100 Millas Valle
del Genal (166 km)
26 y 27 de 2018
Recuerdo esta ultra como si la
hubiera vivido hace varios días. Sin
embargo, escribo esta crónica mucho tiempo después. Aún así, los momentos
vividos siguen grabados en mi mente, imborrables, imperecederos…. Pero empecemos por los preámbulos.
Hacía varias semanas que había
terminado la Ultra Pirineu 2018 (110
km) con muy buen sabor de boca, con un buen tiempo dentro
de mi nivel, sin lesiones y plenamente recuperado de los problemas que
arrastraba desde la UTMB y que me obligaron a retirarme en la Fouly (Suiza). A la
semana de finalizar la Ultra Pirineu, sin estar plenamente recuperado, varios
compañeros de mi club y el que escribe compartimos una maravillosa mañana de
domingo subiendo el kilómetro vertical de Los Reales por Sierra Bermeja,
partiendo desde el puerto de Estepota y subiendo al vértice geodésico de dicho
pico. Este es el primer tramo de la
primera edición de las 100
Millas del Genal y hay que reconocer que, para una ultra
de una distancia tan considerable, empezar con esa subida tan vertical te hace
replantear muchas cosas, sobre todo, cuando aterrizas exhausto en el
avituallamiento de Genalguacil (sobre el km. 40 aproximadamente).
Aquel domingo, 7 de octubres, sentí
que mi cuerpo tenía un pequeño don y es la relativa facilidad que tiene para
recuperarse. No siempre es así y a
veces, me siento fatigado durante semanas y el cuerpo parece no querer
reactivarse pero, en cambio, en otras épocas y después de otras tantas
carreras, parece que mi cuerpo ha absorbido bien el esfuerzo y tiene ganas de
entrar en otra batalla. Y en esta
ocasión, estaba en ese caso.
Ni que decir tiene que tengo grabada
en la memoria aquel bonito entrenamiento con mis compañeros de Trail Running
Málaga (Gustavo, Antonio, Patricia y Jose) y por supuesto, con las vistas de la
costa, Gibraltar y África al fondo mirando hacia el sur y con el frondoso
bosque que se abría hacia el norte, hacia el Genal y la zona por la que debía
seguir nuestra ruta en esa primera edición de las 100 Millas del Genal. Por cierto, de mis compañeros, tres de ellos
también se presentaban a las 100
Millas. En
aquella quedada solo faltó el otro Antonio (Nono). José, en cambio iba a la
Ultra de 130 km.
Los días previos a esta ultra
resultaron bastante especiales por cuestiones meteorológicas que estuvieron a
punto de suspender la ultra o al menos, eliminar varios tramos. Si no recuerdo mal, algunos pueblos como
Alpandeire sufrieron torrenciales lluvias aquellos días y muchas de las
sinuosas carreteras que serpentean por el valle del Genal quedaron maltrechas y
cubiertas de barro. Aún así, la organización hizo un gran trabajo
y aunque en algunas zonas cambiaron el trazado, prácticamente se mantuvieron
los 165-170 km
y más 8000 + de desnivel.
Otra cuestión a tener en cuenta es
que iba a disfrutar de la primera edición de estas 100 Millas del Genal. De hecho la organización no garantizaba que
al año siguiente se fuera a realizar.
Esta ultra era como una especie de edición especial, tal vez
irrepetible. Pensé que había que estar y
me preinscribí en mayo y tras el sorteo, conseguí plaza directa.
Hasta la fecha, esta ultra se había realizado en una
distancia entre 125-130 km
y 6500 – 7000 + aproximadamente, recorriendo todos los pueblos del valle, creo
que son unos 14, siempre en un ambiente festivo y con agradables temperaturas
para correr este tipo de ultras. En mi
caso, esta ultra ya la había realizado dos veces, en 2015 y en 2017, la primera
con un gran recuerdo por ser una de mis primeras ultras y en la que hice un
gran tiempo y terminando con muy buenas sensaciones en el pequeño pueblo de
Benarrabá, y en la segunda, con problemas estomacales y mucha fatiga, pero que,
al menos, terminé dignamente en Gaucín.
Aquel viernes 26 de octubre, con un cielo azul y una
temperatura envidiable, salí unas horas antes del trabajo y tras llegar a casa
y comprobar que no me faltaba nada y que la logística de la ultra estaba lista,
cogí mi coche y por la autovía de la costa me dirigí a Estepona. A partir de ahí, paciencia y conduciendo con
cuidado a lo largo de bastantes kilómetros por carretera estrecha y sinuosa con
interminables zonas con derrumbes, alguna que otra máquina excavadora y en fin,
las consecuencias propias de las lluvias torrenciales acaecidas una semana
antes.
Y por fin llegué a Genalguacil, un bonito y pequeño
pueblo blanco enclavado en pleno bosque del valle del Genal, con calles muy
empinadas. Tras recoger el dorsal y
depositar las dos bolsas de vida que nos permitía la organización, una en
Genalguacil (sobre el kilómetro 40) y la otra en Alpandeire (sobre el kilómetro
110), me dirigí a descansar un rato en la zona habilitada por la organización
como suelo duro y ya de paso preparar el colchón que iba a utilizar para
descansar al finalizar las 100
millas del Genal.
Recuerdo que aquel día hablé con mi padre por
teléfono, contándole un poco algo de la carrera y a lo que me enfrentaba y
también que hacía bastante calor. Por
dentro me corría ese nerviosismo vital previo a una prueba de tal envergadura.
Tras subir y bajar varias veces una de las calles
principales del pueblo, ya de vuelta al coche para prepararme, me encontré con
Gustavo, compañero de muchas expediciones en este mundillo de la ultradistancia
y de correr por las montañas y uno de los más destacados de mi club, Trail
Running Málaga. Tras hablar un buen
rato, nos pusimos manos a la obra para ponernos el uniforme de faena.
Poco a poco vemos pasar corredores camino del punto
de reunión donde varios autobuses nos van a transportar de Genalguacil a
Estepona. Algunos son conocidos, otros
no. Recuerdo que otro coche que aparcó
justo a mi lado venía muy bien equipado.
Son furgonetas que las han adaptado como medio de transporte y como
lugar de descanso, previo y posterior, a una ultra. Con esos vehículos no necesitan suelo duro ni
nada. Me comentó que lo utilizó para ir
con la familia a los Pirineos y que ese verano venía de correr las 100 millas de los
Pirineos pero que ya llevaba a sus espaldas ese año 2018, 3 o 4 pruebas de 100 millas (no recuerdo
bien), lo que en el argot de los corredores de montaña se puede denominar como
“bicho”.
Entre ellos, vuelvo a encontrarme con los Antonios,
Antonio Sánchez (Bulla) y Antonio Martín (Nono), otros dos experimentados
corredores de ultratrail y compañeros de club.
Nos saludamos.
Recuerdo que sentía cierto nerviosismo y que se me
olvidó algo importante, ya no recuerdo qué (creo que una bolsita con dinero),
por lo que tuve que volver de nuevo al coche.
Lo cierto es que cogí el segundo autobús y no pude ir con ellos. El trayecto es largo y sinuoso y durante ese
tiempo pude reflexionar sobre mi estado físico y sobre cómo me encontraría a
mitad de carrera. Escuchaba a otros
corredores hablar de pruebas como Ronda del Cims o Euforia, ambas en Andorra y
mucho más duras que estas 100
millas del Genal y sentía como si mi fuerza mental se
debilitaba y me surgían multitud de dudas.
Ese año 2018 no había estado exento de malos momentos. Recuerdo lo mal que lo pasé en la
Transgrancanaria, vomitando desde el kilómetro 75 hasta casi el final. Me llegaron a inyectar un “pimperan” pero no
me hizo nada. También recuerdo la
salvaje Scenic Trail y el Grand Trail Courmayeur de 2018 donde también sufrí
vómitos, sin olvidarme de la retirada en la reciente UTMB 2018 donde padecí
todo tipo de problemas y llegué a Courmayer (kilómetro 80) sin apenas comer
nada y habiendo tomado sólo varias infusiones en tantos kilómetros, llegando sin
apenas fuerzas. Menos mal, que en la
Ultra Pirineu me recuperé algo y me salió una carrera más o menos redonda,
aunque también acabé vomitando. De ahí,
que ante los momentos previos a afrontar estas 100 millas del Genal
tuviera muchas dudas. Para esta carrera,
recuerdo que llevaba dos innovaciones.
Un móvil con mucha autonomía y cargado de música épica para animarme y
pastillas de glucosa de la marca Isostar.
Ambas medidas resultaron en esta ultra muy eficaces, sobre todo, las
pastillas de glucosa. Aprovecho para
comentar algo sobre el material que llevé en esta ultra. La mochila, toda una veterana, Salomon S-Lab
de 12 litros
y de zapatillas, las Hoka Mafate Speed 2 y que todavía conservo a día de hoy
(octubre de 2020), a pesar de que en bajadas técnicas pronunciadas o con muchas
piedras, me hacen bastante daño.
Ya en Estepona, el autobús desembarcó cerca del
centro a una pléyade de corredores que nos encaminamos a un parque céntrico
donde la organización había preparado un avituallamiento previo donde poder
cargar, por ejemplo, los bidones de plástico.
Allí coincidimos con unos de los mejores corredores de ultras de España
y tal vez, de los más mediáticos, Juan María Jiménez Llorens. Como recuerdo, los 4 corredores de Trail
Running Málaga y el élite que os refiero, nos hicimos una foto juntos. En su canal de youtube, Juan María Jiménez
Llorens mencionaba que iba a probar un nuevo reloj, el Garmin Foretrex 601 que
permitía una autonomía de entre 45 y 48 horas y como a nuestro Gustavo le gusta
mucho el tema de los gps y los tracks, después de la foto, se quedaron
charlando. Mencionar que Juan María
Jiménez junto con Dani García eran los grandes favoritos para ganar estas 100 millas, como así
fue. Por cierto, recuerdo que Juan
María Jiménez, a través de su canal, comentó que iba a hacer la ultra a base de
carbohidratos y sales minerales pero siempre en estado líquido de la marca
226ers y que el seguimiento se lo hacía su pareja, eso sí, ayudado y guiado por
un chaval de la zona
La espera se hacía larga y decidí buscar un bar donde
tomar un café y terminar de prepararme.
Creo que cargué los dos bidones con bebida isotónica bien
fresquita. Allí coincidí con los dos
Antonios. mientras Gustavo desapareció o no nos encontró.
Ya faltaba menos para que arrancara esta edición
especial de la Gran Vuelta Valle del Genal y que, como curiosidad, y ante la
excepcionalidad de la misma, la organización había previsto que saliera desde
el propio Orquidario que existe en Estepona.
Ya era de noche cuando por fin coincidimos los 5
corredores de Trail Running Málaga que ibamos a afrontar estas 100 millas: los
Antonios, Gustavo, el que escribe y la inconmesurable Patricia (Patrisaquis). Nos hicimos las fotos de rigor, saludos a los
hijos de Patricia y a su marido Isaac, que le iba a hacer el seguimiento.
Y bueno, llegó el momento y todos los corredores
accedimos al precioso edificio (Orquidario) donde iba a tener lugar la salida de
la ultra. Allí, en penumbras, rodados de
todo tipo de plantas, escuchamos las alentadoras palabras del gran orador Chito
y después de esos minutos, tal y como habíamos entrado, volvimos a salir,
bajando las escalinatas y deteniéndonos a las puertas del parque donde todos
nos juntamos para, al poco, iniciar unos primeros kilómetros neutralizados por
Estepona. La salida fue sobre las 21 horas de la noche.
Como digo, esos primeros kilómetros voy a buen ritmo
por las calles del centro de Estepona, a la altura de los Antonios. La gente en las terrazas nos anima y me
siento feliz conmigo mismo por hacer y mantenerme en estas increíbles
aventuras, otra más. Veo como Gustavo
se nos escapa y se pone cerca de los primeros. Está en plena forma. Varias motocicletas retienen a la cabeza de
carrera durante varios kilómetros hasta que salimos de las calles del pueblo y
nos adentramos en la oscuridad del camino y comienzan a encenderse los
frontales.
La noche es perfecta y la temperatura acompaña. Sin darme cuenta iniciamos el kilómetro
vertical de la subida a los Reales y que ya habíamos conocido semanas
antes. Justo al inicio de esta subida, un
primer avituallamiento de líquido donde pude coger un paquete de galletas que
luego me supo a gloria.
La subida es dura, todo por sendero, pero estamos
frescos y sin darnos cuenta llegamos al refugio de los Reales. Por el camino, el gran Fernadal nos brindó
con su presencia y sus fotos (GRACIAS). En el refugio nos saludan Isaac y sus
hijos. Casi coincidimos los 5 corredores
de Trail Running Málaga. Patricia llegó
a los pocos minutos y creo que Gustavo iba por delante. Por el Refugio (km 14) paso en 2 horas
y 34 minutos en el puesto 48.
Salgo después de comer algo de carne de membrillo y
cargar los bidones de plástico. La
temperatura va bajando y sopla un fuerte viento. La oscuridad es absoluta. Me uno a otro corredor y juntos, por asfalto,
llegamos al pico de los reales. A partir
de ahí, viene un largo descenso que no conozco.
La bajada es técnica y la humedad del ambiente
provoca que todo resbale. Hay demasiadas
piedras y mi ritmo se ralentiza.
Sufro. Muchos corredores, más
ágiles, empiezan a pasarme, entre ellos los Antonios. También sufro por el daño que las zapatillas
me están provocando en la parte alta del matatarso del pie izquierdo. Hay
tantas piedras que acabo tropezando y cayendo al suelo pero al ir a un ritmo
lento, no tiene consecuencias. Este
tramo se me hace eterno hasta que entramos en un terreno más favorable, con
menos piedras. Sigo corriendo pero cada
el vez el daño en el metatarso se hace más insostenible. Me quedan por delante muchos kilómetros de
bajada y el pie izquierdo me duele bastante.
Abandonamos los senderos para entrar en pista
forestal y ahí me siento mejor y corro más rápido. Doy alcance a algún corredor. A uno de los que adelanto es a Gustavo. Nos saludamos. Al poco también adelanto a los Antonios. Me voy animando. Al poco llegamos a otro avituallamiento donde
coincidimos casi todos los corredores de Trail Running Málaga. Qué gracia! El avituallamiento es escaso y salgo el
primero y sigo bajando a buen ritmo.
Desciendo al nivel del río y empiezo la subida por el conocido sendero
encauzado hacia Genalguacil. El pie me
sigue doliendo cada vez más. Así no
puedo seguir durante muchos kilómetros- pienso.
Tengo que parar en el avituallamiento y buscar una solución.
Y ya bien entrada la madrugada llegué al avituallamiento
de Genalguacil (sobre el kilómetro 40 aproximadamente), muy ambientado
por cierto. Recuerdo que llegué con
hambre y probé un bocado de una empanada que estaba deliciosa. Pedí a un voluntario de la Cruz Roja para que
me hiciera un vendaje provisional para evitar que se agrandara la rozadura,
sobre todo la del pie izquierdo, que es la que más me dolía. Para equilibrar me hizo un vendaje en ambos
pies. Al poco rato llegó Patricia como
una exhalación y más tarde, cuando ya me marchaba, entró Gustavo. A los Antonios no los ví y no volví a verlos
durante toda la ultra, igual que a Gustavo.
Cargué bidones, volví a darle
otro bocado a la empanada y salí guiado por algún voluntario. Patricia iba por delante y me sentía con
fuerzas. Estaba contento porque sentía
que mi cuerpo respondía y más aún, cuando note la mejoría en los pies y la
desaparición casi absoluta del dolor.
Por este punto, Genalguacil, pasé a las 3 horas y 26 minutos de la
madrugada, en el puesto 49 con casi 6 horas y media de carrera.
Este tramo, por las lluvias había cambiado
totalmente. Tras subir por una pista
forestal, con poco desnivel, tocaban muchos kilómetros de bajada. Creo que fue en este tramo donde tropecé con
un enorme socavón que habían provocado las lluvias. Tal vez, deberían haberlo señalizado. En fin, dejo la pista forestal y entramos en
asfalto buscando el avituallamiento de Jubrique. Alcanzo a Patricia que va acompañada por un
chico. Les saludo y trato de seguir a mi
ritmo.
Patricia y yo coincidimos en el avituallamiento de
Jubrique todavía de madrugada. Al poco,
una chica nos adelantó. No sé que hacer,
si ir con ella o seguir a mi ritmo. No
me gusta pararme mucho en los avituallamientos, salvo que me encuentre muy
cansado. Por ahora, decido salir solo y
más adelante ya veremos. Todavía hay
fuerzas.
Salgo por delante y sigo mi camino pero al poco
tiempo cuando empezamos a subir los cortafuegos, camino del “Capitán”, Patricia
me adelanta y me resulta imposible seguir su ritmo. En estas subidas, la respiración se me
acelera y trato de sosegarme y bajar el ritmo.
Cada vez va haciendo más frío y al cabo de cierto tiempo, cuando una
leve claridad asomaba por el horizonte y las copas de los árboles se movían con
fuerza al compás del viento y te sientes como algo insignificante en medio de
tanta naturaleza, aterrizo en el avituallamiento en lo alto del Capitán donde
varios voluntarios intrépidos y ateridos de frío aguantan estoicamente las
inclemencias del tiempo sin perder la sonrisa.
Le doy las gracias pero hace demasiado frío y no puedo pararme demasiado
pues corro el riesgo de enfriarme.
Ahora empieza el descenso hacia Pujerra. Tras un tramo empinado, el resto del descenso
se hace muy llevadero, siempre pisando en una alfombra de hojas y cáscaras de
castaña. Es un tramo que he hecho muchas
veces y conozco a la perfección. Al
final se acaba desembocando en una carretera sembrada de castaños y tras varios
kilómetros llego al siguiente pueblo: Pujerra.
Recuerdo que había bastante tráfico y como la carretera era estrecha,
los coches pasaban demasiado cerca.
Serían las 8 de la mañana cuando llegué al siguiente avituallamiento
pero la claridad del sol brillaba por su ausencia. El día estaba muy nublado y amenazaba
lluvia.
No recuerdo si coincidimos o no en el avituallamiento
de Pujerra, Patricia y yo. A quien si
saludé es a otra compañera del club, Noemí, que estaba siguiendo a su
pareja. Por cierto, allí no tropecé con
ningún corredor. Por Pujerra pasé a las 8,03 de la mañana en el puesto 45, ya
con más de 11 horas de carrera.
Volví a salir rápido y tras un tramo bastante duro de
subida, el ascenso se hace llevadero por el castañar. A lo lejos diviso a Patricia que lleva un
ritmo parejo al mío. Sigo con buenas
sensaciones pero tal vez si me pongo a su ritmo puedo forzar más de la
cuenta. Por unos kilómetros me mantengo
en la lejanía pero sin darme cuenta me voy acercando hasta que le doy alcance y
así seguimos juntos un tiempo. Estando
así, no pasó como una exhalación el primer corredor de la Ultra del Gran Valle
del Genal de 130
kilómetros. Me
saludó. No lo reconocí en un primer
momento. Luego si. Se trataba de Antonio Cayetano Orozco, todo
un campeón, que, si no me equivoco, ganó la ultra. A los pocos minutos nos pasó el segundo
corredor, también a un ritmazo. Estando
en esas circunstancias Patricia y yo nos perdimos. Por suerte, la pérdida fue leve y gracias un
trabajador del campo (recolector de castañas, supongo) nos indicó el lugar
donde retomar el track de la ultra.
Empezamos un nuevo descenso rápido hacia
Igualeja. Comenzó a llover con fuerza y
sin darme cuenta dejo atrás a Patricia.
En Igualeja, siguiente avituallamientos, nos recibe
una gran multitud de familiares y amigos.
Saludo a Isaac y sus hijos y también a Antonio Pozo al que le pido que
me compre en el bar una lata de Aquarius.
Amablemente lo hizo pero no me la quiso cobrar. A los pocos minutos entró Patricia animada
por la multitud y su familia. Está
haciendo un carrerón. Es su primera 100 millas.
Vuelvo a salir por delante. El tiempo ha cambiado y empieza a hacer algo
de calor. El sol comienza a brillar con
fuerza. Camino del siguiente pueblo,
encuentro en el camino una barrita de avena intacta. Esto es señal de buena suerte – me digo. La cojo y la guardo en la mochila. Al poco Patricia me alcanza y ya si juntos
seguimos la bajada hasta Parauta. Apenas si recuerdo algo de los siguientes
avituallamientos. Si que debido a las
lluvias algunos tramos habían variado y el tránsito por la dificultosa zona de
los Riscos la habían quitado y la bajada a Juzcar resultó muy fácil. De hecho, el siempre difícil tramo entre
Cartajima y Juzcar se había quedado reducido a un fácil carril de sube y baja.
Atravieso Juzcar en un tiempo de 15 horas, en el puesto 44 de carrera, sobre
las 12 de la mañana.
Creo que seguimos juntos hasta el Faraján donde
volvemos a coincidir con la familia de Patricia. En este avituallamiento, creo que fue en el
de Juzcar, sufrí el olvido de uno de los bidones de plástico. Me di cuenta a unos 500 metros de
salir. Patricia me animó a volver los
dos juntos para atrás y recogerlo pero me negué. Tendría que hacer el resto de las 100 millas con un solo
bidón. Por este tramo, a través de
carretera, la familia de Isaac nos siguen y nos animan desde el coche.
Una de las anécdotas de esta ultra es que al cabo de
varios kilómetros después de abandonar el avituallamiento de Juzcar, un coche
nos adelantó y el conductor nos llamó la atención. Y aunque parezca increíble era uno de los
voluntarios que había cogido su coche para acercarme mi bidón de hidratación
que había dejado olvidado. Muchas
gracias!! Fue todo un detallazo. Patricia y yo seguimos juntos durante varios
kilómetros más, a veces hablando, otras en silencio. Creo recordar que le dije que no tenía que
seguir a mi ritmo. Que si se siente más
fuerte, que tire. Pero no hubo falta que
tirara más, simplemente, empezaban a menguar mis fuerzas y cuando estábamos
llegando a Faraján me iba quedando para atrás ante su mayor ritmo, sobre todo,
si la cuesta se volvía demasiado empinada.
Recuerdo que algunos amigos o familiares la pararon en el sendero y yo
seguí mi camino.
Y de nuevo en el avituallamiento me la encontré con
familiares y amigos. Yo a lo mío, estos
es, a comer algo y cargar de agua los bidones de hidratación. Tal vez descansé un poco más que en otras
ocasiones, incluso esperé un rato para decidir si seguíamos juntos o no, aunque
tampoco tenía mucho sentido porque estaba claro que iba mucho más fuerte que el
que escribe.
En fin, como no me gusta esperar demasiado y para
evitar enfriarme, decidí salir. Me despedí de ella, sabiendo que dentro de un
rato me alcanzaría, como así fue. Esta
vez me cogió pronto y en la siguiente subida me rebasó con facilidad. El calor seguía apretando. Cada vez me costaba más subir, sobre todo, los
senderos más verticales. Si la subida
era menos pronunciada, si tenía más facilidad para mantener un buen ritmo.
Tras varios kilómetros de esfuerzo y lucha mental
empiezo el ascenso hacia Alpandeire (sobre el kilómetro 106 aproximadamente)
donde me adelanta Jose Enrique Romero, que está haciendo la ultra de 130 kilómetros. No saludamos y me adelanta. Pero bueno, al poco llego a Alpandeire, sobre
14 o 15 horas de la tarde. Hay mucha
gente. Ya no recuerdo a cuántos saludé.
A Noemí, de nuevo, a Oliver (de nuestro club que también está haciendo la ultra
de 130 km)
y a algunos más.
En el avituallamiento encuentro y saludo a Patricia
que está dando buena cuenta de un plato de pasta. Había donuts de chocolate y no pude
resistirme a comer más de uno. Me senté
un rato buscando cierto descanso y al lado se sentó Jose. Cogí mi bolsa y me tome un buen batido de
recuperación, sabor chocolate, de la marca Victory Endurance.
Patricia se acercó a verme y a invitarme a seguir
juntos. Le dije que iba a descansar un
poco más. Que saliera ella antes y si
tenía fuerzas, ya intentaría alcanzarla.
Le di las gracias.
Por Alpandeire paso sobre las 15 horas de la tarde en
el puesto 43 con más de 18 horas de carrera.
Al cabo de un tiempo que consideré suficiente, salí
del avituallamiento un poco desorientado.
Gracias a Noemí que me advirtió que iba en dirección contraria. Recuerdo que ya fuera del avituallamiento
saludé a otra compañera del CD Trail Running Málaga, Marisa.
Los primeros kilómetros después de salir de
Alpandeire son de descenso pero quiero ir tranquilo para que lo que he comido
se me asiente bien. Luego, empecé a
trotar camino del siguiente pueblo, Atajate.
Al escribir la crónica me vienen a la mente recuerdos de pasos en las
dos ediciones anteriores en las que participé en el Gran Trail Valle del Genal
de 130 kilómetros. Así, en la edición de 2017 llegué a Atajate
exhausto y sin fuerzas y ya bien entrada la noche. En esta ocasión, llegué en pleno día y mucho
mejor. Lo único que recuerdo de este
paso es que en el avituallamiento probé unos dulces deliciosos que, además, me
sentaron fenomenal. Más energía para el
cuerpo y a seguir. De Patricia, ni
rastro. Debía ir como un cohete, como
así fue.
De los siguientes avituallamientos, lo único que
recuerdo es que puse la música del móvil y me fui animando bastante y que
atravesé los siguientes pueblos, Benadalid y Benalauría con suma facilidad y a buen
ritmo y sin apenas molestias.
Al llegar a Algatocín (km. 132), ya de noche,
empecé a encontrarme más cansado y pasé por un comercio local para comprar un
bote de bebida isotónica. Creo que no
tenían Powerade y me compré un Gatorade.
Lo mismo es. Al menos, al estar
fresco, me entró bien y eran más sales que le metía al cuerpo. Tras Algatocín
seguí corriendo a buen ritmo camino de Benarrabá. Recuerdo que adelanté a varios grupos de
corredores, con mi música épica a tope, animándome. Trataba de quitarla al llegar a los pueblos
para no llamar la atención. A diferencia
del primer año en el que participé en la Gran Vuelta al Genal donde todos los
pueblos y sus gentes nos recibían como auténticos héroes y los avituallamientos
estaban muy surtidos, la edición de 2017 ya fue algo más pobre tanto en ambiente
como en abundancia (opinión personal). Y
en estas 100 millas
del Genal, recuerdo que había algunos avituallamientos bien surtidos pero otros
eran más bien escasos. Por Algatocín pasé sobre las 20,51 horas, con
casi 24 horas de carrera y en el puesto 39.
Sigo avanzando pero mi cuerpo empieza a sentir una
fuerte fatiga y camino de Gaucín ya lo voy pasando algo mal, sobre todo,
cuando llegan las subidas. He quitado la
música del móvil. La noche sigue avanzando y cada vez hace más frío. Además, mis rodillas y cuádriceps empiezan a
resentirse y ya dejo de ir cómodo. En
el pueblo de Gaucín, el track de la organización te obliga a dar una gran
vuelta al pueblo subiendo al castillo pero durante un pequeño tramo coincidimos
los que vamos al castillo con los que vuelven, y ahí, volví a encontrarme con
Patricia a la que saludé muy efusivamente, igual que ella a mí. Me quito el sombrero por la gran carrera que
estaba haciendo y que finalmente hizo, quedando la segunda en categoría
femenina y en muy buena posición en la general.
En cuanto a mí, tras dar la mencionada vuelta por el
castillo de Gaucín, llego bastante tocado física y mentalmente a la nave donde
han albergado el avituallamiento (sobre las 12 de la noche, con más de 27 horas
de carrera, en el puesto 35). Apenas si como algo. Cargo los bidones, me siento un poco para
reposar pero al salir el contraste de temperatura entre el interior y el
exterior es tan brutal o al menos, así lo sentí, que mi cuerpo se puso a
temblar. Intenté correr y andar deprisa
para entrar en calor, hecho que poco a poco fui consiguiendo pero mis piernas y
cuádriceps ya no respondían y me costaba mucho correr. Además, siento algo de náuseas y
desorientación.
Recuerdo que, estando en ese mal momento, me adelantó
un grupo muy nutrido de corredores, que ya no se si pertenecían a la ultra de 130 km. o a las 100 millas (creo que a
la de 130 km). Además de no poder correr, sufría mucho con
las subidas y antes de llegar al avituallamiento de Las Corchas sabía que había
una buena subida por cortafuegos.
Con bastante viento y frío y con mucho sufrimiento, con
cierta sensación de problemas estomacales, sin fuerzas, y tirando mucho del
impulso de los bastones, dando algún grito de rabia de vez en cuando, realicé
ese ascenso que mentalmente se me hizo interminable y que tengo grabado a
fuego. Pero todo llega y todo pasa y al
final pude divisar las luces de la carpa y cierto alivio se reflejó en mi cara
al llegar al último avituallamiento, el de las Corchas (km 155) Y allí me encontré a varios voluntarios y
ningún corredor, con un frío que helaba, pero ellos me recibieron con una
amable sonrisa. Recuerdo que comí un
trozo de turrón blando que me supo a gloria y que acabó con las molestias
estomacales. Y también recuerdo que un
conocido corredor, Jesús, me pasó como una exhalación y me animó a seguirle
cuando ahora tocaba un fácil descenso por pista pero mi cuerpo y mis piernas
gruñían en cuanto intentaba trotar.
Desistí de seguirle y me lo tomé en modo tranquilo, sabiendo que me
quedaban pocos kilómetros y que las primeras 100 millas del Genal ya
las tenía en el bolsillo.
Tras un buen rato descendiendo por carril en la fría
noche, bastante tocado físicamente, llegué al río donde a punto estuve de
perderme. Algo más desorientado de la cuenta (no conseguía localizar en la
noche las luces del pueblo donde se ubicaba la meta) emprendí de nuevo el
ascenso por el sinuoso sendero encauzado en dirección a Genalguacil y que ya
había realizado antes, sobre el kilómetro 36 a 40.
En esta subida me adelantó algún que otro corredor, la mayoría de la
ultra de 130 km. De nuevo en la subida volví a sufrir, con
alguna breve parada para tomar aire. Aunque aquí se resume en unas pocas
líneas, esos momentos son realmente angustiosos y parece que nunca van a
terminar. No obstante, de la rabia
acumulada por el sufrimiento de los últimos 30 kilómetros, al
final, incluso llegué a acelerar el paso y pude hasta correr y todo, entrando en meta en plena
madrugada, casi sobre las 4 de la mañana, con un tiempo de 31 horas y 51
minutos en el puesto 35 de la clasificación general.
Nada más terminar bajé al local donde se iban
acumulando los corredores puesto que en el exterior hacía bastante frío. Allí di buena cuenta de un plato de arroz y
charlé con algunos corredores, entre ellos con Jesús.
Como curiosidad, después de ese tiempo de descanso y
alimentación en el local habilitado por la organización, donde, por cierto,
perdí la camiseta finisher, muy fatigado y dolorido me dirigí al edificio que
se había habilitado como suelo duro, descubriendo con mucho pesar que mi
colchón de dormir estaba rajado y como no tenía muchas más opciones en ese
momento y en la calle hacía un frío que cortaba, además, de estar muy cansado,
intenté reposar en suelo duro, nunca mejor dicho, hasta que amaneció un nuevo
día y pude acercarme a otro edificio para darme una ducha reparadora. Por el camino me encontré con el gran Antonio
Pozo que me contó sus peripecias ese fin de semana y como había terminado la
ultra para unos y otros. Por último,
indicar que la ultra 100
millas del Genal, primera edición en 2018, la ganó el
malagueño Dani García en un bonito mano a mano con Juan María Jiménez LLorens. Al final también terminaron Gustavo y los
Antonios con muy buenos tiempo, y en mi caso, con un sabor agridulce por el
bajón físico de los últimos 30-40
km, pero contento finalmente por el tiempo empleado para
ser unas 100 millas. Otra curiosidad más sobre la que dí cuenta a
la organización es sobre la medalla. No
me parece justo que nuestra medalla fuera exactamente igual que la ultra de 130 km. Debería haber hecho
mención a la distancia. Espero que en
ediciones anteriores lo hayan corregido.
Recuerdo que también saludé a otro corredor que me
frecuenta en mi trabajo, José Carlos, y con el que hablo muy a menudo sobre
carreras y ultras. En fin, cargado de
endorfinas en aquella mañana resplandeciente de domingo, cogí el coche para
volver sobre mis propios pasos con la mente en blanco, sólo deseando llegar a
casa, abrazar a mis dos soles y descansar.