2015 - IV ULTRA TRAIL SIERRAS DEL BANDOLERO 2015 (150 KM Y 5850 +)

CRÓNICA ULTRA TRAIL SIERRAS DEL BANDOLERO 2015

            Escribo estas líneas casi dos años después de haber realizado la cuarta edición de la Ultra Trail Sierras del Bandolero que se celebró en 2015 y espero que este recordatorio me sirva como preparación mental para otra incursión en la Ultra de Bandoleros, en su nueva modalidad de 100 millas, es decir, 166 kilómetros y 6000 + y que voy a afrontar en los próximos días, 3, 4 y 5 de marzo de 2017.

            Volviendo a la edición de 2015, significar que el año anterior ya había abandonado en Ronda, sobre el kilómetro 60, por una lesión en el tibial derecho y del que ya hay una buena crónica de la experiencia.  Fue una grata experiencia pero llegaba bastante tocado y bajo de preparación y aunque me la planteé para hacerla casi andando, el dolor no me dejaba ni andar, sobre todo en bajada.  Fue una grata experiencia, mi primer enfrentamiento con una ultra, además de las más duras, y a pesar del sufrimiento hubo momentos de disfrute.

            Con esa experiencia afrontaba la edición de 2015, mejor preparado y con mayor experiencia en este tipo de pruebas.  Sin embargo, varias semanas antes, al terminar la Carrera de Sierra Blanca 2015, en su modalidad de 29 kilómetros, acabé con unas molestias en los isquiotibiales de la pierna izquierda, y con esas molestias, cogí el coche aquel viernes caluroso de principios de marzo, para dirigirme a Prado del Rey, para afrontar la Ultra Sierras del Bandolero y que a la postre supuso una ampliación del recorrido en 151 kilómetros.

            En la salida compartí minutos, charla y nervios con varios compañeros de mi club, Gustavo, Choco, Mansillo y Gersi.  También saludé a otros compañeros de este bendito y sufrido deporte como Javier Portales y Silvia Marfil. 




            La carrera arrancó a las 6 de la tarde, tal y como estaba previsto, con mucho calor y la parafernalia habitual.  Tras la pólvora y el humo de los trabucos de los Bandoleros, salimos los corredores.  En seguida, cogí un buen ritmo que mantuve hasta llegar al primer avituallamiento en el Bosque, sobre el kilómetro 6.   Durante los primeros kilómetros de subida mantuve a la vista a Silvia Marfil, hasta que un contratiempo con un calcetín, que me obligó a quitarme la zapatilla, me hizo perder unos puestos y esa referencia.  En esta subida inicial, todavía atardeciendo, nuestro compañero Fernando nos regaló unas instantáneas de ese paso. 


            Antes de la llegada al segundo avituallamiento, Llanos del campo, se nos hizo de noche.  Hubo que ponerse el frontal.  Para no perder mucho tiempo realicé una bajada bastante técnica casi a oscuras, arriesgando de forma innecesaria.  Lección aprendida y como ya hice en la UTMB, en ese tipo de carreras en las que se sale al atardecer, creo conveniente salir con el frontal ya puesto y eso que te ahorras.  Es mi opinión.

            Tras el segundo avituallamiento, continúa una fuerte subida hacia Puerto Boyar, kilómetro 20 aproximadamente de carrera.  La hice casi en solitario, a mi ritmo y en el silencio de la noche.  Tras Puerto Boyar, nos adentramos en uno de los tramos más agrestes, técnicos y duros de la carrera, la zona del Simancón.  Ya lo conocía del año anterior.  En este tramo, nos hicieron un control, igual que en la edición de 2014.  Recuerdo que me uní a un grupo que tiraba fuerte y acompañándolos hice la ascensión.  En la bajada me dejé llevar.  Como no tengo mucha técnica y soy bastante alto, siempre opto por tomármelo en modo tranquilo, por lo que en estas zonas suelen adelantarme corredores más avezados y más ágiles.  En este tramo, trabé cierta relación con un albaceteño, al que luego volví a encontrar más adelante. 
            En fin, sin nada que reseñar y tras bajar el siempre peligrosos descenso a Villaluenga llegamos al tercer avituallamiento, sobre el kilómetro 33, atestado de corredores y voluntarios y con gran cantidad de comida y bebida.  Aquí saludé a un gran corredor de ultrafondo, Roberto García Mesa.  Es aproximadamente la 1 de la madrugada y vuelvo al silencio de la noche.
           

            Seguimos avanzando.  Al volver la vista atrás, se divisan los frontales de los corredores que bajan por el barranco de Villaluenga.   Parece una enorme serpiente de luces en movimiento.  Charlo con otro montañero y cada uno sigue a su ritmo.  Ahora viene una zona más fácil y corrible, los llanos del Republicano y el Puerto del Correo.  Lo atravieso y voy recuperando sensaciones tras la zona técnica del Simancón, que siempre te deja tocado.

            En el siguiente avituallamiento, Cortijo de Líbar, devoro un bocadillo mientras sigo a buen ritmo.  Es un tramo de carril en el que adelanto a unos cuantos corredores.  Me encuentro bastante bien y avanzo con paso firme. Llego a la altura de Javier Portales y junto a él, realizo el descenso, bastante rápido por cierto, hasta Montejaque, siguiente avituallamiento, y tras ya, con algo más de 50 kilómetros en las piernas.  Tras comer unos dulces y un café, me despido de Javi Portales y sigo mi camino. Pregunta a la organización por Silvia Marfil y parece querer tomarse un descanso en el avituallamiento.  Subo a la ermita de Montejaque y continúo el descenso en dirección a Ronda, sobre el kilómetro 60.  Mi parada es muy corta y no requiero de la mochila que hemos dejado a la organización. Tras atravesar Ronda, corriendo a un ritmo constante y adelantando a varios grupos de corredores, bajo por la famosa cuesta del cachondeo.  En esta zona vuelvo a encontrarme con el albaceteño.  Ya había estado el año anterior y conocía al dedillo la carrera.  Iba con otro chaval y se me quedaron grabadas sus palabras sobre la dureza de la carrera, dichas en un tono muy solemne: “Esto es Bandoleros”.


            En la bajada me encuentro con Gustavo que está ascendiendo al avituallamiento de Ronda. Nos saludamos. Sigo con el albaceteño y antes de llegar a Benaoján no puedo seguir el ritmo y me descuelgo.  Todavía no ha amanecido pero me surge el problema de que se ha agotado la batería del frontal.  La luz de la luna me deja continuar y aprovecho la luz artificial de la llegada al pueblo de Benaoján para cambiarlo.   En este cambio, noto como los gemelos están muy cargados y me tiemblan.  Decido andar un rato. 

            Llego al avituallamiento de Benaoján, descanso un poco, recargo agua y tomo algo de refresco de cola y sigo.   A continuación viene un tramo llano, paralelo al río y a las vías del tren muy chulo mientras me va amaneciendo.  Lo hago corriendo al trote.  Son 10 kilómetros de sendero hasta llegar al siguiente pueblo y avituallamiento, Jimera de Líbar, ya algo más de 80 kilómetros.   Aquí soy consciente de que estoy casi entre lo primeros 50 corredores de la Ultra de Bandoleros, lo cual, para mi nivel no está bastante mal.  Como algún dulce y adelante.   En este tramo siento que las fuerzas empiezan a flaquear.  Necesito parar para guardar el frontal.  Me adelanta una chica, Cristina, que si no recuerdo mal, quedó la segunda en la Ultra.  Avanzo a pocos metros de ella y en algunos tramos charlamos.  Luego me deja aunque mantengo la referencia visual.  La mañana y la claridad van cubriendo el paisaje.  El calor empieza a apretar.  Nueva parada técnica para cambiar las pilas del reloj, el modelo cuasi-militar de Garmin, el Foretrex 401.  Los kilómetros empiezan a pesar en las piernas y cada vez cuesta más correr. Tras pasar por la estación de tren de Cortés de la Frontera, empieza una fuerte ascensión en dirección al pueblo de Cortés de la Frontera.  En esta subida tropiezo con mi infatigable compañero Fernando que sigue a lo suyo, es decir, haciendo fotos.  Le digo que voy muy cansado, que hace mucho calor y que es muy dura.

            En el avituallamiento de Cortes de la Frontera doy buena cuenta de un plato de pasta, y andando, seguimos la subida por sendero en dirección a los Llanos de Líbar.  En esta subida, mantengo la referencia visual con Cristina.  Voy sólo.  Detrás me siguen dos corredores, un padre y un hijo, que me adelantan al subir el Puerto del Correo. 

            Es sábado, primeros días de marzo, a punto de estallar la primavera. El día es muy soleado y hay muchos senderistas por la zona que nos animan.  Siempre son bienvenidas.  El cansancio me sigue haciendo mella y con la bajada al Puerto del Correo se me resienten un poco las rodillas.
            Por los llanos del Republicano me adelantan varios corredores y así, muy cansado y con bastante calor, vuelvo al avituallamiento de Villaluenga pero ya sobre el kilómetro 111, aproximadamente.  No lo recuerdo exactamente pero la hora sería sobre las 13 horas.    Requiero la mochila en el avituallamiento y cambio de frontal.  Me tomo una bebida con proteínas e hidratos, con sabor a chocolate que me da la vida.     La ultra de Bandoleros tiene unos avituallamientos de lujo, siempre pensando en los corredores.
           
            Vuelvo a la lucha.  Toca, en mi opinión, el otro tramo duro de la Ultra, el que va de Villaluenga a Grazalema.  El calor sigue apretando y a pesar de haberme hidratado, en seguida siento necesidad de más líquido.  Apenas se distingue el sendero pero el balizamiento es muy bueno y no hay pérdida.  En este tramo me encuentro con un animador de excepción, Pablo Gálvez, al que luego he saludado en otras carreras y también con Juan Imbernón, una máquina, que iba destacado en la Bandolerita pero se había perdido y trataba de volver a la ruta correcta.  Como digo, este corredor estaba participando en otra prueba, la Bandolerita que había salido desde Prado del Rey, el sábado a las 12 de la mañana.  El 2015 fue su primera edición.





            Este tramo se me hace especialmente largo y duro.  Pienso en los corredores que lo van a atravesar de noche. En fin, con dolores ya de todas las tonalidades posibles, con un cansancio atroz, llego a la plaza de Grazalema, sobre el kilómetro 127, muy tocado.  Me alegra ver a otro compañero de Trail Running Málaga, Antonio Pozo, que me saluda muy efusivamente.  
            Por suerte, en este avituallamiento, también tienen las proteínas e hidratos de carbono, sabor chocolate, que me sientan muy bien.   Mi compañero Antonio me dice que si no descanso un rato, que si no me siento.  La verdad es que mi única intención es llegar cuanto antes a meta, más que nada para acabar con el sufrimiento y el dolor producido por el cansancio, que me estaban matando. 
            Así, sin descanso, vuelvo a subir al puerto Boyar y afrontar los últimos 25 kilómetros de carrera.    Tras la subida al puerto Boyar, con la desagradable sensación de sentir mucha sed y observar el paso de los últimos corredores de la Bandolerita, comienza el descenso, pero apenas tengo fuerza para trotar.              Por esta zona se me une un chaval que me da bastante conversación.  Al final consigo arrancar y algo puedo correr.  Es bajada y solo la inercia te empuja pero las piernas y la mente ya no responden.

            Me voy dejando llevar y así, andando a ratos y al trote en otros momentos, muy cansando y con bastante dolor en las rodillas, llego al avituallamiento de Benamahoma.   Allí me vuelvo a encontrar con el chaval que parece tener rozaduras y lo está pasando regular.  Me siento un rato y descanso por espacio de unos diez minutos, demasiado para lo que en mí suele ser habitual.  Ahí bastante voluntarias en Benamahoma que nos ofrecen de todo, pero el cuerpo ya no pide comer, lo que quiere es descansar.  Salgo solo, ya que mi fugaz acompañante decide esperar.

            Retomo el camino, adentrándonos en las escaleras y caminos del río Majaceite.  Me anochece en este recorrido.  Ya es el inicio de la segunda noche.  Me cuesta subir los peldaños pero más bajarlos.  El chaval me vuelve a coger, camino del último tramo hasta llegar al avituallamiento de El Bosque (kilómetro 140), donde definitivamente nos separamos.  Recuerdo que allí comí un trozo de plátano y algo de bebida isotónica.  Mi única obsesión era llegar.

            Reemprendo la marcha camino de meta, Prado del Rey.  El sendero bordea el río Majaceite y por espacio de varios kilómetros escuchamos el discurrir de las aguas.  La cercanía al río provoca bastante humedad y un descenso brusco de la temperatura o, al menos, así lo sentí.  Me paro y abrigo todo lo que puedo, aún así, sigo sintiendo bastante frío.  Me digo que estoy muy cansado y que no puedo correr, por lo que decido, tarde más o menos, hacer el último tramo andando.   Este tramo, casi todo por carril, no está muy bien balizado.  De hecho, lo están repasando en esos momentos.  Me uno a una pareja que va al mismo ritmo que yo.  Nos pasa algún corredor de la Bandolerita pero poco más.   Estos kilómetros se hacen eternos, más aún, cuando llegando a Prado del Rey nos obligan a girar a la derecha, luego un descenso por carril asfaltado para terminar con una fuerte subida hasta entrar dentro del pueblo.  En estos últimos kilómetros, nos adelanta la tercera chica de la Ultra.  Al final, entro en meta, sin correr, tremendamente cansado, rodeado de niños que me animan.  Reto superado. Brutal paliza y un tiempo bastante digno, algo menos de 29 horas y en el puesto 73 de la general absoluta.
           
            Como anécdota,  recuerdo que justo en la meta, el animoso Chito speaker me pregunta si voy a volver a Bandoleros al año siguiente.  Le digo que no.  Ni loco – pienso.  Me insiste y me pregunta que seguro mañana ya si voy a volver.  Mi respuesta sigue siendo no.   En ese momento no quiero saber nada de ultras, ni volver a Bandoleros.  Me he sacado la espina del año anterior y para mí, ya he cumplido.  Esto es muy duro.
           
            Y sin embargo, dos años después, hoy, 2 de marzo de 2017, jueves, aquí estoy de nuevo, dispuesto a enfrentarme a las 100 millas Bandoleras con amenaza de lluvia, frío y viento. ¡Allá vamos!.

           


            

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