2017 - VIII TRAIL TURDETANIA (50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)15 DE OCTUBRE DE 2017

VIII TRAIL TURDETANIA
(50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)
15 DE OCTUBRE DE 2017

            Como comenté en la Crónica del Long Trail Sierra de Segura realizada el día 23 de septiembre de 2017, sufrí bastante del tibial izquierdo.  Creo que forcé más de la cuenta, aunque tampoco es que fuera un dolor insoportable.  Lo cierto es que al día siguiente me levante con la pierna izquierda hinchada y algo enrojecida.

            Hablando con un fisioterapeuta me comentó que tenía una fuerte periostitis tibial y que como mínimo debía reposar dos semanas, tal vez tres.  Ni que decir tiene que durante los primeros días después de finalizar la Long Trail Sierra de Segura, no podía caminar sin dolor.

            A lo largo de las tres semanas siguientes fui recuperando sensaciones y tras la primera semana desapareció la hinchazón y el dolor al andar, aunque persistió el dolor a la palpación.   Con baños de agua fría y automasajes utilizando diversas pomadas como “Traumeel” y “Radio Salil” fui mejorando pero veía que no iba a llegar en condiciones y la posibilidad de cancelar la carrera casi era una obligación.  No obstante, los últimos días probé a echar algunas carreras cortas y comprobaba, con asombro, que no me dolía. ¿Qué hacer?  Me apenaba bastante porque era una carrera que la seguía desde hacía bastantes años, ya realizada por algunos compañeros de mi club y en la que te hacían entrega, al llegar a meta, de una estatua a todo el que fuera finisher: el famoso Turdetanito.  


            A lo largo de las tres semanas no realicé ningún entrenamiento, ni siquiera algo de bicicleta. Nada.  De hecho, mi pensamiento durante ese tiempo estaba fuera de las carreras, en otras facetas de la vida y circunstancias personales, pensando más en llegar en mejores condiciones para el Doñana Trail Maratón del 4 de noviembre que llegar a recuperarme a tiempo para el Trail Turdetania.  No es la primera carrera que cancelo ni será la última.
           
            Ni siquiera el día antes de la carrera lo tenía claro, sábado 14 de octubre. Pero, durante esos últimos días, me decía: ¿Tampoco perdía nada si lo intentaba?  Si veo que me duele, abandono y punto, pero al menos, intentarlo.  

            
        Y en efecto, a pesar de todas las circunstancias en contra, el domingo, muy de madrugada, cogí el coche para dirigirme a Castilblanco de los Arroyos, en la Sierra Norte de Sevilla.  Durante el viaje me reprochaba a mi mismo la tontería que estaba haciendo ya que pensaba que no iba a durar ni un kilómetro.  Es más, mi consciencia me invitaba al sentido común y a que diera la vuelta, y es verdad que varias veces, durante ese viaje de madrugada por la A-92, casi hice amago de coger un cambio de sentido y volver para Málaga.  Pero, sin darme cuenta, crucé Sevilla y ya que estaba cerca – me decía a mi mismo - me acerco al pueblo a ver el ambiente y recoger el dorsal y … a ver qué pasa.

            
       Sobre las 6,30 de la mañana del domingo 15 de octubre, estaba en Castilblanco de los Arroyos.  Tras tomar un café y dejar el coche cerca del campo de fútbol del pueblo, lugar de recogida del dorsal y de salida y meta de la carrera, me acerqué a recogerlo.  Allí pude ver la estatua, el turdetanito, que, creo, no alcanzaría a recoger. ¡Lástima!  

            Poco a poco fueron llegando los corredores/as, supongo que de buena parte de Andalucía y del resto de España, aproximadamente unos 500 corredores.  Obviamente había mucho ultrero y runner sevillano.  La Turdetania no es una carrera técnica. Tiene poco desnivel, (no alcanza los 1000 +), por lo que los veloces fondistas de asfalto pueden hacer los 50 kilómetros en muy buenos tiempos.  Precisamente, al ser una carrera nada técnica, al estilo de los 101 de la Legión, decidí participar con unas de asfalto, las Hoka Bondi 4, con doble plantilla de amortiguación.
           
            
           En mi caso, después de tantas ultras me he vuelto cada vez más lento.  Puedo aguantar y mantener un ritmo constante durante bastante tiempo pero a ritmo de tortuga.
            En la salida estaba más serio que de costumbre, afianzando en mi voluntad la inquebrantable intención de abandonar la carrera a la más mínima.
            Amaneciendo, sobre las 8,10 de la mañana, tras pasar el control manual de dorsal y escuchar los típicos comentarios de speaker de turno, con nervios, incertidumbre y ansia, como siempre, se dio el pistoletazo de salida.

            Salgo muy lento, a un ritmo de 6,30 por temor a no poder hacer ni un kilómetro; pero para mi sorpresa, hago los primeros kilómetros sin una molestia.  De nuevo llevo la cámara deportiva y voy haciendo pequeñas grabaciones.  Como voy a ritmo lento, me pasan bastantes corredores pero no me importa.  Siempre intento competir y luchar pero cada vez se impone más la idea de salir a disfrutar y conocer, a sufrir pero controlando ese sufrimiento.
            Al salir del pueblo, cogemos un sendero que circula paralelo a la carretera principal y las posiciones comienzan a estabilizarse.  La mañana es fresquita y los rayos de sol empiezan despuntar en el horizonte.  Cruzamos la carretera y cogemos un carril ancho.  Sigo sin dolor.  Me siento feliz.

            En ese estado llegamos al primer avituallamiento en el kilómetro 5,5, Los Búcaros, donde no paro.   Todo este tramo en ligera bajada.  Entramos en un nuevo sendero con algo de piedra y arena pero muy “corrible” y con bastante vegetación alrededor.  Las zapatillas responden bastante bien y la molestia apenas si aparece.  Si que es verdad que en algunos saltos noto una pequeña quemazón en la zona del tibial pero es muy leve y cambiando la pisada o el modo de caer tras esos saltos, casi ni lo siento.


            Vamos buscando la población de Guillena, del pueblo que habitualmente daba la salida a la Turdetania.   El sendero se despeja y nos permite divisar la gran ciudad de Sevilla en el horizonte.  Por este tramo, nos encontramos a varios grupos de senderistas que nos saludan con amabilidad.  De hecho este tramo es parte del Camino de Santiago.
En poco tiempo llegamos al siguiente avituallamiento, la cadena, kilómetro 12, donde cargo agua y como varios trozos de plátano.  A partir de aquí, subimos un cortafuego y disfrutamos de las zonas más técnicas de la carrera.  Sigo sin dolor y parece que aguanto bastante bien.  Mi ritmo es lento pero tras 3 semanas sin hacer nada, demasiado bien me encuentro.  Mi único objetivo es terminarla.  En estos tramos, las zapatillas demuestran que no es su zona pero voy con cuidado para no doblarme un tobillo.
Atravesamos la presa del Gergal y comenzamos un nuevo sendero de varios kilómetros que tal vez sea lo más bonito y destacado del Trail Turdetania.   Se trata de unos parajes bastante frondosos y bellos y a la vez desconocidos de Andalucía, adentrándonos en las primeras estribaciones de Sierra Morena.


Ya son varias horas de carrera y el tibial de la pierna izquierda parece responder bien.  Y sin darme cuenta, ya transito por el kilómetro 18, siguiente avituallamiento, la caseta de madera, donde bebo varios vasos de refresco de cola. Al hilo de este avituallamiento y de los de otras carreras, si que me gustaría hacer una reflexión a los organizadores de las mismas.  Por ejemplo, el Trail Turdetania tiene un precio de inscripción espectacular para lo que ofrece. Es cierto.  Pero una vez realizada te das cuenta que, donde más cojean, no sólo esta, sino muchas, es en algo esencial y son en los avituallamientos.  Aunque parezca una tontería no es lo mismo beber refresco de cola de una marca conocida que el de otras marcas, de esas que venden los supermercados, donde casi sale más caro comprar directamente agua embotellada.   Lo mismo ocurre con las bebidas isotónicas.   Luego, siempre es bueno contar con fruta, si, sobre todo, plátanos y naranjas, pero se echa de menos algo de membrillo, algunos dulces, chocolate, sándwich, orejones, dátiles, etc. y si hay que subir 5 euros la inscripción se sube, y si hay que restringir algún regalo, se suprime pero no a costa de los avituallamientos y la comida final de carrera.


Vuelvo a la carrera. Los gemelos empiezan a cargarse más de la cuenta y necesito hacer algunas paradas para recuperarlos.  Comienzo a sentirme mejor, a pesar del calor, y empiezo a pasar corredores.  Esta zona es conocida como ruta del agua.  Es más, la Turdetania, lo que hace es bordear el pantano del Gergal y la Rivera de Huelva, el contraembalse de Guillena y el pantano de Castilblanco del río Cala.  Empiezo a tomar como referencia algunos corredores. Nos vamos adelantando y esa competencia nos anima a esforzarnos más.  Estos kilómetros son de carril asfaltado.  A la derecha, sin darnos cuenta, vamos cogiendo altura y dejando abajo las aguas remansadas y azules del embalse del Gergal.


Y llegamos al siguiente avituallamiento, kilómetro 28, donde apenas si tienen agua.  Bebo algo de refresco de cola y a seguir.  Tras una bajada empinada por sendero, llegamos a la orilla del embalse.  Ya voy solo, ningún corredor delante, ninguno detrás.  El sendero transcurre paralelo al embalse.  Aunque voy haciendo alguna que otra parada, casi todo el tiempo sigo corriendo.  Esta ruta es conocida como ruta del ferrocarril.  Atravesamos el típico túnel y seguimos llaneando.  Se trata de la antigua vía del ferrocarril minero de la Cala a Gergal.  Atravesamos alguna antigua estación, ya en ruinas, (estación de la Gergal) y llegamos al punto de confluencia del río Huelva y Cala, donde comenzamos una ligera subida al siguiente punto de control y avituallamiento, La Cantina, kilómetro 33, punto en el que finaliza el PR-A 218 y que conforma la ruta del agua.    Este avituallamiento, a diferencia de los anteriores está bien surtido.  Hay bastante ambiente. Nos ayudan a rellenar los soft flask y nos rocían con agua fresca.  Como un sándwich de jamón y queso y algo de refresco de cola barata pero es lo que hay.    Este es el punto intermedio de la carrera y por donde había que transitar antes de las 14 horas de la tarde.  Voy bastante bien de tiempo y reemprendo la marcha andando, mientras doy buena cuenta del sándwich.  Siempre que puedo extraigo la mini cámara deportiva y hago algunos videos y fotos.  Esta zona es muy bonita, con mucha vegetación y divisando al fondo un nuevo embalse, el contraembalse de Guillena en el río Huelva antes de la unión con el río Cala.


Volvemos a correr en una nueva bajada en dirección al referido contraembalse.  Según voy bajando me doy cuenta que la ribera del río Huelva de la izquierda es bastante verde y arbolada mientras que la ribera de la derecha está bastante más seca.   El calor comienza a hacer mella y ahora es cuando vienen los kilómetros más duros de subida, la cuesta del toro.  Son 4 kilómetros de carril que realizo andando a buen ritmo.  Sigo adelantando a más corredores, algunos ya parados con calambres. 


El paisaje es el típico de las dehesas extremeñas y lo de la cuesta del toro es bastante obvio.   Ya son más de 5 horas de carrera y cálculo que sobrepasaré las 6 horas y media.   Empiezo a encontrarme algo regular del estómago.  No sé si ha sido el refresco de cola o la bebida isotónica.   En los siguientes avituallamientos sólo agua – me digo.
Y así llego al kilómetro 38, donde hay un nuevo avituallamiento, cruce Ronquillo, donde como algo de fruta y cargo agua en las botellas blandas.
Ya no me queda casi nada- me digo.   El carril sigue en ascenso y casi todos los corredores avanzamos andando.  Un chaval de negro que me precede ha hecho la carrera a mi par.  Ahora yo le adelantaba, luego él y así, sucesivamente.

Siguen pasando los kilómetros, el calor sigue apretando y la carrera se hace más dura.  En mi interior me encuentro feliz porque, de forma inexplicable, el tibial me está respetando.  Nos adelanta algún que otro coche de la organización con corredores retirados.  Mi estómago parece que se estabiliza.  Algún corredor se pone a cantar y a dar voces y nos ameniza estos aburridos kilómetros.  Y de nuevo otra larga bajada hacia un nuevo pantano, el de Rivera de Cala, ya muy próximo a Castilblanco de los Arroyos y donde hay un nuevo avituallamiento con chocolate y barritas, kilómetro 44, por donde paso de largo y sólo utilizo para cargar agua.  Esta bajada la hago corriendo, adelanto al chaval de negro y que luego saludaré al llegar a meta.  Las Hoka Bondi van perfectas y supongo que será las que utilizaré en el Doñana trail Maraton del 4 de noviembre.


Y de nuevo otra larga subida por carril, con el calor apretando de lo lindo.  Sufro un poco más de la cuenta, con ligera pájara incluida.  La respiración se me acelera y trato de aspirar el mayor oxígeno posible.  Me adelanta un grupo de 3 corredores que consigo no perder de vista y que utilizo como referencia.   Luego me acoplo a otro corredor que lleva música en la mochila.  No me aburro y la carrera y el turdetanito ya son míos.  El pueblo está cerca pero todavía nos han reservado un nuevo avituallamiento, sólo agua, en el kilómetro 49.  Los voluntarios nos animan y tras algo más de subida por sendero empiezo a trotar los últimos metros en dirección a meta y al campo de fútbol de Castilblanco de los Arroyos donde hay congregada un gran número de personas y familiares.

Las entradas en meta son otro de esos momentos plenos, de felicidad, de satisfacción, de haber luchado y conseguido el objetivo y más cuando ni uno mismo tenía la necesaria confianza.  Despliego mi bandera de Trail Running Málaga y llego a meta con un tiempo de 6 horas y 33 minutos, en el puesto 239 de 484 que terminaron. Finisher de la octava edición de la Trail Turdetania, gran carrera que seguro volveré a repetir otro año. 


















            

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