con tanto barro, hierba y piedras.  Medio en broma, medio en serio echamos de menos los 101 de la Legión.  Por lo visto, en la charla técnica hicieron hincapié en el tramo de Buferrera a Entrepeñas, supongo que por el barro. Seguimos charlando y al rato se une también Iván Martín, y tras una foto de los tres, previa al descenso del Culiembru, iniciamos el descenso técnico. 


            Tiene mucha pendiente y bajo con cuidado.  Se trata de un canal inmenso donde no se ve el fondo entre dos macizos montañosos. Impresiona por la grandiosidad del lugar y a la inversa, por nuestra insignificancia.  
            Oliver se coloca justo detrás de mí y creo que Iván no queda demasiado lejos.  Hay mucha piedra suelta y siguiendo al que va delante, pasamos por algunos tramos donde hay que poner “culo a tierra” por la peligrosidad que conlleva.   Los bastones estorban pero a la larga también ayudan para no cargar tanto los cuadriceps.  La bajada se hace interminable.  Nos superan algunos corredores que bajan muy sueltos, alguno casi surfeando por encima de las piedras. 
            La bajada hasta la ruta del Cares se hace muy larga.  En el último tramo se nos une un corredor que la hizo el año pasado y nos comenta que esto es lo más técnico y que, por supuesto, la subida por el canal de Trea es brutal.   Con la ayuda de los bastones, hay algunas zonas con tanta piedra, que más que bajar parece que estuviésemos esquiando.
           


            Despacio y con buena letra llegamos al siguiente avituallamiento, ya en la ruta del Cares, CULIEMBRUkilómetro 19, donde cargo agua y bebo isotónica.  No hay sólido, menos mal que llevo una barrita grande. 
            De golpe, allí aparece Gustavo, también de mi club, que debe haber hecho una buena bajada del Culiembru pues en el descenso ha adelantado a Iván.  Enseguida abandona el avituallamiento y decido seguirle.
            Son tres kilómetros por esta famosa ruta turística, la del río CARES, repleta de senderistas a los que vamos esquivando mientras no paramos de correr.   Comentamos que la carrera está siendo dura pero que es muy guapa y los paisajes son extraordinarios. 
            La verdad que esta zona es digna de reseñar. Sigue el curso del río Cares en la zona conocida como “la garganta divina” y fue construida a principios del siglo XX (1916 a 1921) a través de un espectacular desfiladero.  La senda está excavada en la roca y por su parte izquierda, en dirección a Caín de Valdeón, no hay nada, tan solo el vacío y un insondable precipicio y muy en el fondo el río Cares, que, a veces, hasta cuesta verlo.

            Tras los tres rápidos kilómetros al trote por la senda del Cares (esta ruta de 11 kilómetros hay que hacerla con la familia) y la correspondiente foto de rigor (Gustavo y yo), pasamos el control de la organización (4 horas y 17 minutos de carrera) y empieza la temible subida del Canal de Trea. Todo lo que pueda decir se queda corto.  Son 3 kilómetros en los que se superan 1300 + por otra vertiente de la ruta del Cares.  En realidad se trata de subir por una pared.


            El inicio de la subida transita por un tupido bosque por lo que, a pesar del esfuerzo y las pulsaciones elevadas, se sobrelleva mejor.   Detrás de mi, incansable, asciende Gustavo.  
            Aprovecho los bastones al máximo, trato de regular el esfuerzo y dosificarlo, e ir lo más tranquilo posible, centrándome en cada paso y sólo pensando en avanzar.  Durante el ascenso vamos sobrepasando a algún que otro corredor, tampoco muchos.  La verticalidad de la pendiente es tan descomunal que, a veces, si no pisas bien tienes la sensación de que te puedes caer hacía atrás.
            Abandonamos la zona de bosque y el sendero se vuelve más pedregoso, agreste y sin vegetación.  A mitad de camino hay una fuente y una pequeña zona de escalada.  Me cuesta subirla.
            Gustavo y yo seguimos paso a paso, sin parar, el duro ascenso.
            A veces, alzamos la mirada para comprobar por donde van otros corredores y muchas veces nos arrepentimos sólo de pensar hasta donde hay que subir.  Casi mejor, no mirar mucho y avanzar, sin pensar demasiado, centrarse en el esfuerzo que supone cada paso. 
            En algún momento empiezo a notar calambres y cada vez siento el estómago más vacío.  Me temo que si no como algo voy a sufrir una “pájara”.  Decido parar unos segundos para tomar aire y empezar a comer una barrita.  Me adelanta Gustavo y ahora es él el que tira.  También aprovecho esos momentos para echar un vistazo al paisaje que nos embarga.  Son sitios salvajes, naturaleza y montaña en estado puro y donde las palabras no alcanzan a describir esos lugares.

            Poco a poco, Gustavo me va sacando unos metros.  Subo sin cebarme y un voluntario nos da ánimos.  En media hora estáis en el Refugio de Vega de Ario- nos dice.  Por detrás, Iván nos pega una voz.  Está haciendo una magnífica ascensión y nos va pisando los talones.   De hecho, tras atravesar una zona de mucha piedra y tramos técnicos ya sin pendiente, entramos los dos juntos en el siguiente control y avituallamiento, en el refugio de montaña de VEGA DE ARIOkilómetro 28

            Trato de sobreponerme del esfuerzo comiendo un plato de macarrones.  Lástima que no dispongan de refresco de cola.  Bebo isotónico, como algún dulce y cargo los bidones y ya me encuentro preparado para seguir.   Por este punto transitamos sobre las 13,30 horas y lo bueno es que ahora empiezan bastantes kilómetros de bajada.   Estoy impaciente por salir pero decido esperar a Gustavo e Iván.   El día se ha nublado y de vez en cuando nos cae alguna gota.  Aún así, son muchos los turistas que están disfrutando del día en los Lagos de Covadonga y que se aventuran a subir al refugio de Vega de Ario.

            Tras varios minutos de espera y empezando a sentir cierto enfriamiento, apremio a mis compañeros y les digo que empiezo a tirar.  Salgo tranquilo y con la certidumbre de que me van a coger ya que ellos descienden mejor que yo.  En efecto, tras varios kilómetros bajando a mi aire, con despiste incluido, me alcanzan, y los tres, junto con más corredores avanzamos rápido en dirección a los Lagos.    Iván se destaca pero tras una parada, lo adelanto y llegando cerca del Lago de la Ercina y viendo que la senda es más corrible me dejo llevar.  Atravesamos la verde pradera del lago y tras la subida al “Mirador de los dos lagos”, giramos a la izquierda y pasamos el control en 7 horas y 42 minutos.  Sin darme cuenta, veo que he sacado cierta ventaja a Iván y a Gustavo.     Tras bajada algo técnica nos encaminamos al otro lago, el de Enol, y luego una nueva subida, a la Porra de Enol.

            La subida a la Porra de Enol se me hace bastante dura.  Controlo la respiración, me centro en el momento actual y solo pienso en progresar paso a paso.  Me estoy quedando sin agua y estoy deseando llegar al avituallamiento de Buferrera.  El descenso de la Porra de Enol está lleno de lodo y piedra embarrada y corro con precaución hasta que llegamos a la carretera y me dejo llevar hasta el siguiente avituallamiento: BUFERRERA, kilómetro 38,5. 
           
            Como es habitual en mí, no paro mucho tiempo.  Relleno bidones, un vaso de refresco de cola, isotónico, trozos de barritas y un poco de fruta y a seguir.    Supuestamente en la charla técnica habían comentado que esta zona era bastante técnica, por lo que habrá que estar muy pendiente.

            Atravesamos el túnel del Furacón y bajamos por “El Escaleru”, vestigios de las explotaciones mineras en esa zona a principios del siglo XX, para acabar llaneando por otra vega, la vega de Comeya.  Al principio voy solo. Luego se une un corredor con camiseta amarilla.  Tras un nuevo repecho y cruzar una zona de juncos y barro empieza una bajada por la ladera de la montaña en la que son visibles las huellas de un reciente incendio.  No es una senda fácil para dejarse llevar y ahí que estar bastante pendiente.   Mantengo a la vista la referencia de ese corredor de camiseta amarilla y voy bajando a mi ritmo.   La senda vuelve a introducirse en zona frondosa con mucho barro y grandes piedras donde es fácil resbalar o sentir como alguna de las zapatillas puede ser fagocitada por el lodazal.
            Casi sin darme cuenta hemos llegado al siguiente avituallamiento, ENTREPEÑAS, kilómetro 44.  Otro refresco de cola y a seguir corriendo. 
            Tras atravesar una zona de barro intransitable, enseguida divisamos a lo lejos la pedanía de Demues y el hermoso paisaje que lo circunda.  Primero nos conducen por un carril asfaltado durante algo más de un kilómetro y después por un sendero que baja hasta el río, ya en una senda más embarrada.  Sigo corriendo y descendiendo a mi ritmo.  En esta bajada nos empieza a llover justo cuando transito por una pendiente muy resbaladiza.  Busco la hierba y me ayudo de los bastones y paso sin problemas, sin embargo, pienso que en esa zona se van a producir muchas caídas, como así fue.  La lluvia arrecia y te anima a correr con más ganas mientras otro corredor, detrás, acompasa mis pisadas.

            Tras finalizar la bajada y una zona llana por un sendero bastante encharcado, comienza la subida al pueblecito de Demues por una senda con muchas piedras y cubierta de vegetación.   En seguida escampa, y vuelve a salir el sol, filtrándose los rayos de luz entre la exuberante arboleda, mientras la ascensión se me hace un poco más larga de lo que indica el perfil.

            Al final entramos en el pequeño pueblecito del Concejo de Onis, DEMUES, kilómetro 49, donde unos voluntarios, lo más seguro que vecinos de la aldea, se encargan del avituallamiento bajo una carpa, con una mesa repleta de bebida  isotónica y de refrescos de cola. ¡Qué poco me queda! ¡Qué ganas de llegar a meta!

            Abandono la aldea y enfilo una nueva subida, la última, eso sí, con mucha pendiente, primero por una pradera y luego, tras un leve extravío, por una zona de campo a través y por fin, subo a lo alto del monte y al otro lado sólo quedan 3 kilómetros de bajada hasta Benia de Onis.  La verdad que esta carrera no regala ningún metro y tras una zona de asfalto fácil nos conducen a otro sendero encenagado que desemboca a pocos metros de la meta.  Me pasan algunos corredores pero prefiero bajar más lento, asegurando.   No tiene sentido arriesgar por dos puestos más arriba o dos más abajo.

            Antes de llegar a meta, extraigo mi bandera de Trail Running Málaga, mis padres me saludan con mucha alegría y cruzo la meta en 11 horas, 8 minutos y 50 segundos. Nuevo reto superado, nueva experiencia y al final, uno siempre trata de quedarse con lo positivo, en este caso, ninguna caida, bastante buenas sensaciones, sin demasiadas molestias, salvo al principio y los momentos de calambres subiendo el canal de Trea.

            Al llegar a meta, mis padres me ayudan con la logística mientras me dan un masaje con diatermia. Saludo a los compañeros que ya han terminado, unos máquinas, Angel Accino y José Enrique.  También a Javier Martínez que ha hecho otro tiempazo.

            Luego van llegando los demás, Iván, Gustavo y Oliver a los que también felicito.   Me hubiese gustado quedarme más tiempo pero mis padres llevan muchas horas allí y están cansados, por lo que sintiéndolo mucho, me despido de los allí presentes.    Eso sí, al final todo el grupo fue finisher de una exigente, montañera y espectacular carrera: la III ULTRA TRAIL PICOS DE EUROPA (13 de mayo de 2017).


                       






No hay comentarios:

Publicar un comentario