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martes, 5 de diciembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE (51 KM. y 1100+) 25 de noviembre de 2017

III TRAIL SIERRA NORTE DE SEVILLA (51 KM. Y 1100 +)
25 NOVIEMBRE 2017

            Y tras tres semanas de descanso activo, después de la Doñana Trail Maratón, me había animado a inscribirme a otra carrera-trail más o menos sencilla, es decir, poco desnivel y mucho correr y nada técnica.   Ya conocía la zona por la Ultra Sierra Norte de 2014, cuando realicé la ultra de algo más de 100 km., carrera parecida a los 101 de la Legión, por lo menos en aquella edición, salvo por los subidas y bajadas de varios cortafuegos antes del descenso por carril hacia Almadén de la Plata pero sobre todo, por los últimos 15 kilómetros en los que se atravesaba una gran finca con mucho barro y frío.  Recuerdo que aquel tramo, a altas horas de la madrugada y con temperaturas muy bajas, se me hizo larguísimo pero, al final, completé la carrera en unas 17 horas aproximadamente, tras muchos problemas, sobre todo, de estómago, a partir del kilómetro 50. 



            En esta ocasión, el tiempo iba a ser más benigno y no daban lluvia ni antes ni durante la carrera.  Como en la Turdetania, tocaba de nuevo viaje de madrugada hasta el pueblo de Castilblanco de los Arroyos, en la provincia de Sevilla.  Lo bueno es que la carrera comenzaba a las 11 de la mañana y no había que darse un gran “madrugón”.




            Durante las tres semanas previas, ya recuperado de la dolencia en el tibial de la pierna izquierda, pude entrenar más y mejor, con mis nuevas compañeras de asfalto, las Hoka Bondi 4.   No obstante, para confirmar la regla, algún dolor nuevo siempre tiende a surgir y en esta ocasión, resultó ser el del piramidal, molestia que me suele aparecer cuando fuerzo en algún entreno más de lo que debo.   Se trata de un dolor que suele ser pasajero y que tengo más o menos controlado y que suele hacer acto de presencia cuando corro a más velocidad de la que acostumbro, por lo que dicho dolor, en una ultra, está bastante bien controlado puesto que siempre se avanza a un ritmo mucho más lento.   También aproveché esas semanas para las visitas oportunas al cardiólogo y realizar una nueva prueba de esfuerzo.  Por ahora, todo bien, por lo que seguimos aprovechando el tiempo y las circunstancias para disfrutar de este duro deporte de resistencia.

            Sobre las 9,30 de la mañana del día 25 de noviembre llegué a Castilblanco de los Arroyos.  Tras recogida de dorsal me tomé un café no tanto por la necesidad de algo caliente, sino para entrar un poco en calor en alguna cafetería del pueblo, pues hacía bastante frío o al menos, mi cuerpo así me lo transmitía.




            Una vez pertrechado con el portadorsal, mochila, bidones flexibles llenos, barritas y algún gel, me acerqué al lugar de salida.  Pasé el control de dorsal y a esperar unos minutos hasta el inicio de la carrera.  Con el pistoletazo de salida tuve un pequeño contratiempo y es que andaba liado a la vez con la cámara deportiva y el gps.  Ni lo uno ni lo otro, es decir, ni pude grabar la salida ni el gps tenía puesta la función de grabar el track.  Pero como lo importante era ponerse a correr, pues a apretar los dientes y a dar ritmo a las piernas.  Y eso hice.  A los pocos metros puse el Garmin Foretrex 401 en modo grabación y segundos después me dediqué a la cámara deportiva.

            En cuanto  la carrera en sí, no hay nada digno que destacar y no me voy a extender más de lo necesario.  Me arriesgué a correr con zapatillas de asfalto, las hoka Bondi 4.

            Salí de menos a más, manteniendo un ritmo fácil y constante, incluso en algunas subidas.  En el primer tramo de carrera me acompañó una pequeña molestia en la ingle y al final, los dichosos isquiotibiales de la pierna izquierda me dieron más guerra de lo previsto.
 
            Los dos primeros avituallamientos, el del camino del Pimpollar (km. 8) y el de Fauna Salvaje (km 14) son por carril con alguna que otra subida.  A partir del kilómetro 14 viene la zona más técnica, varios kilómetros por cortafuegos en pleno paraje de la Sierra Norte de Sevilla y de nuevo, vuelta al carril con un tramo de bajada y otro de ascenso hasta llegar al siguiente avituallamiento, Risco Blanquillo en el kilómetro 23,7.   Tras llenar bidones y un poco de chocolate y refresco de cola, bonita bajada y nueva zona técnica por cortafuego.  Sigo adelantando a más corredores y cada vez me voy encontrando mejor.  Algún corredor me saluda y me dice que le suena mi cara por haber coincidido en alguna otra ultra. 




            Los kilómetros van cayendo y en otra de las subidas entablo cierta conversación con un corredor que va a mi ritmo.  Lleva una rodillera y me comenta que iba a hacer la ultra pero que como la tiene algo fastidiada, ha decidido cambiar e intentarlo con el trail y qué espera que no se le inflame.   Le deseo suerte y sigo avanzando en una suave subida por carril hasta el kilómetro 33, donde se ubica un nuevo avituallamiento, Las Tinajas.  Tras comer un poco de chocolate y la última de mis barritas con magnesio de la marca Ettix, vuelta a correr por la famosa dehesa paralela a la carretera que une Almadén de la Plata con Castilblanco de los Arroyos.  Son bastantes kilómetros por diversas zonas de todo tipo, desde algunos tramos de carril hasta zonas sin sendero o apenas existente donde no sabes por donde correr.  Hay que atravesar varios arroyos pero con la misma tónica, siempre un terreno desagradable para correr. Sufrí algo más de la cuenta y más aún al llevar unas zapatillas de asfalto. Aun así, atravesé dos nuevos avituallamientos, el de Yerbabuena, kilómetro 38,7 y el mismo del inicio, el del camino del Pimpollar, pero ya en el kilómetro 44.  Los últimos kilómetros seguí la referencia de un corredor al que no pude cazar. Es el mismo camino que la ida, por zona fácil de carril y en poco tiempo ya diviso el pueblo de Castilblanco. 




            Al final, entré en meta en 6 horas y 14 minutos en el puesto 29 de la general de la carrera y 12 de mi categoría, de 108 que finalizaron la prueba. 

            Con la medalla al cuello y el chaleco de finisher, nos sirvieron una buena comida de final de carrera, compuesta por arroz tres delicias, filete y patatas a lo pobre, bebida y un yogur.  No está nada mal por lo que uno paga por la inscripción, amen de los muchos voluntarios repartidos por la carrera y con una esmerada balización. 

            En fin, otra carrera más en mis piernas y deseando llegar a la última para tomarme un merecido descanso de casi dos meses pero antes, dentro de dos semanas, volveremos a disfrutar de nuevos paisajes y acantilados en la Ultramaratón Costa de Almería, en lo que va a ser mi tercera participación, igual que ediciones lleva la carrera.  ¿A ver qué tal?



miércoles, 1 de noviembre de 2017

VIII TRAIL TURDETANIA (50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)15 DE OCTUBRE DE 2017

VIII TRAIL TURDETANIA
(50,8 Km. y desnivel acumulado de 1704 m)
15 DE OCTUBRE DE 2017

            Como comenté en la Crónica del Long Trail Sierra de Segura realizada el día 23 de septiembre de 2017, sufrí bastante del tibial izquierdo.  Creo que forcé más de la cuenta, aunque tampoco es que fuera un dolor insoportable.  Lo cierto es que al día siguiente me levante con la pierna izquierda hinchada y algo enrojecida.

            Hablando con un fisioterapeuta me comentó que tenía una fuerte periostitis tibial y que como mínimo debía reposar dos semanas, tal vez tres.  Ni que decir tiene que durante los primeros días después de finalizar la Long Trail Sierra de Segura, no podía caminar sin dolor.

            A lo largo de las tres semanas siguientes fui recuperando sensaciones y tras la primera semana desapareció la hinchazón y el dolor al andar, aunque persistió el dolor a la palpación.   Con baños de agua fría y automasajes utilizando diversas pomadas como “Traumeel” y “Radio Salil” fui mejorando pero veía que no iba a llegar en condiciones y la posibilidad de cancelar la carrera casi era una obligación.  No obstante, los últimos días probé a echar algunas carreras cortas y comprobaba, con asombro, que no me dolía. ¿Qué hacer?  Me apenaba bastante porque era una carrera que la seguía desde hacía bastantes años, ya realizada por algunos compañeros de mi club y en la que te hacían entrega, al llegar a meta, de una estatua a todo el que fuera finisher: el famoso Turdetanito.  


            A lo largo de las tres semanas no realicé ningún entrenamiento, ni siquiera algo de bicicleta. Nada.  De hecho, mi pensamiento durante ese tiempo estaba fuera de las carreras, en otras facetas de la vida y circunstancias personales, pensando más en llegar en mejores condiciones para el Doñana Trail Maratón del 4 de noviembre que llegar a recuperarme a tiempo para el Trail Turdetania.  No es la primera carrera que cancelo ni será la última.
           
            Ni siquiera el día antes de la carrera lo tenía claro, sábado 14 de octubre. Pero, durante esos últimos días, me decía: ¿Tampoco perdía nada si lo intentaba?  Si veo que me duele, abandono y punto, pero al menos, intentarlo.  

            
        Y en efecto, a pesar de todas las circunstancias en contra, el domingo, muy de madrugada, cogí el coche para dirigirme a Castilblanco de los Arroyos, en la Sierra Norte de Sevilla.  Durante el viaje me reprochaba a mi mismo la tontería que estaba haciendo ya que pensaba que no iba a durar ni un kilómetro.  Es más, mi consciencia me invitaba al sentido común y a que diera la vuelta, y es verdad que varias veces, durante ese viaje de madrugada por la A-92, casi hice amago de coger un cambio de sentido y volver para Málaga.  Pero, sin darme cuenta, crucé Sevilla y ya que estaba cerca – me decía a mi mismo - me acerco al pueblo a ver el ambiente y recoger el dorsal y … a ver qué pasa.

            
       Sobre las 6,30 de la mañana del domingo 15 de octubre, estaba en Castilblanco de los Arroyos.  Tras tomar un café y dejar el coche cerca del campo de fútbol del pueblo, lugar de recogida del dorsal y de salida y meta de la carrera, me acerqué a recogerlo.  Allí pude ver la estatua, el turdetanito, que, creo, no alcanzaría a recoger. ¡Lástima!  

            Poco a poco fueron llegando los corredores/as, supongo que de buena parte de Andalucía y del resto de España, aproximadamente unos 500 corredores.  Obviamente había mucho ultrero y runner sevillano.  La Turdetania no es una carrera técnica. Tiene poco desnivel, (no alcanza los 1000 +), por lo que los veloces fondistas de asfalto pueden hacer los 50 kilómetros en muy buenos tiempos.  Precisamente, al ser una carrera nada técnica, al estilo de los 101 de la Legión, decidí participar con unas de asfalto, las Hoka Bondi 4, con doble plantilla de amortiguación.
           
            
           En mi caso, después de tantas ultras me he vuelto cada vez más lento.  Puedo aguantar y mantener un ritmo constante durante bastante tiempo pero a ritmo de tortuga.
            En la salida estaba más serio que de costumbre, afianzando en mi voluntad la inquebrantable intención de abandonar la carrera a la más mínima.
            Amaneciendo, sobre las 8,10 de la mañana, tras pasar el control manual de dorsal y escuchar los típicos comentarios de speaker de turno, con nervios, incertidumbre y ansia, como siempre, se dio el pistoletazo de salida.

            Salgo muy lento, a un ritmo de 6,30 por temor a no poder hacer ni un kilómetro; pero para mi sorpresa, hago los primeros kilómetros sin una molestia.  De nuevo llevo la cámara deportiva y voy haciendo pequeñas grabaciones.  Como voy a ritmo lento, me pasan bastantes corredores pero no me importa.  Siempre intento competir y luchar pero cada vez se impone más la idea de salir a disfrutar y conocer, a sufrir pero controlando ese sufrimiento.
            Al salir del pueblo, cogemos un sendero que circula paralelo a la carretera principal y las posiciones comienzan a estabilizarse.  La mañana es fresquita y los rayos de sol empiezan despuntar en el horizonte.  Cruzamos la carretera y cogemos un carril ancho.  Sigo sin dolor.  Me siento feliz.

            En ese estado llegamos al primer avituallamiento en el kilómetro 5,5, Los Búcaros, donde no paro.   Todo este tramo en ligera bajada.  Entramos en un nuevo sendero con algo de piedra y arena pero muy “corrible” y con bastante vegetación alrededor.  Las zapatillas responden bastante bien y la molestia apenas si aparece.  Si que es verdad que en algunos saltos noto una pequeña quemazón en la zona del tibial pero es muy leve y cambiando la pisada o el modo de caer tras esos saltos, casi ni lo siento.


            Vamos buscando la población de Guillena, del pueblo que habitualmente daba la salida a la Turdetania.   El sendero se despeja y nos permite divisar la gran ciudad de Sevilla en el horizonte.  Por este tramo, nos encontramos a varios grupos de senderistas que nos saludan con amabilidad.  De hecho este tramo es parte del Camino de Santiago.
En poco tiempo llegamos al siguiente avituallamiento, la cadena, kilómetro 12, donde cargo agua y como varios trozos de plátano.  A partir de aquí, subimos un cortafuego y disfrutamos de las zonas más técnicas de la carrera.  Sigo sin dolor y parece que aguanto bastante bien.  Mi ritmo es lento pero tras 3 semanas sin hacer nada, demasiado bien me encuentro.  Mi único objetivo es terminarla.  En estos tramos, las zapatillas demuestran que no es su zona pero voy con cuidado para no doblarme un tobillo.
Atravesamos la presa del Gergal y comenzamos un nuevo sendero de varios kilómetros que tal vez sea lo más bonito y destacado del Trail Turdetania.   Se trata de unos parajes bastante frondosos y bellos y a la vez desconocidos de Andalucía, adentrándonos en las primeras estribaciones de Sierra Morena.


Ya son varias horas de carrera y el tibial de la pierna izquierda parece responder bien.  Y sin darme cuenta, ya transito por el kilómetro 18, siguiente avituallamiento, la caseta de madera, donde bebo varios vasos de refresco de cola. Al hilo de este avituallamiento y de los de otras carreras, si que me gustaría hacer una reflexión a los organizadores de las mismas.  Por ejemplo, el Trail Turdetania tiene un precio de inscripción espectacular para lo que ofrece. Es cierto.  Pero una vez realizada te das cuenta que, donde más cojean, no sólo esta, sino muchas, es en algo esencial y son en los avituallamientos.  Aunque parezca una tontería no es lo mismo beber refresco de cola de una marca conocida que el de otras marcas, de esas que venden los supermercados, donde casi sale más caro comprar directamente agua embotellada.   Lo mismo ocurre con las bebidas isotónicas.   Luego, siempre es bueno contar con fruta, si, sobre todo, plátanos y naranjas, pero se echa de menos algo de membrillo, algunos dulces, chocolate, sándwich, orejones, dátiles, etc. y si hay que subir 5 euros la inscripción se sube, y si hay que restringir algún regalo, se suprime pero no a costa de los avituallamientos y la comida final de carrera.


Vuelvo a la carrera. Los gemelos empiezan a cargarse más de la cuenta y necesito hacer algunas paradas para recuperarlos.  Comienzo a sentirme mejor, a pesar del calor, y empiezo a pasar corredores.  Esta zona es conocida como ruta del agua.  Es más, la Turdetania, lo que hace es bordear el pantano del Gergal y la Rivera de Huelva, el contraembalse de Guillena y el pantano de Castilblanco del río Cala.  Empiezo a tomar como referencia algunos corredores. Nos vamos adelantando y esa competencia nos anima a esforzarnos más.  Estos kilómetros son de carril asfaltado.  A la derecha, sin darnos cuenta, vamos cogiendo altura y dejando abajo las aguas remansadas y azules del embalse del Gergal.


Y llegamos al siguiente avituallamiento, kilómetro 28, donde apenas si tienen agua.  Bebo algo de refresco de cola y a seguir.  Tras una bajada empinada por sendero, llegamos a la orilla del embalse.  Ya voy solo, ningún corredor delante, ninguno detrás.  El sendero transcurre paralelo al embalse.  Aunque voy haciendo alguna que otra parada, casi todo el tiempo sigo corriendo.  Esta ruta es conocida como ruta del ferrocarril.  Atravesamos el típico túnel y seguimos llaneando.  Se trata de la antigua vía del ferrocarril minero de la Cala a Gergal.  Atravesamos alguna antigua estación, ya en ruinas, (estación de la Gergal) y llegamos al punto de confluencia del río Huelva y Cala, donde comenzamos una ligera subida al siguiente punto de control y avituallamiento, La Cantina, kilómetro 33, punto en el que finaliza el PR-A 218 y que conforma la ruta del agua.    Este avituallamiento, a diferencia de los anteriores está bien surtido.  Hay bastante ambiente. Nos ayudan a rellenar los soft flask y nos rocían con agua fresca.  Como un sándwich de jamón y queso y algo de refresco de cola barata pero es lo que hay.    Este es el punto intermedio de la carrera y por donde había que transitar antes de las 14 horas de la tarde.  Voy bastante bien de tiempo y reemprendo la marcha andando, mientras doy buena cuenta del sándwich.  Siempre que puedo extraigo la mini cámara deportiva y hago algunos videos y fotos.  Esta zona es muy bonita, con mucha vegetación y divisando al fondo un nuevo embalse, el contraembalse de Guillena en el río Huelva antes de la unión con el río Cala.


Volvemos a correr en una nueva bajada en dirección al referido contraembalse.  Según voy bajando me doy cuenta que la ribera del río Huelva de la izquierda es bastante verde y arbolada mientras que la ribera de la derecha está bastante más seca.   El calor comienza a hacer mella y ahora es cuando vienen los kilómetros más duros de subida, la cuesta del toro.  Son 4 kilómetros de carril que realizo andando a buen ritmo.  Sigo adelantando a más corredores, algunos ya parados con calambres. 


El paisaje es el típico de las dehesas extremeñas y lo de la cuesta del toro es bastante obvio.   Ya son más de 5 horas de carrera y cálculo que sobrepasaré las 6 horas y media.   Empiezo a encontrarme algo regular del estómago.  No sé si ha sido el refresco de cola o la bebida isotónica.   En los siguientes avituallamientos sólo agua – me digo.
Y así llego al kilómetro 38, donde hay un nuevo avituallamiento, cruce Ronquillo, donde como algo de fruta y cargo agua en las botellas blandas.
Ya no me queda casi nada- me digo.   El carril sigue en ascenso y casi todos los corredores avanzamos andando.  Un chaval de negro que me precede ha hecho la carrera a mi par.  Ahora yo le adelantaba, luego él y así, sucesivamente.

Siguen pasando los kilómetros, el calor sigue apretando y la carrera se hace más dura.  En mi interior me encuentro feliz porque, de forma inexplicable, el tibial me está respetando.  Nos adelanta algún que otro coche de la organización con corredores retirados.  Mi estómago parece que se estabiliza.  Algún corredor se pone a cantar y a dar voces y nos ameniza estos aburridos kilómetros.  Y de nuevo otra larga bajada hacia un nuevo pantano, el de Rivera de Cala, ya muy próximo a Castilblanco de los Arroyos y donde hay un nuevo avituallamiento con chocolate y barritas, kilómetro 44, por donde paso de largo y sólo utilizo para cargar agua.  Esta bajada la hago corriendo, adelanto al chaval de negro y que luego saludaré al llegar a meta.  Las Hoka Bondi van perfectas y supongo que será las que utilizaré en el Doñana trail Maraton del 4 de noviembre.


Y de nuevo otra larga subida por carril, con el calor apretando de lo lindo.  Sufro un poco más de la cuenta, con ligera pájara incluida.  La respiración se me acelera y trato de aspirar el mayor oxígeno posible.  Me adelanta un grupo de 3 corredores que consigo no perder de vista y que utilizo como referencia.   Luego me acoplo a otro corredor que lleva música en la mochila.  No me aburro y la carrera y el turdetanito ya son míos.  El pueblo está cerca pero todavía nos han reservado un nuevo avituallamiento, sólo agua, en el kilómetro 49.  Los voluntarios nos animan y tras algo más de subida por sendero empiezo a trotar los últimos metros en dirección a meta y al campo de fútbol de Castilblanco de los Arroyos donde hay congregada un gran número de personas y familiares.

Las entradas en meta son otro de esos momentos plenos, de felicidad, de satisfacción, de haber luchado y conseguido el objetivo y más cuando ni uno mismo tenía la necesaria confianza.  Despliego mi bandera de Trail Running Málaga y llego a meta con un tiempo de 6 horas y 33 minutos, en el puesto 239 de 484 que terminaron. Finisher de la octava edición de la Trail Turdetania, gran carrera que seguro volveré a repetir otro año. 


















            

domingo, 29 de octubre de 2017

I Santiago Pontones Trail Weekend 2017 - Long Trail Sierra de Segura (50.3km / 2150m+)

I SANTIAGO PONTONES TRAIL WEEKEND 2017 - LONG TRAIL SIERRA DE SEGURA (50,3 KM y 2150 +) (23 de SEPTIEMBRE DE 2017)

            Después de la Ultra Trail Mercantour decidí concluir a temporada con carreras más cortas y menos lesivas.  Ya estaba inscrito para la Turdetania, a mediados de octubre y para el Doñana Trail, a principios de noviembre.

            Al descubrir esta carrera por las redes sociales y conocer ya parte de la zona de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas, así como el propio pueblo de Santiago de la Espada (provincia de Jaén), pensé en una buena candidata para comprobar mi estado de recuperación después de la Ultra Mercantour, cuatro semanas después, por lo que me decidí inscribirme y probar.

            Durante el mes de septiembre realicé dos buenos entrenamientos.  El primero de casi 50 kilómetros entre El Burgo y Ronda, pasando por el Puerto de Lifa en unas 7 horas y media y con más de 1200 +.  El segundo fue la XI Travesía Trevélez-La Zubia de otros 50 kilómetros y más de 2000 +, donde pasé mucho frío en el primer tramo de subida al Alto del Chorrillo.  Lo peor fue que se me volvió a resentir el tibial izquierdo y ese dolor si que es invalidante.


            Y claro, en una semana, esa molestia no desaparece, aunque confiaba que no me molestara demasiado.  Me equivoqué.   Con mucha ilusión, como siempre, me aventuré a una nueva carrera el propio sábado 23, cogiendo el coche muy temprano para poder llegar con tiempo a Santiago de la Espada. 

            Sobre las 9 de la mañana, con una temperatura de 11 grados, pude recoger el dorsal en el aislado pueblo de Santiago de la Espada, acompañada con una estupenda bolsa del corredor que incluía “buff”, cinta para el pelo, dos “geles” y una camiseta, sobre todo, si tenemos en cuenta que el precio de inscripción era de 25 €uros.  Las voluntarias, muy amables.

            A las 11 en punto de la mañana un autobús dispuesto por la organización nos llevó al punto de partida de la Long Trail Sierra de Segura de 50 kilómetros, el pequeño pueblo de Pontones.  Durante el trayecto pude charlar con algún conocido como Oscar del Alpino Benalmádena, aunque pertenece a un grupo llamado Marea Naranja y al que ya pude saludar en la salida de Bandoleros 2017.  Le acompañada otro chaval llamado Antonio.


            El pueblo de Pontones se encuentra enclavado en el nacimiento del río Segura.  Son cuatro casas alineadas junto al río en una zona con una orografía muy escarpada, lo que también le añade cierto encanto, con unos paisajes dignos de visitar.  Antes de empezar vimos desfilar a los primeros corredores de la Ultra donde contaban con un avituallamiento en ese paso, siendo para ellos el punto de control del kilómetro 50 de carrera.  La distancia de la ultra son 100 kilómetros.  Algún año la intentaremos hacer.

            En la zona de salida nos pudimos echar unas fotos.  Había buen ambiente.  También saludé a más gente, en este caso, de Rincón de la Victoria, a Antonio, un gran ultrero, luchador en mil carreras y a uno que se está iniciando, aunque ya tiene sus años, pero nunca es tarde, José Carlos Sánchez Navarro-Millán.
            
           Según la organización, había unos 140 corredores.  La temperatura fue ascendiendo a lo largo de la mañana y a las 12 del mediodía, ya hacía bastante calor.
            
           Y puntual, a las 12 horas del día 23 de septiembre de 2017, se dio el pistoletazo de salida a la primera edición de la Long Trail Sierra de Segura.   Como siempre, salgo a ritmo conservador, controlando las sensaciones y la respiración.  En seguida, a Oscar de Marea Naranja y a su compañero les perdí de vista y es que mi preparación cardiovascular deja mucho que desear.  Tengo resistencia pero nula velocidad.


Los primeros 5 kilómetros discurren por carril, paralelos al río y subimos al collado Masegoso aunque apenas es perceptible.  Es un continuo sube y baja que se hace rápido.  Al llegar al kilómetro 5 nos desvían a la izquierda del arroyo y empieza el sendero.  Igualmente, también es un sube y baja.  Empieza a dolerme la tibia izquierda.  Puede tratarse de periostitis tibial.  No lo sé.  La semana pasada, como ya he dicho, terminando la Travesía de resistencia Trevélez-La Zubia (16 de septiembre) comencé a sentir esas molestias que durante la semana desaparecieron pero se trataba de un espejismo.  La molestia persistía y estos kilómetros por sendero se me hicieron bastante duros al tener que soportar ese dolor.    El recorrido es muy bonito y el sendero bastante trotable, con cuidado de no lastimarse la cara en algunos tramos, por la tupida vegetación.   Así llegamos al primer avituallamiento, Huelga-Utrera en el kilómetro 9.2 donde apenas si bebo dos vasos de isotónico. Atravesamos la pedanía y algo de asfalto y vuelta al sendero paralelo al río.  Este tramo es más técnico, con más piedra, menos transitado, con zonas de ramblas, algún punto de escalada, donde, por cierto, me perdí aunque solo fueron unos minutos.

El dolor me sigue fustigando pero parece que lo voy controlando.  Se me pasa varias veces por la cabeza abandonar la carrera, es decir, no forzar para evitar males mayores.  De hecho el dolor me obliga a parar varias veces y a bajar bastante el ritmo.¡Maldita sea!
No obstante, siento que el ibuprofeno que me he tomado en carrera me va haciendo efecto y aunque persiste, se hace más llevadero.  En realidad todo este recorrido es el que conecta la pedanía de Pontones con la Toba, pero este segundo tramo, al tener una carretera paralela ha quedado en desuso o al menos, eso creo.


Y por fin, llegamos al siguiente avituallamiento, la Toba, sobre el kilómetro 17, en un tiempo de 1 hora y 58 minutos y donde me alimento a conciencia porque ahora viene un fuerte repecho, la subida al collado Marchena.  Durante unos kilómetros de ascensión el ritmo se ralentiza, dejamos de correr y empezamos a apretar los dientes y a subir andando pero rápido.  Me encuentro bien y empiezo a adelantar a unos cuantos corredores.  Se empiezan a vislumbrar espectaculares parajes con el embalse al fondo.  Es una vereda sombría que zigzaguea en la falda de la montaña, entre la frondosidad del bosque, dejando abajo el río Segura y el pantano de Anchuricas y la Toba. 

Con esas buenas sensaciones llego al siguiente avituallamiento, collado Marchena, en su primer paso, en el kilómetro 21,8 donde cargo bidones y me tomo varios refrescos de cola fresquita.


A partir de aquí, es un sendero estrecho y algo inclinado donde se puede correr pero con cierta dificultad.  Es como trotar por la playa pero peor.  Lo bueno es que las vistas son espectaculares.  Dos enormes laderas boscosas bajan hasta el agua del pantano de Anchuricas.    Este tramo es de ida y vuelta, por lo que me puedo cruzar con los primeros corredores o no.  Al final, llegamos a una zona de sendero con más piedras que bordea una parte de la ladera más rocosa y a la vez más despejada y que permite contemplar un paisaje sobresaliente.  Tal vez, para mi gusto, sea el tramo más destacado, en cuanto a paisajes y espectacularidad de la Long Trail Sierra de Segura. Es en este punto donde me cruzo con el primer corredor.  Nos saludamos.  Al llegar a este punto donde un voluntario nos indica el camino, hay una magnífica bajada de 5 o 6 kilómetros por sendero sombrío con la pendiente adecuada y de tierra compacta, es decir, ese tipo de veredas donde, en mi caso y creo que en el de muchos, más se disfruta del trail.


Al terminar la bajada, vienen 500 metros de carril hasta llegar a otra nueva pedanía y punto de avituallamiento, Miller, kilómetro 31, por donde transito con un tiempo de 4 horas y 14 minutos.  En la bajada hacia Miller coincido con Óscar, el de Marea Naranja. Como plátano, barritas y un poco de refresco de cola y empieza una nueva subida.   Me encuentro bien y con fuerza aunque el dolor en la tibia se mantiene pero, además de no impedirme correr, creo que me espolea.


Hago una rápida subida adelantando a unos cuantos corredores hasta llegar a la Pililla.  En la bajada buscando el sendero que nos devolverá al avituallamiento del collado Marchena, adelanto a Oscar y le pregunto por su compañero.  Me dice que va un poco por delante.  Al final no pude cogerlo. Creo que se llama Antonio Rubio Andrade y quedó en la posición 17, en un tiempazo de 7 horas y 13 minutos.
La temperatura empieza a descender y de vez en cuando sopla una brisa fresca que siempre es bienvenida.  En esta ligera subida por el sendero de ida y vuelta coincidimos con algunos corredores de la ultra.

De nuevo visito el avituallamiento del collado Marchena pero ya en el segundo paso y sobre el kilómetro 39,8.  A partir de este punto la subida ya es por carril.  Intento trotar de vez en cuando pero enseguida se cargan demasiado los gemelos.  Es una zona de páramo, sin apenas vegetación. Sigue bajando la temperatura y ascendemos al punto de mayor altitud de la carrera, el collado Retozar, kilómetro 44, a 1724 metros de altitud.  Apenas si paro y con ganas de terminar enfilo los últimos kilómetros, tal vez los peores.  Tras un tramo de carril, una bajada casi campo a través con sendero roto y bastante peligroso.  Luego una subida con muchas piedra y sobre todo, por la larga bajada final donde se necesitaba una gran habilidad y técnica para correr sin doblarte un tobillo o caerte de bruces.


Iba con un grupo de tres corredores y traté de forzar y seguir con ellos, pero al final no pude.  Decidí bajar a mi ritmo, más lento. Me faltaban escasos dos o tres kilómetros para terminar y no era plan de sufrir una torcedura o una caída.   A la entrada del pueblo mucha gente congregada, así como en meta. Como siempre pude desplegar mi bandera de Trail Running Málaga y disfrutar de una feliz recompensa, la satisfacción de haberlo dado todo, a pesar del dolor, y haberlo conseguido.  

             Al día siguiente, al ver la clasificación me di cuenta que había quedado en el puesto 25 de los 101 corredores que terminaron, en un tiempo de 7 horas y 29 minutos.  Para mi nivel no está nada mal.  En definitiva, carrera absolutamente recomendable con unos paisajes preciosos y a la vez, casi desconocidos, todo en el enorme término municipal de Santiago-Pontones.  Perfecta organización, buenos avituallamientos y gran acogida.  Al terminar, masaje y ducha, y vuelta a casa, ya noche cerrada.  Habrá que volver.



           


            

martes, 20 de junio de 2017

III TRAIL BOSQUES DEL SUR (63 Km. y 3700 +) 3 de junio de 2017

Crónica Trail Bosques del Sur (63 km. y 3700 +) 3 de junio de 2017

            Tres semanas después del Ultra Trail Picos de Europa me aventuraba con una nueva carrera en el Parque Natural de Cazorla, Segura y las Villas, zona que ya conocí en 2015 con motivo de la 2ª edición y sus 125 kilómetros, edición que fue campeonato de Andalucía y en la que quedé en una muy buena posición para mi nivel (puesto 36).   Al año siguiente no se celebró y este año, parece que el Ayuntamiento de Cazorla ha tomado las riendas y quiere darle un nuevo impulso y tratar de consolidarla como una de las ultras de referencia en Andalucía.  Espero que lo consigan.
           
            En este caso, se trataba de muchos menos kilómetros que en la primera edición pero con un desnivel bastante interesante. Han renovado la ultra y han buscado nuevos senderos y carriles, endureciéndola sobre todo en lo que a desnivel se refiere.  Aun cuando sólo habían pasado tres semanas desde el 13 de mayo, lo cierto es que ambas carreras, la Ultra de Picos de Europa y esta de Bosques del Sur son relativamente cortas en kilometraje por lo que no suponen un excesivo desgaste y la recuperación era más asimilable, sobre todo, pensando en la carrera que iba a afrontar a principios de julio.




            No obstante, durante esas tres semanas (del 15 de mayo al 3 de junio) empecé a sufrir un incipiente dolor en la rodilla izquierda, molestia que llevo arrastrando desde la ultra de Formentera.   Realicé varios entrenamientos con bastantes dolores.  Incluso, durante los días previos, barajé la posibilidad de no acudir a la ultra de Bosques del Sur y no fue hasta el último día, viendo que parecía mejorar cuando decidí arriesgarme a viajar a Cazorla.  Creo que la causa de este dolor proviene del pedaleo en la bicicleta de carretera y no tanto por el impacto en las ultras, que también.  He subido el sillín y voy a probar, a ver que tal me va.

            En los prolegómenos de esta carrera, resaltar que compartí la tarde previa con dos auténticos corredores de montaña, Victor Pimentel, del Club Gedysa y subcampeón de Andalucía de Ultra Trail en la edición de 2016 y con Javier Portales Sepúlveda, otro campeón, que en la Ultra del Valle del Genal de 2014 quedó entre los 20 primeros y perteneciente al Club Alpino Benalmádena.  Con ellos me dirigí al Ayuntamiento a recoger los dorsales mientras llovía débilmente.

            Tras recogida de los mismos en el Ayuntamiento de Cazorla y después de un rato de charla de los tres en una pizzería, Victor y yo nos dirigimos al Pabellón a pasar la noche en suelo duro.  Javi Portales se iba a quedar dos días y había reservado hotel.

            Como siempre, la noche previa a una carrera cuesta bastante dormir. La organización nos alojó en una sala aledaña del pabellón, una especie de rocódromo, bastante acogedora por cierto, para los sitios en los que ya he pasado noches previas a una ultra.  Había colchonetas, enchufes y aseos y duchas en condiciones.  Vamos, lo justo y necesario. 

            A las 4 de la madrugada sonó el despertador.  Victor y yo desayunamos algo.  En mi caso, como siempre, una barrita de avena y dos batidos de chocolate sin lactosa.    Luego, nos fuimos equipando y preparando la logística de la ultra (mochila, dorsal, geles, frontal, etc) y sobre las 5,20 de la mañana nos dirigimos a la salida.  Comentar que en esta carrera no había muchos inscritos, tal vez, un poco más de 70 corredores y que mi compañero, Victor, era el principal favorito para ganar la carrera.

            En la salida, saludé a otra gran corredora, Ana María Corral, que iba a hacer la ultra con la Asociación Cardiosport, transportando un desfibrilador que pesa, sino me equivoco, unos 7 kg.   Como siempre son momentos de nervios.  Aun así, estoy tranquilo y me dedico a observar mi entorno, viendo nuevas caras y otras ya conocidas. Entre las conocidas, el gran “SuperPaco” (creo que 79 años) y su hijo.  Ambos fueron finisher de la ultra, todo un mérito para la edad que tiene.  Terminar una ultra no es nada fácil.

            A las 6 de la mañana, desde la Iglesia de Santa María de Cazorla, salimos los corredores.  Salgo entre los primeros pero en seguida me dejo llevar y me sobrepasan algunos. 
            Me centro en mi respiración, en no cebarme con nadie y en mantener un buen ritmo pero que pueda mantener.  Los primeros kilómetros son ya conocidos.  Es la subida la Puerto Gilillo, unos 8 kilómetros con casi 1000 + de desnivel sin muchos problemas técnicos, al principio, por un sendero con mucha vegetación y humedad, encajonado dentro de un barranco por el que discurre un riachuelo y con pequeños puentecitos con peldaños que cruzamos de un lado a otro.   Durante el ascenso al Puerto Gilillo me siguen pasando más corredores, entre ellos, Javi Portales.  Le digo que voy bien pero que toca dosificar.    Luego, la subida se realiza por carril y por último, la senda zigzaguea entre las montañas que circundan Cazorla para llegar al Puerto Gilillo, ubicación del primer avituallamiento.   En la subida nos amanece y me guardo el frontal.  La temperatura es estupenda y la mañana primaveral.
  
            Dos vasos de bebida isotónica y salgo disparado para afrontar una larga bajada.  Voy corriendo a mi ritmo y con la molestia habitual, es decir, la inserción de los isquiotibiales de la pierna izquierda.   Por suerte, voy bien de la rodilla de la misma pierna. El descenso durante los primeros kilómetros se realiza a través de una bonita senda en zona frondosa, luego giramos a la derecha y seguimos descendiendo un largo trecho por carril en una zona boscosa.  En esta larga bajada se forma un nutrido grupo que corre a un ritmo parejo.  El día es espléndido y la facilidad en el trote permite levantar la vista y contemplar la belleza del paisaje que nos envuelve.  

            En estas circunstancias llego al segundo avituallamiento, Los Rasos, kilómetro 18,5 con bastantes buenas sensaciones.  Como algo de dulce, cargo bidones y vuelvo a la carrera. 
            Tras cruzar un puente y una zona de hierbas altas empieza una subida por una senda en desuso en un entorno mágico.  La subida se hace larga y tomo como referencia una chica a la que no consigo alcanzar.  
           
            Una vez arriba, giro a la izquierda y empiezo una largo trote por zona de carril y luego una bajada por sendero hasta el avituallamiento del Río Gualay, kilómetro  24,2 donde me encuentro con Javier Portales.
            Como algo y me hidrato mientras saludo a Javi.  Me comenta que está teniendo problemas estomacales.




            Le dejo en el avituallamiento. Espero que pueda seguir en carrera. Retomo el camino y sigo por zona de carril.  Tomo como referencia un grupo de dos chicos vestidos con camiseta amarilla y una chica morena.  Cada vez va haciendo más calor.  A diferencia de otras carreras, donde el dolor de los isquiotibiales se difumina con el paso de los kilómetros, en esta ocasión no ocurre lo mismo y sufro el insistente punzamiento más de la cuenta.   Por lo demás, cero problemas, salvo el cansancio que se va acumulando.  Al ser zona de mucho carril y sin problemas técnicos, uno puede recrearse más en el paisaje y casi evadirse.  Son momentos de silencio y libertad, el yo libre y consciente solo ante sus propios actos y pensamientos.  Aunque estoy en una carrera y trato de esforzarme, me siento a gusto conmigo mismo, libre, haciendo lo que me gusta y rodeado de un idílico entorno. 



            De repente, abandonamos la comodidad del carril y empieza una bajada con fuerte pendiente por un sendero muy cerrado y sinuoso.  Me ayudo de los bastones y es casi como si estuviese haciendo un descenso en esquíes.   Adelanto a la chica morena.  Al final recuerdo que corremos por una hermosa pradera para acabar saltando un arroyo donde nos animan los voluntarios de Protección Civil.  Me siento bien y las fuerzas me responden.

            De nuevo, más kilómetros por carril, de subida y otros cuantos de bajada.  Cada vez va aumentando la temperatura hasta que llego al siguiente avituallamiento, Navas del Espino en el kilómetro 35, punto intermedio y donde había opción de dejar una mochila.

            Allí tomo varios vasos de zumo de piña, chocolate y algún dulce.  Cargo los bidones y reinicio la marcha.  Aquí se separan la ultra de 107 kilómetros y nuestra carrera de 63.  
           
            Prácticamente, pasado este avituallamiento no fui superado por ningún corredor hasta llegar a meta, salvo por uno de la larga a la altura del avituallamiento de la Fuente del Oso, es decir, que hasta terminar mantuve un buen ritmo, a pesar del calor y de la dureza de la segunda parte de la carrera.

            Una vez giramos a la izquierda, con la indicación de un voluntario sentado en una hamaca, empieza una ligera subida por carril.  Pasados varios kilómetros las balizas blancas nos conducen a un antiguo carril en desuso, casi convertido en senda en algunos tramos, con bastante hierba.  Es en bajada y troto a buen ritmo, casi me dejo llevar. No alcanzo a nadie y no escucho a nadie por detrás.  Somos pocos participantes en la carrera y eso se nota. 

            Por esta zona hay que estar pendiente ya que voy solo y es fácil perderse en la frondosidad del bosque.   Desparece el carril y empieza una vereda donde es más difícil trotar para terminar en una zona de campo a través en fuerte bajada, con peligro de sufrir algún resbalón.  Toca clavar bastones e ir con cuidado y por supuesto, seguir las balizas.   Tras este tramo técnico desembocamos en el Área Recreativa de Linarejos.  Hay algún voluntario de Protección Civil y los típicos campistas y domingueros.   Los paseantes nos animan.  Recuerdo que por esta zona cruzamos un sendero del bosque donde las flores blancas depositadas en el suelo simulaban una tenue nevada y otra zona donde había que estar pendiente porque las balizas “saltaban” al otro lado del arroyo, creo que el arroyo de Linarejos y había que estar atento.  La chica moreno se había perdido y mi llegada le permitió volver a encontrar el camino.

            Sigo el descenso hasta que entro en zona de asfalto.   Hay gente en bañador y otros con trajes de neopreno.  Supongo que con intención de practicar barranquismo, rafting o un deporte similar.  Cruzamos el puente y un voluntario nos indica 2 kilómetros para el siguiente avituallamiento.   La chica morena va conmigo y ambos hacemos el tramo técnico paralelo al río Guadalquivir. Es una zona espectacular pero hay que estar bastante pendiente donde se pisa. Tenemos que pedir paso a los numerosos turistas y tras una zona de escaleras y mucha piedra, por fin, cogemos una bonita senda que se va alejando del cauce del río Guadalquivir.  Recuerdo que por esta zona me empezó a doler la rodilla izquierda pero sólo fue pasajero.  La chica morena se me fue escapando.

            El calor sigue en aumento y nosotros seguimos avanzando hasta llegar al siguiente avituallamiento, Vadillo-Castril en el kilómetro 47, tras 6 horas y 41 minutos de carrera.  Me ayudan a rellenar los bidones (madre e hijo pequeño), tomo refresco de cola, algún dulce e isotónico y retomo la ultra.

            Como digo, prácticamente, salvo el encuentro con la chica morena, desde el kilómetro 35 hasta meta hice la carrera en solitario, disfrutando de los paisajes pero sufriendo por el excesivo calor.  Bien es cierto que podía haber sido mucho más fuerte, ya que a veces, se levantaba una ligera brisa.

            Los últimos kilómetros son bastante engañosos si uno comprueba el perfil.  Se me hicieron mentalmente bastante largos. Hay una primera subida muy empinada, luego su correlativa bajada, todo por carril.  Luego otra subida donde transitamos por otra área recreativa y en el que la gente, en bañador, disfrutaba del caluroso sábado.   En la subida al avituallamiento de la Fuente del Oso sufrí una ligera pájara. Lo solucioné rápido comiendo un dulce y bebiendo agua.

            Penúltimo avituallamiento, Fuente del Oso, kilómetro 52,7. ¡Lo que me costó llegar!  Un chico y una chica me sonríen.  Las bebidas están algo calientes.  Hay sandía pero no como.  No me sienta bien.  Lo tengo comprobado.   Apenas si paro y sigo mi camino en dura subida hacia el Puerto de los Arenales. Vuelvo a tener como referencia a la chica morena que transita varios cientos de metros por delante.   Vadeamos el pueblo de la Iruela y nos encaminamos hacia Cazorla.   Los últimos kilómetros son bastante técnicos y pedregosos, y es idéntico al de las primeras ediciones.




            La bajada final la hago corriendo.  Me noto algo cansado pero sin dolores musculares.  El calor me está matando.  Llego al último avituallamiento, La Fuente de la Mocha, kilómetro 59, y tras recargar los bidones, inicio la dura subida en un remarcado zigzag.  Un poco delante tengo a tres corredores del Trail, entre ellos, la chica morena.  ¡Qué ganas de terminar!   Los últimos kilómetros se me hacen mentalmente bastante duros.  Trato de tomármelos con calma.  Al entrar en el pueblo alcanzo a los tres corredores. Tras una bajada callejeando por Cazorla llego a la ambientada Plaza de Santa María, con las imponentes ruinas de la iglesia, entrando en meta en un tiempo de 9 horas y 45 minutos, en el puesto 35 de la general, de unos 70 que consiguieron concluirla. 



            
           En fin, otro reto superado.  Lástima que Javi Portales tuviera que retirarse por los problemas estomacales.  Subiendo al pico Gilillo me pasó como una exhalación. Está en forma. Espero que tenga más suerte en la Lavaredo Ultra Trail.

            Y qué decir de Victor Pimentel que quedó cuarto en la general, bastante enojado, por cierto, porque cuando iba primero y destacado, no recibió las indicaciones correctas y acabó perdiéndose.  Creo que hizo unos cuántos kilómetros demás.  ¡Lástima! 

            Por último, comentar y desear que esta ultra perviva en el tiempo.  Recorre uno de los paisajes más bonitos de Andalucía, cuenta con bastantes voluntarios y el precio de inscripción es muy asequible.  Tal vez, interesaría cambiarla de fechas, con un tiempo más fresco, tal vez abril o principios de mayo y pulir algún que otro detalle.

            Tras ducha recuperadora, cogí el coche y sobre las 9 de la noche ya estaba en casa disfrutando de la victoria en la Champions League (no todo van a ser carreras por montañas).

            Y ahora sí, intentar recuperar y poner mi cuerpo lo más a punto posible para afrontar la EHUNMILAK, 168 kilómetros y 11000 +, a principios de julio.  Espero que las piernas y las rodillas me respeten.