IV Pinsapo Trail 2014 (27 km y 1700+) (30 de marzo de 2014)
Crónica
Enhorabuena a todos los que la finalizaron y a los
que no la terminaron también. Ya el
hecho de estar presente en la salida de esta carrera hay que valorarlo. Luego, a veces el cuerpo y las lesiones
respetan y te dejan disfrutar y otras veces no.
Así es la vida, pero siempre mirando las cosas desde un punto de vista
positivo y si uno se cae, sonríe, se levanta y continúa avanzando.
Algo parecido es lo que me ha ocurrido a mí en estos
últimos meses. Desde hace
aproximadamente dos meses sufro molestias en la tibia izquierda que me han
impedido entrenar y participar en varias carreras, la del Calamorro, la de
Sierra Blanca y la primera prueba del Campeonato de Andalucía, la de los
Guájares. Aún así, decidí participar en
los Bandoleros y probar sensaciones. Las
últimas semanas he hecho alguna tirada corta y a ritmos bajos y las largas las
he hecho andando o trotando con suavidad.
A veces reaparecían las malas sensaciones y a veces no. La carrera para mi era una incógnita y así la
afronté. Sobre todo me planteaba no
correr mucho en las bajadas y si lo hacía, siempre a ritmos lentos y en caso de
forzar, sólo en las subidas.
En cuanto a la carrera en sí. Bueno, todo el mundo hablaba muy bien de esta
carrera. Dura pero por unos lugares
espectaculares y por senderos no demasiado técnicos donde se podía disfrutar
corriendo. Además tenía el aliciente de
ser prueba del campeonato de Andalucía.
Decidí correr con la mochila de 5 litros del Decathlon y la bolsa de
hidratación, en vez de con la riñonera.
Llegué con tiempo a Yunquera. Hacía más de 15 años que no pasaba por
allí. Viejos recuerdos. Nervios típicos de precarrera, olvidos
varios, etc. Después de mi café de
rigor, me dirigí a recoger dorsal y bolsa del corredor con tan mala suerte que
no me lo entregaron. Creía que estaba en
la bolsa y… ¡empezaba bien la mañana!
Menos mal que iba con tiempo. Una
vez solucionados los pequeños problemas, con mi spray efecto frío en el
bolsillo del cortavientos, me dirigí a la zona de salida. Encuentro con muchos del TRM, Josejudo, Wibo,
Kike, Guirilarson, Vickilu, Ecjuandi, Fernadal, Llero; nuevos conocidos como
Libelula, saludos varios, fotos chulas incluídas, una de ellas con el campeón
Zait, buenos momentos y en mi mente la incertidumbre de lo que me iban a deparar
los próximos kilómetros. En la salida
neutralizada puse el freno de mano. Quería mentalizarme que no debía correr en
exceso. Si había que hacerla andando, se hacía. Daban 6 horas para finalizarla,
tiempo de sobra para hacerla en modo ultra lento. Me coloqué entre los últimos
y de hecho, cuando llegaron las primeras rampas iba bastante atrás. Salí a ritmo tranquilo y como todo era en
ascenso empecé a tirar. Al cabo de
varios kilómetros tenía calor y me quité el cortavientos. Lo guardé en la mochila junto con el spray
efecto frío. A ver si no lo tenía que
utilizar. Empecé a adelantar a algunos
en la subida. Me encontraba bien. Adelanté a Fernadal y pasamos una zona con
bastante barro. En las primeras zonas de
descenso corría a ritmos bajos. Algunos
de los que pasé en la subida me volvieron a adelantar en el llano pero me
sentía contento porque las molestias no aparecían. Euforia sin desbordar. El sendero era precioso, zigzagueaba en un
frondoso y a esas horas, sombrío bosque.
Además, los restos de los pinsapos formaban una acolchada alfombra por
la que se disfrutaba corriendo. Durante
un rato seguí el ritmo de toda una institución en el mundo del trail como Fali
“el coleta” hasta que se paró por necesidades fisiológicas y empezó una nueva
subida. Tiré con fuerzas. Delante había un grupo de tres que con
esfuerzo logré pasar. Durante un rato me
quedé sólo saboreando los primeros rayos de la mañana hasta llegar al siguiente
avituallamiento, el del pinsapo candelabro en el que me encontré con un tipo
fantástico, buena gente, Llero. Decidí
aminorar el ritmo de subida del Puerto Saucillo y acompañarle durante la
subida. Todavía quedaban muchos
kilómetros por delante y tal vez sería conveniente tomarse un respiro. Lo subimos disfrutando de una amena charla,
entre pinsapos y con avistamientos espectaculares de un maravilloso paisaje. En
la conversación prácticamente hicimos planes de próximas carreras hasta el
verano (la nocturna de Montejaque, la media maratón nocturna de El Burgo,
etc.).
Un poco antes de llegar al punto más elevado de la
carrera, ya sea por el ritmo o por los ánimos que me dio Llero de que subiera a
mi ritmo, decidí tirar en solitario. Así
lo hice aunque le comenté que en el descenso me alcanzaría porque era cuando la
incertidumbre de las molestias de la tibia más se podían acentuar. Durante varios kilómetros, por una zona
bastante técnica, con mucha roca, piedra suelta y laja, avancé en busca de
nuevos corredores a los que adelantar.
El sol de la mañana empezaba a apretar.
La Sierra
de las Nieves se levantó aquella mañana, en lo alto del Torrecilla, con una
leve capa de nieve, pero en nuestra carrera no llegamos a divisarla. Es lo que tiene correr por la montaña, que
corres por unos paisajes majestuosos pero en pocas ocasiones te paras a
disfrutarlos. Es básico estar pendiente
del sendero, de sus piedras, de sus raíces ocultas, de esos socavones
inesperados. Cualquier traspiés puede
resultar bastante peligroso. Hay que
verter los cinco sentidos en lo que haces y el sexto, la intuición, agudizarla,
por lo que uno se pueda encontrar en los próximos metros.
Sobrepasé a uno vestido con una camiseta naranja y
empecé un descenso zigzagueante, menos técnico.
Alguno me adelantó. Como siempre,
le animo a que me pase y a que no se quede justo detrás de mí, primero porque
resulta bastante agobiante, como cuando un coche se pone muy pegado detrás tuya
y segundo, porque no quiero retrasar a nadie, ni obligarle a llevar un ritmo
que no sea el suyo. Al poco rato Llero me volvió a coger.
Las piernas siguen bien. Los voluntarios de la carrera abundan por
todas partes. Ya llevamos más de 13
km . de carrera y Llero y un servidor realizamos el
descenso del Puerto Saucillo. Me comenta
que en los descensos va mejor pero en las subidas y en llano, los gemelos ya le
han avisado dos veces.
Llegamos al llano y en un primer repecho sigo
corriendo y LLero se para. Me dice que
quiere descansar. Que siga yo sólo. Así lo hago.
Llegamos al siguiente avituallamiento, cojo dos trozos de plátano, bebida
isotónica y empiezo a correr por una senda bien marcada. Aumento el ritmo. Adelanto a varios que ya van fundidos. Enfrente diviso la montaña que tenemos que
ascender. Me encuentro con fuerza. Avanzo y adelanto a más de 15 corredores en
esa empinada subida. Al llegar a la
cumbre ya llevamos más de 20
km . y ante la inmensidad del paisaje, el esfuerzo
realizado y comprobando que las piernas responden, asomo una prudente sonrisa
de felicidad.
El siguiente tramo es un falso llano por la parte alta
de la montaña a través de un caminito bien marcado. Atrás he dejado a bastantes corredores y
corro sin parar pero sin emocionarme ni apretar demasiado el ritmo. Durante
unos 20 minutos no me encuentro a nadie. Son los momentos mágicos de la
carrera. Me regocijo en el paisaje y en la soledad ante la inmensidad de las montañas
hasta que llego al siguiente avituallamiento.
A partir de ahí, volvemos a coger el sendero, el mismo del inicio. Son más de 5 kilómetros de suave
descenso por el bosque de pinsapos que disfruto con una alegría contenida. Por momentos se me llegan a hacer
pesados. Me adelantan varios
corredores. Sigo sin querer apretar a
pesar de que noto que las piernas me responden. Al salir del bosque un pequeño repecho donde
me despisto y pierdo unos minutos pero enseguida retomo el camino. A unos cien metros hay varios
corredores. Me encuentro con fuerzas
pero no quiero apretar. La meta está
cerca y no es cuestión de forzar en los últimos metros para mejorar unos
puestos. La carrera es mía.
Termino en 3 horas y 49 minutos en la zona de los
arbolitos. Contento. Luego vino lo mejor: el descanso del
guerrero, la sensación del deber cumplido.
Una ducha de agua fría, un plato de arroz con una cerveza y varios
plátanos y la agradable conversación con varios corremontañeros, entre ellos
otro nuevo del TRM, llamado Bulla, sobre los tiempos, carreras pasadas y
futuras. Bonita carrera y una de las que
será fija en el calendario de los próximos años.