TUSCANY CROSSING
CASTIGLIONE D,ORCIA (TOSCANA-ITALIA)
27 DE ABRIL DE 2019
Siempre me he sentido más corredor que montañero y
creo que eso nunca cambiará. Me gusta
disfrutar de las montañas, de sus paisajes y de toda su grandeza, tanto en
carreras como paseando por ellas, modo senderista. Sin embargo, cuando participo en algunas
carreras donde la pericia técnica se hace imprescindible, donde ponerse a
correr puede suponer la asunción de un importante riesgo, mi sensación de
disfrute disminuye de modo exponencial y en esas situaciones lo primero en lo que
pienso es que tengo responsabilidades personales y familiares y una salud que cuidar,
por lo que mi mente me advierte y aún si, continuo pero evitando riesgos
innecesarios y con la idea clara de salir cuanto antes de esos sitios, entre
otras razones, porque no me encuentro cómodo.
Doy fe que otros corredores en esas situaciones avanzan mucho más
rápido, diría que se crecen pero, en mi caso, bajo bastante el rendimiento y me
vuelvo demasiado torpe. Disfruto
corriendo por las montañas, haciendo estas y otras pruebas de ultradistancia
por todo tipo de terrenos pero siempre que haya una mínima posibilidad de
avanzar corriendo sin peligro de lesionarme o caerme, circunstancias que, en
algunas carreras, no se produce. Por
eso, muchas veces en las crónicas, decimos eso tan manido de “sendero corrible”,
porque a veces no lo son.
Digo todo esto porque hay ultras de
montaña donde se requiere un mínimo de experiencia en ese entorno, en la
utilización del material mínimo indispensable y, en fin, en el desenvolvimiento
en condiciones más o menos difíciles y otras ultras donde se puede disfrutar
más del paisaje y preocuparse menos del terreno que uno pisa, donde puedes o no
avanzar más rápido porque el terreno te lo permite y donde, en fin, las bajadas
y las subidas tienen ese desnivel suficiente para sentir esa sensación de
libertad que nos da el correr sin el estrés de esos descensos imposibles
plagados de piedras y raíces de todos los tamaños. Y eso es en definitiva, la Tuscanny Crossing
y otras muchas carreras en las que atraviesas amplias zonas a través de pistas
forestales, llanuras, zonas de monte bajo, caminos de tierra compacta, alguna
zona montañosa más elevada y sobre todo, pequeños pueblos con mucha historia y
bonitos senderos a la sombra de frondosos bosques.
Si la carrera estaba prevista para
finales de abril de 2019, creo recordar que la inscripción la realicé mucho
tiempo antes, sobre octubre del año 2018.
La razón era que la carrera se desarrolla en la Toscana, más cerca de
Siena y Florencia que de Roma pero mi pensamiento era coger un vuelo directo a
Roma y a la vuelta de la carrera visitar uno de los yacimientos arqueológicos
mejor conservados de la antigua Roma, Hostia Antigua, muy cerca de la ciudad y
del aeropuerto internacional de Fiumicino.
Por lo tanto, para este viaje tenía tres motivaciones: la aventura del
viaje en sí, la propia carrera y por último, la visita al yacimiento de Hostia
Antigua. Otra razón por la que me decanté
por esta carrera era por sus paisajes toscanos y porque allí se rodaron escenas
de una gran película “Gladiator” que ya he visionado unas cuantas veces. En esa película, los paisajes toscanos
próximos a Castiglione d,Orcia hacían referencia a las fértiles llanuras de una
ciudad que conozco muy bien y que está en mi tierra, “Emérita Augusta”(Mérida),
de donde era originario el personaje (ficticio) del general romano Máximo
Décimo Meridio.
El viernes 26 de abril, muy temprano,
me dirigí al aeropuerto de Málaga, como siempre, en mi coche. Tras dejarlo aparcado a unos cuantos
kilómetros, pequeño paseo nocturno con la maleta hasta la terminal. Antes de las 7 de la mañana ya volaba en
dirección a Lisboa con la compañía TAP Portugal, aeropuerto de escala, antes de
aterrizar en Fiumicino, Roma, sobre las 12,45 de la mañana. Hasta aquí, todo fácil, pero al llegar al
aeropuerto siempre se complican algo las cosas, sobre todo, si tienes que
alquilar un coche. Siempre que puedo he
intentado viajar al lugar de las carreras en transporte público pero muchas
veces no es posible. En esta ocasión,
viajo a un pequeño pueblecito de la Toscana y sólo hay una opción de llegar:
por carretera y en coche particular. No
se si alguno se pone a ver las opiniones en Internet de la gente sobre las
empresas de rentacar. Después de leer
unas cuantas de esas opiniones, se te quitan las ganas de alquilar un
coche. Uno llega a la conclusión que,
salvo error u omisión, son unos auténticos estafadores. En mi caso, ya llevo varias aventuras y por
ahora, no me puedo quejar demasiado.
Volviendo a los prolegómenos de la carrera, comentar
que por el pueblo de Castiglione había muy buen ambiente y la ultra de las
Y no pude, si no esbozar una divertida
sonrisa cuando llego a la carpa donde, en efecto, se podía leer: “pacco gara”, lo
que en italiano, en una traducción literal sería algo así como paquete de
carrera y que en España, lo conocemos como
bolsa del corredor. Y allí me dieron varios productos de la zona y una buena
botella de vino tinto (no creo que fuera el famoso brunello de Montalcino) que
no me pude llevar por las malditas restricciones de los aeropuertos y de la que
dieron buena cuenta los “amigos” del rent a car.
Tras la anécdota, seguí por allí, deambulando
por el pueblo, interactuando con unos y otros corredores, hasta que volví al
coche para encaminarme al hotel que había reservado en un pueblo próximo: Seggiano. Al hotel, una casa antigua en lo alto del cerro,
llegué casi al anochecer, bastante cansado y con ganas de tumbarme pero
previamente había que preparar la logística de la carrera y dejar todo bien
atado para que, al levantarme, todo resulte más rápido y mecánico. Así lo hago y así lo seguiré haciendo Mejor
levantarse tranquilo con todo colocado y preparado, sabiendo lo que me voy a
poner y lo que voy a llevar en la mochila.
Sobre las cuatro de la madrugada sonó
el despertador. Nuevamente, como en
otras muchas ocasiones, hay que autoconvencerse para afrontar este nuevo
reto. Muchas veces no es fácil. No siempre uno está igual de motivado, amén
de las circunstancias concretas de la carrera, hotel, tiempo, etc. Por de pronto, en esta ocasión evito tener
que llevar los bastones y el material obligatorio es muy reducido (mochila,
teléfono móvil, vaso y poco más). Aprovecho
para comentar algo sobre el tema de los bastones. En cuanto a cuando llevarlos
y cuando no. En mi caso, no hay una regla universal. En esta ultra, por ejemplo, ví a bastantes
corredores con bastones. A mi modo de ver, cuanto mayor desnivel y tecnicidad
de la ultra, más necesarios son, aunque la distancia sea muy inferior a
Todavía de noche arranco mi coche de alquiler y con mucho tiento salgo del aparcamiento y avanzo en el silencio de las calles. Hace frío y el coche se llena de vaho. Cuesta encontrar la palanca adecuada para accionar el antivaho. Aunque no está muy lejos, parece que tardo una eternidad en llegar a Castiglione d,Orcia. Al llegar al pueblo, los corredores más madrugadores ya merodean por la línea de meta. En mi caso, soy una persona de costumbres cuasi-fijas y vuelvo a aparcar el coche en el mismo sitio de la tarde anterior, lo más alejado posible de las aglomeraciones de la salida/meta.
Como hace demasiado frío, me refugio
en el edificio de la Asociación que alberga un escenario y un gran comedor y
utilizado la tarde anterior para la presentación de la carrera y que luego se
utilizará para el avituallamieto postcarrera.
Creo que soy el único español entre tanto italiano pero casi me siento
como en casa. Se va acercando la hora
del inicio. En un primer momento, la
organización quiere colocar la salida cerca del edificio de la asociación, pero
al final realizamos una pequeña salida neutralizada por un parque próximo para
conducirnos junto a otro arco improvisado, casi a la salida de la
carretera. Como siempre ansía y nervios
(creo recordar esas palabras en boca de alguien) y dispuesto a darlo todo.
En estos primeros kilómetros ya
coincido con la pareja con la que compartiré bastantes kilómetros, dos
franceses. Sobre todo recuerdo a la chica,
bajita, morena y delgada con una camiseta de la Eco Trail Paris (
Van pasando los kilómetros y los
primeros rayos de sol van asomando por las colinas. Subimos al “Valle di Terrapille”, famoso por
ser la escena de los Campos Elíseos en la película “Gladiator”. Atravesamos preciosas hondonadas, suaves
colinas cubiertas de viñedos, cipreses perfectamente alineados en el camino
como enormes balizas que nos van guiando en la larga travesía. Y empezamos a adelantar a los corredores más
rezagados de la carrera de las
La temperatura va ascendiendo aunque
corre una suave brisa primaveral y siento que estoy disfrutando dentro del
esfuerzo y el pulso acelerado que ello supone.
Es una ultra “fácil”, tan sólo de correr y correr, por caminos y
senderos, donde uno puede confiarse y levantar la vista y regocijarse con la
naturaleza que nos rodea y sentirse feliz con uno mismo por el tesón mostrado,
por tener la suficiente salud para afrontar estos retos, y en fin, por esos
momentos de embriaguez donde uno puede dejarse llevar por los pensamientos, por
el tiempo vivido y por futuros proyectos.
Esta primera parte de la carrera, hasta Montalcino,
km. 50 aproximadamente, es más abierta y de verdes prados, surfeando entre
colinas salpicadas por cipreses, hayas, castaños y olivos. A partir de Montalcino, la ultra se adentra
en paisajes más umbríos y boscosos, con más kilómetros de subida y desnivel.
Tras atravesar el valle de Triboli,
me voy acercando al siguiente avituallamiento situado en el pueblo de Torronieri, km 38, donde doy buena
cuenta de varios dulces, entre ellos la típica tarta italiana, la famosa crostata, muy buena, por cierto. Como suelo hacer en casi todos los
avituallamientos, lo importante es parar lo menos posible, esto es, rellenar de
líquido los bidones de plástico, picar algo de comida y si puedo, llevarme algo
en la mano que me voy comiendo mientras voy caminando y una vez termino,
siempre retraso unos minutos más de lo habitual el reinicio en el trote con la
idea de que me asiente bien en el estomago.
Tal vez por esa costumbre o porque empiezo a notar algo de cansancio,
algún corredor me rebasa a la salida de Torronieri.
Sobre los siguientes kilómetros no
hay mucho que contar. Seguimos
adelantando a corredores de las
Poco a poco me voy acercando al ecuador de la carrera y a la subida más dura y vertical de la Tuscanny Crossing, como es la del Canilicchio por el que se asciende a la colina donde se asienta la hermosa ciudad amurallada de Montalcino (km. 50), ciudad de origen etrusco y romano de donde procede uno de los vinos más conocidos de Italia, el brunello. Ni que decir tiene que había muchísimo turismo por las calles en aquella mañana de sábado, a finales de abril de 2019, en medio de la Toscana. Las balizas me dirigen, ya dentro de las calles de Montalcino, a un edificio con un gran patio donde comen y descansan bastantes corredores. La organización nos ha enviado una mochila con nuestras pertenencias a este punto. Como siempre, echo mucha ropa que luego sé que no me voy a poner. Lo único que hago es tomarme una bebida isotónica, un “Powerade” que había metido en la mochila y dar buena cuenta de un plato de pasta, cortesía de la organización. Y en poco más de 10 o 15 minutos estaba dando las gracias a los voluntarios y saliendo por la puerta para afrontar la mitad de la ultra.
Tras dejar atrás otro punto de interés con es la Abadía Sant,Antimo, atravieso otro pequeño
pueblo, Castellnuevo dell,Abate,
pasado el kilómetro 60, donde se
encuentra el siguiente avituallamiento y del que apenas recuerdo nada. Sin embargo, si guardo en la memoria que el
siguiente avituallamiento estaba en un cruce de caminos y había bastante gente
animando. Creo recordar que tomé algo de
zumo o que no había bebida isotónica, no lo recuerdo exactamente; la cuestión
es que a partir de aquel momento empecé a encontrarme con peores
sensaciones. Posiblemente este
avituallamiento fuese el del kilómetro
72, Amerini.
Vuelvo a encontrarme con la pareja de franceses en un
duro repecho en medio de un descampado donde consigo adelantarles. Les saludo.
Creo que la chica va regular y el chico trata de animarla. Más adelante, en otra zona de subida pero ya por
pista, el chico me sobrepasa a muy buen ritmo.
Entiendo que su pareja le ha dejado marchar para que haga la mejor marca
posible y para animarle le habrá dicho que no se preocupe, que ella terminará
al ritmo que pueda. En fin, es el peaje que
uno tiene que pagar al ir en grupo, ¡que si!, que vas acompañado y que la
carrera se hace más distraída pero el ritmo te lo marca siempre el que va
peor.
En Vivo
d,Orcia, kilómetro 86, volví a
tomar algo de zumo y alguna que otra bebida que no me sentaron nada bien. En aquel avituallamiento departí con algunos
voluntarios. Recuerdo que uno de ellos me preguntó por mi procedencia dentro de
España y si ese lugar era Cataluña. No
se exactamente qué le contesté. De todas
formas, por aquel punto ya iba tocado y con el estómago revuelto. De hecho, poco
después, al retomar el camino, subiendo por una dura vereda (sendero del agua) tuve nauseas y vomité.
A diferencia de otras veces, las nauseas pasaron rápido y seguí subiendo a buen
ritmo aunque con la respiración más acelerada. Este
tramo es muy boscoso pero aún así, no lo suficiente para no percatarse de otra
enorme torre, Rocca de Campigliola,
que se yergue formidable en medio del bosque antes de llegar a otro pueblo del
frondoso valle, Campiglia d,Orcia,
sobre el kilómetro 92 por el que
también circundamos su pequeña torre.
Llego al avituallamiento con mejor ánimo que al pueblo anterior,
habiendo corrido en el descenso unos cuantos kilómetros. Apenas si descanso
unos minutos y continúo avanzando, terminando la preciosa ultra por la Toscana
(Tuscanny Crossing). Sin embargo, en los
últimos kilómetros, todo descenso y por pista, me encuentro sin fuerzas y
apenas tengo capacidad para trotar. Me
adelantan varios grupos de corredores y no puedo seguirles el ritmo. Al fondo, allá, en todo lo alto, ya diviso
el pueblo de Castiglione d,Orcia y el castillo de la Roca Aldobrandesca,
mandada construir por la familia Aldobrandesci, pero los últimos kilómetros son
en una fuerte ascensión por un camino pedregoso … y mi pulso se acelera y no
puedo disimular mi cara de esfuerzo. Y
bueno, y como casi todo se acaba en esta vida, al final conseguí entrar en meta en un buen tiempo, dentro de mis limitaciones, en concreto en 13 horas y 36
minutos en el puesto 38 de la general absoluta y en el 32 en categoría masculina de 194 que finalizaron y si … muy contento.
Al terminar la ultra, recogí la mochila que había dejado en Montalcino y aunque no tenía mucha hambre, pasé a tomarme algo en el avituallamiento fin de carrera. Ahí aprendí otra palabra en italiana: bicchiere (vaso). En Courmayeur, en el Grand Trail Courmayeur de 2018 se me quedó grabada otra: cucchiaio (cuchara). Supongo que en la siguiente aprenderé como se dice en italiano otro utensilio de cocina. En fin, curiosidades aparte, comentar que no se me ocurrió otra cosa durante esta comida postcarrera que tomar un vaso de vino. No creo que fuera el famoso brunello de Montalcino. Lo cierto es que no me sentó nada bien y durante la madrugada terminé vomitando lo que no lo había hecho durante la carrera. A partir de entonces, otra lección que me ha dado mi cuerpo. Ni se me ocurra tomar ningún tipo de alcohol, ni antes, ni durante, ni después de una ultra y creo que puede hacerse extensivo a muchos otros corredores, pero bueno, cada cuál es libre de ingerir lo que le apetezca.