jueves, 7 de diciembre de 2017

II EUSKAL HERRIA MENDI ERRONKA (EHME) 65 KM. y 3500 + (31 mayo 2014)

           
CRÓNICA II Euskal Herría Mendi Erronka 31 mayo 2014
65 km. y 3500 +

            Se puede decir que, la 2ª Edición de la Euskal Herría Mendi Erronka, 31 de mayo de 2014, es hasta la fecha la carrera más dura que he terminado aunque no sea la más larga, ya que la de las LXVII Millas Romanas son 100 kilómetros (mi reloj marcaba 102 Kilómetros) pero todo por carriles, muy llana y con un terreno apto para correr durante casi todo el recorrido.  Bien es verdad que desde el kilómetro 60 sufrí un fuerte dolor en ambas tibias por el que me planteé abandonar y que durante 40 kilómetros, sin poder correr y con bastante dolor, paso a paso, conseguí terminar con mucho sufrimiento.


            La verdad que, viendo el video de promoción de la primera edición daba miedo, con barro, lluvia, frío, niebla y 65 kilómetros y 3500 de desnivel positivo por esas montañas perdidas del País Vasco.   En un principio no era mi objetivo para las fechas de finales de mayo pero mi trabajo en el Ayuntamiento el fin de semana del 24 y 25 de mayo en el que se celebraba la Animal Trail en el Burgo me obligaba a buscar alguna carrera el fin de semana siguiente que me sirviera de buen entrenamiento para el Gran Trail Peñalara de finales de junio de 2014.  


            El mes de abril había sido un éxito, después de la lesión de los meses de febrero y marzo, con la finalización de las Millas Romanas, mi primera carrera de ultradistancia, la de Sierra Elvira, el trail Cara los Tajos donde me encontré bastante y bien y a mediados de mayo el Trail de Montefrío.   Una semana antes de la carrera en Navarra había hecho una nocturna con compañeros de mi club, el C.D. Trail Running Málaga, con muy malas sensaciones, pues hice 35 kilómetros, casi todos andando, y acabé con molestias en la tibia izquierda, maldita y dichosa tibia.   Y a la semana siguiente me iba a Bilbao, con Vueling, para participar en la Euskal Herría Mendi Erronka con muchos kilómetros y más desnivel.   A esas molestias se juntaba el tema de las zapatillas.  Después de más 900 kilómetros las Fuji Trabuco 2 Neutral de Asics habían cumplido y con varias roturas ni me planteaba correr con ellas.  Adquirí en Zulaica las Brooks Cascadia 9 que el podólogo considera inestables pero que todo el mundo lleva (a muchos en la EHME los vi con estas zapatillas) y que son más pisteras y, por recomendación de Pedro, de la tienda de Triaworld, las Dinafyt Pantera, zapatillas más montañeras con las que si pretendía y de hecho, con ellas corrí el Gran Trail Peñalara.


La cuestión es que cuando me presento en Leitza el día antes de la carrera, mis pies han corrido con las Brooks Cascadia 9 más de 65 kilómetros y con las Dinafyt Pantera un total de 0 kilómetros ya que las acababa de recibir ¿Qué hacer?  Por suerte, pude llevarme las dos al viaje.  Las Dinafyt puestas y las Brooks en la maleta. 


Durante esas semanas se agotaron las inscripciones, 700 inscritos, y con la presencia de uno de los mejores corredores por montaña de todos los tiempos, Marco Olmo.   La carrera era y es atractiva y el precio de inscripción bastante asequible, en comparación con otras, 50 €uros, y lo más importante, si conseguía terminarla iba a lograr mis primeros 2 puntos para poder acceder a las carreras de The Nort Face en el Mont Blanc.  Estudié bien el recorrido, los puntos de avituallamiento, lo que iba a llevar, la mochila, geles, etc.  En cada carrera se aprenden nuevas cosas y se va adquiriendo experiencia tanto por lo que a uno le sucede como por lo que ve.


En cuanto al viaje, la verdad que todo salió a pedir de boca.  Volé con Vueling hasta el aeropuerto de Bilbao.  Allí, en la compañía Hertz alquilé un coche, un Seat Altea Xl diesel.  Salí del aeropuerto con intención de no pagar peaje en ninguna autopista y como iba con tiempo, la verdad que lo conseguí.  Salí de la A-8 por una nacional dirección a Vitoria, subiendo el Gorbea y luego la A-1 hasta enlazar con la A-15 dirección a Francia, San Sebastián y Sierra de Aralar.  El día amaneció nublado y con una temperatura agradable.   Desde la autovía, la Sierra de Aralar se presenta espectacular.  Crucé los desvíos de Gorriti, Lekunberri, etc. que ya me sonaban por el rutómetro de la carrera.  Al llegar a Leitza me sorprendí al descubrir un pequeño pueblo industrial, sin apenas gente, fábricas de papelería y resina.  Las vistas eran muy bonitas, un pequeño valle de un verde intenso rodeado de montañas cubiertas de niebla.


El hotel lo tenía en Ezkurra, a unos 10 kilómetros, pero antes de dirigirme decidí darme un paseo por el pueblo.  Realicé unas fotos a la plaza principal, subí a una iglesia y luego me acerqué a un supermercado a comprar unos plátanos.   El ambiente en la zona era muy húmedo.  Estaba claro que nos íbamos a encontrar mucho barro.


Ezkurra es un pequeño pueblo de muy pocos habitantes al que se llega siguiendo una sinuosa carretera pero rodeada de unos parajes dignos de admiración.  Allí me dirigí con mi vehículo de alquiler.  Por la tarde, pasé a recoger el dorsal donde me entregaron una botella de vino y un cartón de caldo Aneto que no me iba a poder llevar en el avión.  Luego me tomé un café y asistí a al video y la “charla” de Marco Olmo que participaba al día siguiente en la carrera.
 

En cuanto a la carrera en sí.  En primer lugar destacar el gran ambiente que había en la plaza de Leitza.  Hubo prolegómenos varios, entre ellos los típicos bailes del folklore vasco y la presentación de los dos corredores más emblemáticos, Iker Carrera y Marco Olmo.  La temperatura era agradable.  Decidí correr con el impermeable Salomón Bonatti porque amenazaba lluvia y de hecho nos llovió varias veces a lo largo del día.  Como iba a la carrera con muchas reservas (zapatillas nuevas, sin saber como me iba a responder la tibia izquierda y corriendo por una zona totalmente desconocida con lluvia y mucho barro y la carrera con el mayor desnivel hasta la fecha) tenía claro que iba a salir atrás y muy tranquilo.


La Mendi Erronka es una ultra técnica que sale y finaliza en el pueblo navarro de Leitza y que con sus 65 km. y 3500 + atraviesa la sierra de Aralar, coronando entre otros, los altos de Irumugarrieta (1413 m.) y Artxueta (1291 m.), este último al lado de San Miguel de Aralar y pasando por los siguientes municipios:LEITZA-GURATZ-GORRITI-ARRIBE-GAINTZA-IRUMUGARRIETA-ALBIARTXUETA-LEKUNBERRI-ETXARRRI-IREBER-KORNIETA-LEITZA.


A las ocho en punto salimos con mucho ambiente en el pueblo, con las calles húmedas por la lluvia y tras un kilómetro por las calles se forma el primer y único tapón de entrada en la primera subida al monte, tapón que también se había formando en la primera edición y que va a propiciar una gran polémica ya que en el kilómetro 27 hay un corte muy estricto de 5 horas que va a provocar que la organización expulse de la carrera a casi 200 corredores por no superar ese corte horario.  En mi caso, lo superé por varios minutos. 

En fin, poco a poco nos vamos adentrando por un sendero, en fila india, con lluvia y con la hierba húmeda, ascendiendo por un frondoso bosque.  Grandes árboles flanquean el sendero en un bosque frondoso y sombrío.  Algunos corredores se paraban a hacer fotos por la espectacularidad del mismo, parecía irreal o de cuento de hadas.   Sufrí un resbalón y me puse perdido de barro pero tras el disgusto inicial pensé que lo importante era que no me había pasado nada.   Enseguida me dí cuenta que la mayoría de los corredores llevaban bastones.  En esta primera ascensión algunos cogían cualquier palo que hallaban en el camino para que le sirviera de apoyo ya que cuando la zona se inclinaba mucho, entre el barro y la hierba, avanzar se hacía muy costoso por los continuos resbalones.   Los que llevaban bastones avanzaban, dentro de la dificultad, algo mejor.  En muchas ocasiones había que salirse del sendero y tirar campo a través por que de tantas pisadas se formaba un gran barrizal por donde apenas ya se podía subir.


Llegamos a la primera bajada por el mismo bosque, por un camino cubierto de hojas en el que no sabía donde pisabas pero la gente bajaba como loca.  Más o menos así discurrieron los primeros kilómetros, con mucho barro, con lluvia y con cuidado de no caerme.  Esto último no lo pude lograr ya que, tras la primera caída, sufrí un segundo resbalón que me dejó por unos instantes noqueado al chocar mi pecho contra el tronco de un árbol.  Por un instante, sentí como que me quedaba sin respiración.  El golpe fue bastante fuerte y tardé casi dos semanas en recuperarme.  En el momento de la carrera me palpé y aunque me dolió, decidí seguir e irme observando a ver como evolucionaba. La verdad que no soy muy habilidoso y las zonas técnicas me ralentizan.  La cuestión es que la dificultad estaba más en saber desenvolverse entre tanto barrizal.  Recuerdo que en los primeros kilómetros otro corredor sobre zona de piedras y pizarra dio un costalazo de consideración.  Tal vez tuvo suerte porque al caer de espalda, la mochila algo le pudo amortiguar.   Hay veces que pienso que, por suerte, casi nunca pasa nada en comparación con lo qué podría ocurrir.


El primer punto de control se encontraba sobre el kilómetro 15, en el avituallamiento de Gaintza, que crucé en un tiempo de 2 horas y 31 minutos.  A partir de ahí, venía el kilómetro vertical con la subida al alto de Irumugarrieta.   La subida me resultó especialmente dura por el desnivel y el barro y se agradecían los ánimos de la gente en los inicios asfaltados de la ascensión.  El inicio era casi campo a través.  Imposible subir por el sendero que estaba intransitable por el barro. Luego el desnivel se hizo más llevadero hasta que llegamos a la parte alta con mucha piedra y niebla. A mi modo de ver, era la zona más difícil y técnica de la carrera.  Pasé por el pico en 3 horas y 57 minutos. A partir de esa dura subida, había un falso llano largo por zona de piedras primero y luego más fácil por hierba.  El paisaje seguía siendo de alta montaña.


Al llegar al siguiente avituallamiento nos metieron prisa porque quedaba poco para el corte del kilómetro 27.  Por suerte, pude superarlo por poco tiempo.  Como dije antes, en este corte la organización excluyó de la carrera a casi 200 corredores.  

Tras cruzarlo, una nueva subida, más asequible, en dirección al santuario de San Miguel de Aralar donde se encontraba un nuevo avituallamiento y un gran número de gente animando.  Recuerdo que en la bajada sufrí un nuevo resbalón sin consecuencias, a pesar de que estaba todo plagado de piedras de todos los tamaños y formas. Por suerte, tuve tiempo de apoyar la mano izquierda.

Después del santuario había un sendero con mucha piedra y barro. Se podía correr pero con mucho cuidado.  Luego el sendero se transformaba en un gran barrizal en un inmenso bosque sombrío.  Recuerdo algunos lugares donde era imposible no caerse.  Había que agarrarse a las ramas o a los troncos de los árboles para poder bajar.

Y al fin, la ultra abandonaba las zonas técnicas para encauzarnos por carril compacto donde después de lo pasado, correr tranquilo, sin mirar al suelo, se volvía una gozada.  Y al cabo de 7 horas y 32 minutos llegaba al avituallamiento de Lekunberri, sobre el kilómetro 45 aproximadamente.  Había de todo pero apenas si comí algo.  Con la experiencia que me han dado las “ultras” posteriores, creo que un plato de macarrones no me hubiese venido mal. 

Reinicié la marcha bastante tranquilo, consciente de haber superado lo peor de la Mendi Erronka.  El golpe en el pecho me seguía molestando pero era llevadero.  Además, se agradecía que ya hubiera escampado y que los rayos de sol, tímidamente, hicieran, de vez en cuando, acto de presencia.  El paisaje seguía siendo precioso, muy verde y bucólico, pero ya no era zona de alta montaña y había más tierras cultivadas.

En estos kilómetros de carril, con alguna bajada pero sobre todo, falsos llanos y alguna dura subida, entablé relación con otros dos corredores vascos y durante un buen rato estuvimos hablando sobre el mundillo de las “ultras”.

Faltando poco para terminar venía otra ascensión, no muy pronunciada.  Recuerdo que había un cresteo técnico y que la niebla, muy tupida, nos cambió el paisaje y la mentalidad.  Lo bueno es que la ultra Mendi Erronka siempre la recordaré como una de las carreras mejor balizadas que he finalizado.  Era imposible perderse.  Tras atravesar varios llanos, algún sendero de tierra negra con mucho barro y piedras, saltar la valla de una finca donde descansaban las vacas sin dejarse una zapatilla en el fango, pude, al fin, enfilar, los últimos kilómetros por otro sendero de barro y piedras, flanqueado por muros de piedra, muy sombrío, en dirección a Leitza.  


En la llegada a meta pude apretar los dientes y correr bastante rápido.  Tras 11 horas, 1 minuto y 25 segundos pude terminar mi primera gran ultra en el puesto 372 de 442 que la finalizaron, y jaleado por el numeroso público congregado en esos últimos metros.  En fin, una gran carrera en un territorio donde la gente vive de una manera muy especial este tipo de pruebas. 
Por lo demás, todo bien, me recuperé en menos de dos semanas del golpe en el pecho y mis pies se adaptaron perfectamente a las Dinafyt Pantera con las que hice, entre otras, el Gran Trail Peñalara, la Vuelta al Aneto y la OCC Mont Blanc, todas en el verano de 2014.

Por cierto, en aquella edición la carrera se la llevó Iker Carrera en categoría masculina y Leire Fernández Abete en categoría femenina.








             





























martes, 5 de diciembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE (51 KM. y 1100+) 25 de noviembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE DE SEVILLA (51 KM. Y 1100 +)
25 NOVIEMBRE 2017

            Y tras tres semanas de descanso activo, después de la Doñana Trail Maratón, me había animado a inscribirme a otra carrera-trail más o menos sencilla, es decir, poco desnivel y mucho correr y nada técnica.   Ya conocía la zona por la Ultra Sierra Norte de 2014, cuando realicé la ultra de algo más de 100 km., carrera parecida a los 101 de la Legión, por lo menos en aquella edición, salvo por los subidas y bajadas de varios cortafuegos antes del descenso por carril hacia Almadén de la Plata pero sobre todo, por los últimos 15 kilómetros en los que se atravesaba una gran finca con mucho barro y frío.  Recuerdo que aquel tramo, a altas horas de la madrugada y con temperaturas muy bajas, se me hizo larguísimo pero, al final, completé la carrera en unas 17 horas aproximadamente, tras muchos problemas, sobre todo, de estómago, a partir del kilómetro 50. 



            En esta ocasión, el tiempo iba a ser más benigno y no daban lluvia ni antes ni durante la carrera.  Como en la Turdetania, tocaba de nuevo viaje de madrugada hasta el pueblo de Castilblanco de los Arroyos, en la provincia de Sevilla.  Lo bueno es que la carrera comenzaba a las 11 de la mañana y no había que darse un gran “madrugón”.




            Durante las tres semanas previas, ya recuperado de la dolencia en el tibial de la pierna izquierda, pude entrenar más y mejor, con mis nuevas compañeras de asfalto, las Hoka Bondi 4.   No obstante, para confirmar la regla, algún dolor nuevo siempre tiende a surgir y en esta ocasión, resultó ser el del piramidal, molestia que me suele aparecer cuando fuerzo en algún entreno más de lo que debo.   Se trata de un dolor que suele ser pasajero y que tengo más o menos controlado y que suele hacer acto de presencia cuando corro a más velocidad de la que acostumbro, por lo que dicho dolor, en una ultra, está bastante bien controlado puesto que siempre se avanza a un ritmo mucho más lento.   También aproveché esas semanas para las visitas oportunas al cardiólogo y realizar una nueva prueba de esfuerzo.  Por ahora, todo bien, por lo que seguimos aprovechando el tiempo y las circunstancias para disfrutar de este duro deporte de resistencia.

            Sobre las 9,30 de la mañana del día 25 de noviembre llegué a Castilblanco de los Arroyos.  Tras recogida de dorsal me tomé un café no tanto por la necesidad de algo caliente, sino para entrar un poco en calor en alguna cafetería del pueblo, pues hacía bastante frío o al menos, mi cuerpo así me lo transmitía.




            Una vez pertrechado con el portadorsal, mochila, bidones flexibles llenos, barritas y algún gel, me acerqué al lugar de salida.  Pasé el control de dorsal y a esperar unos minutos hasta el inicio de la carrera.  Con el pistoletazo de salida tuve un pequeño contratiempo y es que andaba liado a la vez con la cámara deportiva y el gps.  Ni lo uno ni lo otro, es decir, ni pude grabar la salida ni el gps tenía puesta la función de grabar el track.  Pero como lo importante era ponerse a correr, pues a apretar los dientes y a dar ritmo a las piernas.  Y eso hice.  A los pocos metros puse el Garmin Foretrex 401 en modo grabación y segundos después me dediqué a la cámara deportiva.

            En cuanto  la carrera en sí, no hay nada digno que destacar y no me voy a extender más de lo necesario.  Me arriesgué a correr con zapatillas de asfalto, las hoka Bondi 4.

            Salí de menos a más, manteniendo un ritmo fácil y constante, incluso en algunas subidas.  En el primer tramo de carrera me acompañó una pequeña molestia en la ingle y al final, los dichosos isquiotibiales de la pierna izquierda me dieron más guerra de lo previsto.
 
            Los dos primeros avituallamientos, el del camino del Pimpollar (km. 8) y el de Fauna Salvaje (km 14) son por carril con alguna que otra subida.  A partir del kilómetro 14 viene la zona más técnica, varios kilómetros por cortafuegos en pleno paraje de la Sierra Norte de Sevilla y de nuevo, vuelta al carril con un tramo de bajada y otro de ascenso hasta llegar al siguiente avituallamiento, Risco Blanquillo en el kilómetro 23,7.   Tras llenar bidones y un poco de chocolate y refresco de cola, bonita bajada y nueva zona técnica por cortafuego.  Sigo adelantando a más corredores y cada vez me voy encontrando mejor.  Algún corredor me saluda y me dice que le suena mi cara por haber coincidido en alguna otra ultra. 




            Los kilómetros van cayendo y en otra de las subidas entablo cierta conversación con un corredor que va a mi ritmo.  Lleva una rodillera y me comenta que iba a hacer la ultra pero que como la tiene algo fastidiada, ha decidido cambiar e intentarlo con el trail y qué espera que no se le inflame.   Le deseo suerte y sigo avanzando en una suave subida por carril hasta el kilómetro 33, donde se ubica un nuevo avituallamiento, Las Tinajas.  Tras comer un poco de chocolate y la última de mis barritas con magnesio de la marca Ettix, vuelta a correr por la famosa dehesa paralela a la carretera que une Almadén de la Plata con Castilblanco de los Arroyos.  Son bastantes kilómetros por diversas zonas de todo tipo, desde algunos tramos de carril hasta zonas sin sendero o apenas existente donde no sabes por donde correr.  Hay que atravesar varios arroyos pero con la misma tónica, siempre un terreno desagradable para correr. Sufrí algo más de la cuenta y más aún al llevar unas zapatillas de asfalto. Aun así, atravesé dos nuevos avituallamientos, el de Yerbabuena, kilómetro 38,7 y el mismo del inicio, el del camino del Pimpollar, pero ya en el kilómetro 44.  Los últimos kilómetros seguí la referencia de un corredor al que no pude cazar. Es el mismo camino que la ida, por zona fácil de carril y en poco tiempo ya diviso el pueblo de Castilblanco. 




            Al final, entré en meta en 6 horas y 14 minutos en el puesto 29 de la general de la carrera y 12 de mi categoría, de 108 que finalizaron la prueba. 

            Con la medalla al cuello y el chaleco de finisher, nos sirvieron una buena comida de final de carrera, compuesta por arroz tres delicias, filete y patatas a lo pobre, bebida y un yogur.  No está nada mal por lo que uno paga por la inscripción, amen de los muchos voluntarios repartidos por la carrera y con una esmerada balización. 

            En fin, otra carrera más en mis piernas y deseando llegar a la última para tomarme un merecido descanso de casi dos meses pero antes, dentro de dos semanas, volveremos a disfrutar de nuevos paisajes y acantilados en la Ultramaratón Costa de Almería, en lo que va a ser mi tercera participación, igual que ediciones lleva la carrera.  ¿A ver qué tal?



martes, 14 de noviembre de 2017

V DOÑANA TRAIL MARATHON SEVILLA-EL ROCÍO (71 KM) 4 NOVIEMBRE 2017

V DOÑANA TRAIL MARATHON SEVILLA- EL ROCÍO (71 KM)
4 NOVIEMBRE DE 2017

            Tres semanas después de la VIII Trail Turdetania, me había inscrito en su momento, a un precio bastante razonable a la quinta edición de la Doñana Trail Maratón.   Al igual que la Turdetania era una carrera que llevaba siguiendo desde su creación y que tenía intención de realizar algún año.  Me echaba para atrás que no era un trail circular, con las molestias que eso conlleva de tener que esperar hasta las 9 de la noche el autobús de vuelta para Sevilla, con lo que las previsiones para llegar a Málaga se alargaban a la madrugada del domingo.


            Después de los problemas físicos, sobre todo, en el tibial de la pierna izquierda, que me mantuvieron inactivo durante tres semanas, las que van del Trail Sierra de Segura (23 de septiembre) al Trail Turdetania (15 de octubre) y todavía con la alegría en el cuerpo de haber intentado la Turdetania y haberlo conseguido, casi sin padecer las referidas molestias, afrontaba tres nuevas semanas con mejores sensaciones, en lo que a entrenamientos y molestias físicas, se refiere.

         Con mis nuevas Hoka Bondi 4 de asfalto realicé varios entrenamientos de “velocidad” por la desembocadura del Guadalhorce y una tirada larga por Jarapalos y las sensaciones, aunque no para tirar cohetes, fueron bastante mejores.

            Al igual que la Turdetania, la Doñana Trail Maratón Sevilla-El Rocío, no es una carrera técnica, más bien todo lo contrario.  Es una prueba sin desnivel, totalmente llana, discurriendo por asfalto, carril y algunos tramos por senderos arenosos pero siempre muy trotables, obviamente, sin necesidad de utilizar bastones.  Se transita por unos cuantos pueblos de las provincias de Sevilla y Huelva como Tomares, Bormujos, Bollullos de la Mitación, Villamanrique de la Condesa, Hinojos y por supuesto, Almonte, aunque el único pueblo que se cruza en la carrera, además de Tomares, es el de Villamanrique de la Condesa, punto intermedio de la Doñana Trail Marathón.  Los demás, se dejan a un lado y no los vemos.

            El viernes 3 de noviembre, después de salir del trabajo, y tras un fugaz tránsito por casa para recoger la mochila y demás pertenencias y despedirme de mis niñas, cogí la autovía en dirección a Sevilla.  Un fuerte aguacero me acompañó durante el viaje, al igual que en el barrio de Triana para recoger el dorsal.     Desde luego, nos íbamos a encontrar barro y muchos charcos pero viendo las previsiones, la temperatura iba a ser bastante agradable y la lluvia, como mucho, nos acompañaría en las primeras horas.

           En la bolsa del corredor, además de la camiseta de rigor, incluían 4 geles y 4 barritas de la marca Nutrisport, (además de algún que otro regalillo que casi siempre acaban en manos de mi hija) y que venía a significar, según la organización, un avituallamiento.  Eso suponía que varios avituallamientos iban a ser solo agua y así lo advirtieron. En mi caso, creo que hice mal la previsión y debí cargar un poco más la mochila.


            Me alojé en un hotel de Santiponce y a las 5 de la mañana del sábado, sonó el despertador.  No pude descansar bien por que la lluvia no cesó durante toda la noche y supongo que, como otras veces, también los nervios no me dejaron conciliar un sueño reparador, pero bueno, esta última es una circunstancia que tengo bastante asumida y es que me cuesta dormir la noche previa a una carrera.

            A las 6,15 encontré aparcamiento en la zona del barrio de Triana, cerca del Puente de los Remedios. Había dejado de llover y la temperatura no era demasiado fresca.  Cargué con la mochila para entregar a la organización y que nos transportarán hasta meta, para ducharnos y ponernos ropa limpia al llegar al Rocío.  Como era muy temprano, busqué alguna cafetería por los alrededores de la Puerta de Jerez y Torre del Oro, pero salvo un Mcdonalds, no había nada abierto a esas horas.

            Poco a poco, fue llegando el momento de la salida, las 8 de la mañana y el ambiente iba creciendo.  Hice algunas fotos con la mini-cámara y me percaté de la presencia de un compañero de mi club al que no conocía, Isaac Ríos.  Me acerqué a saludarlo.  Se encontraba acompañado de su mujer.  Nos hicimos unas fotos juntos y nos deseamos suerte.

            Y así, sin solución de continuidad, con los nervios de siempre, con ganas y con alegría, volvía a afrontar una nueva carrera.  Me coloqué bastante atrás y en los primeros kilómetros, en los que supuestamente había salida neutralizada por las calles de Sevilla, forcé un poco el ritmo para adelantar a bastantes corredores.  La lluvia no hizo acto de presencia en toda la carrera y como digo, al final se nos quedó un día estupendo para disfrutar del “running”.

            En el primer kilómetro tuve problemas con el gps.  Lo reinicié y asunto arreglado.   En estos kilómetros de asfalto me encuentro bastante bien.  Sobrepaso a un gran corredor, un veterano curtido en mil batallas, Aca Olmedo, al que conocí en el verano de 2013 en Asturias, en el Trail de Valgrande-Pajares (ya ha llovido desde entonces). 

            Durante unos minutos estuve charlando también con una chica morena a la que conocí en junio de este año 2017 en el Trail de Bosques del Sur, donde compartimos unos cuántos kilómetros.  La chica tiene una gran planta de corredora y aunque me comentó que venía baja de entrenamientos por molestias en la cintilla, cruzando el puente de hierro en dirección a Tomares, me dejó y no volví a verla más.  Creo que hizo un tiempazo, 7 horas y 30 minutos.


            A la altura de Tomares, sobre el kilómetro 9 se encontraba el primer avituallamiento, creo que solo agua.  Pasé rápido y me llevé un botellín que me fui tomando poco a poco.   A partir de aquí, dejamos el asfalto para empezar a correr por carril de tierra compacta y así seguiría buena parte de la carrera.   A partir de Hinojos, sobre el kilómetro 48, el carril se transforma en amplios senderos de arena, entre los pinares del Parque de Doñana. 
           
            Con la llegada del carril de tierra muchos corredores empezaron a pararse.  Aunque lento, seguí trotando para no perder el ritmo mientras daba cuenta de una buena barrita energética.  Durante unos cuántos kilómetros transitamos por grandes zonas de cultivo, apenas sin árboles. También dejamos atrás un velódromo.   Son paisajes que vuelven a mi memoria ya que los transité hace 4 años, en la Pretoriana.





            Durante estos kilómetros la única molestia que sufrí fue la de siempre, la tirantez en los isquiotibiales de la pierna izquierda.   Poco a poco, cada corredor va cogiendo su zona de confort y su ubicación en la carrera.  Una chica con pantalón y mochila negra, con gafas y con una forma peculiar de correr me adelantó, pero su ritmo era bastante asequible por lo que decidí tomarla como referencia.   Compartimos muchos kilómetros juntos y aunque al pasar por Villamanrique de la Condesa nos desperdigamos, al final volvimos a coincidir en los últimos kilómetros.

            Algunas zonas de carril tenían bastante barro y charcos y había que buscar el lugar para pasar sin mojarse.

           Los kilómetros y el tiempo van pasando.  Transito por el avituallamiento del kilómetro 18 y del kilómetro 30.   En esta franja me adelantó Aca Olmedo  su compañero de fatigas, pero lo mantuve en la visual durante estos kilómetros de carril con interminables rectas. 


            Continuamente nos adelantaban ciclistas que servían y ayudaban en el control de la carrera y la organización.   Muchos nos animaban al pasar.  De hecho el avituallamiento del kilómetro 62 lo controlaban los ciclistas.
           
            A partir del kilómetro 28 el paisaje empezó a cambiar y entramos en zona de pinares.  El tiempo era algo fresco pero muy agradable para correr.  A veces soplaba una brisa más fuerte de la cuenta.

            El avituallamiento del kilómetro 30 también era solo agua.  Apenas paré y a seguir camino buscando el avituallamiento completo de Villamanrique de la Condesa, sobre el kilómetro 39.

            La kilometrada empezaba a sentirse en las piernas y casi todos los corredores empezamos a hacer “caco” (caminar-correr).  En mi caso, corría unos 400 o 500 metros, descansaba dos o tres minutos y volvía a correr otro largo trecho y así sucesivamente.  

            Recuerdo que los últimos 3 o 4 kilómetros apreté un poco más.  Los geles, a veces, también producen sus efectos y bueno, me uní a tres corredores, dos de ellos bastante veteranos y juntos, a un buen ritmo, sin parar, nos calzamos esos kilómetros para llegar bastante bien al kilómetro 39, Villamanrique.  Cargué los soft flash y comí un sándwich y varios vasos de refresco de cola. También di cuenta de dos palmeras, una de ellas de chocolate.   En menos de 5 minutos estaba de nuevo en carrera. 

            Con el paso de los kilómetros me fue desapareciendo las molestias de los isquiotibiales o más bien se solapaban por la aparición de otras, como puede ser cierta carga en los gemelos y en los cuadriceps.

             A la salida del pueblo, tras andar durante unos minutos con idea de que lo ingerido se fuera asentando en el estómago, remprendí el trote.  Saludé a la mujer de Isaac que se ofrecía a ayudarme.  Le di las gracias pero iba bastante bien.

            Y bueno, volvimos al carril compacto, con los bidones flexibles cargados y enfilando grandes rectas paralelas a la carretera, camino del pueblo de Hinojos, kilómetro 48.


            Sin nada en especial que destacar, sin llegar a ver el pueblo, pasamos por la carpa donde dos voluntarios muy jovencitos se encargaban de este avituallamiento (kilómetro 48), sólo agua, cerca de la carretera pero ya en zona de pinares y senderos arenosos, algunos con más barro de la cuenta.

            Apenas si paré.  Seguí a mi ritmo, más tiempo corriendo que andando por lo que los kilómetros iban cayendo muy rápido.  Sólo pensaba en la siguiente parada, kilómetro 55, a ver si la organización me sorprendía y había un avituallamiento con algo más que agua, ya que había dado cuenta de todos mis geles y barritas y necesitaba un “chute de carbohidratos”.

            El recorrido por estos parajes, además de bonito, es muy entretenido. Es un pinar inmenso y los senderos zigzaguean de un lado a otro.  Gracias a las balizas vas avanzando como miguitas de pan que no van mostrando el camino. Si no me equivoco, esta zona ya forma parte del Parque de Doñana.
           
            Y los kilómetros van cayendo.  Transito por el kilómetro 55 donde hay otro avituallamiento de sólo agua.  Cargo los bidones flexibles y a seguir camino, buscando uno completo, el último antes de meta, el del kilómetro 62.

            Durante muchos kilómetros voy sólo, disfrutando de la soledad del corredor, acompañado por la brisa del pinar y por mi respiración, casi ensimismado en mis pensamientos.  De vez en cuanto, adelanto a algún corredor al que tantos kilómetros se le están atragantando.

            Y los minutos y las distancias a meta se van acortando muy rápido y en seguida llegamos al último avituallamiento, el del kilómetro 62, donde por fin como algo.  Plátano, membrillo y una bebida isotónica.  Y reemprendo la marcha.  A diferencia de las ultras técnicas de montaña, las distancias entre avituallamiento se hacen mucho más rápido.  Todo es mucho más fácil, aunque, si que se echa de menos esos senderos de descenso donde con poco esfuerzo, uno se deja llevar. 
           
            Ya me quedan menos de 9 kilómetrosLa Doñana Trail Marathón está en el bolsillo.  Trato de seguir a buen ritmo, intentando bajar de las 8 horas.   Sigo pasando a más corredores.  Me adelanta la chica de pantalón y mochila negra del principio.  Va más rápido que yo y aunque lo intento, no puedo seguir su ritmo.  Sigo con mis cortas paradas para recuperar fuelle y vuelta a trotar. 

            
          Faltando dos kilómetros le pido a un ciclista que me ayude a extraer de mochila la bandera de mi club.  La aldea del Rocío está a la vuelta de la esquina.

            Nos juntamos un nutrido grupo de corredores en estos últimos kilómetros.   Al llegar a la zona habitada, giramos a la izquierda por un amplio carril que bordea la aldea, mientras disfrutamos de la inmensa llanura y de las marismas.   Sopla algo de viento y cuesta avanzar pero la meta está muy cerca y eso siempre motiva.  Esta vez decidí grabar la entrada en meta.  Faltando 700 metros enfilamos una de las calles del Roció en dirección al santuario.  Y con mucha alegría, con mejores sensaciones que en otras carreras, llegué a meta en 8 horas y 2 minutos, puesto 145 de la general y 71 de mi categoría.
           
           Tras masaje postcarrera junto a la inmensa marisma, ducha en una casa hermandad y algo de turismo por los alrededores de la Ermita del Rocío, el autobús nos recogió sobre las 9 de la noche en un hotel, a las afueras del pueblo, para llevarnos de nuevo a la Torre del Oro de Sevilla. 

Y bueno, ya casi tengo completada la temporada aunque todavía me quedan dos carreras.  No obstante, como aperitivo, el sábado que viene volveré a hacer otra Travesía, la del Arco Calizo Central en Alfarnate, organizada por el Grupo Senderista Prisma. 

            Y como diría el gran humorista (DEP): ¡Hasta luego Lucas!
           
           
           
           
           


miércoles, 1 de noviembre de 2017

VIII TRAIL TURDETANIA (50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)15 DE OCTUBRE DE 2017

VIII TRAIL TURDETANIA
(50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)
15 DE OCTUBRE DE 2017

            Como comenté en la Crónica del Long Trail Sierra de Segura realizada el día 23 de septiembre de 2017, sufrí bastante del tibial izquierdo.  Creo que forcé más de la cuenta, aunque tampoco es que fuera un dolor insoportable.  Lo cierto es que al día siguiente me levante con la pierna izquierda hinchada y algo enrojecida.

            Hablando con un fisioterapeuta me comentó que tenía una fuerte periostitis tibial y que como mínimo debía reposar dos semanas, tal vez tres.  Ni que decir tiene que durante los primeros días después de finalizar la Long Trail Sierra de Segura, no podía caminar sin dolor.

            A lo largo de las tres semanas siguientes fui recuperando sensaciones y tras la primera semana desapareció la hinchazón y el dolor al andar, aunque persistió el dolor a la palpación.   Con baños de agua fría y automasajes utilizando diversas pomadas como “Traumeel” y “Radio Salil” fui mejorando pero veía que no iba a llegar en condiciones y la posibilidad de cancelar la carrera casi era una obligación.  No obstante, los últimos días probé a echar algunas carreras cortas y comprobaba, con asombro, que no me dolía. ¿Qué hacer?  Me apenaba bastante porque era una carrera que la seguía desde hacía bastantes años, ya realizada por algunos compañeros de mi club y en la que te hacían entrega, al llegar a meta, de una estatua a todo el que fuera finisher: el famoso Turdetanito.  


            A lo largo de las tres semanas no realicé ningún entrenamiento, ni siquiera algo de bicicleta. Nada.  De hecho, mi pensamiento durante ese tiempo estaba fuera de las carreras, en otras facetas de la vida y circunstancias personales, pensando más en llegar en mejores condiciones para el Doñana Trail Maratón del 4 de noviembre que llegar a recuperarme a tiempo para el Trail Turdetania.  No es la primera carrera que cancelo ni será la última.
           
            Ni siquiera el día antes de la carrera lo tenía claro, sábado 14 de octubre. Pero, durante esos últimos días, me decía: ¿Tampoco perdía nada si lo intentaba?  Si veo que me duele, abandono y punto, pero al menos, intentarlo.  

            
        Y en efecto, a pesar de todas las circunstancias en contra, el domingo, muy de madrugada, cogí el coche para dirigirme a Castilblanco de los Arroyos, en la Sierra Norte de Sevilla.  Durante el viaje me reprochaba a mi mismo la tontería que estaba haciendo ya que pensaba que no iba a durar ni un kilómetro.  Es más, mi consciencia me invitaba al sentido común y a que diera la vuelta, y es verdad que varias veces, durante ese viaje de madrugada por la A-92, casi hice amago de coger un cambio de sentido y volver para Málaga.  Pero, sin darme cuenta, crucé Sevilla y ya que estaba cerca – me decía a mi mismo - me acerco al pueblo a ver el ambiente y recoger el dorsal y … a ver qué pasa.

            
       Sobre las 6,30 de la mañana del domingo 15 de octubre, estaba en Castilblanco de los Arroyos.  Tras tomar un café y dejar el coche cerca del campo de fútbol del pueblo, lugar de recogida del dorsal y de salida y meta de la carrera, me acerqué a recogerlo.  Allí pude ver la estatua, el turdetanito, que, creo, no alcanzaría a recoger. ¡Lástima!  

            Poco a poco fueron llegando los corredores/as, supongo que de buena parte de Andalucía y del resto de España, aproximadamente unos 500 corredores.  Obviamente había mucho ultrero y runner sevillano.  La Turdetania no es una carrera técnica. Tiene poco desnivel, (no alcanza los 1000 +), por lo que los veloces fondistas de asfalto pueden hacer los 50 kilómetros en muy buenos tiempos.  Precisamente, al ser una carrera nada técnica, al estilo de los 101 de la Legión, decidí participar con unas de asfalto, las Hoka Bondi 4, con doble plantilla de amortiguación.
           
            
           En mi caso, después de tantas ultras me he vuelto cada vez más lento.  Puedo aguantar y mantener un ritmo constante durante bastante tiempo pero a ritmo de tortuga.
            En la salida estaba más serio que de costumbre, afianzando en mi voluntad la inquebrantable intención de abandonar la carrera a la más mínima.
            Amaneciendo, sobre las 8,10 de la mañana, tras pasar el control manual de dorsal y escuchar los típicos comentarios de speaker de turno, con nervios, incertidumbre y ansia, como siempre, se dio el pistoletazo de salida.

            Salgo muy lento, a un ritmo de 6,30 por temor a no poder hacer ni un kilómetro; pero para mi sorpresa, hago los primeros kilómetros sin una molestia.  De nuevo llevo la cámara deportiva y voy haciendo pequeñas grabaciones.  Como voy a ritmo lento, me pasan bastantes corredores pero no me importa.  Siempre intento competir y luchar pero cada vez se impone más la idea de salir a disfrutar y conocer, a sufrir pero controlando ese sufrimiento.
            Al salir del pueblo, cogemos un sendero que circula paralelo a la carretera principal y las posiciones comienzan a estabilizarse.  La mañana es fresquita y los rayos de sol empiezan despuntar en el horizonte.  Cruzamos la carretera y cogemos un carril ancho.  Sigo sin dolor.  Me siento feliz.

            En ese estado llegamos al primer avituallamiento en el kilómetro 5,5, Los Búcaros, donde no paro.   Todo este tramo en ligera bajada.  Entramos en un nuevo sendero con algo de piedra y arena pero muy “corrible” y con bastante vegetación alrededor.  Las zapatillas responden bastante bien y la molestia apenas si aparece.  Si que es verdad que en algunos saltos noto una pequeña quemazón en la zona del tibial pero es muy leve y cambiando la pisada o el modo de caer tras esos saltos, casi ni lo siento.


            Vamos buscando la población de Guillena, del pueblo que habitualmente daba la salida a la Turdetania.   El sendero se despeja y nos permite divisar la gran ciudad de Sevilla en el horizonte.  Por este tramo, nos encontramos a varios grupos de senderistas que nos saludan con amabilidad.  De hecho este tramo es parte del Camino de Santiago.
En poco tiempo llegamos al siguiente avituallamiento, la cadena, kilómetro 12, donde cargo agua y como varios trozos de plátano.  A partir de aquí, subimos un cortafuego y disfrutamos de las zonas más técnicas de la carrera.  Sigo sin dolor y parece que aguanto bastante bien.  Mi ritmo es lento pero tras 3 semanas sin hacer nada, demasiado bien me encuentro.  Mi único objetivo es terminarla.  En estos tramos, las zapatillas demuestran que no es su zona pero voy con cuidado para no doblarme un tobillo.
Atravesamos la presa del Gergal y comenzamos un nuevo sendero de varios kilómetros que tal vez sea lo más bonito y destacado del Trail Turdetania.   Se trata de unos parajes bastante frondosos y bellos y a la vez desconocidos de Andalucía, adentrándonos en las primeras estribaciones de Sierra Morena.


Ya son varias horas de carrera y el tibial de la pierna izquierda parece responder bien.  Y sin darme cuenta, ya transito por el kilómetro 18, siguiente avituallamiento, la caseta de madera, donde bebo varios vasos de refresco de cola. Al hilo de este avituallamiento y de los de otras carreras, si que me gustaría hacer una reflexión a los organizadores de las mismas.  Por ejemplo, el Trail Turdetania tiene un precio de inscripción espectacular para lo que ofrece. Es cierto.  Pero una vez realizada te das cuenta que, donde más cojean, no sólo esta, sino muchas, es en algo esencial y son en los avituallamientos.  Aunque parezca una tontería no es lo mismo beber refresco de cola de una marca conocida que el de otras marcas, de esas que venden los supermercados, donde casi sale más caro comprar directamente agua embotellada.   Lo mismo ocurre con las bebidas isotónicas.   Luego, siempre es bueno contar con fruta, si, sobre todo, plátanos y naranjas, pero se echa de menos algo de membrillo, algunos dulces, chocolate, sándwich, orejones, dátiles, etc. y si hay que subir 5 euros la inscripción se sube, y si hay que restringir algún regalo, se suprime pero no a costa de los avituallamientos y la comida final de carrera.


Vuelvo a la carrera. Los gemelos empiezan a cargarse más de la cuenta y necesito hacer algunas paradas para recuperarlos.  Comienzo a sentirme mejor, a pesar del calor, y empiezo a pasar corredores.  Esta zona es conocida como ruta del agua.  Es más, la Turdetania, lo que hace es bordear el pantano del Gergal y la Rivera de Huelva, el contraembalse de Guillena y el pantano de Castilblanco del río Cala.  Empiezo a tomar como referencia algunos corredores. Nos vamos adelantando y esa competencia nos anima a esforzarnos más.  Estos kilómetros son de carril asfaltado.  A la derecha, sin darnos cuenta, vamos cogiendo altura y dejando abajo las aguas remansadas y azules del embalse del Gergal.


Y llegamos al siguiente avituallamiento, kilómetro 28, donde apenas si tienen agua.  Bebo algo de refresco de cola y a seguir.  Tras una bajada empinada por sendero, llegamos a la orilla del embalse.  Ya voy solo, ningún corredor delante, ninguno detrás.  El sendero transcurre paralelo al embalse.  Aunque voy haciendo alguna que otra parada, casi todo el tiempo sigo corriendo.  Esta ruta es conocida como ruta del ferrocarril.  Atravesamos el típico túnel y seguimos llaneando.  Se trata de la antigua vía del ferrocarril minero de la Cala a Gergal.  Atravesamos alguna antigua estación, ya en ruinas, (estación de la Gergal) y llegamos al punto de confluencia del río Huelva y Cala, donde comenzamos una ligera subida al siguiente punto de control y avituallamiento, La Cantina, kilómetro 33, punto en el que finaliza el PR-A 218 y que conforma la ruta del agua.    Este avituallamiento, a diferencia de los anteriores está bien surtido.  Hay bastante ambiente. Nos ayudan a rellenar los soft flask y nos rocían con agua fresca.  Como un sándwich de jamón y queso y algo de refresco de cola barata pero es lo que hay.    Este es el punto intermedio de la carrera y por donde había que transitar antes de las 14 horas de la tarde.  Voy bastante bien de tiempo y reemprendo la marcha andando, mientras doy buena cuenta del sándwich.  Siempre que puedo extraigo la mini cámara deportiva y hago algunos videos y fotos.  Esta zona es muy bonita, con mucha vegetación y divisando al fondo un nuevo embalse, el contraembalse de Guillena en el río Huelva antes de la unión con el río Cala.


Volvemos a correr en una nueva bajada en dirección al referido contraembalse.  Según voy bajando me doy cuenta que la ribera del río Huelva de la izquierda es bastante verde y arbolada mientras que la ribera de la derecha está bastante más seca.   El calor comienza a hacer mella y ahora es cuando vienen los kilómetros más duros de subida, la cuesta del toro.  Son 4 kilómetros de carril que realizo andando a buen ritmo.  Sigo adelantando a más corredores, algunos ya parados con calambres. 


El paisaje es el típico de las dehesas extremeñas y lo de la cuesta del toro es bastante obvio.   Ya son más de 5 horas de carrera y cálculo que sobrepasaré las 6 horas y media.   Empiezo a encontrarme algo regular del estómago.  No sé si ha sido el refresco de cola o la bebida isotónica.   En los siguientes avituallamientos sólo agua – me digo.
Y así llego al kilómetro 38, donde hay un nuevo avituallamiento, cruce Ronquillo, donde como algo de fruta y cargo agua en las botellas blandas.
Ya no me queda casi nada- me digo.   El carril sigue en ascenso y casi todos los corredores avanzamos andando.  Un chaval de negro que me precede ha hecho la carrera a mi par.  Ahora yo le adelantaba, luego él y así, sucesivamente.

Siguen pasando los kilómetros, el calor sigue apretando y la carrera se hace más dura.  En mi interior me encuentro feliz porque, de forma inexplicable, el tibial me está respetando.  Nos adelanta algún que otro coche de la organización con corredores retirados.  Mi estómago parece que se estabiliza.  Algún corredor se pone a cantar y a dar voces y nos ameniza estos aburridos kilómetros.  Y de nuevo otra larga bajada hacia un nuevo pantano, el de Rivera de Cala, ya muy próximo a Castilblanco de los Arroyos y donde hay un nuevo avituallamiento con chocolate y barritas, kilómetro 44, por donde paso de largo y sólo utilizo para cargar agua.  Esta bajada la hago corriendo, adelanto al chaval de negro y que luego saludaré al llegar a meta.  Las Hoka Bondi van perfectas y supongo que será las que utilizaré en el Doñana trail Maraton del 4 de noviembre.


Y de nuevo otra larga subida por carril, con el calor apretando de lo lindo.  Sufro un poco más de la cuenta, con ligera pájara incluida.  La respiración se me acelera y trato de aspirar el mayor oxígeno posible.  Me adelanta un grupo de 3 corredores que consigo no perder de vista y que utilizo como referencia.   Luego me acoplo a otro corredor que lleva música en la mochila.  No me aburro y la carrera y el turdetanito ya son míos.  El pueblo está cerca pero todavía nos han reservado un nuevo avituallamiento, sólo agua, en el kilómetro 49.  Los voluntarios nos animan y tras algo más de subida por sendero empiezo a trotar los últimos metros en dirección a meta y al campo de fútbol de Castilblanco de los Arroyos donde hay congregada un gran número de personas y familiares.

Las entradas en meta son otro de esos momentos plenos, de felicidad, de satisfacción, de haber luchado y conseguido el objetivo y más cuando ni uno mismo tenía la necesaria confianza.  Despliego mi bandera de Trail Running Málaga y llego a meta con un tiempo de 6 horas y 33 minutos, en el puesto 239 de 484 que terminaron. Finisher de la octava edición de la Trail Turdetania, gran carrera que seguro volveré a repetir otro año.