V ULTRA TRAIL NOGUERUELAS 65 KM Y 3500 +
NOGUERUELAS (TERUEL)
14 DE ABRIL DE 2018
Con tres semanas de distancia
respecto al Ultra trail do Marao de Portugal, tiempo relativamente prudencial
para afrontar una nueva ultra, al menos desde mi experiencia personal y vista
mi capacidad para recuperarme, volvía de nuevo, a coger el coche para cruzarme
media península con dirección a Teruel, en concreto, a un pequeño pueblo
llamado Nogueruelas, muy cerca de la provincia de Castellón.
A diferencia de otras veces, no
pasaba por Coria (Cáceres), mi centro logístico. Salí el viernes muy temprano y
aproveché el viaje para hacer algo de turismo.
Sobre el mediodía llegué a Cuenca, ciudad que no conocía y que me
entusiasmó, sobre todo porque está rodeada de enormes tajos y montañas, todas
ellas enmarañadas de senderos. Si no me
equivoco, en marzo organizan la Mamocu (Maratón de montaña de Cuenca). Puede que sea una de las carreras que
intentaré hacer el año próximo. Esa es
la idea, disfrutar de la montaña y a la vez, visitando y conociendo nuevos
lugares, salir de la rutina del trabajo, realizar pequeñas y grandes “locuras”
por la naturaleza y la montaña.
Después de un largo y kilométrico
paseo por la ciudad encantada, regresé al coche y continué camino por la nacional
que separa Cuenca de Teruel, un auténtico páramo. Al llegar a Teruel, cogí la
autovía que conecta Sagunto con Zaragoza, en dirección a Castellón y en menos
de media hora, me desvié a la izquierda para encaminarme a Nogueruelas. Al entrar en la carretera comarcal, empezó a
llover y con esa lluvia pertinaz llegué al pequeño pueblo, tan pequeño, que al
querer entrar con el coche, casi no consigo salir. Decidí aparcar en la propia carretera, puesto
que el hotel que había reservado estaba a escasos 200 metros y la salida y
meta era en la plaza del Ayuntamiento que no distaba del hotel más de 50 metros . La verdad que puede parecer una tontería pero
eso de llegar a meta y tener el hotel al lado es de una gran comodidad.
En un edificio, a la entrada del pueblo
se recogían los dorsales. Como me
inscribí de los primeros, tuve la suerte de recibir un fantástico regalo, un
chaleco de pluma conmemorativo de la quinta edición del Ultra Trail
Nogueruelas. Es ésta una carrera que
llevaba siguiendo desde su primera edición y en la que se vuelcan todos los
vecinos, más otros que ya no residen allí, pero que ese fin de semana, vuelven
a su pueblo para prestarse como voluntarios.
Como ya he dicho, la de este año era la quinta edición y desde esta
crónica, el que suscribe animo a los voluntarios y organización de esta carrera
para que sean muchas más.
No estuve en la charla técnica de
carrera pero si que pude hablar, más tarde, con algunos de los montañeros que
habían estado balizando la ultra. Me
asustó un poco cuando me dijo que una de las subidas, la última, el cabezo
de las cruces, la habían tenido que eliminar de la carrera porque había
demasiada nieve y no podían garantizar el rescate. Me comentó que había mucha nieve desde el
kilómetro 10 al 45 aproximadamente y que en muchos tramos te hundías por debajo
de los tobillos y hasta las rodillas en otros tramos.
A la mañana siguiente, sobre las 5
de la madrugada, bastantes corredores nos afanábamos en tomar un café caliente
en el bar del hotel. Hacía frío pero se
aguantaba. Como siempre, sea la carrera
que sea, nervios, muchos nervios por empezar ya y ver qué pasa. El tiempo parecía que nos iba a respetar. No daban lluvia. A ver qué tal con la nieve! – me decía. La organización nos daba 14 horas para terminarla
con distintos puntos de corte a lo largo del recorrido.
Y a las 6 de la mañana, todavía
noche profunda, salimos a correr por las calles del pueblo. A ambos lados de la
misma, los vecinos nos alumbraban con improvisadas antorchas como cuando en
2014, los voluntarios nos flanqueaban en las Millas Romanas de Mérida, al
cruzar el enorme circo romano.
Como siempre
en estos primeros metros se sale demasiado rápido y uno se contagia. Mucho corredor valenciano me va superando,
pero tras la primera bajada rápida intento controlar la respiración y trato de
buscar un ritmo que pueda sobrellevar.
En los primeros 10
kilómetros , salvo una corta subida por un sendero
incrustado en la roca no tengo excesivos problemas. Vamos dejando atrás las luces del pueblo
mientras intento mantener un ritmo regular y así, entre senderos y algún tramo
de pista nos va amaneciendo. Y es a
partir del kilómetro 10, aproximadamente, cuando empezamos a pisar nieve y más
nieve y cada vez más espesa. Nos dirigen
por una durísima subida con rampas brutales con el hándicap de que la nieve no
nos permite una tracción adecuada. Nos
adentramos por las Manaderas del Val de Azó, llegando a coronar el Alto de la Nevera (1772 m .) Como digo en una de
esas empinadas cuestas, en lo alto, un voluntario nos recibe con el calor de
una hoguera. Creo que ya son varios los años
que realiza el mismo ritual. Nos regala
unas fotos de nuestro paso y empezamos una bajada entre nieve, piedras y campo
a través. Es una ultra “rompepiernas”
con continuas subidas y bajadas.
Sobre el kilómetro 13 llegamos al
primer avituallamiento, Corral Cuarto. El capó de un todoterreno hace las veces de
mesa donde dos voluntarias de edad avanzada nos ofrecen refresco de cola,
isotónica y demás viandas. Recuerdo que
ya llevaba las manos tan ateridas que era incapaz de abrir el tapón de la
bebida isotónica. Otro corredor la abrió
y le quedé agradecido. Nos alimentamos
a la carrera y comenzamos una bajada por un barranco con bastante barro y nieve
donde había que andarse con mucho ojo.
Creo que se llama Barranco del Abanto. No
recuerdo exactamente los tramos porque todo me parecía igual, continuas subidas
y bajadas, por inexistentes senderos y campos cubiertos de nieve. Si que recuerdo que nos perdimos durante unos
minutos hasta que conseguimos recuperar el trazado de la carrera y que en otro
momento nos dirigieron por un barranco con un desnivel brutal por el que había
que subir y que, según algunos que repetían, era nuevo en esta edición. Varios
valencianos comentaban que el año pasado habían hecho la Ehunmilak (las famosas
cien millas vascas) y que les resultó muy dura.
Echaron unas 46 horas.
El tiempo va transcurriendo y aunque
más lentamente de lo previsto, seguimos avanzando y haciendo kilómetros a través
de la nieve, hasta llegar al segundo avituallamiento sobre el kilómetro 19, Cerro Corral. Aquí también
hay otro todoterreno pero al menos les ha dado tiempo para ponernos una mesa. Nada que objetar a los voluntarios.
Desde aquí todo es una permanente
subida por cortafuego hacia el Alto del
Chaparroso (1802 m .). En esta subida el sol nos va calentando y
tras el frío de la mañana, a pesar de la nieve, la temperatura resulta
agradable hasta el punto de que ya me sobran los guantes. Después del Alto del Chaparroso toca otra
bajada a través de un denso manto blanco, esquivando árboles y buscando las
huellas sobre la nieve de los anteriores corredores. Correr no resulta fácil pero al menos nos
podemos contentar con que no vamos abriendo camino y que nuestras pisadas
horadan las huellas de los corredores anteriores. A
veces, tratando de pisar siempre en esas huellas, uno acaba trastabillándose pero al menos no
llegué a dar con los huesos en la nieve.
Descendemos hacia la Fuente del Fortuño. Si recuerdo que en este tramo, debido a la
nieve, había algunos pasos complicados. Por
lo tanto, había que tomárselo con bastante paciencia y asegurar bien con los
bastones y con las pisadas. Creo que la
organización, por motivos logísticos y por la dificultad del acceso a determinados
lugares, a causa de la nieve, tuvo que suprimir uno o varios avituallamientos. Como
siempre, la montaña pone a cada corredor en su sitio y poco a poco las
posiciones se van estabilizando, manteniéndome detrás de una pareja que sigue a
un ritmo parejo al mío.
Tras más kilómetros de sendero y
campo a través, muy obstaculizados por la nieve, la carrera se torna más fácil
al entrar en una pista forestal, eso sí, muy embarrada, que nos conduce al
siguiente avituallamiento, creo que es la Fuente
Tajo (km. 35) aunque no estoy
del todo seguro. Como siempre ocurre,
algunos corredores que son muy buenos en descensos, al llegar al llano se
suelen parar y todo lo que han ganado y arriesgado en el descenso lo
pierden. En mi caso, como soy un
corredor menos ágil, aprovecho los tramos de pista para no dejo de correr y así
adelanto a unos cuantos corredores. Tal vez, desde este punto kilométrico, el
resto de la carrera iré prácticamente en solitario, adelantando a lo largo de
lo que quedaba de ultra a unos cuantos “ultreros”, salvo a una pareja que me
encontré antes del Cerro Antona. Como
digo, al llegar a este avituallamiento, Fuente Tajo, sobre el kilómetro 35, me
alimento bien, a base de dulces de varios tipos. Cojo fuerza y me encamino al famoso cortafuego con pendientes del 50% y
encima con nieve. Toca clavar bastones,
pisar con fuerza y no mirar atrás, sólo avanzar, paso a paso, hasta subir la
maldita cuesta. Al subir el cortafuego
bajamos a otro barranco, creo que se llama Barranco de los Mártires. La subida por este barranco, con tanta nieve
acumulada se hace muy dificultosa. Nos
llega, en muchas pisadas, por encima de las rodillas. Por lo demás, marcho bien, casi sin
molestias, aunque ya estoy cansado de tanta nieve.
Algunos pasos han desaparecido de mi
mente. Lo siguiente que recuerdo es otra pista forestal en las que contacto con
otra pareja. Recuerdo que nos topamos
con dos voluntarios, tal vez un matrimonio, bastante talluditos, en un
todoterreno, muy tranquilos, dando cuenta de sus respectivos bocadillos y con
cierta sorna, a dejar de correr y a sentarnos a descansar.
Y de nuevo, otro barranco vertical
en dirección al Cerro Antona (1722 m ) donde se encuentra
ubicado otro avituallamiento, sobre el kilómetro 42 de carrera. En ediciones anteriores, en los videos que
hay colgados en las redes sociales, en este punto de control siempre había una
especie de orquesta formada por gente joven animando a los corredores. En esta ocasión, no había un alma
animando. Aquello todo estaba cubierto
de un espeso manto blanco y al dar la vuelta a la construcción, varios
voluntarios nos atendían, ofreciéndonos plátanos, naranjas, dulces, isotónica,
refresco, etc.. Como siempre, cargar
bidones, refresco de cola y algo de bollería y a seguir haciendo kilómetros por
campo a través, siguiendo las pisadas de los que van delante. Subimos otro pico, el Alto de la Cervera (1806
km ) y empezamos una bajada técnica por otro barranco
hasta llegar a una carretera comarcal donde cruzamos por debajo de la
misma. En este punto, algunos lugareños
nos animan. Y en esta bajada me vuelve a
pasar la misma pareja de corredores, más ágiles y veloces que el que escribe. Más o menos, a partir de este kilómetro
desaparece la nieve (45). Resultó de gran alivio y empezó a notarse como ya se
avanzaba mucho más rápido. Al final resultaron unos 35 kilómetros de
ultra por nieve. ¡No está nada mal!
Sigo bajando, mas por campo a través que por un
sendero propiamente dicho, perdiendo de vista a la referida pareja hasta que
comienza otra corta pero fuerte subida al Royal
(1621 m .)
y de ahí, ya todo pista hasta el próximo avituallamiento Narbón, sobre el kilómetro 50. Las
chicas del avituallamiento nos animan.
Si recuerdo que este avituallamiento era bastante completo, con barritas
energética y creo, también proteicas.
Todo un lujo. Paro unos minutos,
más que en otras ocasiones y vuelvo a ponerme en marcha. La carrera sigue por pista. Continúo adelantando a más corredores y de
repente, nos hacen girar a la izquierda para encarar la última subida, otro
barranco vertical para ascender a la canal del PeñaCalva y su mirador. La
pendiente es brutal y los bastones son fundamentales en estos tramos. Con la respiración muy acelerada y tras un
gran esfuerzo, podemos llegar a lo alto donde hay una gran meseta y unas
preciosas vistas de la zona. Varias voluntarias nos animan y nos hacen fotos.
Poco a poco me voy animando porque sigo corriendo, apenas sin molestias y
porque ahora toca una bajada rápida por carril donde me dejo llevar. Por suerte, en esta quinta edición se ha
decidido no subir el Cabezo de las Cruces por la abundancia de nieve y
la imposibilidad de un rescate. La
organización nos dirige entonces hacia una ligera subida, la del Mosquito,
para, acto seguido, volver a bajar campo a través, ya buscando los últimos
kilómetros. En algunos tramos de pista
forestal en subida aprovecho para comer una barrita de avena, por lo que al
llegar al último avituallamiento, C.
Palomin, apenas si paro. Desde ahí
poco más de 5
kilómetros para llegar de nuevo al pueblo de
Nogueruelas. En los últimos kilómetros
nos desvían por un sendero y finalmente una última subida por una especie de
bancales para acabar en la pista desde la que ya se divisa la meta. En los últimos metros un corredor, por
detrás, pretendió darme “caza” pero todavía tenía fuerzas para correr en cuesta
… y se quedó con las ganas. Al final,
bastante contento, buenas sensaciones y
puesto 56 de la general en 10 horas y 43 minutos. Finalizaron 89 corredores.
Al llegar a meta, en la pequeña
plaza del pueblo, había un buen ambiente y como siempre, la llegada a meta nos
genera esa sonrisa de satisfacción de haberlo conseguido, tal vez esos momentos
que todo “ultrero” busca desde que se inicia la aventura, la de ser finisher y con
ello, ese bendito y merecido descanso del “guerrero”. Nada más terminar entré en el local donde
repartían la comida de final de carrera con mi medalla colgada al cuello. En esta ocasión, además, de embutidos y
manjares varios, había un producto algo atípico para mí, cuscús. Muy bueno, por cierto, y de ahí, a la
habitación a darme una ducha y descansar.
Al día siguiente, tras un buen
desayuno, tocaba cruzar más de media península en coche pero antes, paré casi
dos horas para visitar la capital, Teruel, y su archiconocida Plaza del Torico.