Crónica
Trail Bosques del Sur (63 km .
y 3700 +) 3 de junio de 2017
Tres semanas después del Ultra Trail Picos de Europa me
aventuraba con una nueva carrera en el Parque
Natural de Cazorla, Segura y las Villas, zona que ya conocí en 2015 con
motivo de la 2ª edición y sus 125 kilómetros , edición que fue campeonato de
Andalucía y en la que quedé en una muy buena posición para mi nivel (puesto
36). Al año siguiente no se celebró y
este año, parece que el Ayuntamiento de Cazorla ha tomado las riendas y quiere
darle un nuevo impulso y tratar de consolidarla como una de las ultras de
referencia en Andalucía. Espero que lo
consigan.
En este caso, se trataba de muchos menos kilómetros que
en la primera edición pero con un desnivel bastante interesante. Han renovado
la ultra y han buscado nuevos senderos y carriles, endureciéndola sobre todo en
lo que a desnivel se refiere. Aun cuando
sólo habían pasado tres semanas desde el 13 de mayo, lo cierto es que ambas
carreras, la Ultra
de Picos de Europa y esta de Bosques del Sur son relativamente cortas en
kilometraje por lo que no suponen un excesivo desgaste y la recuperación era
más asimilable, sobre todo, pensando en la carrera que iba a afrontar a
principios de julio.
No obstante, durante esas tres semanas (del 15 de mayo al
3 de junio) empecé a sufrir un incipiente dolor en la rodilla izquierda,
molestia que llevo arrastrando desde la ultra de Formentera. Realicé varios entrenamientos con bastantes
dolores. Incluso, durante los días
previos, barajé la posibilidad de no acudir a la ultra de Bosques del Sur y no
fue hasta el último día, viendo que parecía mejorar cuando decidí arriesgarme a
viajar a Cazorla. Creo que la causa de
este dolor proviene del pedaleo en la bicicleta de carretera y no tanto por el
impacto en las ultras, que también. He
subido el sillín y voy a probar, a ver que tal me va.
En los prolegómenos de esta carrera, resaltar que
compartí la tarde previa con dos auténticos corredores de montaña, Victor
Pimentel, del Club Gedysa y subcampeón de Andalucía de Ultra Trail en la
edición de 2016 y con Javier Portales Sepúlveda, otro campeón, que en la Ultra del Valle del Genal de
2014 quedó entre los 20 primeros y perteneciente al Club Alpino
Benalmádena. Con ellos me dirigí al
Ayuntamiento a recoger los dorsales mientras llovía débilmente.
Tras recogida de los mismos en el Ayuntamiento de Cazorla
y después de un rato de charla de los tres en una pizzería, Victor y yo nos
dirigimos al Pabellón a pasar la noche en suelo duro. Javi Portales se iba a quedar dos días y
había reservado hotel.
Como siempre, la noche previa a una carrera cuesta
bastante dormir. La organización nos alojó en una sala aledaña del pabellón,
una especie de rocódromo, bastante acogedora por cierto, para los sitios en los
que ya he pasado noches previas a una ultra. Había colchonetas, enchufes y aseos y duchas
en condiciones. Vamos, lo justo y necesario.
A las 4 de la madrugada sonó el despertador. Victor y yo desayunamos algo. En mi caso, como siempre, una barrita de
avena y dos batidos de chocolate sin lactosa.
Luego, nos fuimos equipando y preparando la logística de la ultra (mochila,
dorsal, geles, frontal, etc) y sobre las 5,20 de la mañana nos dirigimos a la
salida. Comentar que en esta carrera no había
muchos inscritos, tal vez, un poco más de 70 corredores y que mi compañero,
Victor, era el principal favorito para ganar la carrera.
En la salida, saludé a otra gran corredora, Ana María
Corral, que iba a hacer la ultra con la Asociación Cardiosport ,
transportando un desfibrilador que pesa, sino me equivoco, unos 7 kg . Como siempre son momentos de nervios. Aun así, estoy tranquilo y me dedico a
observar mi entorno, viendo nuevas caras y otras ya conocidas. Entre las
conocidas, el gran “SuperPaco” (creo que 79 años) y su hijo. Ambos fueron finisher de la ultra, todo un
mérito para la edad que tiene. Terminar
una ultra no es nada fácil.
A las 6 de la mañana, desde la Iglesia de Santa María de
Cazorla, salimos los corredores. Salgo
entre los primeros pero en seguida me dejo llevar y me sobrepasan algunos.
Me centro en mi respiración, en no cebarme con nadie y en
mantener un buen ritmo pero que pueda mantener.
Los primeros kilómetros son ya conocidos. Es la subida la Puerto Gilillo , unos 8 kilómetros con casi
1000 + de desnivel sin muchos problemas técnicos, al principio, por un sendero
con mucha vegetación y humedad, encajonado dentro de un barranco por el que
discurre un riachuelo y con pequeños puentecitos con peldaños que cruzamos de
un lado a otro. Durante el ascenso al Puerto Gilillo me siguen
pasando más corredores, entre ellos, Javi Portales. Le digo que voy bien pero que toca dosificar.
Luego,
la subida se realiza por carril y por último, la senda zigzaguea entre las
montañas que circundan Cazorla para llegar al Puerto Gilillo, ubicación del primer
avituallamiento. En la subida nos amanece y me guardo el
frontal. La temperatura es estupenda y
la mañana primaveral.
Dos vasos de bebida isotónica y salgo disparado para afrontar
una larga bajada. Voy corriendo a mi
ritmo y con la molestia habitual, es decir, la inserción de los isquiotibiales
de la pierna izquierda. Por suerte, voy bien de la rodilla de la misma
pierna. El descenso durante los primeros kilómetros se realiza a través de una
bonita senda en zona frondosa, luego giramos a la derecha y seguimos
descendiendo un largo trecho por carril en una zona boscosa. En esta larga bajada se forma un nutrido grupo
que corre a un ritmo parejo. El día es
espléndido y la facilidad en el trote permite levantar la vista y contemplar la
belleza del paisaje que nos envuelve.
En estas circunstancias llego al segundo avituallamiento,
Los Rasos, kilómetro 18,5 con bastantes buenas sensaciones. Como algo de dulce, cargo bidones y vuelvo a
la carrera.
Tras cruzar un puente y una zona de hierbas altas empieza
una subida por una senda en desuso en un entorno mágico. La subida se hace larga y tomo como
referencia una chica a la que no consigo alcanzar.
Una vez arriba, giro a la izquierda y empiezo una largo
trote por zona de carril y luego una bajada por sendero hasta el
avituallamiento del Río Gualay, kilómetro
24,2 donde me encuentro con Javier Portales.
Como algo y me hidrato mientras saludo a Javi. Me comenta que está teniendo problemas estomacales.
Le dejo en el avituallamiento. Espero que pueda seguir en
carrera. Retomo el camino y sigo por zona de carril. Tomo como referencia un grupo de dos chicos
vestidos con camiseta amarilla y una chica morena. Cada vez va haciendo más calor. A diferencia de otras carreras, donde el
dolor de los isquiotibiales se difumina con el paso de los kilómetros, en esta
ocasión no ocurre lo mismo y sufro el insistente punzamiento más de la cuenta. Por lo demás, cero problemas, salvo el
cansancio que se va acumulando. Al ser
zona de mucho carril y sin problemas técnicos, uno puede recrearse más en el
paisaje y casi evadirse. Son momentos de
silencio y libertad, el yo libre y consciente solo ante sus propios actos y
pensamientos. Aunque estoy en una
carrera y trato de esforzarme, me siento a gusto conmigo mismo, libre, haciendo
lo que me gusta y rodeado de un idílico entorno.
De repente, abandonamos la comodidad del carril y empieza
una bajada con fuerte pendiente por un sendero muy cerrado y sinuoso. Me ayudo de los bastones y es casi como si
estuviese haciendo un descenso en esquíes.
Adelanto a la chica morena. Al
final recuerdo que corremos por una hermosa pradera para acabar saltando un
arroyo donde nos animan los voluntarios de Protección Civil. Me siento bien y las fuerzas me responden.
De nuevo, más kilómetros por carril, de subida y otros
cuantos de bajada. Cada vez va aumentando
la temperatura hasta que llego al siguiente avituallamiento, Navas del Espino en el kilómetro 35,
punto intermedio y donde había opción de dejar una mochila.
Allí tomo varios vasos de zumo de piña, chocolate y algún
dulce. Cargo los bidones y reinicio la
marcha. Aquí se separan la ultra de 107 kilómetros y
nuestra carrera de 63.
Prácticamente, pasado este avituallamiento no fui
superado por ningún corredor hasta llegar a meta, salvo por uno de la larga a
la altura del avituallamiento de la
Fuente del Oso, es decir, que hasta terminar mantuve un buen
ritmo, a pesar del calor y de la dureza de la segunda parte de la carrera.
Una vez giramos a la izquierda, con la indicación de un
voluntario sentado en una hamaca, empieza una ligera subida por carril. Pasados varios kilómetros las balizas blancas
nos conducen a un antiguo carril en desuso, casi convertido en senda en algunos
tramos, con bastante hierba. Es en
bajada y troto a buen ritmo, casi me dejo llevar. No alcanzo a nadie y no
escucho a nadie por detrás. Somos pocos
participantes en la carrera y eso se nota.
Por esta zona hay que estar pendiente ya que voy solo y
es fácil perderse en la frondosidad del bosque. Desparece el carril y empieza una vereda
donde es más difícil trotar para terminar en una zona de campo a través en
fuerte bajada, con peligro de sufrir algún resbalón. Toca clavar bastones e ir con cuidado y por
supuesto, seguir las balizas. Tras este
tramo técnico desembocamos en el Área Recreativa de Linarejos. Hay algún voluntario de Protección Civil y
los típicos campistas y domingueros.
Los paseantes nos animan.
Recuerdo que por esta zona cruzamos un sendero del bosque donde las
flores blancas depositadas en el suelo simulaban una tenue nevada y otra zona
donde había que estar pendiente porque las balizas “saltaban” al otro lado del
arroyo, creo que el arroyo de Linarejos y había que estar atento. La chica moreno se había perdido y mi llegada
le permitió volver a encontrar el camino.
Sigo el descenso hasta que entro en zona de asfalto. Hay gente en bañador y otros con trajes de
neopreno. Supongo que con intención de
practicar barranquismo, rafting o un deporte similar. Cruzamos el puente y un voluntario nos indica 2 kilómetros para el
siguiente avituallamiento. La chica
morena va conmigo y ambos hacemos el tramo técnico paralelo al río Guadalquivir.
Es una zona espectacular pero hay que estar bastante pendiente donde se pisa.
Tenemos que pedir paso a los numerosos turistas y tras una zona de escaleras y
mucha piedra, por fin, cogemos una bonita senda que se va alejando del cauce
del río Guadalquivir. Recuerdo que por
esta zona me empezó a doler la rodilla izquierda pero sólo fue pasajero. La chica morena se me fue escapando.
El calor sigue en aumento y nosotros seguimos avanzando
hasta llegar al siguiente avituallamiento, Vadillo-Castril
en el kilómetro 47, tras 6 horas y 41 minutos de carrera. Me ayudan a rellenar los bidones (madre e
hijo pequeño), tomo refresco de cola, algún dulce e isotónico y retomo la
ultra.
Como digo, prácticamente, salvo el encuentro con la chica
morena, desde el kilómetro 35 hasta meta hice la carrera en solitario,
disfrutando de los paisajes pero sufriendo por el excesivo calor. Bien es cierto que podía haber sido mucho más
fuerte, ya que a veces, se levantaba una ligera brisa.
Los últimos kilómetros son bastante engañosos si uno
comprueba el perfil. Se me hicieron
mentalmente bastante largos. Hay una primera subida muy empinada, luego su
correlativa bajada, todo por carril.
Luego otra subida donde transitamos por otra área recreativa y en el que
la gente, en bañador, disfrutaba del caluroso sábado. En la subida al avituallamiento de la Fuente del Oso sufrí una
ligera pájara. Lo solucioné rápido comiendo un dulce y bebiendo agua.
Penúltimo avituallamiento, Fuente del Oso, kilómetro 52,7. ¡Lo que me costó llegar! Un chico y una chica me sonríen. Las bebidas están algo calientes. Hay sandía pero no como. No me sienta bien. Lo tengo comprobado. Apenas si paro y sigo mi camino en dura
subida hacia el Puerto de los Arenales. Vuelvo a tener como referencia a la chica
morena que transita varios cientos de metros por delante. Vadeamos el pueblo de la Iruela y nos encaminamos
hacia Cazorla. Los últimos kilómetros
son bastante técnicos y pedregosos, y es idéntico al de las primeras ediciones.
La bajada final la hago corriendo. Me noto algo cansado pero sin dolores
musculares. El calor me está
matando. Llego al último
avituallamiento, La Fuente de la Mocha , kilómetro 59, y tras recargar los
bidones, inicio la dura subida en un remarcado zigzag. Un poco delante tengo a tres corredores del
Trail, entre ellos, la chica morena.
¡Qué ganas de terminar! Los últimos kilómetros se me hacen mentalmente
bastante duros. Trato de tomármelos con
calma. Al entrar en el pueblo alcanzo a
los tres corredores. Tras una bajada callejeando por Cazorla llego a la
ambientada Plaza de Santa María, con las imponentes ruinas de la
iglesia, entrando en meta en un tiempo de 9 horas y 45 minutos, en el
puesto 35 de la general, de unos 70 que consiguieron concluirla.
En fin, otro reto superado. Lástima que Javi Portales tuviera que
retirarse por los problemas estomacales.
Subiendo al pico Gilillo me pasó como una exhalación. Está en forma.
Espero que tenga más suerte en la Lavaredo
Ultra Trail.
Y qué decir de Victor Pimentel que quedó cuarto en la
general, bastante enojado, por cierto, porque cuando iba primero y destacado,
no recibió las indicaciones correctas y acabó perdiéndose. Creo que hizo unos cuántos kilómetros
demás. ¡Lástima!
Por último, comentar y desear que esta ultra perviva en
el tiempo. Recorre uno de los paisajes
más bonitos de Andalucía, cuenta con bastantes voluntarios y el precio de
inscripción es muy asequible. Tal vez,
interesaría cambiarla de fechas, con un tiempo más fresco, tal vez abril o
principios de mayo y pulir algún que otro detalle.
Tras ducha recuperadora, cogí el coche y sobre las 9 de
la noche ya estaba en casa disfrutando de la victoria en la Champions League
(no todo van a ser carreras por montañas).
Y ahora sí, intentar recuperar y poner mi cuerpo lo más a
punto posible para afrontar la
EHUNMILAK , 168 kilómetros y 11000 +, a principios de
julio. Espero que las piernas y las
rodillas me respeten.