2015 - ULTRA TRAIL MONT BLANC - TDS 2015 (119 km. y 7250 +) 26-27 AGOSTO

CRÓNICA DE LA TDS 2015
119 km. y 7250 +



Aquí dejo una crónica de la experiencia vivida en una nueva carrera en el Mont Blanc.  A diferencia del año pasado donde hice la OCC, una maratón larga con bastante desnivel, la TDS era un todo un reto, en primer lugar, porque opino que es toda una ULTRA con mayúsculas, según muchos, la más técnica y montaraz de todas, también porque era la carrera con mayor desnivel que iba a afrontar (7250+) y porque desde los 101 de la Legión venía arrastrando diversas molestias que apenas me dejaron entrenar en los meses de mayo y junio.   En el mes de julio, a pesar de participar en la carrera por montaña de Sierra Nevada y en la neutralizada, en mi caso, en el km. 23, Ultra de los Pirineos franceses (75 km y 5300 +) (Laruns) debido a una fuerte tormenta con bastante aparato eléctrico apenas si pude entrenar.    Tan sólo en el mes de agosto empecé a notar mejoría pero ya era demasiado tarde para prepararla en condiciones por lo que terminarla se convertía en mi único objetivo.



Al igual que el año pasado, Chamonix me volvió a recibir con un día frío y lluvioso.  Menos mal que las predicciones eran buenas para el día de la carrera y éstas se cumplieron.  Incluso, en algunas partes del recorrido llegó a hacer bastante calor.


En cuanto a la carrera en sí. El autobús nos recogió en Les Houches sobre las 4,20 de la madrugada.  Atravesamos el túnel del Mont Blanc y antes de las 5,15 ya habíamos llegado Courmayeur, en Italia, y después de andar más de 1 km llegamos a la Plaza de la villa, plaza Bocherel, de donde sale la TDS.

 
            Tuve tiempo para dejar las mochilas (Cormet de Roselend y Chamonix) y tomarme un café pero cuando quise darme cuenta la salida estaba repleta de corredores, aproximadamente 1600 de bastantes nacionalidades por lo que opté por saltar la valla y meterme en mitad de todo el pelotón.   Mi objetivo era terminarla en las 33 horas que da la organización y anhelaba, como mucho, bajar de las 30 horas pero lo veía difícil.


            A las 6 de la mañana, con toda la parafernalia que montan los de la organización, la música, la gente animando y la gran cantidad de corredores, uno sale en volandas.  En seguida, tras salir de Courmayeur con los frontales puestos empezamos con la primera subida seria al col de Checrouit a través de carril pero con bastante pendiente.  



Llegamos al primer avituallamiento y el carril deja paso a un sendero donde adelantar ya se hace más difícil. Las vistas a la derecha con los grandes colosos de los Alpes y sus glaciares te hacen casi detener para contemplarlos por unos segundos en todo su esplendor.  Hace frío y algunas partes del sendero están embarradas o con pequeños arroyuelos.  Me encuentro bien.  Llegamos a la cumbre del Arrete Mont-Favre y realizamos un descenso con algún tramo técnico pero sin excesivo peligro hasta llegar al valle y afrontar varios kilómetros llanos de carril que nos conducen al segundo avituallamiento, el del lago Combal con una altitud próxima a los 2000 +.  Son 15 km.  y 1300 + acumulados.  En este avituallamiento hay muchos corredores arremolinados.  Cargo agua y como algo y sigo, sin detenerme mas que lo necesario. 


Volvemos a los senderos sinuosos, con bastante barro, piedras y agua, en dirección al siguiente punto de control, el de Col de Chavanne.  La subida se hace dura.  Adelanto a unos cuantos corredores.  A veces las pulsaciones se disparan.  Una chica se pegó a mí y le marqué el ritmo durante toda la subida. En estas subidas tan pronunciadas, los bastones ayudan bastante y con el paso de las carreras, creo que cada vez les saco un mayor partido.  Desconozco la posición que llevo.  De hecho, sólo me enteré al día siguiente al ver la clasificación.  Al verla puedo ver que por el Col de Chavanne iba en el puesto 379.  

Mi único objetivo es terminarla y esto acaba de empezar.  Desde el Col de Chavanne hacemos un largo descenso por carril, con unas vistas espectaculares de un nuevo valle pero estas montañas ya no tienen nieve en las cumbres, ni glaciares pero aún así no dejan de asombrar.  En el descenso me adelantan algunos.  Corro pero sin forzar ya que el descenso son muchos kilómetros y noto que los gemelos se me empiezan a cargar demasiado.  Intento beber toda el agua que puedo y voy alternando las pastillas de sales con dátiles.  Al finalizar la larga bajada entramos por una zona algo más técnica de sendero, zona de bosques, diversas pasarelas, por lo menos algo más entretenida que tanto carril.   


      Empieza a hacer calor.  Ya llevamos unas cuantas horas de carrera y la chaqueta ya me agobia por lo que decido tomarme un respiro y quitármela.    Subimos al Petit San Bernard, atravesando el Lago Verney y llegando a una zona con mucho desnivel donde por cierto, había bastante gente animando con mucho ruido de cencerros y entre los que animaban, también algunos españoles, antes de llegar al siguiente avituallamiento.  En éste, algunos corredores tienen acompañantes que les animan y les aconsejan y que es permitido por la organización.  Justo al llegar tropiezo y a punto estoy de darme de bruces pero todo se queda en un susto. 

Ya llevo 36 km de carrera y más de 5 horas y el cuerpo empieza a decir que ya esta bien y que hay que descansar.   Abandono Italia tras pasar el puerto de montaña del Petit St. Bernard y entramos en Francia en dirección al Bourg St. Maurice.  Vuelvo a cargar agua, comer algo de dulce, barritas y plátano y a seguir corriendo porque ahora venían casi 14 km de descenso, los primeros por carril que se hacen interminables y con poca pendiente y los últimos ya por sendero, con bastante hierba en algunos tramos, y con mucha piedra y tierra en otros, pero en los que se disfruté bastante, a pesar de que los gemelos daban señales de fatiga.   Las vistas del valle y de varios pueblos que atravesamos son fantásticas pero el camino requiere continuamente la atención y mas vale no descuidarse porque un tropezón puede dar al traste con la carrera.


Los últimos kilómetros, ya en llano, los hice en modo “caco”.   La fatiga se empezaba acumular en el cuerpo pero al menos, no sentía molestias, salvo la de los gemelos pero era tolerable.

En el Bourg St. Maurice nos hicieron control de material. He mejorado unos cuantos puestos y voy en el 319 después de casi ocho horas de carrera. En el avit. había muchos corredores pero se les veía con poco afán de progresar.   Supongo que descansando y guardando fuerzas para lo que se avecinaba.  

El calor aprieta.  De nuevo cargo toda el agua que puedo y sigo para adelante.  Nada más comenzar la subida, todavía por el pueblo, me empiezo a encontrar sin fuerzas a pesar de que he comido y que no tengo sensación de hambre.  Tal vez por esa falta de entrenamientos, lo cierto es que me costaba mucho subir.  A duras penas, a ritmo de caracol voy ascendiendo.  Me pasan unos cuantos corredores.  Otros se paran a la sombra a descansar, incluso, algunos al mas puro estilo del oeste se tumban a contemplar el paisaje y yo, a ritmo tortuga, pero sin parar, sigo avanzando.  Los kilómetros se hacen eternos y el sufrimiento se acrecienta.  Empiezan los pensamientos negativos de que si no voy a llegar, de si en el Cormet de Roselend me retiro, de si la TDS es mucha TDS, etc.  El calor aprieta y mi respiración se acelera. A veces formo un pequeño tapón con varios corredores sin mucho interés en adelantarme.  Casi nadie esta para florituras y casi nadie habla.  Sólo la respiración de muchos corredores y el cencerro de alguna vaca que nos mira con cara de asombro.  En varias ocasiones, decido tomarme un respiro y les dejo pasar. Paro unos minutos, tomo aire, bebo agua y a seguir.  Prefiero no mirar mucho hacia arriba porque la montaña no deja de crecer y allá, a lo alto, se ven más corredores que, como hormiguitas, siguen subiendo.   Durante la dura ascensión hasta Fort de la Platte pensé en retirarme en el punto intermedio, en Cormet de Roselend. Sabía que lo más duro venía a partir de esos kilómetros y notaba que el cuerpo y las piernas no respondían.  


Al llegar a Fort de la Platte pudimos cargar agua y casi ducharnos con una manguera.  Bebí toda el agua que pude mientras contemplaba como los del restaurante de aquel lugar, Fort de la Platte, habían montado un chiringuito con todo tipo de refrescos que cobraban a precio de oro.   A partir de aquel control, el ascenso se hacía menos empinado y más llevadero.  En estos kilómetros empecé a obsesionarme con que sufría retención de líquidos porque pensaba que no era normal que, a pesar del calor, con todo lo que estaba bebiendo no tuviese ganas de orinar.  Tampoco tenía muchas ganas de comer.  Pensaba que se me estaba cerrando el estómago y si no conseguía comer no acabaría la carrera.  Me obligo a comer unos dátiles pero los pensamientos negativos no me abandonaron hasta llegar al Passeur de Pralognan.  Tras pasar el Col de la Forclaz realizamos un descenso bastante técnico y peligroso en una zona muy sombría o eso me ha dejado el recuerdo. Intento correr pero siento que no voy. Y vuelta otra vez a subir hasta llegar al Passeur de Pralognan.  Bueno, creo que lo voy a conseguir.  Me animo.  En la cima, miembros de la organización nos preguntan como vamos.  Apenas me da para esbozarles una sonrisa. Voy bien, les digo, “bien reventado”, pienso.  En este punto ya llevo acumulados casi 4500 + y 62 km. de carrera y empieza la zona más peligrosa de la carrera con un tramo de cuerdas de acero que han puesto para ayudar a bajar.  El cuerpo está fatigado y un tropiezo o una pisada en falso y … mejor no pensarlo.   Pasados unos 500 metros dejamos la zona peligrosa y seguimos bajando por un sendero con muchas raices, hierbas, piedras y con bastantes hoyos que requieren toda mi atención.  Toda la bajada la hago corriendo a mi ritmo.  Si alguno se pegaba demasiado me apartaba para dejarle pasar.   Bueno, a pesar de lo mal que iba puedo seguir corriendo en los descensos.  Me voy animando pero solo un poco y pienso que como voy con buen tiempo puedo seguir en la carrera y acabarla, eso sí con mucho sufrimiento.



Llego a Cormet de Roselend donde tienen montada una gran carpa atestada de corredores, de voluntarios y detrás de las vallas, de muchos familiares y amigos que no cesan de animar.  Recojo mi mochila y echo ropa de abrigo por lo que pueda pasar.  Muchos corredores están descalzos y algunos se cambian de zapatillas y por supuesto de calcetines. En mi caso, decido seguir así. Me avituallo con dos platos de pasta y bebo coca-cola y la bebida con hidratos de la marca patrocinadora.  Descanso un rato y entablo relación con un italiano. Hablamos de lo que nos queda y de como vamos. Nos despedimos dándonos la mano y deseándonos suerte. Al final, sin pensar demasiado en si sería capaz o no de terminarla, entrego la mochila y salgo de la carpa y a ver lo que pasa.



Y otra vez vuelta a subir, primero por carril y luego por un sendero con mucho barro.  Consigo orinar y sin darme cuenta voy apartando los pensamientos negativos y me planteo pasar la noche en carrera lo mejor posible. Ya no hay tantos corredores, ni delante ni detrás, algunos van solos y otros van en grupos de dos o tres.  Empieza a refrescar y a entrar la noche.  Antes de que eso ocurra me pongo ropa de abrigo y me coloco el frontal.  Llego al col de la Sauce y empieza un descenso prolongado bastante técnico en el que, tras unas molestias estomacales, consigo coger un buen ritmo sin parar de correr.  En el descenso, el reloj me marca batería baja y me paro a cambiar las pilas, ya casi anocheciendo y prácticamente solo entre tanta montaña.  Sigo el descenso y se me pega un inglés que no me quiere adelantar con lo que le voy marcando la bajada, pero eso sí, sin encender el frontal y donde ya cuesta distinguir las raíces de las piedras.  


Llegamos a la Gitte tras casi 15 horas y 74 kilómetros.  Me encuentro mucho más animado.  Ya es noche cerrada y comenzamos el ascenso al col de la estación de la Gitte.  La temperatura es agradable y apenas si sopla viento.  Subo mucho mejor y me siento con fuerzas. A mitad de la subida, el ruido de un generador me trae recuerdos de otras ultras.  Varios de la organización nos dan agua y un vaso de coca-cola.  No era un avituallamiento pero nos vino muy bien.  Subimos a la cima y empieza un descenso en el que bajo bastante rápido ya que el carril, estrecho pero sin obstáculos, invitaba a ello.  Después se volvió bastante pedregoso hasta que, rodeado de frontales por toda la montaña, empezamos a subir en dirección al Col de Joly.  Estos kilómetros son bastante técnicos y con muchos escalones y piedras de todos los tamaños. Hay que ir con cuidado. 

Por fin, consigo entrar en el siguiente avituallamiento donde un speaker a ritmo de la música, nos va animando.  En este, otra carpa donde ya nos ofrecen la típica sopa de fideos y toda clase de dulces, chocolate y café.  Me tomó un café bien cargado y sin parar demasiado salgo corriendo camino de Les Contamines.  Es un descenso de unos 10 kilómetros con sendero y raíces hasta la mitad y a partir de ahí se toma un carril, en parte asfaltado y en parte no.  Comparto el descenso con dos suecos, lo sé por las banderas que portan y adelanto a varios corredores.  Siento que voy mejor de lo que pensaba y que puedo hacer un buen tiempo, después de todo.  Al llegar a la zona llana me tomo un respiro y vuelvo a hacer “caco” (caminar-correr).  Empiezo a notar molestias a causa de varias rozaduras.  


Llego a Les Contamines, como algo, cargo agua y sigo camino. Prefiero no sentarme porque si lo hago, a lo mejor no me levanto.  En este punto ya llevo 95 km. y más de 19 horas de carrera y voy mejorando alguna posición y pienso que voy a ser finisher de la TDS si no pasa nada raro.   Abandonamos el pueblo de Les Contamines y empieza el ascenso de los Chalets du Truc.  Es un ascenso con mucha pendiente, por carril al principio y posteriormente por sendero con muchos escalones y raíces.  Se me acelera la respiración y la fatiga.  Tras el duro ascenso, una nueva bajada técnica que nos conduce a un arroyo y a lo lejos se ve el Col du Tricot lleno de luces zigzagueantes.  Parece un árbol de navidad.  Este ascenso es tal vez, el de mayor pendiente de todos.  Además, hay mucha piedra, escalones y bastante barro y arroyuelos. Hay que ayudarse mucho con los bastones. Empiezo a seguir el ritmo de varios hasta que deciden pararse.  Algunos corredores se paran y se apoyan sobre los bastones. Sigo y marco el ritmo de otros dos, hasta que yo también me tomo un respiro. Es un ascenso muy fatigoso pero con mucho esfuerzo llegamos a la cima del col de Tricot.  En este punto consigo la mejor posición de carrera en el puesto 285 tras casi 22 horas y empezamos otro sendero técnico acompañado de dos italianos.  Aminoro el ritmo porque siento las piernas muy cargadas y porque el dolor de las rozaduras se hace más insoportable.  Acabo el descenso y cruzo el puente colgante con mucho cuidado mientras el ensordecedor murmullo de la cascada abruma por su cercanía.  Ya me queda poco pero me encuentro muy cansado.  


Otro nuevo ascenso hasta la estación de Bellevue y partir de ahí, una vertiginosa bajada hasta Les Houches.  Noto los cuadriceps muy cargados. A mitad de camino me quedo sin batería.  Paro y cambio de frontal.  Me empiezan a pasar algunos corredores.  Todavía es de noche cuando llego Les Houches.  Ya sé que voy a ser finisher y en este avituallamiento, descanso unos minutos, me tomo otro café y algún dulce.  Amanece en el camino que me lleva a Chamonix y mi respiración exhala vaho.  Hace frío.  La gente que sale a entrenar con el frescor del amanecer nos anima. Vuelvo a caminar-correr.  Son ocho kilómetros llanos pero se hacen algo pesados y donde me adelantan varios corredores con más fuerzas que yo.  Son aproximadamente las 7,15 de la mañana cuando entro en Chamonix, atravieso la calle principal y tomo la curva en dirección a la Plaza de la Amistad y a la ansiada meta.  Saco mi bandera de Trail Running Málaga y bueno, con mucho pundonor, objetivo conseguido con un tiempo bastante mejor de lo esperado.


 

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