jueves, 26 de abril de 2018

VI CXM RUTE (21 KM Y 1400 +) 18 DE MARZO DE 2018


VI CXM RUTE (21 KM Y 1400 +)
18 DE MARZO DE 2018

            Aprovechando que esta prueba estaba homologada por la ITRA y siendo además, la primera prueba de la Copa Andaluza de carreras por montaña, decidí inscribirme y conocer una nueva carrera y nuevos lugares.   Como a la semana siguiente viajaba a Portugal, a la Ultra do Marao, el 24 de marzo de 2018, mi objetivo con esta carrera era conseguir un buen entrenamiento de cara al fin de semana siguiente.

            Las semanas posteriores a la Transgrancanaria HG habían transcurrido sin incidencias.   Al cabo de una semana y media consideré que me encontraba recuperado y volví a correr y las sensaciones resultaron aceptables.

            Por supuesto, sigo con la ligera molestia en la inserción de los isquiotibiales de la pierna izquierda, aunque llevo varios meses que las molestias han remitido y casi puedo hacer fartlek con cambios de ritmo a cierta velocidad, al menos, para el que escribe.    No obstante, sigo preocupado con la calcificación en la parte alta de la rótula de la rodilla izquierda que, hasta la fecha, no me impide correr.  Llevo varios meses tratándola con ondas de choque y a ver si consigo mantenerla a raya.


            Volviendo a la Cxm Rute, comentaré que el domingo 18 de marzo me levanté más temprano de lo habitual y tras un ligero desayuno, un café con una barrita de avena, tomé la autovía A-45 camino de Rute, el pueblo del anís y del mantecado.   Los días previos la lluvia había hecho acto de presencia en toda Andalucía y buena parte de España y se preveía bastante barro, como así fue. 

            Tras parar para tomar un café, recogí el dorsal (buena bolsa del corredor, con dulces de chocolate, un botellín de anís, etc.) me cambié como mejor pude dentro del coche, ya que la temperatura en el exterior era demasiado baja.     El día amaneció bastante cubierto pero a la hora de la salida pudimos vislumbrar algunos rayos de sol.  Al tratarse de la Copa Andaluza, había un gran número de corredores “élite”, entre ellos Dani García e Iván Ortiz, que a la postre quedaron los primeros en esta prueba.   Desconocía si la carrera era o no técnica y después de terminarla, he de reconocer que ha superado las expectativas en cuanto a dureza y terreno técnico.


            Justo antes de la salida, estuve dudando si salir o no con guantes y si salir o no con el impermeable puesto.   Al final opté por la seguridad antes que por la comodidad.  Eso sí, decidí salir sin mochila ni hidratación.  Con los avituallamientos puestos por la organización entendí que iba sobrado.  Resultó todo un acierto.    Los minutos previos me los tomé con cierta tranquilidad, observando a la gran cantidad de corredores que había congregado la VI Cxm Rute, así como el calentamiento de alguno de ellos, muy profesional, dicho sea de paso.  A diferencias de otras carreras, donde casi siempre coincido con algún corredor conocido, en esta no ocurrió lo mismo.  Algunas caras me resultan familiares y cada vez observo como nutridos grupos de chicas se van sumando a las carreras por montañas y muchas de ellas con bastante nivel, tratando de colocarse en las primeras posiciones de salida. 

            En fin, con más retraso de lo previsto y eso que la salida estaba programada a las 10 de la mañana, arrancó la prueba.  Enseguida empiezan las primeras subidas dentro del pueblo y luego por carril.  El corazón se acelera y percibo como me pasa un gran número de corredores.  Estoy demasiado lento, me digo.  Aunque luego me entono, al principio, siempre me cuesta entrar en calor y coger un buen ritmo.  Como más de uno me ha dicho en alguna ocasión, soy un corredor diesel. No lo sé, lo cierto es que esto de correr ultras te acaba ralentizando.


Y tras poco más de 2 kilómetros de carril, casi en el furgón de cola de la carrera, nos desvían a la izquierda por un sendero embarrado, con mucha piedra resbaladiza, donde más de una vez tenemos que echar el culo a tierra y a los pocos metros, en una zona muy empinada y con barro, al socaire de un gran conglomerado de rocas  y donde la organización ha colocado cuerdas, nos encontramos un nutrido grupo de corredores en un soberano atasco que nos mantuvo entretenido durante casi 20 minutos o más (algunos hablan de media hora).    Tras atravesar la zona de cuerda, vuelvo a correr pero las sensaciones son bastante malas.  Intento acelerar el ritmo para recuperar todo el tiempo perdido en el atasco pero apenas si voy.  Además, tengo problemas con tanto barro y las zapatillas me bailan, a punto de salirse del pie, debido a que se han aflojado los cordones,  circunstancia que se agrava sobre todo en las subidas.  Intento sustraerme de las condiciones, del mal arranque y decido tomármelo como lo que era: un buen entrenamiento.  Uno de los pensamientos que me anima es que esto no es una ultra, que es una carrera corta y que en poco tiempo habré terminado.


Tras bajada por carril, entramos en el pinar de Rute y la organización nos encamina por un nuevo sendero en zigzag y en continua subida.  Sobre el kilómetro 8, otra zona de cuerdas y otro monumental atasco donde perdimos más de 15 minutos.  Este era el primer bucle y pasado ese segundo tramo de cuerda venía un avituallamiento que, además, era punto de corte.  Por lo visto, la organización eliminó de la carrera a unos cuantos a tenor del enfado que algunos mostraron en las redes sociales al no tener el cuenta el tiempo que se perdió en los atascos. 

Tras este segundo tramo de cuerda, pude reponer líquido en el mencionado avituallamiento para, acto seguido, tomar una bajada y luego girar hacia la izquierda, buscando otra fuerte subida, pero todo por sendero bien marcado.  La mañana se fue estropeando y una densa niebla nos fue calando.    Hay que decir que pese al día, la organización estuvo de diez y había voluntarios repartidos por todo el recorrido. 


Repuse fuerzas en otro avituallamiento, a la vera del carril, tal vez sería sobre el kilómetro 10 y por fin, casi sin corredores a mi alrededor, pude disfrutar del trote por una especie de senda-tobogán hasta que reanudamos la subida por una zona de campo a través muy técnica y dura hasta coronar el punto geodésico de la sierra que bordea el pueblo de Rute y luego descender por otro tramo con piedras de todos los tamaños y colores, cubiertas de barro, donde intentar correr era como hacer malabarismos para no caerse.  Sobre lo de correr y equilibrarse en zonas técnicas, he de decir que los corredores altos tenemos cierta desventaja al tener un centro de gravedad más elevado.  Luego está el tema de las zapatillas, en mi caso, las Hoka Stinson 4 ATR que si bien son confortables y muy amortiguadas, preparadas para competiciones de larga distancia, pierden mucho en agarre en zonas mojadas y técnicas, más si cabe, cuanto intentas ir deprisa.   

En fin, es lo que hay, toca seguir bregando, intentar correr donde la zona me lo permita y deseando terminar pronto una carrera que se ha vuelto más dura de lo previsto.            Poco a poco, vamos bajando, dejando atrás los tramos técnicos y la espesa niebla para descender a mayor velocidad por una senda amplia, hasta toparnos con otro avituallamiento.   Cada vez empiezo a encontrarme mejor y trato de iniciar una leve remontada.   Y de nuevo, otra empinada subida para volver a adentrarnos en el pinar y acabar recalando en el punto de unión de los dos bucles y desde ahí, todo hacía abajo hasta llegar al pueblo y a la meta.   Al final muy mal tiempo, 3 horas y 54 minutos en el puesto 228 de la general.



           

lunes, 9 de abril de 2018

TRANSGRANCANARIA HG 125 KM y 7000 + (23 y 24 de febrero de 2018)


TRANSGRANCANARIA HG (125 Km y 7000 +)
23 y 24 de febrero de 2018

            Con mayor optimismo que en otras carreras afrontaba el primer reto serio del año 2018: la Transgrancanaria HG de 125 km. y 7500 + según la organización, aunque, según mi reloj gps, al finalizar la carrera, el desnivel no alcanzó los 6900 y según la página web de livetrail no llega a los 6600 +.

            Como siempre, los días previos transcurren con algo de nervios.  Son días de comprobar el material que uno va a llevar durante la carrera y todo lo que debe incluir en la maleta. El jueves 22, por la tarde, cogimos el vuelo hacia la isla de Gran Canaria y después de algo de estrés, sobre todo por el tema del vehículo de alquiler, conseguimos llegar, sobre las 22 horas de la noche, hora local, al apartamento que habíamos reservado en la población de Arinaga, a media distancia entre el aeropuerto y Maspalomas, lugar de finalización de la ultra. 

Esta es la segunda vez que me presento en la isla para correr una ultra.  La vez anterior fue en febrero de 2016 para correr la Advanced de 81 kilómetros que, en aquella ocasión, salía desde Moya-Fontanales.    Al igual que en febrero de 2016, ahora también me encuentro físicamente mejor que en otras épocas del año.  Había hecho mucho entrenamiento por asfalto, volviendo a coger algo de velocidad y tras el trail Sierra de Aguas, pude realizar un buen entrenamiento de 33 kilómetros por los montes de Málaga, que además me sirvió para probar mis nuevas zapatillas, la Hoka Stinson ATR 4 y mejorando la marca que tenía sobre ese recorrido en más de 20 minutos.

            Al día siguiente, viernes, momento para la feria del corredor y recogida de dorsal, nº 379 y vuelta al apartamento para descansar e ir preparando la logística de la carrera.  En el pabellón de la feria del corredor, Expomeloneras, coincidí con dos corredores malagueños, dos ultreros del club Trazacaminos, José Antonio Ruiz Jiménez y Jesús González Clu.  A José Antonio ya lo conocía.  Aunque en la carrera no llegamos a vernos, coincidimos en el UTMB 2016.

            La tarde previa a una ultra de esas que salen entre las 10 y las 12 de la noche se me hace eterna.  Aproveché para dar un paseo por Arinaga por la mañana y comprar bebida isotónica de marca blanca de un supermercado.  Grave error del que dejo testimonio.  Aunque parezca una tontería, hasta las isotónicas las tienes que haber probado antes en algún entrenamiento para comprobar si te sientan bien o no.   Esta isotónica me estuvo repitiendo durante casi 30 kilómetros.   Esta visto que en una ultra debes cuidar hasta el más mínimo detalle porque cualquier fallo te puede lastrar o condicionar a lo largo de tantos kilómetros y tantas horas.

Tal y como iba diciendo, la longevidad de aquellas horas se acentuó cuando a media mañana, el día se volvió plomizo y empezó a llover con fuerza y así se tiró casi toda la tarde.   Menos mal que hoy día tenemos las redes sociales y las aplicaciones móviles y siempre ayudan a entretenerte un rato.  Poco a poco fueron pasando las horas y sobre las 18,30 cogí el coche y me dirigí al pabellón de Maspalomas donde nos esperaban los autobuses.
           

            Ya en el pabellón, faltando todavía bastante tiempo, un nutrido grupo de corredores se distribuía por los aledaños.  Había mucho nivel y mucho corredor extranjero.  Según la propia organización, de los 1020 corredores de la Transgrancanaria HG, había unos 183 corredores canarios, unos 153 del resto de España y los demás, 684, extranjeros.  En cierto modo, tiene una explicación plausible.  En estas fechas no suele haber muchas carreras por Europa pero si la tercera prueba del Ultra Trail Word Tour se organiza en una isla que te asegura buen tiempo y facilidad de comunicación, incluso para pasar unos días de vacaciones, el éxito está medio asegurado mientras la fiebre del trail running se mantenga y la organización responda.

            Sobre las 20 horas, la “guagua” de turno nos trasladó a Las Palmas de Gran Canaria, a la playa de las Canteras, desde donde salía la carrera.  Nada más salir del autobús, aproveché para tomarme un café y abrigarme porque la temperatura era bastante fresca.   Después del café, hice un recorrido por el paseo.  Había un desfile de carnaval, música y bastante gente congregada en el paseo marítimo, amén de todos los corredores que iban llegando.   Como era muy temprano y hacía fresco, volví a entrar en otro restaurante y allí me topé con los dos ultreros del Club Trazacaminos.  Me invitaron a que me quedara con ellos y eso hice.  Allí, haciendo tiempo, charlamos un poco de todo.


            Sobre las 22,30 los corredores empezaron a moverse y a dirigirse al arco de salida.  Por nuestro nivel, nos colocaron en el cajón de salida número 2.  De fondo se escuchaban los speaker, como no y como casi siempre, el gran Depa, animando al personal y entrevistando y presentando a los élites, tanto masculinos como femeninos, de la tercera prueba del circuito del Ultra Trail World Tour 2018.  Mientras, aprovecho para comprobar que el Garmin Foretrex 401 está en perfecto funcionamiento y hago algunas fotos y videos con la minicámara.   Al final, decidí salir con el impermeable puesto, el Salomon Bonatti, que ya tiene unas cuantas ultras a sus espaldas y que no me quité hasta el último avituallamiento, en Ayagaures.

            Faltando pocos minutos un nutrido coro canario entonó una canción muy entrañable, al estilo de Los Sabandeños, sobre el amor hacia esas islas.  Luego, la arenga motivacional de la Transgrancanaria y por fin, con nervio y ansía, se dio el pistoletazo de salida a la Ultra desde la playa de las Canteras.

            Todo el mundo salió despavorido, corriendo a unos ritmos muy rápidos por la arena de la playa.  Mi nivel no da para tanto y esto acaba de empezar, pienso, por lo que más vale controlar la respiración y guardar fuerzas para más adelante.   Tras varios kilómetros por la playa (3 km.), seguimos circunvalando el paseo, primero por la acera y luego ya por asfalto.  Poco a poco, las luces rojas de los primeros corredores comienzan a elevarse, tomando primero un carril asfaltado y luego ya, de tierra compacta, para empezar a subir por las primeras estribaciones camino del primer avituallamiento, Las Arucas en el punto kilométrico 16 aproximadamente, y atravesando sucesivamente, Santidad Alta, los Giles y el Barrio de Los Castillos.   Las sensaciones son buenas, a pesar de que la isotónica de marca blanca no me está sentando nada bien.   La temperatura es agradable y aunque algunas zonas todavía están mojadas por la lluvia, se puede correr sin riesgo.   De estos primeros kilómetros, recuerdo, sobre todo, un largo tramo por un sendero por el cauce de un río lleno de piedras donde se hacía difícil correr y también el gran ambiente que había en los puntos donde el sendero coincidía con alguna carretera y en los que familiares y aficionados se congregaban para animarnos.


            En una hora y 59 minutos paso por el primer control y avituallamiento, Las Arucas, sobre el kilómetro 16,6, en el puesto 499.   Apenas si recuerdo este avituallamiento y mucho menos lo que comí.  Con buenas sensaciones seguimos corriendo y avanzando en desnivel y kilómetros con un cielo despejado y el hermoso semblante pálido de la luna en el horizonte.  Y sin mucho que contar llegamos al siguiente avituallamiento, el pueblo de Teror, en el kilómetro 27,3, tras un descenso muy chulo por un sendero dentro de un parque botánico (Finca Osorio).  El tiempo invertido en ese kilómetro se iba a las 3 horas y 35 minutos y ascendía hasta la posición 455.  En este avituallamiento, en la plaza del pueblo, había mucha animación y voluntarios disfrazados que te ayudaban a rellenar los bidones con agua.  Recuerdo que comí algo de chocolate, plátano y algún dulce y por supuesto, un vaso de refresco de cola.

            De estas primeras horas de ultra nocturna, destacar dos ascensos con bastante barro y hierba mojada que resultaban bastante exigentes debido a su verticalidad, uno, creo, antes de llegar a Teror y el otro, antes de Fontanales.  También que había muchos tramos de asfalto, sobre todo en subida y alguna que otra bajada pero por ahora iba bastante contento por que los dolores se hacían bastante soportables.  Como siempre, había tramos que los gemelos se me cargaban algo más de la cuenta, pero todo dentro de lo normal. La bebida isotónica me seguía repitiendo un poco pero sin molestias estomacales.  Por lo demás la temperatura resultaba muy agradable, al menos, en movimiento y aunque había llovido, el terreno, salvo zonas concretas, no estaba demasiado embarrado.

            Con 5 horas y 49 minutos llego al siguiente punto de control, Moya-Fontanales, en el kilómetro 39 y en el puesto 419.  Seguimos mejorando.  Ya son aproximadamente las 5 de la mañana y aunque algo cansado, todo marcha bastante bien.  En este pueblo, en 2016 era el lugar de salida de la Ultra Advanced. 

            El avituallamiento está dentro de un local.  Hay de todo.  Al final se me apetece un sándwich de jamón y queso.  Relleno bidones y vuelvo a la carrera para afrontar, a mi modo de ver, el tramo más duro de la Transgrancanaria 2018, desde Moya-Fontanales, kilómetro 39, hasta el kilómetro 51 en la Presa Los Pérez.

            Durante los primeros kilómetros se avanza rápido por asfalto.  Atravesamos Las Rosadas y Valleseco, para posteriormente, dirigirnos a Pinos de Gáldar, Fagajesto y finalmente, la presa Los Pérez.  Voy con la respiración controlada y me dejo llevar corriendo fácil por el asfalto, adelantando a unos cuantos corredores, lo que siempre anima.  Todo se complica cuando dejamos el asfalto y nos conducen por un sinuoso sendero muy técnico y en un continuo zigzag y que, debido a la lluvia, se encuentra bastante embarrado y peligroso.  En esta bajada nos juntamos unos 4 o 5 corredores, alguno bastante hablador, y con cuidado pero sin pausa, realizamos el descenso.  No da tiempo a ver nada ya que todavía no ha llegado el amanecer y además, todos vamos concentrados en el barro, las enormes y resbaladizas piedras en medio del sendero y la hierba.

            Al llegar al riachuelo de turno, comienza la subida, igualmente con mucho barro y bastante empinada.  Justo cuando iniciamos la subida, a nuestra izquierda, todavía de noche se abre una montaña adornada con guirnaldas en un escalonado zigzag, son los frontales de los corredores que van delante y que están realizando una nueva y brutal subida, una vez pasado el punto de control de la presa de los Pérez, en el kilómetro 51.    Aquí empiezo a mostrar los primeros síntomas de flaqueza.  Me cuesta respirar y el cansancio va haciendo mella en mi cuerpo.  Tal vez, esté subiendo por encima de mis posibilidades, lo cierto es que en esta dura subida me dejo llevar y unos cuantos corredores me sobrepasan con relativa facilidad.  También reconozco que, moralmente, me hundió un poco la visión de esa dura subida que había que afrontar después.

            Pero como todo en la vida, ni lo bueno ni lo malo dura eternamente y todo depende al final, del punto de vista desde el que se contemple, lo cierto es que, tras dejar el sendero y coger un poco de aire, me animé bastante, sobre todo, porque la luz del día empezaba a despuntar y ahora el recorrido transitaba por un carril cómodo en dirección al kilómetro 51, siguiente punto de control y avituallamiento, Presa de los Pérez.   Por este punto transito sobre las 7 de la mañana en el puesto 393 (seguimos mejorando en la clasificación) y con algo más de 8 horas de carrera.    
            El avituallamiento es una carpa al final de la presa.  La temperatura, a estas horas de la mañana es bastante baja.  Hace bastante frío y apetece tomar algo caliente.   Estando en el avituallamiento me encuentro una cara conocida: Javier Portales al que saludo con sincera alegría.  Este encuentro supone reforzar los ánimos ya que él es más rápido que yo y si en el kilómetro 50 vamos a la par, creo que es una buena señal.

            Como suele ocurrirme en todas las ultras, pasados varios avituallamientos, uno ya no sabe qué comer.  Muchas cosas no entran por la vista, a pesar de que todos los avituallamientos estaban muy bien surtidos, y luego, está el pensamiento de si eso o lo otro me sentará bien.   En fin, entre que no tenía el estómago en estado óptimo y no quería forzar, decidí tomarme dos vasos de café sólo con sacarina.  Creo que me sentaron bastante bien pero …

            En fin, salí pitando de allí.  Me despedí de Javier Portales.  Ya me adelantarás dentro de un rato – le dije.   Y comenzamos la ardua subida en zigzag por un enorme bosque de pino.  De nuevo, siento la respiración entrecortada, la falta de oxígeno y como, uno tras otro, me van pasando varios corredores.  A mitad de la subida me asusto un poco porque, literalmente, me quedo sin un gramo de fuerza.   Trato de tomármelo con calma.  Decido parar y sacar una barrita de chocolate de la marca Ettix.  Está bastante buena y a los pocos minutos me reanimo.  Aprovechando el adelantamiento de un corredor, me uno a él y seguimos juntos la dura ascensión por el pinar hasta coronar el pico de la Bandera, punto más alto de la zona de Tamadaba.    Poco a poco voy incrementando el ritmo y me voy encontrando mejor.  La bajada no es demasiado técnica y corro a buen ritmo en la frondosidad del pinar.    Cada vez estoy más animado.   Las Hoka Stinson 4 ATR son bastante cómodas dejándome llevar en el descenso a Artenara.  Al llegar al pueblo de Artenara (kilómetro 63,5) vuelvo a encontrarme con Javier Portales que me adelanta y casi los dos entramos a la par en el avituallamiento.  Aunque llevo la mini-cámara, apenas he grabado nada.  No obstante, las vistas son espectaculares con las colosales piedras de Roque Nublo al fondo y decido grabar esos momentos por las calles de Artenara.  Desde mi punto de vista, los pueblos de Tejeda y Artenara y las vistas que se tienen desde esos lugares, tal vez sean lo mejor y más destacado de esta gran Ultra.


            Por este punto ya llevo casi once horas de carrera.  Son las 10 de la mañana y hace un día espléndido.  Sigo mejorando posiciones en la carrera, puesto 375.

            Sin darme cuenta, en el avituallamiento de Artenara cometo un grave error y es comer un plato de paella que en realidad no me apetecía.  Bueno, tampoco es que comiera mucho pero si lo suficiente para que me sentara mal.   Aproveché también para comer unas tortitas recién hechas.  Este avituallamiento es un local y está repleto de corredores.  No quiero parar demasiado, como casi siempre, y a los pocos minutos salgo a seguir haciendo kilómetros.  Busco con la mirada a Javi Portales, para despedirme, pero no lo veo.

            En seguida, empezamos otra dura subida, de las de clavar bastones.  Se trata del ascenso a la Cruz de Tejeda.  El día comienza a nublarse y según vamos remontando, el terreno se presenta cada vez más embarrado.  La niebla nos va envolviendo cada vez más.  El sol deja paso al frío.   Justo debajo de nosotros, el pueblo de Tejeda se levanta impasible debajo de la montaña.  Parece que está muy cerca pero la situación es engañosa.  Aún son unos cuantos kilómetros los que nos esperan, tanto de subida como de bajada.   En este tramo entablo conversación un canario que está ayudando a un amigo.   Este chaval está en modo entrenamiento, no compite y por supuesto, no lleva dorsal.  Supongo que no se aprovechará de los avituallamientos ni de los servicios de la organización.   De hecho me comenta que se está preparando para otra ultra futura a celebrar en la zona de Tamadaba y Agaete.  El amigo avanza renqueante.  Esta subida la realizo con más alegría, sin sentirme tan fatigado y controlando mejor la respiración o esa es la sensación que percibo una vez concluida la ultra.   Lástima que la niebla no nos deje ver nada.  Es una zona de barrancos y acantilados  espectaculares.

            Al coronar la Cruz de Tejeda, me siento mejor y realizo unos kilómetros de llaneo bastante rápidos por sendero cómodo. Dejo a lo efímeros compañeros de fatiga y empiezo el descenso.  Adelanto a varios corredores y cada vez me voy animando más y así, sin parar, realizó el largo descenso hasta el bonito pueblo de Tejeda (kilómetro 75), llegando al avituallamiento sobre las 12 de la mañana con más de trece horas de carrera.

            La rápida bajada me pasa factura al llegar al avituallamiento.  Me tiemblan las piernas y me noto excesivamente cansado.  A veces, pienso, que casi es mejor no parar.  Pero este es lo que tienen este tipo de carreras.  Tan pronto te sientes muy bien físicamente y eufórico y a los pocos minutos estás hundido física y mentalmente.   Lo cierto es que en el avituallamiento de Tejeda empiezo a no sentirme bien.  Aprovecho para comer algo.  Poco, creo que tal vez un trozo de queso.  Me siento y dejo pasar unos minutos hasta que va remitiendo el temblor de piernas y el típico hormigueo en los gemelos.  Sin embargo, las molestias estomacales se acrecientan.   Son las 12 de la mañana del sábado 24 de febrero y ya llevo 12 horas de carrera y 75 kilómetros cuando salgo del avituallamiento de Tejeda.


            Salgo con muy malas sensaciones hasta el punto de que no puedo correr, a pesar de que al principio hay un tramo de asfalto en bajada.   Lo hago andando, sabiendo la dura ascensión que se avecina, la del Roque Nublo.  Siento ganas de vomitar y cada vez hace más calor.  Además, la primera parte de la subida no está al abrigo de ninguna sombra.  Son momentos de impulso mental, de no escuchar las voces que me aconsejan otra cosa, de seguir hacia delante. A partir de Tejeda, el recorrido es exacto al que hice en el 2016, en la Transgrancanaria Advanced. 
           
            Y empiezo a subir por el tortuoso sendero.  Mi respiración vuelve a ser entrecortada.  Me pasan varios corredores y apenas si tengo fuerzas.  Tras un primer tramo de subida, ésta se suaviza por una zona de asfalto.  Y como estaba viendo, suelto lastre vomitando varias veces.  Varios corredores me ven y me preguntan.  Les digo que, a pesar de todo, “voy bien”.  Un corredor extranjero se para y me ofrece un caramelo.  Le doy las gracias y sigue su camino.  Lo extraigo del envoltorio donde acierto a leer: “ginger” y sin pensármelo me lo meto en la boca.  Tiene un sabor raro y picante.  Pero como tiene azúcar, parece que algo me revitaliza.  Al terminar la carrera, busqué lo que significa “ginger”.  Lo que me ofreció fue un caramelo de jengibre y que supuestamente, facilitan, entre otras cosas, la digestión.   

            Ya fuera por el caramelo o por el hecho de vomitar, parece que mi cuerpo algo se entonó.  Uno de los corredores que me adelantó llevaba un ritmo más asequible y traté de seguirle.  Y así, siguiendo su estela fuimos bordeando el barranco y entrando en el bosque, donde al cobijo de cierta sombra se hacía más liviana la ascensión.  Incluso, alcanzamos al corredor extranjero que me había ofrecido el caramelo.   Cada vez voy encontrándome mejor, siempre en sentido relativo, tras 80 kilómetros ultra.   Dejó atrás a mis acompañantes y alcanzo la base de la gran roca.  Estoy en lo alto de la última subida, la del Roque Nublo pero todavía quedan unos cuantos kilómetros hasta el avituallamiento de Garañón.  No obstante, el punto de control está en la roca (Roque Nublo, kilómetro 82) por donde transito con 15 horas de carrera en el puesto 375.  Después de coronar la subida, viene un corto descenso con algunos tramos técnicos.  Vuelvo a correr.  Salimos del sendero para cruzar un puente encharcado y vuelta a subir.  Y en medio de la arboleda, en los Llanos de la Pez, a 1700 metros de altitud, se yergue el campamento del Garañón, de uno de cuyos edificios, tal vez el utilizado como comedor, entran y salen los corredores.    Sigo bastante cansando pero entrando con mejores sensaciones que en el avituallamiento de Tejeda.  Este es el punto intermedio donde tenemos a nuestra disposición las mochilas.  Llevo varias cosas en ella, barritas, algún zumo y un batido proteico.  Me siento un rato.  ¿Qué hacer? ¿Qué tomar? Apenas si como algo de lo que nos ofrece el generoso avituallamiento. Entiendo que lo mejor es tomar algo de líquido.  Y decido tomarme el batido proteico y un zumo.   Pero no acierto y cometo mi segundo error.  Al poco de tomármelo, me encuentro peor.   Como me tiemblan bastante los gemelos y sigo muy cansado, decido parar unos minutos más y aprovecho para que una fisioterapeuta me de una descarga en los gemelos.

            Transcurrida una media hora aproximadamente vuelvo a salir a la carrera.  Salgo con el cuerpo cortado.  Hace bastante frío y me encuentro mal del estómago.  Un corredor trata de darme conversación pero sintiéndolo mucho, no puede ser.  Voy regular.  No puedo correr, apenas andar.  Y, de nuevo, vuelvo a vomitar, en esta ocasión, por 5 o 6 veces.  Lo echo todo.  Sobre todo, los restos de la paella que apenas he digerido.  Creo que esta vez, ningún corredor me observa.  Casi mejor.  Trato de recuperarme del mal momento.  Sigo avanzando.   Vuelvo a entrar en calor y empezamos la bajada en dirección al pueblo de Tunte y poco a poco, sin forzar demasiado, recupero, más mal que bien, el trote.  Hay demasiada agua y barro y el descenso no es, precisamente, de lo más “disfrutón”.  Me siguen pasando corredores.  Al llegar al carril de piedras, parecido a una especie de calzada romana y tramo bastante fotografiado en la Transgrancanaria, me animo un poco más y sigo corriendo, apoyándome en los cuadriceps y en los bastones para no caerme.  Vuelvo a adelantar a varios corredores, que siempre ayuda moralmente. 
Después del tramo de la calzada romana, el descenso se adentra en un camino escalonado bastante corrible y avanzo rápido.  Son unos cuántos kilómetros que, a pesar de las molestias, los hago en poco tiempo.  Al llegar a las calles de Tunte, vuelvo a encontrarme peor y de nuevo, el estómago se rebela y vuelvo a vomitar otras cuántas veces pero ya no tengo nada en su interior.  Nauseas y más nauseas.   Y en ese estado, andando y con arcadas, llego al avituallamiento de Tunte, en el kilómetro 98, sobre las 5 de la tarde, tras 17 horas de carrera y con mi mejor clasificación, en el puesto 369.
Apenas si paro.  No tomo nada, salvo dos vasos de refresco de cola.  Relleno los bidones de plástico con agua y sigo avanzando.

Vuelvo a encontrarme peor.  Me cuesta mucho subir.  Siento nauseas continuamente y mi cuerpo me dice que ya no puedo correr más.  Es como si me rebotara el estómago.  Una sensación muy desagradable.  Toca andar lo más rápido posible.  Y en ese estado realizo un largo tramo de carril en llano hasta una nueva subida, también por carril.   Mantengo posiciones aunque en la subida me adelanta algún corredor.  Diferente será en el descenso donde me adelantarán bastantes más.

Al iniciar la bajada y antes de entrar en el sendero, vuelvo a vomitar.  No hay nada en el estomago y sólo son continuas arcadas, arcadas que sentiré de modo continuo casi hasta meta. La bajada empieza por carril pero en seguida, la ultra nos bifurca por un sendero con algunos tramos técnicos y otros no tanto, pero en mi caso, y visto como me siento, opto por lo más sensato y decido no correr pero si, al menos, bajar caminando lo más rápido que pueda, ayudándome de los bastones.  Un corredor se pega detrás de mí y ambos, durante algo más de una hora, completamos el largo descenso camino de Ayagaures, kilómetro 110.  Durante estos kilómetros tropezamos con un corredor que tan pronto va muy lento como se pone a correr.  Me doy cuenta que no es de la ultra sino de la Advanced y con este corredor coincidiré mas adelante.


Llegando a Ayagaures anochece.  Me colocó el frontal y caminando rápido completo los últimos kilómetros hasta el avituallamiento.  Durante todo este tiempo sigo con problemas estomacales, con nauseas y sin poder ingerir ningún tipo de alimento desde hace bastantes horas.  Solo agua.  Creo que puedo acabar deshidratándome puesto que tampoco me atrevo a tomar pastillas de sales.  Por el avituallamiento de Ayagaures, kilómetro 110, transito en el puesto 392 y con casi 20 horas de carrera.  Son las 20 horas y 44 de la noche del sábado 24 de febrero. 

El avituallamiento está repleto de voluntarios y familiares.  Pregunto por algún médico, a ver si me pueden ayudar con algún medicamento, sobre todo, para que me corten las nauseas.   Me llevan a la “carpa médica” y me comentan que lo único que tienen para cortarlo es Primperan inyectable.  Me preguntan si soy alérgico al Primperan.  Les digo que nunca me he tomado ni me han puesto ese medicamento.   Y al final, me lo ponen.  Me comentan que lo ideal es reposar unos cinco minutos, como mínimo, y luego reponer líquidos y sales para evitar la deshidratación.  Les hago caso.

Tras un tiempo prudencial me levanto y observo lo que hay en el avituallamiento.  Tal vez un caldo me vendría bien pero no me atrevo.  Luego, no hay más líquidos que el isotónico y el refresco de cola.  No hay infusiones.

Y sé que ahora viene un largo trecho por un camino pedregoso, encastrado entre barrancos.  Lo único que me consuela es que la meta está más cerca y que, aunque tarde, creo que lo voy a conseguir, a pesar de todo.

Salgo del avituallamiento entre los ánimos de la gente y reanudo la marcha lo más rápido que puedo.  Enseguida, toca una nueva subida en la que me ayudo de los bastones mientras mi respiración se acelera.  Las nauseas no se marchan y los problemas estomacales continúan.  Creo que el primperan no me está haciendo mucho efecto.  Estando en estas situaciones me adelanta el corredor de la Advanced. Al ir a un ritmo parejo, entablamos algo de conversación.  Me cuenta las vicisitudes de la carrera y que va el último en la Advanced y que casi lo echan del avituallamiento de Garañón. 
Desde que empezó la carrera, la temperatura ha sido baja y en ningún momento he tenido necesidad de quitarme el impermeable pero al entrar en calor, con la nueva subida, empieza a sobrarme todo.  Y aprovechando que mi compañero de la Advanced se toma un respiro para desembarazarse del impermeable, hago yo lo mismo.  Y estando en esa situación, me adelanta Javi Portales. Nos saludamos y nos deseamos suerte.  Le veo que sube bastante rápido y al poco pierdo la estela de su frontal.

Como el chaval de la Advanced tarda más de la cuenta, me anima a que siga yo solo. Que no le espere, que ya me cogerá.  Le hago caso y reanudo la marcha.  Sigo con las nauseas de vez en cuando y al poco una chica rubia de baja estatura se pone a mi vera y me pregunta si voy bien.  Le digo claramente que no, pero que voy a intentar terminarla. Que ya son muchas horas sin comer nada, puesto que todo lo que entra lo vomito y que voy algo o tal vez, bastante deshidratado.  Hablamos durante un rato y al poco me dice que lleva un Powerade y sin pedírselo, lo comparte conmigo.  Le doy las gracias. Le pregunto como tiene un Powerade y me dice que su marido le está haciendo la asistencia y se lo acaba de ofrecer, creo que en Ayagaures.  Me cuenta que ha estado entrenando concienzudamente para esta ultra, utilizando muchos fines de semana para entrenar, sin poder compartirlos con su marido y sus hijos y que se siente muy apenada porque no le ha dedicado ese tiempo a su familia y porque no le está saliendo la carrera que ella esperaba.   Aún así, al acabar la subida se echa a correr, a intentar terminarla por debajo de las 24 horas.  Nos despedimos y le doy las gracias por la bebida isotónica.  En mi caso, mi cuerpo no me permite muchas florituras y avanzo caminando lo más rápido que puedo pero el cansancio, la deshidratación y la continua sensación de volver a vomitar en cualquier momento me van haciendo mella.

Realizo el rápido descenso por un camino muy quebrado y lleno de piedras y arena.  El compañero de la Advanced me adelante en esta bajada y ya no lo vuelvo a ver.  Luego viene el largo tramo llano del arroyo seco: juncos, piedras y más piedras.  Ni que decir tiene que se me hace eterno.  Además, me quedo sin agua.  Tengo que hacer varias paradas, sentarme en una piedra y descansar unos minutos.  No voy a bajar de las 24 horas, por lo que me da lo mismo 10 minutos arriba que 10 minutos abajo.  Estoy como loco por salir de este último tramo.  De hecho, tal vez será una tontería al escribirlo pero en esos momentos, uno de los pensamientos que me animan es disfrutar de la contemplación de la noria próxima al cauce del río, ya en Maspalomas.

            Me siguen pasando más corredores.  Algunos me dan ánimos pero los kilómetros, cuando vas andando en una ultra, son interminables.  El reloj gps parece que no quiere pasar al siguiente kilómetro.  En algún tramo se pone a chispear.  Casi mejor.  Se me está quedando la boca seca y mentalmente voy tocado, deseando salir de la oscuridad y encontrar, al menos, las luces de la civilización.  Y si, al final, todo llega.  Salgo del oscuro barranco y vuelvo a encontrarme con familiares a los que pido, por favor, un vaso de agua, que prestos me ofrecen.  Les comento de forma somera como voy.  Uno de ellos me entrega una botella de agua pero no se la acepto. Les doy las gracias y creo que en el estado en el que voy, puedo llegar a meta.

            Pero la meta y los kilómetros se resisten y éstos se hacen interminables.  De hecho, vuelvo a hacer alguna que otra corta parada, sentándome en alguna piedra del camino.  Al menos, ya estoy rodeado de civilización y eso siempre ayuda.  Al fin vislumbro la añorada noria y en seguida llego al último avituallamiento, Parque Sur, kilómetro 124, casi a las 23 horas de la noche, tocado pero no hundido.  Me ofrecen un pincho de pollo que, en otro momento, no lo dudaría, pero que en mi estado…
            En fin, descanso unos minutos y vuelvo para hacer los últimos kilómetros.  A los pocos minutos me voy acercando a un corredor renqueante.  Según me aproximo me doy cuenta que es Javi Portales.  Nos saludamos.  Me dice que va muy mal, que apenas puede andar y que lleva una rodilla hinchada pero quiere terminarla como sea. Yo también le cuento mis penas y me ofrezco a acompañarle en estos últimos kilómetros pero me dice que va más lento y que está haciendo continuas paradas para estiramientos y que le están esperando en meta.  Supongo que la querrá terminar a su aire. 

Me despido y cada uno sigue su camino, pero ya la meta está próxima y al menos, en esta Transgrancanaria 2018, a pesar de los kilómetros, los desniveles y demás circunstancias de carrera, tanto Javi Portales, como el que escribe, somos conscientes de que la vamos a terminar.


Y sobre las 23 horas y 37 minutos, con 24 horas y 37 minutos de carrera, en el puesto 431, extiendo los brazos en la línea de meta de la Trangrancanaria HG 2018.  Como siempre digo, “reto superado”.

Al llegar a meta, saludo y charlo de forma entrañable con dos grandes corredores y mejores personas, Silvia Marfil y Antonio Moreno.  Me dan la enhorabuena y les cuento las vicisitudes de la ultra y ellos me cuentan las suyas en la Advanced de 65 kilómetros en la que Antonio Moreno ha conseguido trofeo en su categoría.

Estando en esta charla llega a meta Javi Portales, al que felicitan y abrazan. También le doy la enhorabuena pero creo que es su momento y tras saludarlos, me despido de ellos.

Y como en el 2016, trato de acelerar la recuperación con un buen masaje.  Luego, medio rendido, con molestias varias y con falta de sueño, pero con una sonrisa de satisfacción, me dirijo al coche para retornar a mi apartamento en Arinaga.  Y eso es todo, otra dura ultra a la saca, en la que tal vez, si no hubiera sufrido los problemas estomacales, creo que habría mejorado bastante, tanto en tiempo como en clasificación. Sin duda, volveré.