domingo, 19 de agosto de 2018

III RUNELA TRAIL 71 KM Y 7400 +/- (MERINDAD DE VALDEPORRES-BURGOS) 5 DE MAYO DE 2018

RUNELA TRAIL 71 KM Y 3900 +
MERINDAD DE VALDEPORRES (BURGOS)
5 DE MAYO DE 2018

            Y una semana después de correr en la III edición de la CxM Villa de Casares que, dicho sea de paso, me sirvió como una estupenda preparación para la nueva ultra que afrontaba, Runela Trail, en la provincia de Burgos.  De un tiempo a esta parte me estoy dando cuenta que este tipo de ultras de distancia intermedia, entre 50 a 80 kilómetros aproximadamente, me vienen bastante bien.  En ellas empleas entre 10 a 15 horas, sufres y disfrutas, pero no acabas tan machacado y apenas si corres unas pocas horas en horario nocturno.  Y esta carrera es un buen ejemplo de ese tipo de ultras.  Además, en las últimas de larga distancia siempre he acabado vomitando y con muy mal cuerpo mientras que en éstas finalizo bastante entero.   Ni que decir tiene que estoy tratando de buscar una solución a esas malas sensaciones que llevo padeciendo en las últimas ultras “largas” a partir de las 15 a 20 horas de carrera.   Tal vez, una de las razones, creo, es que apenas como sólido, a diferencia de las primeras ultras donde daba buena cuenta de todo tipo de bocadillos y platos de pasta.  En próximas crónicas, la Scenic Trail de 113 km y 7800 + y en el Grand Trail Courmayeur de 105 km. y 7000 + ya contaré las vicisitudes que atravesé.

            En fin, me recuperé bien del esfuerzo de los 20 Km. de la Cxm Villa de Casares del día 28 de abril y el jueves por la tarde, 3 de mayo, salí en dirección a Coria con intención de pasar la noche, ver a mis padres y que el camino no se me hiciera demasiado pesado, amén de pasar varias horas por Burgos para conocer su catedral y castillo.

            El viernes por la tarde, tras una corta visita turística a la monumental Burgos, con bastante frío, por cierto, me dirigí a la comarca de las Merindades, al norte de la provincia, zona bastante despoblada aunque con unos paisajes muy hermosos.   Como siempre los viajes de ida los llevo peor que los de vuelta.  Tal vez sean los nervios o por la incertidumbre de lo que me voy a encontrar. 
El hotel, mejor dicho, hostal, lo había reservado en un pequeño pueblecito, Cilleruelo de Bezana, a unos 8 o 9 kilómetros de Pedrosa de Valdeporres, localidad donde se encontraba el Ayuntamiento de la Merindad de Valdeporres y lugar de salida y finalización de la Runela Trail. 


            Se me olvidaba comentar el tema de las zapatillas.  Como dije en la crónica de la Cxm Villa de Casares, destrocé la puntera de una de las Hoka Stinson y luego solo contaba con tres días hábiles antes de partir hacia Burgos.  Lo primero que hice fue una búsqueda por Internet para decidir que zapatillas comprar.  Tras comprobar que mi número (32 cm,) para las Hoka Stinson no estaba en stock (al menos aquel día), al igual que las Mafate Speed 2 y viendo como las Hoka Speedgoat no acababan de convencerme, decidí aventurarme a cambiar de marca y como había oído hablar bien de las Altra, pues, al final opté por pedir las “Olympus 2.5 con Zero Drop”.  Lo bueno es que el lunes o el martes, ya no recuerdo bien, lleve la Hoka Stinson a un zapatero que tenemos en la Avenida Europa, en Málaga, por la barriada de San Andrés, Zapatería Vallejo, que por el módico precio de 5 euros me arregló la rotura y las dejó perfectas … pero el pedido ya estaba hecho y en esos días también recibí las Olympus…  En definitiva, en la Runela Trail utilizaría de nuevo las Hoka Stinson, buenas zapatillas con gran amortiguación y con las que me siento muy cómodo.  Ya comentaré en la siguiente crónica que ha sido de las Altra Olympus.

            Tras alojarme en el hostal de Cilleruelo de Bezana y descansar un rato, después del largo viaje, cogí de nuevo el coche para acercarme a Pedrosa de Valdeporres, a unos 8 kilómetros aproximadamente, a recoger el dorsal en el pabellón del pueblo (la bolsa del corredor está bastante bien, con morcilla de Burgos, incluida).  Esta es la tercera edición de esta carrera y en este 2018 estaba patrocinado por la Diputación de Burgos, contando además con la inestimable “colaboración” del gran Depa para animar al personal.   En el momento de la inscripción, en invierno, me planteé inscribirme en otra más corta que había en Galicia en las mismas fechas, pero bueno, al final me decanté por ésta, carrera de la que ya había visto videos y cuyo lugar y precio de inscripción resultaban muy atractivos.


            De vuelta al hostal, tocaba la logística y los preparativos.  Todo bien, salvo por un pequeño detalle. No funcionó la calefacción del hostal y la temperatura nocturna en el exterior bajó de los cero grados. Aunque me arropé con lo que había dormí bastante mal.  Al sonar el despertador, me costó levantarme, aún más vestirme y salir del hostal. ¿Quién me manda venir aquí?- me decía.  En fin, en esos momentos uno no tiene la mejor de las caras y cuesta sobreponerse y vencer las justificadas excusas mentales que a uno se le pasan por la cabeza.  Al salir a la calle para coger el coche, cubierto de escarcha, todavía de noche, la temperatura era de un grado bajo cero, es decir, mucho frío y más incomodidades.

            En seguida llego a Pedrosa de Valdeporres y la suerte me sonríe encontrando un buen aparcamiento y una cafetería abierta a esas horas de la mañana, sobre las 6,20 horas, regentada por una señora.  Aproveché para ir al baño y tomarme una sabrosa taza de café con leche, bien cargado (me sentó de lujo) y entablé un pequeña conversación con dos voluntarios que luego me saludarían antes de llegar a Puentedey.

            Comienza a despuntar el día y los corredores ultiman sus preparativos.  En el arco de meta no hay casi nadie. Los 100 corredores, aproximadamente, que van a salir a disputar la ultra de 71 km. están dentro del pabellón, resguardándose de la gélida mañana.  Yo hago lo mismo. Observo, no conozco a nadie.  Hago algunos estiramientos para entrar en calor.


            En los últimos minutos, justo antes de las 7 de la mañana, todos nos aventuramos a colocarnos detrás del arco de salida mientras las palabras del animador, Depa, nos van despertando.  Nervios, retoques de última hora, comprobación del gps, en fin, lo habitual.  Veo bastantes “máquinas” y muchos corredores vascos.  De hecho, pasa junto a mi lado una gran corredora como es Silvia Trigueros.  Recuerdo unas palabras del simpático Depa que me hicieron bastante gracia.  Venía a decir que antes la gente, los espectadores aplaudían y animaban pero que ahora se dedicaban a hacer fotos con los móviles, fotos que no iban a ver nunca. ¿Cuánta razón?

            Y sin más, entre aplausos, petardos y fuegos artificiales…. si… ¡fuegos artificiales!:…. como diría aquél – no hemos escatimado en gastos; arranca la Runela Trail en su versión larga.  Allá vamos.  En seguida entramos en sendero con mucha hierba y piedra mojada y que, junto al barro y al agua, será la tónica habitual durante los primeros 20 kilómetros.  Salgo con guantes y el impermeable puesto, debajo de la camiseta de TRM y los manguitos.  Como digo, hace mucho frío.


            Los primeros kilómetros pican hacia arriba pero se puede correr bastante. Pasamos por el primer pueblo, Cidad y a partir de ahí el camino se transforma en sendero y toca afrontar la primera subida, el Alto de la Maza. En la subida nos empiezan a calentar los primeros rayos de sol y al poco tiempo ya sobra casi todo, en especial, guantes y chaqueta.
A lo largo de estos primeros kilómetros me han adelantado bastantes corredores, a pesar de que llevo un buen ritmo (para mi).  No obstante, en la subida cojo una buena cadencia de ascensión que mantengo hasta las praderas de la cima desde las que se divisan unas vistas espectaculares del pantano de Reinosa, en el curso alto del río Ebro.    Y ahora toca una primera bajada con mucho barro y hojarasca donde hay que andarse con cuidado para llegar al primer avituallamiento en Ahedo de las Pueblas, sobre el kilómetro 11.  Como siempre, cargo los bidones flexibles, bebo algo de refresco de cola y poco más.
Afrontamos ahora una nueva subida al Alto de la Zarzosa.  La primera parte de la subida, lo que sería La Sardinera es bastante cómoda, por carril, hasta llegar a un descanso donde  la pendiente y el terreno se complican.   De hecho durante estos kilómetros avanzar se convierte en algo bastante complicado con mucho barro, piedra resbaladiza, raíces, riachuelos, etc.  Me da lo mismo si es en subida como en bajada porque apenas se puede correr y hay que andar con mucho cuidado para no partirse la crisma o un tobillo.   De este tramo, recuerdo que lo hice con un chaval (más de 40 años) y dos chicas, hasta que una de ellas se escapó.  Hay tramos de bosque y tramos de pradera pero el terreno embarrado y lleno de charcos no varía.  Este camino es el de las Varias y marcha paralelo al río Nela.  Sobre el kilómetro 21 conseguimos llegar al segundo avituallamiento, Las Varias, cubiertos de lodo y bastante cansado.  Los voluntarios nos animan y comprenden el esfuerzo realizado.  El avituallamiento está bastante surtido y como un poco de todo. Por este punto ya llevo 3 horas y 23 minutos de carrera. 


A partir de este avituallamiento toca afrontar la subida más larga de la ultra, el Cotero.  La primera parte es por sendero cenagoso hasta que tomamos un amplio carril de tierra compacta por el que la subida se hace mucho más cómoda.   Avanzo solo, flanqueado por molinos gigantes, pero con la referencia de una pareja por delante y un grupo numeroso por detrás.  En la cuneta del carril hay algunos neveros.  El último trecho vuelve a ser sendero de barro, charcos y nieve y también piedras y a partir de ahí empieza una primera bajada por un camino resquebrajado, de un color negruzco y (de ahí lo del avituallamiento petróleo) con mucho barro.  Recuerdo que adelanté a un corredor que iba bastante tocado en esta bajada.  Y tras varios kilómetros llegamos al siguiente avituallamiento, una carpa en medio de una explanada, Petróleo, kilómetro 31, donde doy buena cuenta de una botella de bebida isotónica Powerade.

En este avituallamiento entablo cierta relación con otro ultrero vasco, bastante curtido, tal vez perteneciente a la categoría +50, que se mueve con bastante soltura y que en más de una ocasión me indicará la siguiente y lejana montaña que deberemos subir… ¡hasta allí!  ¡Casi mejor que no me lo digas! – pienso.


Después de este avituallamiento viene una corta subida y a partir de ahí, la gran bajada de unos cuatro kilómetros hasta llegar a la base de vida del Túnel de la Engaña, sobre el kilómetro 36,5 La bajada es muy chula y disfruto bastante.  Hay tramos de nieve, algunos neveros donde te introduces hasta las rodillas, otros de barro, otros de sendero limpio, algún arroyo, un poco de todo, pero en general se puede correr.  Nos encauzan entre enormes monolitos de piedra, en algunos apenas si podemos pasar de perfil.   En los primeros kilómetros me acoplo al ritmo de otro corredor y cuando el camino se vuelve más fácil, aprieto y lo dejo atrás.  En todo momento me voy ayudando de los bastones y sólo cuando el camino es más llevadero, los elevo siempre con las puntas hacia arriba.


Y por fin llego al siguiente avituallamiento, base de vida de la ultra, kilómetro 36, el Túnel de la Engaña, por donde transito con un tiempo de 5 horas y 56 minutos.   Como la crónica la escribo pasados más de dos meses, apenas si recuerdo que comí en aquel avituallamiento. Si recuerdo que probé una especie de “donuts” de chocolate pequeños que me sentaron muy bien y que también comí en el avituallamiento de Puentedey, kilómetro 55.  Como siempre, trato de perder el menor tiempo posible.  Vengo a una carrera, no a comer- siempre me digo.


Una vez atravesado el Túnel de la Engaña empieza una nueva subida que, personalmente, se me hizo bastante amena y fácil, la Cruz de Colladío.  Me encontraba con fuerza y tiraba bien. Luego una larga bajada por carril en la que me adelanta una chica pero que sirve para espolearme y aguantarle el ritmo en toda la bajada.   La chica corre bastante, todo ahí que decirlo.  Y como siempre, tras una bajada, la organización nos conduce en ligera subida por sendero a través de varias frondosas paradas.  Pierdo de vista a la chica, que me deja atrás. Cruzamos una carretera comarcal, donde un nutrido grupo de voluntarios nos anima, tal vez porque saben de la dureza de la siguiente subida, la del Ventanón, tal vez la más conocida y emblemática de esta ultra.  Y en efecto, el ascenso es muy pronunciado, por un sendero zigzagueante, donde los bastones son de gran ayuda.  Y como siempre, con paciencia, paso a paso, cruzamos el gigantesco arco de piedra donde la organización nos regala con unas cuantas fotos de nuestro paso.  Decir que en esta subida se vuelve a pegar a mi lado el corredor vasco y juntos corremos por terreno fácil en un suave descenso camino del siguiente avituallamiento, Ventanón-La Muela, kilómetro 45.  Aprovecho para beber otra botella de bebida isotónica Powerade.  No llega a hacer un calor sofocante pero la temperatura ha subido unos cuantos grados desde las 7 de la mañana.  De todos modos, no nos podemos quejar.  Ha quedado un día espléndido y firmaría correr todas las ultras con esas condiciones.



Cargo los bidones flexibles y salimos hacia el siguiente repecho, La Muela de Dulla (1143 m.) que se divisa perfectamente y que el corredor vasco se encarga de señalarme. ¡Maldita sea! Es una especie de meseta elevada donde no se llega atisbar el sendero por el que se realiza la ascensión final.  Sin embargo, una vez superado el primer tramo duro y vertical, el resto no es demasiado largo aunque si con algún paso peligroso donde tienes que ir pegado a la pared de roca y no mirar el precipicio y al final subir por una escalera metálica… si,  por una escalera, donde un amable voluntario nos da la mano y, sobre todo, ayuda con los bastones.

Una vez arriba, estamos en la parte alta de una enorme meseta de piedra, en la Merindad de Sotoscueva, y toca de nuevo correr.  La vereda no está muy marcada al principio por que todo es zona kárstica.   Luego el camino gira a la izquierda, culebrea y se dirige buscando un riachuelo con bastante agua mientras la vereda, juguetona, cruza y vuelve a cruzar el riachuelo siendo difícil, a veces, no mojarse los pies.  A lo largo de estos kilómetros, corriendo en paralelo al caudaloso arroyo, saltando de una orilla a la otra, casi sin molestias, siento que voy disfrutando de una plácida sensación de libertad, como “de sentirme bien conmigo mismo” y con lo que hago. Siempre digo que, en las ultras, lo que más hago es sufrir pero hay veces, momentos, pasajes, determinados senderos en los que sientes un gran “subidón” de endorfinas y sólo por esos instantes que luego se transforman en imborrables recuerdos, creo que merece la pena seguir compitiendo en esto del trail running.


Desde que dejé el último avituallamiento, Ventanón-La Muela, kilómetro 45, voy, “viajo” sólo.  Tan solo me encuentro con algunos grupos de senderistas que suben por el cauce del riachuelo y que se apartan para dejarme paso y algunos también para animarme.   El descenso se hace largo pero no importa.  El paisaje, el riachuelo, los árboles, el camino, todo invita a disfrutar de la carrera.  Al final, este precioso descenso acaba en otro pueblecito de la comarca, Quintanilla de Valdebodres.

Tras atravesar el pueblo avanzamos un tramo por carretera.  Me adelanta un vehículo de la organización.  Me saludan.  Son los voluntarios de la cafetería en Pedrosa de Valdeporres momentos antes del inicio de la ultra.

Seguimos avanzando por un camino paralelo a la carretera para dirigirnos a un punto turístico de la zona, la Cascada de la Mea. El sendero se adentra en la roca y pasa por detrás de la enorme cascada. Luego hay un tramo dificultoso al abrigo de la roca y vuelta a correr camino de Puentedey donde tras un largo paseo por todo el pueblo, acabamos pasando por el enorme y espectacular arco excavado por las aguas del río Nela y que es otro de los emblemas de la Runela Trail y, por supuesto, del pueblo y la comarca.


Llego al avituallamiento de Puentedey, kilómetro 55, en 9 horas y 8 minutos.  Devoro unos cuantos dulces de chocolate, cargo los bidones flexibles y vuelta a empezar con otra subida, el alto de Rojo.  La subida es cómoda pero los kilómetros y el calor me provocan un leve “pajarón” durante unos cuantos kilómetros.   Aún así, consigo superar a un corredor que, por la pinta, parece extranjero.  Una vez superada la cota, viene una bajada de casi 5 kilómetros en la que vuelvo a disfrutar. Es el típico sendero sombrío, con hojarasca, como si corrieras por una superficie acolchada y además, con el desnivel adecuado.   No encuentro a ningún corredor hasta llegar al último avituallamiento, Villavés, kilómetro 63, donde apenas si paro a pesar de las recomendaciones de los voluntarios para que probara bocado.

Y cada vez queda menos, los kilómetros van cayendo sin darme cuenta. Tras una pequeña subida, una bajada muy pronunciada por carril hasta llegar a otra carretera comarcal donde previamente hay que cruzar por las habitaciones de una casa abandonada. 
Ya en la carretera y guiado por los voluntarios, cruzamos un puente, dejamos a un lado el pueblo de Quintanabaldo y empezamos la última subida de la Runela Trail.  Cuando me quiero dar cuenta, otra vez el corredor vasco lo tengo detrás, ¡una fiera!.  Le dejo pasar.  Esta última subida es corta pero con unos repechos de aupa.  En lo alto de una roca, tres voluntarios nos animan.  Con sonrisas forzadas seguimos subiendo.


Al llegar arriba se abre una gran planicie y el descenso casi se convierte en un falso llano durante varios kilómetros.  Ya si que voy cansado y con el resuello acelerado, como casi siempre. No obstante, pienso que tal vez en esta carrera, al sentirme mejor, he llevado un ritmo superior al habitual.  En fin, no quiero dejar de correr y aunque el corredor vasco se me ha escapado, siento la meta cerca y pienso que ahí que hacer un último esfuerzo y no dejarme llevar como otras veces.  Ya se empieza a divisar el pueblo de Pedrosa de Valdeporres pero antes nos hacen dar un gran rodeo a la falda de un barranco.  Si tuviera fuerzas sería una gozada correr por los vericuetos de la vereda junto al enorme barranco pero mi mente y mi cuerpo ya solo piensan en terminar.

Abandono el sendero para enfilar una enorme recta. Por delante veo a un corredor pero no es el vasco.  Creo que lo puedo adelantar.  Y con ese objetivo en mente y con la alegría de estar a pocos metros de la meta, incremento el ritmo y lo adelanto.  Entro en las calles de Pedrosa de Valdeporres y en seguida enfilo la calle en dirección a meta.   Y bastante entero atravieso el arco de llegada con un tiempo de 11 horas y 47 minutos, en el puesto 50 de la general masculina de un total de 82 corredores que finalizaron.  A diferencia de otras carreras, el speaker (ya no estaba Depa) hizo especial énfasis con el reconocimiento de los allí congregados.  Muy buen recibimiento. Decir que en la categoría femenina finalizaron 6 corredoras, de ellas 5 consiguieron mejor tiempo. 


Al terminar me entregan una “toallita” finisher.  Tal vez, esto, a mi modo de ver, es lo único “criticable”.  En fin, sobre gustos… pero creo que una bonita medalla de metal o metacrilato….es un recuerdo para toda la vida.  De hecho, aunque muchas carreras te regalan las prendas finisher, opino, que no hay nada mejor que una trabajada medalla… o hebilla, como entregan en algunas carreras anglosajonas.  De hecho, una de las grandes carreras a nivel mundial como la UTMB, debería aprender de esas hebillas o medallas de otras tantas carreras … y no será por el precio de la inscripción …

Una vez recibida la toallita entro en el pabellón donde se percibe una gran algarabía de corredores y familiares junto con muchos voluntarios.  En seguida me ofrecen morcilla de Burgos … . El gran Depa me saluda y por allí veo a Sonia Trigueros departiendo con los voluntarios.  En fin, me siento exultante, a gusto conmigo mismo; como y bebo algo mientras observo a los demás corredores y a los nuevos que van llegando…


Me quedo un buen rato en el pabellón hasta que, ya algo acartonado, decido despedirme y dar las gracias a unos cuantos voluntarios (carrera muy recomendable, muchos voluntarios, organización y balizaje) para coger el coche y ducharme, ya en el hostal, descansar bien, para afrontar, al día siguiente, el largo viaje de cruzar casi toda la península (volví a hacer otra pequeña parada en Burgos).  

Y ya a pensar en la siguiente prueba, en Suiza, la Scenic Trail, con sus 113 km y 7400 +, pero antes me había puesto un entrenamiento con la Media Maratón Bosques del Sur.




           


miércoles, 1 de agosto de 2018

III CXM VILLA DE CASARES (20 KM Y 1000 +) 28 DE ABRIL DE 2018


III CXM VILLA DE CASARES (20 KM Y 1000+)
CASARES (MALAGA)
28 DE ABRIL DE 2018

         Dos semanas después del Ultra Trail Nogueruelas volvimos a ponernos las zapatillas de trail para participar en otra carrera corta y cerca de Málaga, con sólo 20 kilómetros y apenas 1000 +.  De vez en cuando viene bien cambiar de aires y disfrutar de las carreras cortas donde hay mucho menos sufrimiento.  Además, tengo comprobado que las carreras de ultradistancia, además de “machacarte” te vuelven, cada vez, más lento por lo que los entrenamientos, una vez recuperados del enorme esfuerzo y cuando el cuerpo te avisa que ya han desaparecido casi todas las molestias, entiendo que deben ir enfocados a coger algo de velocidad.  En mi caso, casi nunca he hecho series porque son demasiado lesivas, al menos para mi, pero si que trato de hacer bastantes salidas por el paseo marítimo, es decir, asfalto en estado puro y en llano y en la medida que puedo, apretar el ritmo.

            La otra razón por la que me inscribí a la Cxm Villa de Casares es porque aparecía inscrita en la ITRA y por lo menos, tu clasificación y esa carrera se incluyen en una base de datos y en tu perfil ITRA.   Además, este año era una de las carreras puntuables del campeonato provincial de Trail de Málaga.

            Había escuchado que en la edición anterior, en la que ganó Ángel Accino, casi todo el recorrido era por pista forestal pero que este año habían aumentado el desnivel, incluyendo nuevos tramos más técnicos.


            Aquella mañana salí temprano de casa con idea de llegar con tiempo para tomar un café y disfrutar del ambiente precarrera.    El pueblo de Casares es el típico pueblo andaluz de casas blancas encaladas, de calles estrechas y sinuosas y situado en lo alto de un monte.  A su vez, cuenta con su propia sierra, la sierra de Crestellina.   Antes de llegar me preocupaba donde podría aparcar porque a través del Google Maps no veía mucho aparcamiento.  Pero nada más lejos de la realidad.  Al estar en un alto han construido un edificio de 7 plantas a modo de parking aprovechando lo escarpado del terreno, de tal forma que entras con el coche desde la última planta.  Luego, coges el ascensor y subes a un amplio mirador y ya estas a escasos 300 metros de la plaza de España de Casares.

            Al llegar al lugar de salida-meta ya había mucho ambiente.  Recogí el dorsal, saludé y charlé durante un rato con un fuera de serie como Juanjo Montesinos y busqué con la mirada una cafetería.  En el bar me encontré con un compañero de mi club y gran persona, Salva Rosado.   Nos sentamos en la terraza y charlamos hasta que se fue acercando la hora del inicio de carrera.  La mañana era fresca y el día bastante soleado.    Más tarde, saludé y nos juntamos con otros dos corredores de mi club, Trail Running Málaga, con la simpática Noemí y Mariano Porras, este último al que apenas he visto en dos ocasiones pero que tiene un gran nivel y supongo que aspiraba a quedar entre los primeros.  Al final consiguió una meritoria decimocuarta posición.  En fin tras las fotos de rigor y saludar a más gente, nos colocamos detrás del arco de salida.  Mucha gente congregada y un gran número de corredores.  La salida estaba estipulada a las 10 de la mañana.   Compruebo que entre los primeros en la parrilla de salida está Ángel Accino.  A ver si tiene suerte y vuelve a repetir.  Al final no pudo ser quedando en segunda posición.
           

            La salida es explosiva y en cuesta. Trato de no cebarme. En seguida pierdo de vista a Salva Rosado.  Va como un tiro.  Yo a mi ritmo. A la salida del pueblo por la parte alta y al entrar al sendero, se forma un gran embudo que nos ralentiza a todos pero una vez pasado se disfrutan de unos 2 o 3 kilómetros por pista al abrigo de gran cantidad de árboles que flanquean el camino.   Es un continuo sube y baja y sin darme cuenta empiezo a adelantar a bastantes corredores.   Luego empezamos un fácil ascenso por pista hasta llegar al primer avituallamiento, kilómetro 3. Agua y algo de isotónica, y entramos en la zona protegida de la Sierra Crestellina.   Después de subir viene una vertiginosa bajada, primero por un cortafuego y luego por un carril.  Se corre bastante.  Al cabo de varios kilómetros de rápida bajada nos encauzan por un sinuoso y empinado sendero zigzagueando por un barranco vertical.  El cambio es bastante brusco y durante unos minutos se deja sentir.  Una vez adaptados al esfuerzo de subir, sintiendo el corazón latir con fuerza, empiezo a tirar, adelantando a varios corredores.

            Ascendemos a través del sendero hasta llegar a una construcción donde tienen habilitado un nuevo avituallamiento, kilómetro 9.  Seguimos por sendero y empezamos una bajada bastante técnica donde la vegetación apenas te deja ver donde pisas.  Hay que andar con mucho cuidado porque una mala pisada te puede dejar con el tobillo bastante fastidiado y en mi caso, las Hoka Stinson, al tener tanta amortiguación, tienden a ser más inestables.


            Abandono el sendero y tras un tramo por un prado y campo a través volvemos a zona de carril en dirección al pueblo.  Llegando al pueblo hay otro avituallamiento en el que no paro y justo ahí, empieza un nuevo descenso con algún tramo de piedras, a modo de calzada romana.  Luego algo de pista forestal y por último más vereda hasta llegar al último avituallamiento, kilómetro 16.  Giramos a la izquierda por un carril asfaltado y se pone a mi vera un chaval corpulento, con una gran melena que está en nuestro grupo whatsapp.  Creo recordar que conocía a Gustavo y que se llama Jesús, pero no estoy del todo seguro. Charlamos mientras seguimos ascendiendo.  Me comenta que dentro de dos semanas va a Asturias, al Ultra Trail Picos de Europa. Le deseo suerte porque la carrera es bastante dura y técnica.  En mi caso, le digo que voy a una nueva ultra de media distancia por el norte de Castilla, Runela Trail.

            Sin darme cuenta le dejo atrás.  El carril asfaltado gira a la izquierda en un rápido descenso hasta conducirnos a un sendero muy entretenido a la falda del enorme barranco en el que se eleva el pueblo de Casares.  Tras la bajada, una última subida siguiendo unas enormes tuberías hasta que entramos de nuevo en las calles del pueblo y así, en una dura cuesta entras en la Plaza de España, atestada de gente y corredores, llego a meta.    Al atravesar la línea de meta, nos colocan una curiosa medalla y nos ofrecen un refresco y un buen bocadillo.  Al final, buenas sensaciones, mucho mejor que en la Cxm de Rute, terminando en el puesto 91 de 231 en 2 horas y 15 minutos.    Lo único negativo de aquella mañana fue la rotura de varios centímetros de la puntera de una de las Hoka Stinson y el problema es que el fin de semana siguiente tocaba otra ultra por el norte de Castilla, Runela Trail con 71 kilómetros y 7400 +/-, y en ese estado la zapatilla era un auténtico colador. 


            En fin, carrera corta y disfrutona que espero correr más veces.  Luego ducha recuperadora y a coger el coche para volver a Málaga con la familia. Pude despedirme de Salva Rosado y de Jesús, creo que así se llama.