CRÓNICA ULTRA TRAIL
SIERRA NEVADA 16 DE JULIO DE 2016 (103 Km . y 6060 +)
Como lo
prometido es deuda, aquí dejo una nueva crónica, esta la de la Ultra Sierra
Nevada. Antes de empezar decir que fue
justo inscribirme cuando ya me esta arrepintiendo puesto que estaba demasiado
cerca de Lavaredo y no iba a tener tiempo para recuperarme y porque las dos
ediciones anteriores de la Ultra Sierra Nevada habían recibido muchas
críticas. Después de haberla realizado,
tengo que decir que me he llevado una grata sorpresa en cuanto a organización,
avituallamientos y voluntariado.
La pequeña historia de esta crónica
comienza el viernes por la mañana, 15 de julio, cuando decidimos salir temprano
de Málaga en dirección a Granada para recoger el dorsal en lugar de salir por
la tarde como teníamos pensado hasta unos días antes. Esta vez me llevaba la mejor compañía
posible: mi mujer y mi hija. No suelen
acompañarme y no se lo reprocho porque las ultras no son maratones, son
carreras en las que sabes cuando empiezas y no cuando terminas y entiendo que
para los familiares, tantas horas de espera y más con niños, pueden resultar
agotadoras.
Tras recoger
el dorsal después de más de una hora de espera
(por lo visto habían tenido problemas con los listados) y luego de comer
una ensalada de pasta por Pinos Genil y sentarnos a tomar un café en la zona de
inicio de la vereda de la Estrella, en Güejar Sierra, junto al río Maitena, subimos,
sobre las 17,30 a
Pradollano, al apartamento que habíamos reservado.
Tras el acomodo,
paseo por la zona concurrida de Pradollano y una pequeña compra en uno de los
supermercados.
Hay ambiente trail. Se palpa la
presencia de muchos corredores con sus familias. Volvemos al apartamento y después de un rato
de descanso comencé a preparar la logística de carrera.
Había
nervios. De hecho siempre me pongo en
tensión antes de una ultra. Son muchas
horas de carrera, muchos kilómetros y desnivel y no sabes como va a responder
tu cuerpo.
Después de
Lavaredo había entrenado más bien poco.
En las tres semanas apenas me había dado para hacer una tirada larga, de
43 kilómetros
y algo de bicicleta. En definitiva,
preparación baja y las molestias, como siempre, toda una incógnita. Si que es verdad que en Lavaredo, además del
isquiotibial izquierdo, sufrí bastante de la cintilla.
En fin, tras
desearme mucha suerte y despedirme de mi mujer y mi hija, sobre las 10 de la
noche los corredores cogimos el autobús en Pradollano en dirección a la línea
de salida. Delante de mí se sentó Mayayo
con el que he coincidido en las últimas carreras, la de los 101 Peregrinos y
también en Lavaredo. En esta no corría,
iba de fotógrafo y cronista. En el trayecto estuvo hablando con un corredor que
no conocía. Al día siguiente, al ver las
fotos y videos lo reconocí: Casey Morgan que, a la postre, quedó tercero en el
Ultra.
Bajamos del
autobús y nos dirigimos a la línea de salida, en el Paseo del Salón de
Granada. Los corredores van
llegando. Allí charlo un rato con dos
auténticos máquinas que la semana anterior habían sido finisher de la
Ehunmilak, ¡casi nada!. Son Antonio
Cayetano García Orozco y Rafael Llorente.
Este último que, el fin de semana pasado, había hecho la Ehunmilak (170 km por los senderos
embarrados del País Vasco) en 43 horas, se presentaba también para afrontar la
Ultra de Sierra Nevada. ¡Qué valor!
Luego coincidí
con los hermanos García Mesa con los que pasé otro rato agradable. Sin darme apenas cuenta, la salida en el
hermoso Paseo del Salón de Granada se llenó de corredores y a las 12 de la
noche se dio inicio a la Ultra. Hasta
donde yo sé, el nº de dorsales de la ultra era de 450 y por lo que he leído,
salieron aproximadamente unos 360 corredores.
La salida es
bastante rápida y en seguida se empieza a callejear por Granada, entre empinadas
y estrechas callejuelas y mucho adoquín, con la presencia y la guía de muchos
voluntarios. Tras una primera subida,
una larga bajada por asfalto. Me
encuentro bien, voy a buen ritmo y casi sin molestias. Nos adentramos en el barrio del Albaicin. Hay mucha gente por las calles que nos jalea,
otros ponen cara de extrañeza y otros nos preguntan sobre la carrera y de
cuantos kilómetros.
Volvemos a los adoquines, subimos al
Mirador de San Nicolás y volvemos a bajar en dirección a la Alhambra. La pendiente no es excesivamente pronunciada
y casi se puede hacer trotando. La
temperatura es agradable y la noche acompaña.
El lugar tiene mucho encanto y más si al cruzarlo escuchas música
procedente de algún concierto en algunos de los hermosos sitios que alberga la
Alhambra y sus alrededores.
Por fin, abandonamos el asfalto y la
Alhambra y empezamos un bonito sube y baja por senderos bien marcados, entre
árboles y donde disfruto corriendo pero sin apretar más de la cuenta. Hace
más calor de la cuenta, a pesar de la hora, y sudo bastante.
Las fuerzas van intactas y tras un corto
descenso técnico llegamos al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 12,
Cerro del sol, cuyos voluntarios pertenecen al Club Sapiens Human Runner. Son un montón de voluntarios con la música a
todo volumen. Un avituallamiento muy
marchoso. Me reciben dos voluntarios que me ofrecen directamente la botella de
agua, me rellenan los bidones, incluso se ofrecen a llevarme los bastones. He visto pocos avituallamientos tan animados
y alegres como este del Cerro del Sol.
Tomo refresco de cola, sandía y varios trozos de plátanos y sigo camino
con bastante alegría y sin notar apenas molestias.
Al salir se ven luces de frontales
por todos los sitios. Han montado un
bucle espectacular en esta zona. La
serpiente de luces se alarga a lo lejos y parece que se enrosca y no tiene fin.
En este tramo hay más piedras y
zonas de surcos. Afrontamos varias
subidas de cortafuegos con bastantes surcos y zonas rotas donde no sabes donde
pisar. Las bajadas no son excesivamente
técnicas pero hay que estar pendiente.
En algunas zonas hay mucho polvo que, a veces, te quitan bastante
visibilidad. También hay algunas zonas
de sendero poco limpias y siempre tienes algún roce con matorrales, jaras y
todo tipo de arbustos. A veces parece
que llega muy cerca la música del avituallamiento del Cerro del Sol.
Cruzamos el río Darro, saltando
entre las piedras, sin llegar a mojarme los pies. En estos kilómetros coincido varias veces con
dos británicas, bajitas y algo peculiares, que no bajan muy bien pero que, a la
hora de subir y llaneando van bastante rápidas. Tras unos cuantos kilómetros más de
cortafuegos y subidas y bajadas, cogemos un carril de tierra compacta que nos
conduce al segundo avituallamiento de carrera, el de Beas de Granada, sobre el
kilómetro 24 y con más 1000 +. En este punto ya llevo 3 horas y 45 minutos
de carrera y lo cruzo en la posición 167.
De nuevo, refresco de cola, isotónico y sandía. Creo que comí algo de carne de membrillo y
varias galletas de chocolate.
Retomo el camino mientras vamos
saliendo del pueblo. Para que la comida
se asiente y para coger fuelle después de los kilómetros de bajada, me tomo un
descanso activo mientras voy comiendo una barrita con sabor a plátano y algún
gel. Me uno a un grupito con el que
avanzo por carril durante un rato, pero en seguida cambia el panorama y
empezamos a encontrarnos con zonas de subida más técnicas, con más roca y
piedras. Por suerte, la temperatura ha
descendido y sopla algo de viento por lo que todo se hace más llevadero. Atravesamos
varios cortafuegos, zonas con bastante vegetación, algún descenso bastante
técnico. Me uno a dos chavales
uniformados de color amarillo que van charlando. En las subidas a los cortafuegos hablan algo
menos. Tras varias subidas, hay un
largo llaneo por sendero donde avanzo corriendo lo que buenamente puedo. Ya las fuerzas no están intactas y las horas
se empiezan a sentir en las piernas. De
los tramos de cortafuegos, recuerdo uno con una inclinación brutal. De hecho en el inicio de la subida nos ponen
sobre aviso: caution. Pienso, pero ¡precaución!
¿Por qué? Si es en subida. Al poco rato,
lo entiendo; el desnivel es tal que resulta muy difícil avanzar y los
resbalones son habituales. Parece como
si los corredores estuviesen encima de ti y en cualquier momento fuesen a caer
sobre nuestras cabezas.
Según el briefing de carrera, este
era el tramo más duro de toda la Ultra.
Puede ser. En estos kilómetros también sufrí un golpe en la rodilla
izquierda y arañazos y rasguños de todo tipo, también estuve a punto, en
la bajada de un escalón que se me
subieran los dos gemelos a la vez, pero por suerte quedó en tentativa. ¡Menos mal!
Con esfuerzo lo sobrepasamos y tras
un descenso por cortafuegos llegamos al siguiente avituallamiento, sobre el
kilómetro 34, Cortijo de Aguas Blancas, cuyos voluntarios pertenecen al Grupo
Scout Illiberris. Allí nos recibieron
varios chicos y chicas bastante animosos.
Les entrego los bidones de plástico para que los rellenen. Uno de ellos no tiene mucha pericia y se
vuelca media botella encima de la sudadera.
Los demás se ríen. El chaval lo
afronta con bastante buen humor. Me
retiro por un momento del servicio, dice, mientras se quita la sudadera. Vuelvo a comer más sandía, algo de refresco
de cola e isotónico.
A partir de aquí contamos con varios
kilómetros, primero por carril y luego por asfalto en dirección a Quentar donde
me siento bastante bien y animado por que he pasado una de las peores zonas y
los kilómetros van cayendo.
Me adelanta la británica pero la mantengo a la
vista. Está a punto de amanecer. Después
de esos kilómetros volvemos a las veredas de montaña, primero cruzando un río a
través de un tronco de madera que cruzo sin mucho aprieto y luego por un
sendero bien marcado. Este tramo que parecía sencillo tiene su
complejidad, primero por que hay algunos tramos más o menos técnicos y segundo
porque el sendero cuenta con bastante maleza y matorral. Al menos esa fue mi impresión. También había que sortear otro río a través de
otro tronco. En este lo pasé peor y a
punto estuve de resbalar y caer pero, de nuevo, la fortuna me acompañó y
soltando los bastones conseguí poner los pies en la otra orilla sin llegar a mojarme. Aunque después de los tres ríos de Lavaredo
tampoco me preocupaba excesivamente.
Tras terminar de subir esta zona,
llaneamos primero por sendero con mucho pino y luego un descenso rápido,
también por sendero hasta que entramos en carril y de ahí hasta Quentar fueron 5
o 6 kilómetros
en descenso con algún tramo de cemento hasta que nos adentramos en el pueblo.
En estos kilómetros empecé a sufrir
de la cintilla. Comenzó a molestarme más
de lo normal y tuve que hacer alguna parada.
También apareció una molestia en la rodilla izquierda que asocié al
golpe que me di en el tramo anterior. En
varias horas había pasado de una euforia contenida a un bajón asociado al
cansancio y al dolor articular. También
en esta bajada amaneció por completo.
Guardé mi frontal. Conseguí
adelantar a la británica y después del avituallamiento no volví a verla más.
Al llegar a Quentar, sobre el
kilómetro 48, llevaba 7 horas y 40 minutos de carrera y ocupaba el puesto
136. Tomé isotónica, galletas de
chocolate y plátano. Este avituallamiento
lo llevaban los de Bicha. Como todos,
mucha animación y voluntarios.
Reanudé la marcha tranquilo, sin
correr. Sabía que en seguida venían
cuestas. Tuve un pequeño contratiempo:
las pilas del Forerrunner 401 se gastaron en 8 horas. Paré y las cambié por otras y seguí mi camino
en ascenso, primero por vereda y luego por carril.
Tras una suave bajada, empezó lo
serio con la subida al alto de los Jarales, subida bastante dura a través de
una vereda rodeada por un frondoso bosque. En esta subida nos adelantan los primeros del
Trail de 62 km .,
entre otros, uno conocido, un máquina llamado Victor Pimentel, que subía como
una exhalación. Esperaba ver primero a
Gediminas Grinius pero este nos pasó bajando Los Jarales. En lo alto de los Jarales ya se divisa perfectamente
el Veleta y el Mulhacén, así como el pantano de Güejar Sierra. Voy bien, subiendo apenas si tengo molestias
y todavía me siento con fuerzas. En la
bajada a los Jarales me adelanta Gediminas.
Troto a ritmo y me siento bien. Veo a los de Cardiosport atendiendo a
algún corredor con problemas. Volvemos a
retomar un tramo de asfalto hasta llegar al siguiente avituallamiento, casa
rural Fuente de la Teja, Deportes Olimpo.
Fantásticos. Mucha animación. Muy
bien atendido y buen avituallamiento. Así da gusto correr una ultra. En el tramo de asfalto entablo conversación
durante quince minutos con un granadino.
Me dice que va bien pero guardando fuerzas puesto que la subida al Pico
Calar y la del castillejo de Güejar son muy duras.
Tras el avituallamiento empezamos la
dura subida al Pico Calar, algo así como una Maroma pero más redondeada. La dureza de la subida se acrecienta por el
calor que ya no me abandonará en lo que queda de carrera. Esta ascensión es un
continuo zigzag. Decido coger mi ritmo y sin darme cuenta adelanto en la subida
a cinco o seis corredores, lo que siempre supone una inyección de moral.
La bajada del Calar tiene un primer
tramo más o menos técnico, con mucha piedra, hasta que acabas girando a la derecha
y empiezan unos 5 o 6
kilómetros por sendero con bastantes tramos corribles y
alguna que otra piedra en el camino.
Sufro de la cintilla y el cansancio y el calor comienzan a hacer mella
en mi cuerpo y en mi mente pero ni por asomo me planteo un abandono. Hago todo el descenso corriendo pero forzando
lo menos posible.
Sobre el kilómetro 68 llegamos al
siguiente avituallamiento y lugar de recogida de mochilas personales, Güejar
Sierra. La gente del pueblo nos va
animando según vamos llegando. No hay
mucho asiento pero tengo suerte y alcanzo una hamaca donde doy buena cuenta de
un plato de pasta con refresco de cola.
En este punto ya llevo 11 horas y 42
minutos de carrera y mejoro hasta situarme en el puesto 117.
Cojo mi gorra sahariana y a seguir
en la lucha.
Son las doce de la mañana y el calor
aprieta con fuerza. Tal vez, la
temperatura ronde los 31 o 32 grados.
Me adelantan los primeros de la
maratón y alguno de la Ultra que va con más fuerzas que yo. Durante toda esta ascensión al castillejo de
Güejar sufro las horas de carrera, la fatiga y el tremendo calor. El agua se calienta en seguida. Menos mal que nos vamos ayudando de los
arroyos y pequeños caños para beber agua y mojar la gorra. Lo mejor de esta subida es que tiene
bastantes zonas de sombra por lo que se hace más llevadero, salvo el zigzag del
final. En este tramo nos encontramos con
un valenciano bastante animoso y un runner de 51 años que nos adelanta a todos.
¡vaya máquina!. También sufro algún que otro pinchazo de tanto matorral pero el
cuerpo ya está curtido y parece que puede con todo. Este es un tramo de pensar lo menos posible,
clavar bastones y avanzar sin mirar muy arriba para ver cuanto me queda.
Tras la subida por sendero, pasamos
por un campo de fútbol de un hotel donde alguno se dio un chapuzón con los
aspersores, un tramo de asfalto, y por último, otro tramo de sendero hasta que
llegamos a la carretera de Pradollano, zona del Dornajo y el Restaurante Las
Víboras. Allí me llevo una grata
sorpresa. Escucho mi apellido. Mucha gente nos anima. Entre ellos están Javier Portales y Silvia
Marfil. ¡Qué alegría! Les saludo entusiasmado. La alegría se incremente al observar que la
organización ha montado un avituallamiento extra de agua fresca y coca cola.
Sigo mi camino, ahora por un carril
en ligero descenso. Trato de guardar
referencias con un grupo que va delante de mí.
En estos cinco kilómetros hago bastante caco (caminar-correr) ayudado
por los bastones. No voy todo lo bien
que quisiera pero me animo viendo que los kilómetros van cayendo y que pronto
llegaré a Pradollano donde tendré una atención especial. La cintilla sigue molestando y el
isquiotibial también quiere su momento.
A todo esto hay que sumar el calor y la fatiga de tantos kilómetros. De
esta guisa llego al siguiente avituallamiento, C.M. Cerro del Caballo, en el
kilómetro 80, Monasterio de los Jerónimos.
Coincido de nuevo con el valenciano en este avituallamiento. Algo de isotónico, naranja y coca cola y a
seguir.
Nos quedan unos 8 kilómetros hasta Pradollano. Para mí, este es el peor tramo, ya que apenas
si se distingue el sendero, hay mucho matorral, arbustos, ramas bajas,
etc. A veces tengo que dar un rodeo
porque por algunos sitios no se puede pasar, en otras me agacho, casi de
cuclillas y aún así sufro todo tipo de enganchones. Adelanto a una corredora portuguesa (quedó
la cuarta en la Ultra) y sigo avanzando.
De vez en cuando me pasa algún corredor del maratón o del Trail, casi
ninguno de la Ultra. Cruzamos la
carretera y nos vamos a una zona de pinar preciosa y bastante sombría que ya
conocía de la primera edición. Por aquí,
el sendero está bien marcado y se puede disfrutar corriendo ya que apenas hay
piedras. La portuguesa me vuelve a
adelantar.
Sin darme cuenta, salgo del pinar y
entro en la carretera camino de Pradollano.
Allí me están esperando mi mujer y mi hija. Me reciben con abrazos y gran alegría. Son
las 4 de la tarde y el calor se va atenuando por la altitud. Mis mejores ayudantes me indican el
avituallamiento. Me siento en un banco y
tomo un plato de arroz que dejo a medias.
Mi hija no se cansa de hacerme fotos con el móvil y mi mujer se afana en
ayudarme en lo que buenamente pueda. Voy
bien, les digo que estoy bastante cansado, pero que ya me queda menos. Por este avituallamiento (Granada Integra),
llevo ya 16 horas de carrera y avanzo hasta el puesto 92. En fin, no me quiero entretener más de lo
necesario. Me despido de ellas y empieza
lo más duro de la Ultra, al menos eso pienso, no sólo por la dureza de la
ascensión si no porque está situado justo al final, cuando ya más flaquean las
fuerzas.
Lo único que tengo a mi favor es que
esta subida la conozco como la palma de mi mano. Sabía los tramos más duros y los que menos.
Aquí no queda otra que avanzar al ritmo que uno buenamente pueda llevar. Veo varios corredores que hacen continuas
paradas. Uno que se agacha y se apoya
continuamente en los bastones. Creo que
lo está pasando bastante mal. También la altitud se va notando. Todo influye.
Tras una hora y 45 minutos de subida llegamos
al último avituallamiento (Al borde de lo inconcebible), cerca de los últimos
remontes antes subir al Veleta. Uno de
ellos nos espera con un vaso de agua y otro de coca cola. Se queja porque todos los corredores optamos
por el vaso de coca cola.
En seguida empiezo a bajar buscando
la meta. Son unos cuantos kilómetros por
los senderos sinuosos que utilizan las bicicletas de trail, algún tramo de
carril y algo de asfalto. Me lo tomo con
tranquilidad. Hay mucha piedra y llevo
el cuerpo demasiado magullado por la fatiga y el dolor en la cintilla. Utilizo los bastones para apoyarme e ir
frenando. Tomo como referencia otro
chaval. Más abajo me uno a él y juntos,
hablando, bajamos los últimos kilómetros.
Para qué forzar por unos minutos más o menos. La ultra ya está hecha. No obstante, al final decido adelantarlo para
intentar bajar de las 19 horas, cuestión que no consigo ya que me quedo en 19
horas justas y en el puesto 85 de la general.
En las escaleras que conducen a la
Plaza de Pradollano me están esperando mi mujer y mi hija. Ondeo la bandera de Trail Running Málaga para
hacerme ver y juntos realizamos los últimos metros, cruzando la línea de
meta. Al final, si hubo prueba gráfica
de la entrada.
Bueno, después de todo, eso sí, como
siempre sufriendo pero creo que bastante menos que en Lavaredo, conseguí ser
finisher de otra gran y dura ultra de la que me he llevado una grata y positiva
sorpresa. Espero que sigan así y se
consoliden en el calendario a nivel nacional, incluso, también internacional.
Por último, dar las gracias a mis
compañeros de TRAIL RUNNING MALAGA por el seguimiento y apoyo prestados. Ahora toca recuperar que dentro de un mes y
medio nos espera la madre de todas las carreras: la UTMB con sus 170 km y 10.000 +.