lunes, 21 de marzo de 2016

IV Pinsapo Trail 2014 (27 km y 1700+) (30 de marzo de 2014)

IV Pinsapo Trail 2014 (27 km y 1700+) (30 de marzo de 2014)

Crónica


Enhorabuena a todos los que la finalizaron y a los que no la terminaron también.  Ya el hecho de estar presente en la salida de esta carrera hay que valorarlo.  Luego, a veces el cuerpo y las lesiones respetan y te dejan disfrutar y otras veces no.  Así es la vida, pero siempre mirando las cosas desde un punto de vista positivo y si uno se cae, sonríe, se levanta y continúa avanzando.



Algo parecido es lo que me ha ocurrido a mí en estos últimos meses.  Desde hace aproximadamente dos meses sufro molestias en la tibia izquierda que me han impedido entrenar y participar en varias carreras, la del Calamorro, la de Sierra Blanca y la primera prueba del Campeonato de Andalucía, la de los Guájares.  Aún así, decidí participar en los Bandoleros y probar sensaciones.  Las últimas semanas he hecho alguna tirada corta y a ritmos bajos y las largas las he hecho andando o trotando con suavidad.  A veces reaparecían las malas sensaciones y a veces no.  La carrera para mi era una incógnita y así la afronté.  Sobre todo me planteaba no correr mucho en las bajadas y si lo hacía, siempre a ritmos lentos y en caso de forzar, sólo en las subidas.



En cuanto a la carrera en sí.  Bueno, todo el mundo hablaba muy bien de esta carrera.  Dura pero por unos lugares espectaculares y por senderos no demasiado técnicos donde se podía disfrutar corriendo.  Además tenía el aliciente de ser prueba del campeonato de Andalucía.  Decidí correr con la mochila de 5 litros del Decathlon y la bolsa de hidratación, en vez de con la riñonera.


Llegué con tiempo a Yunquera.  Hacía más de 15 años que no pasaba por allí.  Viejos recuerdos.  Nervios típicos de precarrera, olvidos varios, etc.  Después de mi café de rigor, me dirigí a recoger dorsal y bolsa del corredor con tan mala suerte que no me lo entregaron.  Creía que estaba en la bolsa y… ¡empezaba bien la mañana!  Menos mal que iba con tiempo.  Una vez solucionados los pequeños problemas, con mi spray efecto frío en el bolsillo del cortavientos, me dirigí a la zona de salida.  Encuentro con muchos del TRM, Josejudo, Wibo, Kike, Guirilarson, Vickilu, Ecjuandi, Fernadal, Llero; nuevos conocidos como Libelula, saludos varios, fotos chulas incluídas, una de ellas con el campeón Zait, buenos momentos y en mi mente la incertidumbre de lo que me iban a deparar los próximos kilómetros.  En la salida neutralizada puse el freno de mano. Quería mentalizarme que no debía correr en exceso. Si había que hacerla andando, se hacía. Daban 6 horas para finalizarla, tiempo de sobra para hacerla en modo ultra lento. Me coloqué entre los últimos y de hecho, cuando llegaron las primeras rampas iba bastante atrás.  Salí a ritmo tranquilo y como todo era en ascenso empecé a tirar.  Al cabo de varios kilómetros tenía calor y me quité el cortavientos.  Lo guardé en la mochila junto con el spray efecto frío.  A ver si no lo tenía que utilizar.  Empecé a adelantar a algunos en la subida.  Me encontraba bien.  Adelanté a Fernadal y pasamos una zona con bastante barro.  En las primeras zonas de descenso corría a ritmos bajos.  Algunos de los que pasé en la subida me volvieron a adelantar en el llano pero me sentía contento porque las molestias no aparecían.  Euforia sin desbordar.  El sendero era precioso, zigzagueaba en un frondoso y a esas horas, sombrío bosque.  Además, los restos de los pinsapos formaban una acolchada alfombra por la que se disfrutaba corriendo.  Durante un rato seguí el ritmo de toda una institución en el mundo del trail como Fali “el coleta” hasta que se paró por necesidades fisiológicas y empezó una nueva subida.  Tiré con fuerzas.  Delante había un grupo de tres que con esfuerzo logré pasar.  Durante un rato me quedé sólo saboreando los primeros rayos de la mañana hasta llegar al siguiente avituallamiento, el del pinsapo candelabro en el que me encontré con un tipo fantástico, buena gente, Llero.  Decidí aminorar el ritmo de subida del Puerto Saucillo y acompañarle durante la subida.  Todavía quedaban muchos kilómetros por delante y tal vez sería conveniente tomarse un respiro.  Lo subimos disfrutando de una amena charla, entre pinsapos y con avistamientos espectaculares de un maravilloso paisaje. En la conversación prácticamente hicimos planes de próximas carreras hasta el verano (la nocturna de Montejaque, la media maratón nocturna de El Burgo, etc.).


Un poco antes de llegar al punto más elevado de la carrera, ya sea por el ritmo o por los ánimos que me dio Llero de que subiera a mi ritmo, decidí tirar en solitario.  Así lo hice aunque le comenté que en el descenso me alcanzaría porque era cuando la incertidumbre de las molestias de la tibia más se podían acentuar.  Durante varios kilómetros, por una zona bastante técnica, con mucha roca, piedra suelta y laja, avancé en busca de nuevos corredores a los que adelantar.  El sol de la mañana empezaba a apretar.  La Sierra de las Nieves se levantó aquella mañana, en lo alto del Torrecilla, con una leve capa de nieve, pero en nuestra carrera no llegamos a divisarla.  Es lo que tiene correr por la montaña, que corres por unos paisajes majestuosos pero en pocas ocasiones te paras a disfrutarlos.  Es básico estar pendiente del sendero, de sus piedras, de sus raíces ocultas, de esos socavones inesperados.  Cualquier traspiés puede resultar bastante peligroso.   Hay que verter los cinco sentidos en lo que haces y el sexto, la intuición, agudizarla, por lo que uno se pueda encontrar en los próximos metros.


Sobrepasé a uno vestido con una camiseta naranja y empecé un descenso zigzagueante, menos técnico.  Alguno me adelantó.  Como siempre, le animo a que me pase y a que no se quede justo detrás de mí, primero porque resulta bastante agobiante, como cuando un coche se pone muy pegado detrás tuya y segundo, porque no quiero retrasar a nadie, ni obligarle a llevar un ritmo que no sea el suyo. Al poco rato Llero me volvió a coger. 


Las piernas siguen bien.  Los voluntarios de la carrera abundan por todas partes. Ya llevamos más de 13 km. de carrera y Llero y un servidor realizamos el descenso del Puerto Saucillo.  Me comenta que en los descensos va mejor pero en las subidas y en llano, los gemelos ya le han avisado dos veces. 


Llegamos al llano y en un primer repecho sigo corriendo y LLero se para.  Me dice que quiere descansar.  Que siga yo sólo.  Así lo hago.  Llegamos al siguiente avituallamiento, cojo dos trozos de plátano, bebida isotónica y empiezo a correr por una senda bien marcada.   Aumento el ritmo.  Adelanto a varios que ya van fundidos.  Enfrente diviso la montaña que tenemos que ascender.  Me encuentro con fuerza.  Avanzo y adelanto a más de 15 corredores en esa empinada subida.  Al llegar a la cumbre ya llevamos más de 20 km. y ante la inmensidad del paisaje, el esfuerzo realizado y comprobando que las piernas responden, asomo una prudente sonrisa de felicidad. 


El siguiente tramo es un falso llano por la parte alta de la montaña a través de un caminito bien marcado.  Atrás he dejado a bastantes corredores y corro sin parar pero sin emocionarme ni apretar demasiado el ritmo. Durante unos 20 minutos no me encuentro a nadie. Son los momentos mágicos de la carrera. Me regocijo en el paisaje y en la soledad ante la inmensidad de las montañas hasta que llego al siguiente avituallamiento.   A partir de ahí, volvemos a coger el sendero, el mismo del inicio.  Son más de 5 kilómetros de suave descenso por el bosque de pinsapos que disfruto con una alegría contenida.  Por momentos se me llegan a hacer pesados.  Me adelantan varios corredores.  Sigo sin querer apretar a pesar de que noto que las piernas me responden.  Al salir del bosque un pequeño repecho donde me despisto y pierdo unos minutos pero enseguida retomo el camino.  A unos cien metros hay varios corredores.  Me encuentro con fuerzas pero no quiero apretar.  La meta está cerca y no es cuestión de forzar en los últimos metros para mejorar unos puestos.  La carrera es mía.

Termino en 3 horas y 49 minutos en la zona de los arbolitos.  Contento.  Luego vino lo mejor: el descanso del guerrero, la sensación del deber cumplido.  Una ducha de agua fría, un plato de arroz con una cerveza y varios plátanos y la agradable conversación con varios corremontañeros, entre ellos otro nuevo del TRM, llamado Bulla, sobre los tiempos, carreras pasadas y futuras.  Bonita carrera y una de las que será fija en el calendario de los próximos años.