CRÓNICA DE LA TDS 2015
119 km. y 7250 +
Aquí dejo una crónica de la experiencia vivida en una nueva carrera en el Mont Blanc. A diferencia del año pasado donde hice
Al igual que
el año pasado, Chamonix me volvió a recibir con un día frío y lluvioso. Menos mal que las predicciones eran buenas
para el día de la carrera y éstas se cumplieron. Incluso, en algunas partes del recorrido
llegó a hacer bastante calor.
En cuanto a la
carrera en sí. El autobús nos recogió en Les Houches sobre las 4,20 de la
madrugada. Atravesamos el túnel del Mont
Blanc y antes de las 5,15 ya habíamos llegado Courmayeur, en Italia, y después
de andar más de 1 km
llegamos a la Plaza
de la villa, plaza Bocherel, de donde sale la TDS.
Tuve
tiempo para dejar las mochilas (Cormet de Roselend y Chamonix) y tomarme un
café pero cuando quise darme cuenta la salida estaba repleta de corredores,
aproximadamente 1600 de bastantes nacionalidades por lo que opté por saltar la
valla y meterme en mitad de todo el pelotón.
Mi objetivo era terminarla en las 33 horas que da la organización y
anhelaba, como mucho, bajar de las 30 horas pero lo veía difícil.
A
las 6 de la mañana, con toda la parafernalia que montan los de la organización,
la música, la gente animando y la gran cantidad de corredores, uno sale en
volandas. En seguida, tras salir de
Courmayeur con los frontales puestos empezamos con la primera subida seria al
col de Checrouit a través de carril pero con bastante pendiente.
Llegamos al primer avituallamiento y el carril deja paso a un sendero donde adelantar ya se hace más difícil. Las vistas a la derecha con los grandes colosos de los Alpes y sus glaciares te hacen casi detener para contemplarlos por unos segundos en todo su esplendor. Hace frío y algunas partes del sendero están embarradas o con pequeños arroyuelos. Me encuentro bien. Llegamos a la cumbre del Arrete Mont-Favre y realizamos un descenso con algún tramo técnico pero sin excesivo peligro hasta llegar al valle y afrontar varios kilómetros llanos de carril que nos conducen al segundo avituallamiento, el del lago Combal con una altitud próxima a los 2000 +. Son
Volvemos a los senderos sinuosos, con
bastante barro, piedras y agua, en dirección al siguiente punto de control, el
de Col de Chavanne. La subida se hace
dura. Adelanto a unos cuantos
corredores. A veces las pulsaciones se disparan. Una chica se pegó a mí y le marqué el ritmo
durante toda la subida. En estas subidas tan pronunciadas, los bastones ayudan
bastante y con el paso de las carreras, creo que cada vez les saco un mayor partido. Desconozco la posición que llevo. De hecho, sólo me enteré al día siguiente al
ver la clasificación. Al verla puedo ver
que por el Col de Chavanne iba en el puesto 379.
Mi único objetivo es terminarla y esto acaba
de empezar. Desde el Col de Chavanne
hacemos un largo descenso por carril, con unas vistas espectaculares de un
nuevo valle pero estas montañas ya no tienen nieve en las cumbres, ni glaciares
pero aún así no dejan de asombrar. En el
descenso me adelantan algunos. Corro
pero sin forzar ya que el descenso son muchos kilómetros y noto que los gemelos
se me empiezan a cargar demasiado.
Intento beber toda el agua que puedo y voy alternando las pastillas de
sales con dátiles. Al finalizar la larga
bajada entramos por una zona algo más técnica de sendero, zona de bosques,
diversas pasarelas, por lo menos algo más entretenida que tanto carril.
Empieza a hacer calor. Ya llevamos unas cuantas horas de carrera y
la chaqueta ya me agobia por lo que decido tomarme un respiro y
quitármela. Subimos al Petit San Bernard, atravesando el
Lago Verney y llegando a una zona con mucho desnivel donde por cierto, había
bastante gente animando con mucho ruido de cencerros y entre los que animaban,
también algunos españoles, antes de llegar al siguiente avituallamiento. En éste, algunos corredores tienen
acompañantes que les animan y les aconsejan y que es permitido por la
organización. Justo al llegar tropiezo y
a punto estoy de darme de bruces pero todo se queda en un susto.
Ya llevo 36 km de carrera y más de 5
horas y el cuerpo empieza a decir que ya esta bien y que hay que
descansar. Abandono Italia tras pasar
el puerto de montaña del Petit St. Bernard y entramos en Francia en dirección
al Bourg St. Maurice. Vuelvo a cargar
agua, comer algo de dulce, barritas y plátano y a seguir corriendo porque ahora
venían casi 14 km
de descenso, los primeros por carril que se hacen interminables y con poca
pendiente y los últimos ya por sendero, con bastante hierba en algunos tramos,
y con mucha piedra y tierra en otros, pero en los que se disfruté bastante, a
pesar de que los gemelos daban señales de fatiga. Las vistas del valle y de varios pueblos que
atravesamos son fantásticas pero el camino requiere continuamente la atención y
mas vale no descuidarse porque un tropezón puede dar al traste con la carrera.
Los últimos
kilómetros, ya en llano, los hice en modo “caco”. La fatiga se empezaba acumular en el cuerpo
pero al menos, no sentía molestias, salvo la de los gemelos pero era tolerable.
En el Bourg
St. Maurice nos hicieron control de material. He mejorado unos cuantos puestos
y voy en el 319 después de casi ocho horas de carrera. En el avit. había muchos
corredores pero se les veía con poco afán de progresar. Supongo que descansando y guardando fuerzas
para lo que se avecinaba.
El calor
aprieta. De nuevo cargo toda el agua que
puedo y sigo para adelante. Nada más
comenzar la subida, todavía por el pueblo, me empiezo a encontrar sin fuerzas a
pesar de que he comido y que no tengo sensación de hambre. Tal vez por esa falta de entrenamientos, lo
cierto es que me costaba mucho subir. A
duras penas, a ritmo de caracol voy ascendiendo. Me pasan unos cuantos corredores. Otros se paran a la sombra a descansar,
incluso, algunos al mas puro estilo del oeste se tumban a contemplar el paisaje
y yo, a ritmo tortuga, pero sin parar, sigo avanzando. Los kilómetros se hacen eternos y el
sufrimiento se acrecienta. Empiezan los
pensamientos negativos de que si no voy a llegar, de si en el Cormet de
Roselend me retiro, de si la TDS
es mucha TDS, etc. El calor aprieta y mi
respiración se acelera. A veces formo un pequeño tapón con varios corredores
sin mucho interés en adelantarme. Casi
nadie esta para florituras y casi nadie habla.
Sólo la respiración de muchos corredores y el cencerro de alguna vaca
que nos mira con cara de asombro. En
varias ocasiones, decido tomarme un respiro y les dejo pasar. Paro unos minutos,
tomo aire, bebo agua y a seguir.
Prefiero no mirar mucho hacia arriba porque la montaña no deja de crecer
y allá, a lo alto, se ven más corredores que, como hormiguitas, siguen
subiendo. Durante la dura ascensión
hasta Fort de la Platte
pensé en retirarme en el punto intermedio, en Cormet de Roselend. Sabía que lo
más duro venía a partir de esos kilómetros y notaba que el cuerpo y las piernas
no respondían.
Al llegar a
Fort de la Platte
pudimos cargar agua y casi ducharnos con una manguera. Bebí toda el agua que pude mientras
contemplaba como los del restaurante de aquel lugar, Fort de la Platte , habían montado un
chiringuito con todo tipo de refrescos que cobraban a precio de oro. A partir de aquel control, el ascenso se
hacía menos empinado y más llevadero. En
estos kilómetros empecé a obsesionarme con que sufría retención de líquidos
porque pensaba que no era normal que, a pesar del calor, con todo lo que estaba
bebiendo no tuviese ganas de orinar.
Tampoco tenía muchas ganas de comer.
Pensaba que se me estaba cerrando el estómago y si no conseguía comer no
acabaría la carrera. Me obligo a comer
unos dátiles pero los pensamientos negativos no me abandonaron hasta llegar al
Passeur de Pralognan. Tras pasar el Col
de la Forclaz
realizamos un descenso bastante técnico y peligroso en una zona muy sombría o
eso me ha dejado el recuerdo. Intento correr pero siento que no voy. Y vuelta
otra vez a subir hasta llegar al Passeur de Pralognan. Bueno, creo que lo voy a conseguir. Me animo.
En la cima, miembros de la organización nos preguntan como vamos. Apenas me da para esbozarles una sonrisa. Voy
bien, les digo, “bien reventado”, pienso.
En este punto ya llevo acumulados casi 4500 + y 62 km . de carrera y empieza
la zona más peligrosa de la carrera con un tramo de cuerdas de acero que han
puesto para ayudar a bajar. El cuerpo
está fatigado y un tropiezo o una pisada en falso y … mejor no pensarlo. Pasados
unos 500 metros
dejamos la zona peligrosa y seguimos bajando por un sendero con muchas raices,
hierbas, piedras y con bastantes hoyos que requieren toda mi atención. Toda la bajada la hago corriendo a mi
ritmo. Si alguno se pegaba demasiado me
apartaba para dejarle pasar. Bueno, a
pesar de lo mal que iba puedo seguir corriendo en los descensos. Me voy animando pero solo un poco y pienso
que como voy con buen tiempo puedo seguir en la carrera y acabarla, eso sí con
mucho sufrimiento.
Llego a Cormet
de Roselend donde tienen montada una gran carpa atestada de corredores, de
voluntarios y detrás de las vallas, de muchos familiares y amigos que no cesan
de animar. Recojo mi mochila y echo ropa
de abrigo por lo que pueda pasar. Muchos
corredores están descalzos y algunos se cambian de zapatillas y por supuesto de
calcetines. En mi caso, decido seguir así. Me avituallo con dos platos de pasta
y bebo coca-cola y la bebida con hidratos de la marca patrocinadora. Descanso un rato y entablo relación con un
italiano. Hablamos de lo que nos queda y de como vamos. Nos despedimos dándonos
la mano y deseándonos suerte. Al final, sin pensar demasiado en si sería capaz
o no de terminarla, entrego la mochila y salgo de la carpa y a ver lo que pasa.
Y otra vez
vuelta a subir, primero por carril y luego por un sendero con mucho barro. Consigo orinar y sin darme cuenta voy
apartando los pensamientos negativos y me planteo pasar la noche en carrera lo
mejor posible. Ya no hay tantos corredores, ni delante ni detrás, algunos van
solos y otros van en grupos de dos o tres.
Empieza a refrescar y a entrar la noche.
Antes de que eso ocurra me pongo ropa de abrigo y me coloco el
frontal. Llego al col de la Sauce y empieza un descenso
prolongado bastante técnico en el que, tras unas molestias estomacales, consigo
coger un buen ritmo sin parar de correr.
En el descenso, el reloj me marca batería baja y me paro a cambiar las
pilas, ya casi anocheciendo y prácticamente solo entre tanta montaña. Sigo el descenso y se me pega un inglés que
no me quiere adelantar con lo que le voy marcando la bajada, pero eso sí, sin
encender el frontal y donde ya cuesta distinguir las raíces de las piedras.
Llegamos a la Gitte tras casi 15 horas y 74 kilómetros . Me encuentro mucho más animado. Ya es noche cerrada y comenzamos el ascenso
al col de la estación de la Gitte. La temperatura es agradable
y apenas si sopla viento. Subo mucho
mejor y me siento con fuerzas. A mitad de la subida, el ruido de un generador
me trae recuerdos de otras ultras.
Varios de la organización nos dan agua y un vaso de coca-cola. No era un avituallamiento pero nos vino muy
bien. Subimos a la cima y empieza un
descenso en el que bajo bastante rápido ya que el carril, estrecho pero sin
obstáculos, invitaba a ello. Después se
volvió bastante pedregoso hasta que, rodeado de frontales por toda la montaña,
empezamos a subir en dirección al Col de Joly.
Estos kilómetros son bastante técnicos y con muchos escalones y piedras
de todos los tamaños. Hay que ir con cuidado.
Por fin, consigo entrar en el
siguiente avituallamiento donde un speaker a ritmo de la música, nos va
animando. En este, otra carpa donde ya
nos ofrecen la típica sopa de fideos y toda clase de dulces, chocolate y
café. Me tomó un café bien cargado y sin
parar demasiado salgo corriendo camino de Les Contamines. Es un descenso de unos 10 kilómetros con
sendero y raíces hasta la mitad y a partir de ahí se toma un carril, en parte
asfaltado y en parte no. Comparto el
descenso con dos suecos, lo sé por las banderas que portan y adelanto a varios
corredores. Siento que voy mejor de lo
que pensaba y que puedo hacer un buen tiempo, después de todo. Al llegar a la zona llana me tomo un respiro
y vuelvo a hacer “caco” (caminar-correr).
Empiezo a notar molestias a causa de varias rozaduras.
Llego a Les Contamines, como algo, cargo agua
y sigo camino. Prefiero no sentarme porque si lo hago, a lo mejor no me
levanto. En este punto ya llevo 95 km . y más de 19 horas de
carrera y voy mejorando alguna posición y pienso que voy a ser finisher de la TDS si no pasa nada raro. Abandonamos el pueblo de Les Contamines y
empieza el ascenso de los Chalets du Truc.
Es un ascenso con mucha pendiente, por carril al principio y
posteriormente por sendero con muchos escalones y raíces. Se me acelera la respiración y la
fatiga. Tras el duro ascenso, una nueva
bajada técnica que nos conduce a un arroyo y a lo lejos se ve el Col du Tricot
lleno de luces zigzagueantes. Parece un
árbol de navidad. Este ascenso es tal
vez, el de mayor pendiente de todos.
Además, hay mucha piedra, escalones y bastante barro y arroyuelos. Hay
que ayudarse mucho con los bastones. Empiezo a seguir el ritmo de varios hasta
que deciden pararse. Algunos corredores
se paran y se apoyan sobre los bastones. Sigo y marco el ritmo de otros dos,
hasta que yo también me tomo un respiro. Es un ascenso muy fatigoso pero con
mucho esfuerzo llegamos a la cima del col de Tricot. En este punto consigo la mejor posición de
carrera en el puesto 285 tras casi 22 horas y empezamos otro sendero técnico
acompañado de dos italianos. Aminoro el
ritmo porque siento las piernas muy cargadas y porque el dolor de las rozaduras
se hace más insoportable. Acabo el
descenso y cruzo el puente colgante con mucho cuidado mientras el ensordecedor
murmullo de la cascada abruma por su cercanía.
Ya me queda poco pero me encuentro muy cansado.
Otro nuevo ascenso hasta la estación de
Bellevue y partir de ahí, una vertiginosa bajada hasta Les Houches. Noto los cuadriceps muy cargados. A mitad de
camino me quedo sin batería. Paro y
cambio de frontal. Me empiezan a pasar
algunos corredores. Todavía es de noche
cuando llego Les Houches. Ya sé que voy
a ser finisher y en este avituallamiento, descanso unos minutos, me tomo otro
café y algún dulce. Amanece en el camino
que me lleva a Chamonix y mi respiración exhala vaho. Hace frío.
La gente que sale a entrenar con el frescor del amanecer nos anima.
Vuelvo a caminar-correr. Son ocho
kilómetros llanos pero se hacen algo pesados y donde me adelantan varios
corredores con más fuerzas que yo. Son
aproximadamente las 7,15 de la mañana cuando entro en Chamonix, atravieso la
calle principal y tomo la curva en dirección a la Plaza de la Amistad y a la ansiada
meta. Saco mi bandera de Trail Running
Málaga y bueno, con mucho pundonor, objetivo conseguido con un tiempo bastante
mejor de lo esperado.