lunes, 25 de julio de 2016

III ULTRA TRAIL SIERRA NEVADA - 103 KM Y 6060 + (16 DE JULIO DE 2016)

CRÓNICA ULTRA TRAIL SIERRA NEVADA 16 DE JULIO DE 2016  (103 Km. y 6060 +)

         Como lo prometido es deuda, aquí dejo una nueva crónica, esta la de la Ultra Sierra Nevada.  Antes de empezar decir que fue justo inscribirme cuando ya me esta arrepintiendo puesto que estaba demasiado cerca de Lavaredo y no iba a tener tiempo para recuperarme y porque las dos ediciones anteriores de la Ultra Sierra Nevada habían recibido muchas críticas.   Después de haberla realizado, tengo que decir que me he llevado una grata sorpresa en cuanto a organización, avituallamientos y voluntariado. 

La pequeña historia de esta crónica comienza el viernes por la mañana, 15 de julio, cuando decidimos salir temprano de Málaga en dirección a Granada para recoger el dorsal en lugar de salir por la tarde como teníamos pensado hasta unos días antes.  Esta vez me llevaba la mejor compañía posible: mi mujer y mi hija.   No suelen acompañarme y no se lo reprocho porque las ultras no son maratones, son carreras en las que sabes cuando empiezas y no cuando terminas y entiendo que para los familiares, tantas horas de espera y más con niños, pueden resultar agotadoras.

         Tras recoger el dorsal después de más de una hora de espera  (por lo visto habían tenido problemas con los listados) y luego de comer una ensalada de pasta por Pinos Genil y sentarnos a tomar un café en la zona de inicio de la vereda de la Estrella, en Güejar Sierra, junto al río Maitena, subimos, sobre las 17,30 a Pradollano, al apartamento que habíamos reservado.  
         Tras el acomodo, paseo por la zona concurrida de Pradollano y una pequeña compra en uno de los supermercados.

Hay ambiente trail. Se palpa la presencia de muchos corredores con sus familias.  Volvemos al apartamento y después de un rato de descanso comencé a preparar la logística de carrera. 
         Había nervios.  De hecho siempre me pongo en tensión antes de una ultra.  Son muchas horas de carrera, muchos kilómetros y desnivel y no sabes como va a responder tu cuerpo.


         Después de Lavaredo había entrenado más bien poco.  En las tres semanas apenas me había dado para hacer una tirada larga, de 43 kilómetros y algo de bicicleta.  En definitiva, preparación baja y las molestias, como siempre, toda una incógnita.  Si que es verdad que en Lavaredo, además del isquiotibial izquierdo, sufrí bastante de la cintilla.
         En fin, tras desearme mucha suerte y despedirme de mi mujer y mi hija, sobre las 10 de la noche los corredores cogimos el autobús en Pradollano en dirección a la línea de salida.  Delante de mí se sentó Mayayo con el que he coincidido en las últimas carreras, la de los 101 Peregrinos y también en Lavaredo.  En esta no corría, iba de fotógrafo y cronista. En el trayecto estuvo hablando con un corredor que no conocía.  Al día siguiente, al ver las fotos y videos lo reconocí: Casey Morgan que, a la postre, quedó tercero en el Ultra.
         Bajamos del autobús y nos dirigimos a la línea de salida, en el Paseo del Salón de Granada.   Los corredores van llegando.  Allí charlo un rato con dos auténticos máquinas que la semana anterior habían sido finisher de la Ehunmilak, ¡casi nada!.  Son Antonio Cayetano García Orozco y Rafael Llorente.  Este último que, el fin de semana pasado, había hecho la Ehunmilak (170 km por los senderos embarrados del País Vasco) en 43 horas, se presentaba también para afrontar la Ultra de Sierra Nevada.  ¡Qué valor!
 
         Luego coincidí con los hermanos García Mesa con los que pasé otro rato agradable.   Sin darme apenas cuenta, la salida en el hermoso Paseo del Salón de Granada se llenó de corredores y a las 12 de la noche se dio inicio a la Ultra.  Hasta donde yo sé, el nº de dorsales de la ultra era de 450 y por lo que he leído, salieron aproximadamente unos 360 corredores.

         La salida es bastante rápida y en seguida se empieza a callejear por Granada, entre empinadas y estrechas callejuelas y mucho adoquín, con la presencia y la guía de muchos voluntarios.  Tras una primera subida, una larga bajada por asfalto.  Me encuentro bien, voy a buen ritmo y casi sin molestias.   Nos adentramos en el barrio del Albaicin.  Hay mucha gente por las calles que nos jalea, otros ponen cara de extrañeza y otros nos preguntan sobre la carrera y de cuantos kilómetros. 

Volvemos a los adoquines, subimos al Mirador de San Nicolás y volvemos a bajar en dirección a la Alhambra.  La pendiente no es excesivamente pronunciada y casi se puede hacer trotando.  La temperatura es agradable y la noche acompaña.   El lugar tiene mucho encanto y más si al cruzarlo escuchas música procedente de algún concierto en algunos de los hermosos sitios que alberga la Alhambra y sus alrededores.

Por fin, abandonamos el asfalto y la Alhambra y empezamos un bonito sube y baja por senderos bien marcados, entre árboles y donde disfruto corriendo pero sin apretar más de la cuenta.   Hace más calor de la cuenta, a pesar de la hora, y sudo bastante.

Las fuerzas van intactas y tras un corto descenso técnico llegamos al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 12, Cerro del sol, cuyos voluntarios pertenecen al Club Sapiens Human Runner.  Son un montón de voluntarios con la música a todo volumen.  Un avituallamiento muy marchoso. Me reciben dos voluntarios que me ofrecen directamente la botella de agua, me rellenan los bidones, incluso se ofrecen a llevarme los bastones.  He visto pocos avituallamientos tan animados y alegres como este del Cerro del Sol.  Tomo refresco de cola, sandía y varios trozos de plátanos y sigo camino con bastante alegría y sin notar apenas molestias.

Al salir se ven luces de frontales por todos los sitios.  Han montado un bucle espectacular en esta zona.  La serpiente de luces se alarga a lo lejos y parece que se enrosca y no tiene fin.
En este tramo hay más piedras y zonas de surcos.  Afrontamos varias subidas de cortafuegos con bastantes surcos y zonas rotas donde no sabes donde pisar.  Las bajadas no son excesivamente técnicas pero hay que estar pendiente.  En algunas zonas hay mucho polvo que, a veces, te quitan bastante visibilidad.  También hay algunas zonas de sendero poco limpias y siempre tienes algún roce con matorrales, jaras y todo tipo de arbustos.  A veces parece que llega muy cerca la música del avituallamiento del Cerro del Sol.

Cruzamos el río Darro, saltando entre las piedras, sin llegar a mojarme los pies.  En estos kilómetros coincido varias veces con dos británicas, bajitas y algo peculiares, que no bajan muy bien pero que, a la hora de subir y llaneando van bastante rápidas.   Tras unos cuantos kilómetros más de cortafuegos y subidas y bajadas, cogemos un carril de tierra compacta que nos conduce al segundo avituallamiento de carrera, el de Beas de Granada, sobre el kilómetro 24 y con más 1000 +.    En este punto ya llevo 3 horas y 45 minutos de carrera y lo cruzo en la posición 167.  De nuevo, refresco de cola, isotónico y sandía.  Creo que comí algo de carne de membrillo y varias galletas de chocolate.

Retomo el camino mientras vamos saliendo del pueblo.  Para que la comida se asiente y para coger fuelle después de los kilómetros de bajada, me tomo un descanso activo mientras voy comiendo una barrita con sabor a plátano y algún gel.   Me uno a un grupito con el que avanzo por carril durante un rato, pero en seguida cambia el panorama y empezamos a encontrarnos con zonas de subida más técnicas, con más roca y piedras.  Por suerte, la temperatura ha descendido y sopla algo de viento por lo que todo se hace más llevadero.   Atravesamos varios cortafuegos, zonas con bastante vegetación, algún descenso bastante técnico.  Me uno a dos chavales uniformados de color amarillo que van charlando.  En las subidas a los cortafuegos hablan algo menos.   Tras varias subidas, hay un largo llaneo por sendero donde avanzo corriendo lo que buenamente puedo.  Ya las fuerzas no están intactas y las horas se empiezan a sentir en las piernas.  De los tramos de cortafuegos, recuerdo uno con una inclinación brutal.  De hecho en el inicio de la subida nos ponen sobre aviso: caution.  Pienso, pero ¡precaución! ¿Por qué? Si es en subida.  Al poco rato, lo entiendo; el desnivel es tal que resulta muy difícil avanzar y los resbalones son habituales.  Parece como si los corredores estuviesen encima de ti y en cualquier momento fuesen a caer sobre nuestras cabezas.
 
Según el briefing de carrera, este era el tramo más duro de toda la Ultra.  Puede ser. En estos kilómetros también sufrí un golpe en la rodilla izquierda y arañazos y rasguños de todo tipo, también estuve a punto, en la  bajada de un escalón que se me subieran los dos gemelos a la vez, pero por suerte quedó en tentativa.  ¡Menos mal!

Con esfuerzo lo sobrepasamos y tras un descenso por cortafuegos llegamos al siguiente avituallamiento, sobre el kilómetro 34, Cortijo de Aguas Blancas, cuyos voluntarios pertenecen al Grupo Scout Illiberris.   Allí nos recibieron varios chicos y chicas bastante animosos.  Les entrego los bidones de plástico para que los rellenen.  Uno de ellos no tiene mucha pericia y se vuelca media botella encima de la sudadera.  Los demás se ríen.  El chaval lo afronta con bastante buen humor.  Me retiro por un momento del servicio, dice, mientras se quita la sudadera.  Vuelvo a comer más sandía, algo de refresco de cola e isotónico. 

A partir de aquí contamos con varios kilómetros, primero por carril y luego por asfalto en dirección a Quentar donde me siento bastante bien y animado por que he pasado una de las peores zonas y los kilómetros van cayendo.
 Me adelanta la británica pero la mantengo a la vista.  Está a punto de amanecer. Después de esos kilómetros volvemos a las veredas de montaña, primero cruzando un río a través de un tronco de madera que cruzo sin mucho aprieto y luego por un sendero bien marcado.   Este tramo que parecía sencillo tiene su complejidad, primero por que hay algunos tramos más o menos técnicos y segundo porque el sendero cuenta con bastante maleza y matorral.  Al menos esa fue mi impresión.  También había que sortear otro río a través de otro tronco.  En este lo pasé peor y a punto estuve de resbalar y caer pero, de nuevo, la fortuna me acompañó y soltando los bastones conseguí poner los pies en la otra orilla sin llegar a mojarme.  Aunque después de los tres ríos de Lavaredo tampoco me preocupaba excesivamente.
Tras terminar de subir esta zona, llaneamos primero por sendero con mucho pino y luego un descenso rápido, también por sendero hasta que entramos en carril y de ahí hasta Quentar fueron 5 o 6 kilómetros en descenso con algún tramo de cemento hasta que nos adentramos en el pueblo.
En estos kilómetros empecé a sufrir de la cintilla.  Comenzó a molestarme más de lo normal y tuve que hacer alguna parada.   También apareció una molestia en la rodilla izquierda que asocié al golpe que me di en el tramo anterior.  En varias horas había pasado de una euforia contenida a un bajón asociado al cansancio y al dolor articular.  También en esta bajada amaneció por completo.  Guardé mi frontal.  Conseguí adelantar a la británica y después del avituallamiento no volví a verla más.


Al llegar a Quentar, sobre el kilómetro 48, llevaba 7 horas y 40 minutos de carrera y ocupaba el puesto 136.  Tomé isotónica, galletas de chocolate y plátano.  Este avituallamiento lo llevaban los de Bicha.  Como todos, mucha animación y voluntarios.
Reanudé la marcha tranquilo, sin correr.  Sabía que en seguida venían cuestas.  Tuve un pequeño contratiempo: las pilas del Forerrunner 401 se gastaron en 8 horas.  Paré y las cambié por otras y seguí mi camino en ascenso, primero por vereda y luego por carril. 

Tras una suave bajada, empezó lo serio con la subida al alto de los Jarales, subida bastante dura a través de una vereda rodeada por un frondoso bosque.   En esta subida nos adelantan los primeros del Trail de 62 km., entre otros, uno conocido, un máquina llamado Victor Pimentel, que subía como una exhalación.  Esperaba ver primero a Gediminas Grinius pero este nos pasó bajando Los Jarales.  En lo alto de los Jarales ya se divisa perfectamente el Veleta y el Mulhacén, así como el pantano de Güejar Sierra.   Voy bien, subiendo apenas si tengo molestias y todavía me siento con fuerzas.  En la bajada a los Jarales me adelanta Gediminas.  Troto a ritmo y me siento bien. Veo a los de Cardiosport atendiendo a algún corredor con problemas.  Volvemos a retomar un tramo de asfalto hasta llegar al siguiente avituallamiento, casa rural Fuente de la Teja, Deportes Olimpo.  Fantásticos.  Mucha animación. Muy bien atendido y buen avituallamiento. Así da gusto correr una ultra.  En el tramo de asfalto entablo conversación durante quince minutos con un granadino.  Me dice que va bien pero guardando fuerzas puesto que la subida al Pico Calar y la del castillejo de Güejar son muy duras.


Tras el avituallamiento empezamos la dura subida al Pico Calar, algo así como una Maroma pero más redondeada.  La dureza de la subida se acrecienta por el calor que ya no me abandonará en lo que queda de carrera. Esta ascensión es un continuo zigzag. Decido coger mi ritmo y sin darme cuenta adelanto en la subida a cinco o seis corredores, lo que siempre supone una inyección de moral.    
La bajada del Calar tiene un primer tramo más o menos técnico, con mucha piedra, hasta que acabas girando a la derecha y empiezan unos 5 o 6 kilómetros por sendero con bastantes tramos corribles y alguna que otra piedra en el camino.  Sufro de la cintilla y el cansancio y el calor comienzan a hacer mella en mi cuerpo y en mi mente pero ni por asomo me planteo un abandono.  Hago todo el descenso corriendo pero forzando lo menos posible.


Sobre el kilómetro 68 llegamos al siguiente avituallamiento y lugar de recogida de mochilas personales, Güejar Sierra.  La gente del pueblo nos va animando según vamos llegando.  No hay mucho asiento pero tengo suerte y alcanzo una hamaca donde doy buena cuenta de un plato de pasta con refresco de cola. 
En este punto ya llevo 11 horas y 42 minutos de carrera y mejoro hasta situarme en el puesto 117.
Cojo mi gorra sahariana y a seguir en la lucha. 
Son las doce de la mañana y el calor aprieta con fuerza.  Tal vez, la temperatura ronde los 31 o 32 grados.
Me adelantan los primeros de la maratón y alguno de la Ultra que va con más fuerzas que yo.  Durante toda esta ascensión al castillejo de Güejar sufro las horas de carrera, la fatiga y el tremendo calor.  El agua se calienta en seguida.  Menos mal que nos vamos ayudando de los arroyos y pequeños caños para beber agua y mojar la gorra.  Lo mejor de esta subida es que tiene bastantes zonas de sombra por lo que se hace más llevadero, salvo el zigzag del final.  En este tramo nos encontramos con un valenciano bastante animoso y un runner de 51 años que nos adelanta a todos. ¡vaya máquina!. También sufro algún que otro pinchazo de tanto matorral pero el cuerpo ya está curtido y parece que puede con todo.  Este es un tramo de pensar lo menos posible, clavar bastones y avanzar sin mirar muy arriba para ver cuanto me queda.

Tras la subida por sendero, pasamos por un campo de fútbol de un hotel donde alguno se dio un chapuzón con los aspersores, un tramo de asfalto, y por último, otro tramo de sendero hasta que llegamos a la carretera de Pradollano, zona del Dornajo y el Restaurante Las Víboras.  Allí me llevo una grata sorpresa.  Escucho mi apellido.  Mucha gente nos anima.  Entre ellos están Javier Portales y Silvia Marfil.  ¡Qué alegría!  Les saludo entusiasmado.  La alegría se incremente al observar que la organización ha montado un avituallamiento extra de agua fresca y coca cola.

Sigo mi camino, ahora por un carril en ligero descenso.  Trato de guardar referencias con un grupo que va delante de mí.  En estos cinco kilómetros hago bastante caco (caminar-correr) ayudado por los bastones.  No voy todo lo bien que quisiera pero me animo viendo que los kilómetros van cayendo y que pronto llegaré a Pradollano donde tendré una atención especial.  La cintilla sigue molestando y el isquiotibial también quiere su momento.  A todo esto hay que sumar el calor y la fatiga de tantos kilómetros. De esta guisa llego al siguiente avituallamiento, C.M. Cerro del Caballo, en el kilómetro 80, Monasterio de los Jerónimos.   Coincido de nuevo con el valenciano en este avituallamiento.   Algo de isotónico, naranja y coca cola y a seguir.

Nos quedan unos 8 kilómetros hasta Pradollano.  Para mí, este es el peor tramo, ya que apenas si se distingue el sendero, hay mucho matorral, arbustos, ramas bajas, etc.  A veces tengo que dar un rodeo porque por algunos sitios no se puede pasar, en otras me agacho, casi de cuclillas y aún así sufro todo tipo de enganchones.   Adelanto a una corredora portuguesa (quedó la cuarta en la Ultra) y sigo avanzando.  De vez en cuando me pasa algún corredor del maratón o del Trail, casi ninguno de la Ultra.  Cruzamos la carretera y nos vamos a una zona de pinar preciosa y bastante sombría que ya conocía de la primera edición.  Por aquí, el sendero está bien marcado y se puede disfrutar corriendo ya que apenas hay piedras.  La portuguesa me vuelve a adelantar. 

Sin darme cuenta, salgo del pinar y entro en la carretera camino de Pradollano.   Allí me están esperando mi mujer y mi hija.  Me reciben con abrazos y gran alegría. Son las 4 de la tarde y el calor se va atenuando por la altitud.  Mis mejores ayudantes me indican el avituallamiento.  Me siento en un banco y tomo un plato de arroz que dejo a medias.  Mi hija no se cansa de hacerme fotos con el móvil y mi mujer se afana en ayudarme en lo que buenamente pueda.  Voy bien, les digo que estoy bastante cansado, pero que ya me queda menos.  Por este avituallamiento (Granada Integra), llevo ya 16 horas de carrera y avanzo hasta el puesto 92.  En fin, no me quiero entretener más de lo necesario.  Me despido de ellas y empieza lo más duro de la Ultra, al menos eso pienso, no sólo por la dureza de la ascensión si no porque está situado justo al final, cuando ya más flaquean las fuerzas.

Lo único que tengo a mi favor es que esta subida la conozco como la palma de mi mano.   Sabía los tramos más duros y los que menos. Aquí no queda otra que avanzar al ritmo que uno buenamente pueda llevar.  Veo varios corredores que hacen continuas paradas.  Uno que se agacha y se apoya continuamente en los bastones.  Creo que lo está pasando bastante mal. También la altitud se va notando.  Todo influye.

 Tras una hora y 45 minutos de subida llegamos al último avituallamiento (Al borde de lo inconcebible), cerca de los últimos remontes antes subir al Veleta.  Uno de ellos nos espera con un vaso de agua y otro de coca cola.  Se queja porque todos los corredores optamos por el vaso de coca cola.


En seguida empiezo a bajar buscando la meta.  Son unos cuantos kilómetros por los senderos sinuosos que utilizan las bicicletas de trail, algún tramo de carril y algo de asfalto.  Me lo tomo con tranquilidad.  Hay mucha piedra y llevo el cuerpo demasiado magullado por la fatiga y el dolor en la cintilla.  Utilizo los bastones para apoyarme e ir frenando.  Tomo como referencia otro chaval.  Más abajo me uno a él y juntos, hablando, bajamos los últimos kilómetros.  Para qué forzar por unos minutos más o menos.  La ultra ya está hecha.  No obstante, al final decido adelantarlo para intentar bajar de las 19 horas, cuestión que no consigo ya que me quedo en 19 horas justas y en el puesto 85 de la general.  
En las escaleras que conducen a la Plaza de Pradollano me están esperando mi mujer y mi hija.  Ondeo la bandera de Trail Running Málaga para hacerme ver y juntos realizamos los últimos metros, cruzando la línea de meta.  Al final, si hubo prueba gráfica de la entrada. 


Bueno, después de todo, eso sí, como siempre sufriendo pero creo que bastante menos que en Lavaredo, conseguí ser finisher de otra gran y dura ultra de la que me he llevado una grata y positiva sorpresa.  Espero que sigan así y se consoliden en el calendario a nivel nacional, incluso, también internacional.

Por último, dar las gracias a mis compañeros de TRAIL RUNNING MALAGA por el seguimiento y apoyo prestados.  Ahora toca recuperar que dentro de un mes y medio nos espera la madre de todas las carreras: la UTMB con sus 170 km y 10.000 +.