domingo, 18 de noviembre de 2018

2018 - III MEDIA MARATON BOSQUES DEL SUR - Cazorla (Jaén) (23 KM Y 1138 +) 3 DE JUNIO DE 2018


Crónica III Media Maratón Bosques del Sur (23 km y 1138 +)
 Domingo, 3 de junio de 2018 Cazorla (Jaén)

            Después de finalizar la Runela Trail, contaba con más de un mes para prepararme para otra dura prueba como ha sido la Scenic Trail (Lugano-Suiza),con sus 113 km y 7400 + (al final 7800 +).   Decidí, tal vez equivocadamente o no, inscribirme a una media maratón la semana antes, con la única intención de que me sirviera de último entrenamiento serio para afrontar la ultra en Suiza y aunque había varias, me decanté por la Media Maratón Bosques del Sur, ya en su tercera edición, zona que conozco bastante bien y que además, me permitía llevarme a mi familia, incluido al perro (Toby).

            Sin embargo, después de la ultra de Burgos, Runela Trail, a principios de mayo y debido a la compra impulsiva y a última hora de unas nuevas zapatillas amortiguadas, las Altra Olympus Zero Drop, para afrontar la referida ultra, zapatillas que no llegué a calzar, pues conseguí que me arreglaran las Hoka Stinson ATR 4.  La cuestión es que transcurrida una semana después de mi satisfactoria participación en esa ultra, decidí probar las nuevas zapatillas Altra Olympus por la zona de Jarapalos, un entrenamiento “tipo” de unos 20 km y 1000 +.   Y nada, todo fue genial.  Gran entrenamiento con buenas sensaciones.   Si que notaba que la suela es más baja en relación con las Hoka Stinson y que se notaban más las piedras … pero por lo demás, lo dicho, enormes sensaciones.

            Pero al día siguiente todo cambió. Empezaron a surgir molestias varias en los metatarsos de ambos pies, así como en la cintilla iliotibial y la alegría por la comodidad en el uso de esas nuevas zapatillas se esfumó a lo largo de la semana siguiente.   De estar con unas fantásticas sensaciones, sin apenas molestias, tras aquel feliz entrenamiento, se asentaron en mi cuerpo toda clase de dolores. Estuve renqueante casi tres semanas con diversas molestias e inflamaciones en músculos y tendones.   Tal vez no fueran las culpables o si, lo desconozco, lo cierto es que las zapatillas resultaron el chivo expiatorio de aquellos dolores. Sea como fuere, preferí no arriesgar y desde entonces no me las he vuelto a probar.  Obviamente, las zapatillas han pasado a un total ostracismo.  Conclusión: mientras no me hagan daño y siga contento con alguno de los modelos (y son varios), supongo que seguiré con Hoka.   Bien es verdad que algunos modelos, como las Challenger ATR y las primeras Speedgoat no me han dado un buen resultado y apenas he alcanzado con ellas los 500 km, sin embargo, se compensa con otros modelos como las Rapa Nui 2 y las Rapa Nui 2 XS, las Mafate Speed 1 y 2 y las Hoka Stinson 4 ATR.

            Poco a poco fui saliendo del bache del mes de mayo y aunque con ligeras molestias pude realizar algún que otro entrenamiento medio decente para intentar llegar bien a la Scenic Trail pero antes, el fin de semana anterior, había un carrera-entrenamiento en Cazorla, la media maratón de montaña de Bosques del Sur y con la familia al completo, junto con nuestro perro Toby, salimos camino de Cazorla a pasar ese fin de semana de principios de junio.  Recuerdo que durante el largo viaje en coche sentía un fuerte dolor en la cintilla de la pierna derecha, una de mis recurridas y siempre acechantes dolencias.

            Llegamos al mediodía del sábado (la carrera era el domingo) con un cielo gris y encapotado.  A decir verdad la crónica de la carrera es más bien corta pero los prolegómenos, por lo anecdótico, tal vez si que sean dignos de contar, sobre todo por la cuasi hipotermia de la tarde antes.



Tras alojarnos en el hotel en el vecino pueblo de La Iruela, salimos a almorzar y a los pocos minutos se puso a granizar de modo intenso.  Mas tarde una espesa niebla hizo acto de presencia.  Mi familia se quedó tranquilamente en el hotel y yo, en pantalón corto y en manga corta, decidí dar un paseo entre la Iruela y Cazorla buscando el Ayuntamiento por si entregaban la tarde ante los dorsales. La niebla seguía muy baja y salvo algún vecino que subía de Cazorla a la Iruela no encontré a nadie.  Al llegar a Cazorla, de forma inopinada, se puso a llover de forma torrencial; lluvia acompañada con una súbita bajada de las temperaturas.  Por cierto que la lluvia a la que hago referencia provocó la cancelación de la ultra de Bosques del Sur.

La lluvia rápidamente se convirtió en diluvio y no pude hacer otra cosa que guarecerme en un portal mientras el agua bajaba por las calles como si de un río se tratase.  Así permanecí más de media hora hasta que escampó algo y pude llegar al Ayuntamiento donde no había ni un alma.   Comencé a pasar mucho frío y había que volver a la Iruela.   No llegué a padecer hipotermia como tal, pero la sensación no fue muy agradable. Tenía el cuerpo aterido de frío y los pies calados.  Menos mal que llevaba la cartera por lo que decidí entrar en un bar a ver si se entonaba el cuerpo.  Mientras dejaba pasar el tiempo curioseando en el móvil, me tomé un vaso de leche caliente con cacao con el que me sacudí el frío. Después de una hora, todavía mojado, salí del bar y a paso firme y rápido subí por las empinadas calles de Cazorla en dirección a la Iruela y al hotel, al que llegué sobre las 21 horas, la hora justa para sacar de la habitación al perro mientras mi mujer y mi hija salían a cenar.



Se puede decir que esto fue lo más destacado del fin de semana. En cuanto a la carrera en sí, poco que contar aunque siempre es bienvenido correr por el fantástico Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas. 

 Por la mañana temprano me acerqué a recoger el dorsal, luego vuelta al coche a preparar mochila y alguna barrita y gel y poco más; y con algo de frío regresé a la Plaza de Santa María, a las sobrecogedoras ruinas de la iglesia, lugar de salida y meta.

Al final, después de la lluvia del día anterior, la mañana y la sierra estaban dispuestas a acoger a un nutrido grupo de corredores.  La media maratón Bosques del Sur consiste en subir el Pico Gilillo (1742 metros), algo más de 1000 + y luego circundar por senderos bastante corribles la sierra que rodea al pueblo, con zona más llana en la parte alta para pasar después por una larga y pronunciada bajada, sin mucha pendiente, hasta Cazorla pero antes un repecho matador faltando varios kilómetros.   Como siempre en estas carreras cortas, me siento como un caracol.  Todo el mundo me adelanta.  Luego, poco a poco, voy cogiendo ritmo y siendo en subida, comencé a mejorar posiciones pero tampoco nada del otro mundo.  En la zona de bajada mantuve un buen ritmo hasta llegar al repecho de los últimos kilómetros donde me quedé sin energías y me adelantaron unos cuantos.   No recuerdo muy bien la ubicación de los avituallamientos, salvo el del pico Gilillo.



  Escribo esta breve crónica pasados unos cuantos meses y lo que más recuerdo son unos cuántos kilómetros de bajada que hice con una pareja, sobre todo, con una chica bajita y rubia que descendía con gran rapidez y a la que me costaba seguir.  Al final se acabaron escapando pero disfruté con ellos durante esos kilómetros.

En la meta me llevé una gran alegría porque mi mujer y mi niña se desplazaron desde la Iruela a las ruinas de la iglesia de Santa María con el “perrote” para recibirme en meta.  No me lo esperaba.  En fin, domingo redondo de competición y en familia. La posición y el tiempo, lo de menos.  Como se puede ver en la foto, 2 horas y 46 minutos, puesto 121 de 233. A pesar del bajón final, bastante contento con las sensaciones (se puede ver la sonrisa de felicidad entrando en meta).   Luego, vuelta al hotel, ducha y paseo y comida por Cazorla.










domingo, 19 de agosto de 2018

III RUNELA TRAIL 71 KM Y 7400 +/- (MERINDAD DE VALDEPORRES-BURGOS) 5 DE MAYO DE 2018

RUNELA TRAIL 71 KM Y 3900 +
MERINDAD DE VALDEPORRES (BURGOS)
5 DE MAYO DE 2018

            Y una semana después de correr en la III edición de la CxM Villa de Casares que, dicho sea de paso, me sirvió como una estupenda preparación para la nueva ultra que afrontaba, Runela Trail, en la provincia de Burgos.  De un tiempo a esta parte me estoy dando cuenta que este tipo de ultras de distancia intermedia, entre 50 a 80 kilómetros aproximadamente, me vienen bastante bien.  En ellas empleas entre 10 a 15 horas, sufres y disfrutas, pero no acabas tan machacado y apenas si corres unas pocas horas en horario nocturno.  Y esta carrera es un buen ejemplo de ese tipo de ultras.  Además, en las últimas de larga distancia siempre he acabado vomitando y con muy mal cuerpo mientras que en éstas finalizo bastante entero.   Ni que decir tiene que estoy tratando de buscar una solución a esas malas sensaciones que llevo padeciendo en las últimas ultras “largas” a partir de las 15 a 20 horas de carrera.   Tal vez, una de las razones, creo, es que apenas como sólido, a diferencia de las primeras ultras donde daba buena cuenta de todo tipo de bocadillos y platos de pasta.  En próximas crónicas, la Scenic Trail de 113 km y 7800 + y en el Grand Trail Courmayeur de 105 km. y 7000 + ya contaré las vicisitudes que atravesé.

            En fin, me recuperé bien del esfuerzo de los 20 Km. de la Cxm Villa de Casares del día 28 de abril y el jueves por la tarde, 3 de mayo, salí en dirección a Coria con intención de pasar la noche, ver a mis padres y que el camino no se me hiciera demasiado pesado, amén de pasar varias horas por Burgos para conocer su catedral y castillo.

            El viernes por la tarde, tras una corta visita turística a la monumental Burgos, con bastante frío, por cierto, me dirigí a la comarca de las Merindades, al norte de la provincia, zona bastante despoblada aunque con unos paisajes muy hermosos.   Como siempre los viajes de ida los llevo peor que los de vuelta.  Tal vez sean los nervios o por la incertidumbre de lo que me voy a encontrar. 
El hotel, mejor dicho, hostal, lo había reservado en un pequeño pueblecito, Cilleruelo de Bezana, a unos 8 o 9 kilómetros de Pedrosa de Valdeporres, localidad donde se encontraba el Ayuntamiento de la Merindad de Valdeporres y lugar de salida y finalización de la Runela Trail. 


            Se me olvidaba comentar el tema de las zapatillas.  Como dije en la crónica de la Cxm Villa de Casares, destrocé la puntera de una de las Hoka Stinson y luego solo contaba con tres días hábiles antes de partir hacia Burgos.  Lo primero que hice fue una búsqueda por Internet para decidir que zapatillas comprar.  Tras comprobar que mi número (32 cm,) para las Hoka Stinson no estaba en stock (al menos aquel día), al igual que las Mafate Speed 2 y viendo como las Hoka Speedgoat no acababan de convencerme, decidí aventurarme a cambiar de marca y como había oído hablar bien de las Altra, pues, al final opté por pedir las “Olympus 2.5 con Zero Drop”.  Lo bueno es que el lunes o el martes, ya no recuerdo bien, lleve la Hoka Stinson a un zapatero que tenemos en la Avenida Europa, en Málaga, por la barriada de San Andrés, Zapatería Vallejo, que por el módico precio de 5 euros me arregló la rotura y las dejó perfectas … pero el pedido ya estaba hecho y en esos días también recibí las Olympus…  En definitiva, en la Runela Trail utilizaría de nuevo las Hoka Stinson, buenas zapatillas con gran amortiguación y con las que me siento muy cómodo.  Ya comentaré en la siguiente crónica que ha sido de las Altra Olympus.

            Tras alojarme en el hostal de Cilleruelo de Bezana y descansar un rato, después del largo viaje, cogí de nuevo el coche para acercarme a Pedrosa de Valdeporres, a unos 8 kilómetros aproximadamente, a recoger el dorsal en el pabellón del pueblo (la bolsa del corredor está bastante bien, con morcilla de Burgos, incluida).  Esta es la tercera edición de esta carrera y en este 2018 estaba patrocinado por la Diputación de Burgos, contando además con la inestimable “colaboración” del gran Depa para animar al personal.   En el momento de la inscripción, en invierno, me planteé inscribirme en otra más corta que había en Galicia en las mismas fechas, pero bueno, al final me decanté por ésta, carrera de la que ya había visto videos y cuyo lugar y precio de inscripción resultaban muy atractivos.


            De vuelta al hostal, tocaba la logística y los preparativos.  Todo bien, salvo por un pequeño detalle. No funcionó la calefacción del hostal y la temperatura nocturna en el exterior bajó de los cero grados. Aunque me arropé con lo que había dormí bastante mal.  Al sonar el despertador, me costó levantarme, aún más vestirme y salir del hostal. ¿Quién me manda venir aquí?- me decía.  En fin, en esos momentos uno no tiene la mejor de las caras y cuesta sobreponerse y vencer las justificadas excusas mentales que a uno se le pasan por la cabeza.  Al salir a la calle para coger el coche, cubierto de escarcha, todavía de noche, la temperatura era de un grado bajo cero, es decir, mucho frío y más incomodidades.

            En seguida llego a Pedrosa de Valdeporres y la suerte me sonríe encontrando un buen aparcamiento y una cafetería abierta a esas horas de la mañana, sobre las 6,20 horas, regentada por una señora.  Aproveché para ir al baño y tomarme una sabrosa taza de café con leche, bien cargado (me sentó de lujo) y entablé un pequeña conversación con dos voluntarios que luego me saludarían antes de llegar a Puentedey.

            Comienza a despuntar el día y los corredores ultiman sus preparativos.  En el arco de meta no hay casi nadie. Los 100 corredores, aproximadamente, que van a salir a disputar la ultra de 71 km. están dentro del pabellón, resguardándose de la gélida mañana.  Yo hago lo mismo. Observo, no conozco a nadie.  Hago algunos estiramientos para entrar en calor.


            En los últimos minutos, justo antes de las 7 de la mañana, todos nos aventuramos a colocarnos detrás del arco de salida mientras las palabras del animador, Depa, nos van despertando.  Nervios, retoques de última hora, comprobación del gps, en fin, lo habitual.  Veo bastantes “máquinas” y muchos corredores vascos.  De hecho, pasa junto a mi lado una gran corredora como es Silvia Trigueros.  Recuerdo unas palabras del simpático Depa que me hicieron bastante gracia.  Venía a decir que antes la gente, los espectadores aplaudían y animaban pero que ahora se dedicaban a hacer fotos con los móviles, fotos que no iban a ver nunca. ¿Cuánta razón?

            Y sin más, entre aplausos, petardos y fuegos artificiales…. si… ¡fuegos artificiales!:…. como diría aquél – no hemos escatimado en gastos; arranca la Runela Trail en su versión larga.  Allá vamos.  En seguida entramos en sendero con mucha hierba y piedra mojada y que, junto al barro y al agua, será la tónica habitual durante los primeros 20 kilómetros.  Salgo con guantes y el impermeable puesto, debajo de la camiseta de TRM y los manguitos.  Como digo, hace mucho frío.


            Los primeros kilómetros pican hacia arriba pero se puede correr bastante. Pasamos por el primer pueblo, Cidad y a partir de ahí el camino se transforma en sendero y toca afrontar la primera subida, el Alto de la Maza. En la subida nos empiezan a calentar los primeros rayos de sol y al poco tiempo ya sobra casi todo, en especial, guantes y chaqueta.
A lo largo de estos primeros kilómetros me han adelantado bastantes corredores, a pesar de que llevo un buen ritmo (para mi).  No obstante, en la subida cojo una buena cadencia de ascensión que mantengo hasta las praderas de la cima desde las que se divisan unas vistas espectaculares del pantano de Reinosa, en el curso alto del río Ebro.    Y ahora toca una primera bajada con mucho barro y hojarasca donde hay que andarse con cuidado para llegar al primer avituallamiento en Ahedo de las Pueblas, sobre el kilómetro 11.  Como siempre, cargo los bidones flexibles, bebo algo de refresco de cola y poco más.
Afrontamos ahora una nueva subida al Alto de la Zarzosa.  La primera parte de la subida, lo que sería La Sardinera es bastante cómoda, por carril, hasta llegar a un descanso donde  la pendiente y el terreno se complican.   De hecho durante estos kilómetros avanzar se convierte en algo bastante complicado con mucho barro, piedra resbaladiza, raíces, riachuelos, etc.  Me da lo mismo si es en subida como en bajada porque apenas se puede correr y hay que andar con mucho cuidado para no partirse la crisma o un tobillo.   De este tramo, recuerdo que lo hice con un chaval (más de 40 años) y dos chicas, hasta que una de ellas se escapó.  Hay tramos de bosque y tramos de pradera pero el terreno embarrado y lleno de charcos no varía.  Este camino es el de las Varias y marcha paralelo al río Nela.  Sobre el kilómetro 21 conseguimos llegar al segundo avituallamiento, Las Varias, cubiertos de lodo y bastante cansado.  Los voluntarios nos animan y comprenden el esfuerzo realizado.  El avituallamiento está bastante surtido y como un poco de todo. Por este punto ya llevo 3 horas y 23 minutos de carrera. 


A partir de este avituallamiento toca afrontar la subida más larga de la ultra, el Cotero.  La primera parte es por sendero cenagoso hasta que tomamos un amplio carril de tierra compacta por el que la subida se hace mucho más cómoda.   Avanzo solo, flanqueado por molinos gigantes, pero con la referencia de una pareja por delante y un grupo numeroso por detrás.  En la cuneta del carril hay algunos neveros.  El último trecho vuelve a ser sendero de barro, charcos y nieve y también piedras y a partir de ahí empieza una primera bajada por un camino resquebrajado, de un color negruzco y (de ahí lo del avituallamiento petróleo) con mucho barro.  Recuerdo que adelanté a un corredor que iba bastante tocado en esta bajada.  Y tras varios kilómetros llegamos al siguiente avituallamiento, una carpa en medio de una explanada, Petróleo, kilómetro 31, donde doy buena cuenta de una botella de bebida isotónica Powerade.

En este avituallamiento entablo cierta relación con otro ultrero vasco, bastante curtido, tal vez perteneciente a la categoría +50, que se mueve con bastante soltura y que en más de una ocasión me indicará la siguiente y lejana montaña que deberemos subir… ¡hasta allí!  ¡Casi mejor que no me lo digas! – pienso.


Después de este avituallamiento viene una corta subida y a partir de ahí, la gran bajada de unos cuatro kilómetros hasta llegar a la base de vida del Túnel de la Engaña, sobre el kilómetro 36,5 La bajada es muy chula y disfruto bastante.  Hay tramos de nieve, algunos neveros donde te introduces hasta las rodillas, otros de barro, otros de sendero limpio, algún arroyo, un poco de todo, pero en general se puede correr.  Nos encauzan entre enormes monolitos de piedra, en algunos apenas si podemos pasar de perfil.   En los primeros kilómetros me acoplo al ritmo de otro corredor y cuando el camino se vuelve más fácil, aprieto y lo dejo atrás.  En todo momento me voy ayudando de los bastones y sólo cuando el camino es más llevadero, los elevo siempre con las puntas hacia arriba.


Y por fin llego al siguiente avituallamiento, base de vida de la ultra, kilómetro 36, el Túnel de la Engaña, por donde transito con un tiempo de 5 horas y 56 minutos.   Como la crónica la escribo pasados más de dos meses, apenas si recuerdo que comí en aquel avituallamiento. Si recuerdo que probé una especie de “donuts” de chocolate pequeños que me sentaron muy bien y que también comí en el avituallamiento de Puentedey, kilómetro 55.  Como siempre, trato de perder el menor tiempo posible.  Vengo a una carrera, no a comer- siempre me digo.


Una vez atravesado el Túnel de la Engaña empieza una nueva subida que, personalmente, se me hizo bastante amena y fácil, la Cruz de Colladío.  Me encontraba con fuerza y tiraba bien. Luego una larga bajada por carril en la que me adelanta una chica pero que sirve para espolearme y aguantarle el ritmo en toda la bajada.   La chica corre bastante, todo ahí que decirlo.  Y como siempre, tras una bajada, la organización nos conduce en ligera subida por sendero a través de varias frondosas paradas.  Pierdo de vista a la chica, que me deja atrás. Cruzamos una carretera comarcal, donde un nutrido grupo de voluntarios nos anima, tal vez porque saben de la dureza de la siguiente subida, la del Ventanón, tal vez la más conocida y emblemática de esta ultra.  Y en efecto, el ascenso es muy pronunciado, por un sendero zigzagueante, donde los bastones son de gran ayuda.  Y como siempre, con paciencia, paso a paso, cruzamos el gigantesco arco de piedra donde la organización nos regala con unas cuantas fotos de nuestro paso.  Decir que en esta subida se vuelve a pegar a mi lado el corredor vasco y juntos corremos por terreno fácil en un suave descenso camino del siguiente avituallamiento, Ventanón-La Muela, kilómetro 45.  Aprovecho para beber otra botella de bebida isotónica Powerade.  No llega a hacer un calor sofocante pero la temperatura ha subido unos cuantos grados desde las 7 de la mañana.  De todos modos, no nos podemos quejar.  Ha quedado un día espléndido y firmaría correr todas las ultras con esas condiciones.



Cargo los bidones flexibles y salimos hacia el siguiente repecho, La Muela de Dulla (1143 m.) que se divisa perfectamente y que el corredor vasco se encarga de señalarme. ¡Maldita sea! Es una especie de meseta elevada donde no se llega atisbar el sendero por el que se realiza la ascensión final.  Sin embargo, una vez superado el primer tramo duro y vertical, el resto no es demasiado largo aunque si con algún paso peligroso donde tienes que ir pegado a la pared de roca y no mirar el precipicio y al final subir por una escalera metálica… si,  por una escalera, donde un amable voluntario nos da la mano y, sobre todo, ayuda con los bastones.

Una vez arriba, estamos en la parte alta de una enorme meseta de piedra, en la Merindad de Sotoscueva, y toca de nuevo correr.  La vereda no está muy marcada al principio por que todo es zona kárstica.   Luego el camino gira a la izquierda, culebrea y se dirige buscando un riachuelo con bastante agua mientras la vereda, juguetona, cruza y vuelve a cruzar el riachuelo siendo difícil, a veces, no mojarse los pies.  A lo largo de estos kilómetros, corriendo en paralelo al caudaloso arroyo, saltando de una orilla a la otra, casi sin molestias, siento que voy disfrutando de una plácida sensación de libertad, como “de sentirme bien conmigo mismo” y con lo que hago. Siempre digo que, en las ultras, lo que más hago es sufrir pero hay veces, momentos, pasajes, determinados senderos en los que sientes un gran “subidón” de endorfinas y sólo por esos instantes que luego se transforman en imborrables recuerdos, creo que merece la pena seguir compitiendo en esto del trail running.


Desde que dejé el último avituallamiento, Ventanón-La Muela, kilómetro 45, voy, “viajo” sólo.  Tan solo me encuentro con algunos grupos de senderistas que suben por el cauce del riachuelo y que se apartan para dejarme paso y algunos también para animarme.   El descenso se hace largo pero no importa.  El paisaje, el riachuelo, los árboles, el camino, todo invita a disfrutar de la carrera.  Al final, este precioso descenso acaba en otro pueblecito de la comarca, Quintanilla de Valdebodres.

Tras atravesar el pueblo avanzamos un tramo por carretera.  Me adelanta un vehículo de la organización.  Me saludan.  Son los voluntarios de la cafetería en Pedrosa de Valdeporres momentos antes del inicio de la ultra.

Seguimos avanzando por un camino paralelo a la carretera para dirigirnos a un punto turístico de la zona, la Cascada de la Mea. El sendero se adentra en la roca y pasa por detrás de la enorme cascada. Luego hay un tramo dificultoso al abrigo de la roca y vuelta a correr camino de Puentedey donde tras un largo paseo por todo el pueblo, acabamos pasando por el enorme y espectacular arco excavado por las aguas del río Nela y que es otro de los emblemas de la Runela Trail y, por supuesto, del pueblo y la comarca.


Llego al avituallamiento de Puentedey, kilómetro 55, en 9 horas y 8 minutos.  Devoro unos cuantos dulces de chocolate, cargo los bidones flexibles y vuelta a empezar con otra subida, el alto de Rojo.  La subida es cómoda pero los kilómetros y el calor me provocan un leve “pajarón” durante unos cuantos kilómetros.   Aún así, consigo superar a un corredor que, por la pinta, parece extranjero.  Una vez superada la cota, viene una bajada de casi 5 kilómetros en la que vuelvo a disfrutar. Es el típico sendero sombrío, con hojarasca, como si corrieras por una superficie acolchada y además, con el desnivel adecuado.   No encuentro a ningún corredor hasta llegar al último avituallamiento, Villavés, kilómetro 63, donde apenas si paro a pesar de las recomendaciones de los voluntarios para que probara bocado.

Y cada vez queda menos, los kilómetros van cayendo sin darme cuenta. Tras una pequeña subida, una bajada muy pronunciada por carril hasta llegar a otra carretera comarcal donde previamente hay que cruzar por las habitaciones de una casa abandonada. 
Ya en la carretera y guiado por los voluntarios, cruzamos un puente, dejamos a un lado el pueblo de Quintanabaldo y empezamos la última subida de la Runela Trail.  Cuando me quiero dar cuenta, otra vez el corredor vasco lo tengo detrás, ¡una fiera!.  Le dejo pasar.  Esta última subida es corta pero con unos repechos de aupa.  En lo alto de una roca, tres voluntarios nos animan.  Con sonrisas forzadas seguimos subiendo.


Al llegar arriba se abre una gran planicie y el descenso casi se convierte en un falso llano durante varios kilómetros.  Ya si que voy cansado y con el resuello acelerado, como casi siempre. No obstante, pienso que tal vez en esta carrera, al sentirme mejor, he llevado un ritmo superior al habitual.  En fin, no quiero dejar de correr y aunque el corredor vasco se me ha escapado, siento la meta cerca y pienso que ahí que hacer un último esfuerzo y no dejarme llevar como otras veces.  Ya se empieza a divisar el pueblo de Pedrosa de Valdeporres pero antes nos hacen dar un gran rodeo a la falda de un barranco.  Si tuviera fuerzas sería una gozada correr por los vericuetos de la vereda junto al enorme barranco pero mi mente y mi cuerpo ya solo piensan en terminar.

Abandono el sendero para enfilar una enorme recta. Por delante veo a un corredor pero no es el vasco.  Creo que lo puedo adelantar.  Y con ese objetivo en mente y con la alegría de estar a pocos metros de la meta, incremento el ritmo y lo adelanto.  Entro en las calles de Pedrosa de Valdeporres y en seguida enfilo la calle en dirección a meta.   Y bastante entero atravieso el arco de llegada con un tiempo de 11 horas y 47 minutos, en el puesto 50 de la general masculina de un total de 82 corredores que finalizaron.  A diferencia de otras carreras, el speaker (ya no estaba Depa) hizo especial énfasis con el reconocimiento de los allí congregados.  Muy buen recibimiento. Decir que en la categoría femenina finalizaron 6 corredoras, de ellas 5 consiguieron mejor tiempo. 


Al terminar me entregan una “toallita” finisher.  Tal vez, esto, a mi modo de ver, es lo único “criticable”.  En fin, sobre gustos… pero creo que una bonita medalla de metal o metacrilato….es un recuerdo para toda la vida.  De hecho, aunque muchas carreras te regalan las prendas finisher, opino, que no hay nada mejor que una trabajada medalla… o hebilla, como entregan en algunas carreras anglosajonas.  De hecho, una de las grandes carreras a nivel mundial como la UTMB, debería aprender de esas hebillas o medallas de otras tantas carreras … y no será por el precio de la inscripción …

Una vez recibida la toallita entro en el pabellón donde se percibe una gran algarabía de corredores y familiares junto con muchos voluntarios.  En seguida me ofrecen morcilla de Burgos … . El gran Depa me saluda y por allí veo a Sonia Trigueros departiendo con los voluntarios.  En fin, me siento exultante, a gusto conmigo mismo; como y bebo algo mientras observo a los demás corredores y a los nuevos que van llegando…


Me quedo un buen rato en el pabellón hasta que, ya algo acartonado, decido despedirme y dar las gracias a unos cuantos voluntarios (carrera muy recomendable, muchos voluntarios, organización y balizaje) para coger el coche y ducharme, ya en el hostal, descansar bien, para afrontar, al día siguiente, el largo viaje de cruzar casi toda la península (volví a hacer otra pequeña parada en Burgos).  

Y ya a pensar en la siguiente prueba, en Suiza, la Scenic Trail, con sus 113 km y 7400 +, pero antes me había puesto un entrenamiento con la Media Maratón Bosques del Sur.




           


miércoles, 1 de agosto de 2018

III CXM VILLA DE CASARES (20 KM Y 1000 +) 28 DE ABRIL DE 2018


III CXM VILLA DE CASARES (20 KM Y 1000+)
CASARES (MALAGA)
28 DE ABRIL DE 2018

         Dos semanas después del Ultra Trail Nogueruelas volvimos a ponernos las zapatillas de trail para participar en otra carrera corta y cerca de Málaga, con sólo 20 kilómetros y apenas 1000 +.  De vez en cuando viene bien cambiar de aires y disfrutar de las carreras cortas donde hay mucho menos sufrimiento.  Además, tengo comprobado que las carreras de ultradistancia, además de “machacarte” te vuelven, cada vez, más lento por lo que los entrenamientos, una vez recuperados del enorme esfuerzo y cuando el cuerpo te avisa que ya han desaparecido casi todas las molestias, entiendo que deben ir enfocados a coger algo de velocidad.  En mi caso, casi nunca he hecho series porque son demasiado lesivas, al menos para mi, pero si que trato de hacer bastantes salidas por el paseo marítimo, es decir, asfalto en estado puro y en llano y en la medida que puedo, apretar el ritmo.

            La otra razón por la que me inscribí a la Cxm Villa de Casares es porque aparecía inscrita en la ITRA y por lo menos, tu clasificación y esa carrera se incluyen en una base de datos y en tu perfil ITRA.   Además, este año era una de las carreras puntuables del campeonato provincial de Trail de Málaga.

            Había escuchado que en la edición anterior, en la que ganó Ángel Accino, casi todo el recorrido era por pista forestal pero que este año habían aumentado el desnivel, incluyendo nuevos tramos más técnicos.


            Aquella mañana salí temprano de casa con idea de llegar con tiempo para tomar un café y disfrutar del ambiente precarrera.    El pueblo de Casares es el típico pueblo andaluz de casas blancas encaladas, de calles estrechas y sinuosas y situado en lo alto de un monte.  A su vez, cuenta con su propia sierra, la sierra de Crestellina.   Antes de llegar me preocupaba donde podría aparcar porque a través del Google Maps no veía mucho aparcamiento.  Pero nada más lejos de la realidad.  Al estar en un alto han construido un edificio de 7 plantas a modo de parking aprovechando lo escarpado del terreno, de tal forma que entras con el coche desde la última planta.  Luego, coges el ascensor y subes a un amplio mirador y ya estas a escasos 300 metros de la plaza de España de Casares.

            Al llegar al lugar de salida-meta ya había mucho ambiente.  Recogí el dorsal, saludé y charlé durante un rato con un fuera de serie como Juanjo Montesinos y busqué con la mirada una cafetería.  En el bar me encontré con un compañero de mi club y gran persona, Salva Rosado.   Nos sentamos en la terraza y charlamos hasta que se fue acercando la hora del inicio de carrera.  La mañana era fresca y el día bastante soleado.    Más tarde, saludé y nos juntamos con otros dos corredores de mi club, Trail Running Málaga, con la simpática Noemí y Mariano Porras, este último al que apenas he visto en dos ocasiones pero que tiene un gran nivel y supongo que aspiraba a quedar entre los primeros.  Al final consiguió una meritoria decimocuarta posición.  En fin tras las fotos de rigor y saludar a más gente, nos colocamos detrás del arco de salida.  Mucha gente congregada y un gran número de corredores.  La salida estaba estipulada a las 10 de la mañana.   Compruebo que entre los primeros en la parrilla de salida está Ángel Accino.  A ver si tiene suerte y vuelve a repetir.  Al final no pudo ser quedando en segunda posición.
           

            La salida es explosiva y en cuesta. Trato de no cebarme. En seguida pierdo de vista a Salva Rosado.  Va como un tiro.  Yo a mi ritmo. A la salida del pueblo por la parte alta y al entrar al sendero, se forma un gran embudo que nos ralentiza a todos pero una vez pasado se disfrutan de unos 2 o 3 kilómetros por pista al abrigo de gran cantidad de árboles que flanquean el camino.   Es un continuo sube y baja y sin darme cuenta empiezo a adelantar a bastantes corredores.   Luego empezamos un fácil ascenso por pista hasta llegar al primer avituallamiento, kilómetro 3. Agua y algo de isotónica, y entramos en la zona protegida de la Sierra Crestellina.   Después de subir viene una vertiginosa bajada, primero por un cortafuego y luego por un carril.  Se corre bastante.  Al cabo de varios kilómetros de rápida bajada nos encauzan por un sinuoso y empinado sendero zigzagueando por un barranco vertical.  El cambio es bastante brusco y durante unos minutos se deja sentir.  Una vez adaptados al esfuerzo de subir, sintiendo el corazón latir con fuerza, empiezo a tirar, adelantando a varios corredores.

            Ascendemos a través del sendero hasta llegar a una construcción donde tienen habilitado un nuevo avituallamiento, kilómetro 9.  Seguimos por sendero y empezamos una bajada bastante técnica donde la vegetación apenas te deja ver donde pisas.  Hay que andar con mucho cuidado porque una mala pisada te puede dejar con el tobillo bastante fastidiado y en mi caso, las Hoka Stinson, al tener tanta amortiguación, tienden a ser más inestables.


            Abandono el sendero y tras un tramo por un prado y campo a través volvemos a zona de carril en dirección al pueblo.  Llegando al pueblo hay otro avituallamiento en el que no paro y justo ahí, empieza un nuevo descenso con algún tramo de piedras, a modo de calzada romana.  Luego algo de pista forestal y por último más vereda hasta llegar al último avituallamiento, kilómetro 16.  Giramos a la izquierda por un carril asfaltado y se pone a mi vera un chaval corpulento, con una gran melena que está en nuestro grupo whatsapp.  Creo recordar que conocía a Gustavo y que se llama Jesús, pero no estoy del todo seguro. Charlamos mientras seguimos ascendiendo.  Me comenta que dentro de dos semanas va a Asturias, al Ultra Trail Picos de Europa. Le deseo suerte porque la carrera es bastante dura y técnica.  En mi caso, le digo que voy a una nueva ultra de media distancia por el norte de Castilla, Runela Trail.

            Sin darme cuenta le dejo atrás.  El carril asfaltado gira a la izquierda en un rápido descenso hasta conducirnos a un sendero muy entretenido a la falda del enorme barranco en el que se eleva el pueblo de Casares.  Tras la bajada, una última subida siguiendo unas enormes tuberías hasta que entramos de nuevo en las calles del pueblo y así, en una dura cuesta entras en la Plaza de España, atestada de gente y corredores, llego a meta.    Al atravesar la línea de meta, nos colocan una curiosa medalla y nos ofrecen un refresco y un buen bocadillo.  Al final, buenas sensaciones, mucho mejor que en la Cxm de Rute, terminando en el puesto 91 de 231 en 2 horas y 15 minutos.    Lo único negativo de aquella mañana fue la rotura de varios centímetros de la puntera de una de las Hoka Stinson y el problema es que el fin de semana siguiente tocaba otra ultra por el norte de Castilla, Runela Trail con 71 kilómetros y 7400 +/-, y en ese estado la zapatilla era un auténtico colador. 


            En fin, carrera corta y disfrutona que espero correr más veces.  Luego ducha recuperadora y a coger el coche para volver a Málaga con la familia. Pude despedirme de Salva Rosado y de Jesús, creo que así se llama.
           


martes, 31 de julio de 2018

V ULTRA TRAIL NOGUERUELAS (70 KILÓMETROS Y 3745) 14 DE ABRIL DE 2018


V ULTRA TRAIL NOGUERUELAS 65 KM Y 3500 +
NOGUERUELAS (TERUEL)
14 DE ABRIL DE 2018

            Con tres semanas de distancia respecto al Ultra trail do Marao de Portugal, tiempo relativamente prudencial para afrontar una nueva ultra, al menos desde mi experiencia personal y vista mi capacidad para recuperarme, volvía de nuevo, a coger el coche para cruzarme media península con dirección a Teruel, en concreto, a un pequeño pueblo llamado Nogueruelas, muy cerca de la provincia de Castellón.
           

            A diferencia de otras veces, no pasaba por Coria (Cáceres), mi centro logístico. Salí el viernes muy temprano y aproveché el viaje para hacer algo de turismo.  Sobre el mediodía llegué a Cuenca, ciudad que no conocía y que me entusiasmó, sobre todo porque está rodeada de enormes tajos y montañas, todas ellas enmarañadas de senderos.  Si no me equivoco, en marzo organizan la Mamocu (Maratón de montaña de Cuenca).  Puede que sea una de las carreras que intentaré hacer el año próximo.  Esa es la idea, disfrutar de la montaña y a la vez, visitando y conociendo nuevos lugares, salir de la rutina del trabajo, realizar pequeñas y grandes “locuras” por la naturaleza y la montaña.

            Después de un largo y kilométrico paseo por la ciudad encantada, regresé al coche y continué camino por la nacional que separa Cuenca de Teruel, un auténtico páramo. Al llegar a Teruel, cogí la autovía que conecta Sagunto con Zaragoza, en dirección a Castellón y en menos de media hora, me desvié a la izquierda para encaminarme a Nogueruelas.  Al entrar en la carretera comarcal, empezó a llover y con esa lluvia pertinaz llegué al pequeño pueblo, tan pequeño, que al querer entrar con el coche, casi no consigo salir.  Decidí aparcar en la propia carretera, puesto que el hotel que había reservado estaba a escasos 200 metros y la salida y meta era en la plaza del Ayuntamiento que no distaba del hotel más de 50 metros.  La verdad que puede parecer una tontería pero eso de llegar a meta y tener el hotel al lado es de una gran comodidad.

            En un edificio, a la entrada del pueblo se recogían los dorsales.  Como me inscribí de los primeros, tuve la suerte de recibir un fantástico regalo, un chaleco de pluma conmemorativo de la quinta edición del Ultra Trail Nogueruelas.  Es ésta una carrera que llevaba siguiendo desde su primera edición y en la que se vuelcan todos los vecinos, más otros que ya no residen allí, pero que ese fin de semana, vuelven a su pueblo para prestarse como voluntarios.  Como ya he dicho, la de este año era la quinta edición y desde esta crónica, el que suscribe animo a los voluntarios y organización de esta carrera para que sean muchas más.

            No estuve en la charla técnica de carrera pero si que pude hablar, más tarde, con algunos de los montañeros que habían estado balizando la ultra.  Me asustó un poco cuando me dijo que una de las subidas, la última, el cabezo de las cruces, la habían tenido que eliminar de la carrera porque había demasiada nieve y no podían garantizar el rescate.  Me comentó que había mucha nieve desde el kilómetro 10 al 45 aproximadamente y que en muchos tramos te hundías por debajo de los tobillos y hasta las rodillas en otros tramos.

            
       A la mañana siguiente, sobre las 5 de la madrugada, bastantes corredores nos afanábamos en tomar un café caliente en el bar del hotel.  Hacía frío pero se aguantaba.  Como siempre, sea la carrera que sea, nervios, muchos nervios por empezar ya y ver qué pasa.  El tiempo parecía que nos iba a respetar.  No daban lluvia.  A ver qué tal con la nieve! – me decía.  La organización nos daba 14 horas para terminarla con distintos puntos de corte a lo largo del recorrido.

            Y a las 6 de la mañana, todavía noche profunda, salimos a correr por las calles del pueblo. A ambos lados de la misma, los vecinos nos alumbraban con improvisadas antorchas como cuando en 2014, los voluntarios nos flanqueaban en las Millas Romanas de Mérida, al cruzar el enorme circo romano.


 Como siempre en estos primeros metros se sale demasiado rápido y uno se contagia.  Mucho corredor valenciano me va superando, pero tras la primera bajada rápida intento controlar la respiración y trato de buscar un ritmo que pueda sobrellevar.    En los primeros 10 kilómetros, salvo una corta subida por un sendero incrustado en la roca no tengo excesivos problemas.  Vamos dejando atrás las luces del pueblo mientras intento mantener un ritmo regular y así, entre senderos y algún tramo de pista nos va amaneciendo.  Y es a partir del kilómetro 10, aproximadamente, cuando empezamos a pisar nieve y más nieve y cada vez más espesa.  Nos dirigen por una durísima subida con rampas brutales con el hándicap de que la nieve no nos permite una tracción adecuada.   Nos adentramos por las Manaderas del Val de Azó, llegando a coronar el Alto de la Nevera (1772 m.) Como digo en una de esas empinadas cuestas, en lo alto, un voluntario nos recibe con el calor de una hoguera.  Creo que ya son varios los años que realiza el mismo ritual.  Nos regala unas fotos de nuestro paso y empezamos una bajada entre nieve, piedras y campo a través.    Es una ultra “rompepiernas” con continuas subidas y bajadas.  


            Sobre el kilómetro 13 llegamos al primer avituallamiento, Corral Cuarto.  El capó de un todoterreno hace las veces de mesa donde dos voluntarias de edad avanzada nos ofrecen refresco de cola, isotónica y demás viandas.  Recuerdo que ya llevaba las manos tan ateridas que era incapaz de abrir el tapón de la bebida isotónica.  Otro corredor la abrió y le quedé agradecido.   Nos alimentamos a la carrera y comenzamos una bajada por un barranco con bastante barro y nieve donde había que andarse con mucho ojo.  Creo que se llama Barranco del Abanto.   No recuerdo exactamente los tramos porque todo me parecía igual, continuas subidas y bajadas, por inexistentes senderos y campos cubiertos de nieve.  Si que recuerdo que nos perdimos durante unos minutos hasta que conseguimos recuperar el trazado de la carrera y que en otro momento nos dirigieron por un barranco con un desnivel brutal por el que había que subir y que, según algunos que repetían, era nuevo en esta edición. Varios valencianos comentaban que el año pasado habían hecho la Ehunmilak (las famosas cien millas vascas) y que les resultó muy dura.  Echaron unas 46 horas.

            El tiempo va transcurriendo y aunque más lentamente de lo previsto, seguimos avanzando y haciendo kilómetros a través de la nieve, hasta llegar al segundo avituallamiento sobre el kilómetro 19, Cerro Corral.  Aquí también hay otro todoterreno pero al menos les ha dado tiempo para ponernos una mesa.  Nada que objetar a los voluntarios.
  


      Desde aquí todo es una permanente subida por cortafuego hacia el Alto del Chaparroso (1802 m.).  En esta subida el sol nos va calentando y tras el frío de la mañana, a pesar de la nieve, la temperatura resulta agradable hasta el punto de que ya me sobran los guantes.  Después del Alto del Chaparroso toca otra bajada a través de un denso manto blanco, esquivando árboles y buscando las huellas sobre la nieve de los anteriores corredores.  Correr no resulta fácil pero al menos nos podemos contentar con que no vamos abriendo camino y que nuestras pisadas horadan las huellas de los corredores anteriores.   A veces, tratando de pisar siempre en esas huellas,  uno acaba trastabillándose pero al menos no llegué a dar con los huesos en la nieve.   Descendemos hacia la Fuente del Fortuño.  Si recuerdo que en este tramo, debido a la nieve, había algunos pasos complicados.  Por lo tanto, había que tomárselo con bastante paciencia y asegurar bien con los bastones y con las pisadas.  Creo que la organización, por motivos logísticos y por la dificultad del acceso a determinados lugares, a causa de la nieve, tuvo que suprimir uno o varios avituallamientos.   Como siempre, la montaña pone a cada corredor en su sitio y poco a poco las posiciones se van estabilizando, manteniéndome detrás de una pareja que sigue a un ritmo parejo al mío.

            Tras más kilómetros de sendero y campo a través, muy obstaculizados por la nieve, la carrera se torna más fácil al entrar en una pista forestal, eso sí, muy embarrada, que nos conduce al siguiente avituallamiento, creo que es la Fuente Tajo (km. 35) aunque no estoy del todo seguro.  Como siempre ocurre, algunos corredores que son muy buenos en descensos, al llegar al llano se suelen parar y todo lo que han ganado y arriesgado en el descenso lo pierden.  En mi caso, como soy un corredor menos ágil, aprovecho los tramos de pista para no dejo de correr y así adelanto a unos cuantos corredores.   Tal vez, desde este punto kilométrico, el resto de la carrera iré prácticamente en solitario, adelantando a lo largo de lo que quedaba de ultra a unos cuantos “ultreros”, salvo a una pareja que me encontré antes del Cerro Antona.  Como digo, al llegar a este avituallamiento, Fuente Tajo, sobre el kilómetro 35, me alimento bien, a base de dulces de varios tipos.  Cojo fuerza y me encamino al famoso cortafuego con pendientes del 50% y encima con nieve.  Toca clavar bastones, pisar con fuerza y no mirar atrás, sólo avanzar, paso a paso, hasta subir la maldita cuesta.  Al subir el cortafuego bajamos a otro barranco, creo que se llama Barranco de los Mártires.  La subida por este barranco, con tanta nieve acumulada se hace muy dificultosa.  Nos llega, en muchas pisadas, por encima de las rodillas.  Por lo demás, marcho bien, casi sin molestias, aunque ya estoy cansado de tanta nieve.  

            Algunos pasos han desaparecido de mi mente. Lo siguiente que recuerdo es otra pista forestal en las que contacto con otra pareja.  Recuerdo que nos topamos con dos voluntarios, tal vez un matrimonio, bastante talluditos, en un todoterreno, muy tranquilos, dando cuenta de sus respectivos bocadillos y con cierta sorna, a dejar de correr y a sentarnos a descansar.

            Y de nuevo, otro barranco vertical en dirección al Cerro Antona (1722 m) donde se encuentra ubicado otro avituallamiento,  sobre el kilómetro 42 de carrera.  En ediciones anteriores, en los videos que hay colgados en las redes sociales, en este punto de control siempre había una especie de orquesta formada por gente joven animando a los corredores.  En esta ocasión, no había un alma animando.  Aquello todo estaba cubierto de un espeso manto blanco y al dar la vuelta a la construcción, varios voluntarios nos atendían, ofreciéndonos plátanos, naranjas, dulces, isotónica, refresco, etc..  Como siempre, cargar bidones, refresco de cola y algo de bollería y a seguir haciendo kilómetros por campo a través, siguiendo las pisadas de los que van delante.  Subimos otro pico, el Alto de la Cervera (1806 km) y empezamos una bajada técnica por otro barranco hasta llegar a una carretera comarcal donde cruzamos por debajo de la misma.  En este punto, algunos lugareños nos animan.  Y en esta bajada me vuelve a pasar la misma pareja de corredores, más ágiles y veloces que el que escribe.  Más o menos, a partir de este kilómetro desaparece la nieve (45). Resultó de gran alivio y empezó a notarse como ya se avanzaba mucho más rápido.   Al final resultaron unos 35 kilómetros de ultra por nieve.  ¡No está nada mal!


Sigo bajando, mas por campo a través que por un sendero propiamente dicho, perdiendo de vista a la referida pareja hasta que comienza otra corta pero fuerte subida al Royal (1621 m.) y de ahí, ya todo pista hasta el próximo avituallamiento Narbón, sobre el kilómetro 50.  Las chicas del avituallamiento nos animan.  Si recuerdo que este avituallamiento era bastante completo, con barritas energética y creo, también proteicas.  Todo un lujo.  Paro unos minutos, más que en otras ocasiones y vuelvo a ponerme en marcha.  La carrera sigue por pista.  Continúo adelantando a más corredores y de repente, nos hacen girar a la izquierda para encarar la última subida, otro barranco vertical para ascender a la canal del PeñaCalva y su mirador.   La pendiente es brutal y los bastones son fundamentales en estos tramos.  Con la respiración muy acelerada y tras un gran esfuerzo, podemos llegar a lo alto donde hay una gran meseta y unas preciosas vistas de la zona. Varias voluntarias nos animan y nos hacen fotos. Poco a poco me voy animando porque sigo corriendo, apenas sin molestias y porque ahora toca una bajada rápida por carril donde me dejo llevar.   Por suerte, en esta quinta edición se ha decidido no subir el Cabezo de las Cruces por la abundancia de nieve y la imposibilidad de un rescate.  La organización nos dirige entonces hacia una ligera subida, la del Mosquito, para, acto seguido, volver a bajar campo a través, ya buscando los últimos kilómetros.  En algunos tramos de pista forestal en subida aprovecho para comer una barrita de avena, por lo que al llegar al último avituallamiento, C. Palomin, apenas si paro.  Desde ahí poco más de 5 kilómetros para llegar de nuevo al pueblo de Nogueruelas.  En los últimos kilómetros nos desvían por un sendero y finalmente una última subida por una especie de bancales para acabar en la pista desde la que ya se divisa la meta.   En los últimos metros un corredor, por detrás, pretendió darme “caza” pero todavía tenía fuerzas para correr en cuesta … y se quedó con las ganas.  Al final, bastante contento, buenas sensaciones y  puesto 56 de la general en 10 horas y 43 minutos.  Finalizaron 89 corredores.
  

            Al llegar a meta, en la pequeña plaza del pueblo, había un buen ambiente y como siempre, la llegada a meta nos genera esa sonrisa de satisfacción de haberlo conseguido, tal vez esos momentos que todo “ultrero” busca desde que se inicia la aventura, la de ser finisher y con ello, ese bendito y merecido descanso del “guerrero”.  Nada más terminar entré en el local donde repartían la comida de final de carrera con mi medalla colgada al cuello.  En esta ocasión, además, de embutidos y manjares varios, había un producto algo atípico para mí, cuscús.  Muy bueno, por cierto, y de ahí, a la habitación a darme una ducha y descansar. 

            Al día siguiente, tras un buen desayuno, tocaba cruzar más de media península en coche pero antes, paré casi dos horas para visitar la capital, Teruel, y su archiconocida Plaza del Torico.