V DOÑANA TRAIL MARATHON SEVILLA- EL
ROCÍO (71 KM )
4
NOVIEMBRE DE 2017
Tres semanas después de la
VIII Trail Turdetania, me había inscrito en
su momento, a un precio bastante razonable a la quinta edición de la Doñana Trail Maratón. Al igual que la Turdetania era una
carrera que llevaba siguiendo desde su creación y que tenía intención de
realizar algún año. Me echaba para atrás
que no era un trail circular, con las molestias que eso conlleva de tener que
esperar hasta las 9 de la noche el autobús de vuelta para Sevilla, con lo que
las previsiones para llegar a Málaga se alargaban a la madrugada del domingo.
Después de los problemas físicos, sobre todo, en el
tibial de la pierna izquierda, que me mantuvieron inactivo durante tres
semanas, las que van del Trail Sierra de Segura (23 de septiembre) al Trail
Turdetania (15 de octubre) y todavía con la alegría en el cuerpo de haber
intentado la Turdetania
y haberlo conseguido, casi sin padecer las referidas molestias, afrontaba tres
nuevas semanas con mejores sensaciones, en lo que a entrenamientos y molestias
físicas, se refiere.
Con mis nuevas Hoka Bondi 4 de asfalto realicé varios
entrenamientos de “velocidad” por la desembocadura del Guadalhorce y una tirada
larga por Jarapalos y las sensaciones, aunque no para tirar cohetes, fueron
bastante mejores.
Al igual que la Turdetania , la Doñana Trail Maratón Sevilla-El
Rocío, no es una carrera técnica, más bien todo lo contrario. Es una prueba sin desnivel, totalmente llana,
discurriendo por asfalto, carril y algunos tramos por senderos arenosos pero siempre
muy trotables, obviamente, sin necesidad de utilizar bastones. Se transita por unos
cuantos pueblos de las provincias de Sevilla y Huelva como Tomares, Bormujos, Bollullos de la Mitación , Villamanrique de la Condesa , Hinojos y por
supuesto, Almonte, aunque el único pueblo que se cruza en la carrera, además de
Tomares, es el de Villamanrique de la Condesa , punto intermedio de la Doñana Trail Marathón. Los demás, se dejan a un lado y no los vemos.
El viernes 3 de noviembre, después de salir del trabajo,
y tras un fugaz tránsito por casa para recoger la mochila y demás pertenencias
y despedirme de mis niñas, cogí la autovía en dirección a Sevilla. Un fuerte aguacero me acompañó durante el
viaje, al igual que en el barrio de Triana para recoger el dorsal. Desde luego, nos íbamos a encontrar barro y
muchos charcos pero viendo las previsiones, la temperatura iba a ser bastante
agradable y la lluvia, como mucho, nos acompañaría en las primeras horas.
En la bolsa del corredor, además de la camiseta de rigor,
incluían 4 geles y 4 barritas de la marca Nutrisport, (además de algún que otro
regalillo que casi siempre acaban en manos de mi hija) y que venía a significar,
según la organización, un avituallamiento. Eso suponía que varios avituallamientos iban a
ser solo agua y así lo advirtieron. En mi caso, creo que hice mal la previsión y debí cargar un poco más la
mochila.
Me alojé en un hotel de Santiponce y a las 5 de la mañana
del sábado, sonó el despertador. No pude
descansar bien por que la lluvia no cesó durante toda la noche y supongo que,
como otras veces, también los nervios no me dejaron conciliar un sueño
reparador, pero bueno, esta última es una circunstancia que tengo bastante
asumida y es que me cuesta dormir la noche previa a una carrera.
A las 6,15 encontré aparcamiento en la zona del barrio de
Triana, cerca del Puente de los Remedios. Había dejado de llover y la
temperatura no era demasiado fresca.
Cargué con la mochila para entregar a la organización y que nos transportarán
hasta meta, para ducharnos y ponernos ropa limpia al llegar al Rocío. Como era muy temprano, busqué alguna
cafetería por los alrededores de la
Puerta de Jerez y Torre del Oro, pero salvo un Mcdonalds, no
había nada abierto a esas horas.
Poco a poco, fue llegando el momento de la salida, las 8
de la mañana y el ambiente iba creciendo.
Hice algunas fotos con la mini-cámara y me percaté de la presencia de un
compañero de mi club al que no conocía, Isaac Ríos. Me acerqué a saludarlo. Se encontraba acompañado de su mujer. Nos hicimos unas fotos juntos y nos deseamos
suerte.
Y así, sin solución de continuidad, con los nervios de
siempre, con ganas y con alegría, volvía a afrontar una nueva carrera. Me coloqué bastante atrás y en los primeros
kilómetros, en los que supuestamente había salida neutralizada por las calles
de Sevilla, forcé un poco el ritmo para adelantar a bastantes corredores. La lluvia no hizo acto de presencia en toda
la carrera y como digo, al final se nos quedó un día estupendo para disfrutar
del “running”.
En el primer kilómetro tuve problemas con el gps. Lo reinicié y asunto arreglado. En estos kilómetros de asfalto me encuentro
bastante bien. Sobrepaso a un gran
corredor, un veterano curtido en mil batallas, Aca Olmedo, al que conocí en el
verano de 2013 en Asturias, en el Trail de Valgrande-Pajares (ya ha llovido
desde entonces).
Durante unos minutos estuve charlando también con una
chica morena a la que conocí en junio de este año 2017 en el Trail de Bosques
del Sur, donde compartimos unos cuántos kilómetros. La chica tiene una gran planta de corredora y
aunque me comentó que venía baja de entrenamientos por molestias en la
cintilla, cruzando el puente de hierro en dirección a Tomares, me dejó y no
volví a verla más. Creo que hizo un
tiempazo, 7 horas y 30 minutos.
A la altura de Tomares, sobre el kilómetro 9 se
encontraba el primer avituallamiento, creo que solo agua. Pasé rápido y me llevé un botellín que me fui
tomando poco a poco. A partir de aquí,
dejamos el asfalto para empezar a correr por carril de tierra compacta y así seguiría
buena parte de la carrera. A partir de
Hinojos, sobre el kilómetro 48, el carril se transforma en amplios senderos de
arena, entre los pinares del Parque de Doñana.
Con la llegada del carril de tierra muchos corredores
empezaron a pararse. Aunque lento, seguí
trotando para no perder el ritmo mientras daba cuenta de una buena barrita
energética. Durante unos cuántos
kilómetros transitamos por grandes zonas de cultivo, apenas sin árboles.
También dejamos atrás un velódromo. Son
paisajes que vuelven a mi memoria ya que los transité hace 4 años, en la Pretoriana.
Durante estos kilómetros la única molestia que sufrí fue
la de siempre, la tirantez en los isquiotibiales de la pierna izquierda. Poco a poco, cada corredor va cogiendo su
zona de confort y su ubicación en la carrera.
Una chica con pantalón y mochila negra, con gafas y con una forma
peculiar de correr me adelantó, pero su ritmo era bastante asequible por lo que
decidí tomarla como referencia.
Compartimos muchos kilómetros juntos y aunque al pasar por Villamanrique
de la Condesa
nos desperdigamos, al final volvimos a coincidir en los últimos kilómetros.
Algunas zonas de carril tenían bastante barro y charcos y
había que buscar el lugar para pasar sin mojarse.
Los kilómetros y el tiempo van pasando. Transito por el avituallamiento del kilómetro
18 y del kilómetro 30. En esta franja
me adelantó Aca Olmedo su compañero de
fatigas, pero lo mantuve en la visual durante estos kilómetros de carril con
interminables rectas.
Continuamente nos adelantaban ciclistas que servían y
ayudaban en el control de la carrera y la organización. Muchos nos animaban al pasar. De hecho el avituallamiento del kilómetro 62
lo controlaban los ciclistas.
A partir del kilómetro 28 el paisaje empezó a cambiar y
entramos en zona de pinares. El tiempo
era algo fresco pero muy agradable para correr.
A veces soplaba una brisa más fuerte de la cuenta.
El avituallamiento del kilómetro 30 también era solo
agua. Apenas paré y a seguir camino
buscando el avituallamiento completo de Villamanrique de la Condesa , sobre el
kilómetro 39.
La kilometrada empezaba a sentirse en las piernas y casi
todos los corredores empezamos a hacer “caco” (caminar-correr). En mi caso, corría unos 400 o 500 metros , descansaba
dos o tres minutos y volvía a correr otro largo trecho y así
sucesivamente.
Recuerdo que los últimos 3 o 4 kilómetros apreté un
poco más. Los geles, a veces, también
producen sus efectos y bueno, me uní a tres corredores, dos de ellos bastante
veteranos y juntos, a un buen ritmo, sin parar, nos calzamos esos kilómetros
para llegar bastante bien al kilómetro 39, Villamanrique. Cargué los soft flash y comí un sándwich y
varios vasos de refresco de cola. También di cuenta de dos palmeras, una de
ellas de chocolate. En menos de 5
minutos estaba de nuevo en carrera.
Con el paso de los kilómetros me fue desapareciendo las
molestias de los isquiotibiales o más bien se solapaban por la aparición de
otras, como puede ser cierta carga en los gemelos y en los cuadriceps.
A la salida del
pueblo, tras andar durante unos minutos con idea de que lo ingerido se fuera
asentando en el estómago, remprendí el trote.
Saludé a la mujer de Isaac que se ofrecía a ayudarme. Le di las gracias pero iba bastante bien.
Y bueno, volvimos al carril compacto, con los bidones
flexibles cargados y enfilando grandes rectas paralelas a la carretera, camino
del pueblo de Hinojos, kilómetro 48.
Sin nada en especial que destacar, sin llegar a ver el
pueblo, pasamos por la carpa donde dos voluntarios muy jovencitos se encargaban
de este avituallamiento (kilómetro 48), sólo agua, cerca de la carretera pero
ya en zona de pinares y senderos arenosos, algunos con más barro de la cuenta.
Apenas si paré.
Seguí a mi ritmo, más tiempo corriendo que andando por lo que los
kilómetros iban cayendo muy rápido. Sólo
pensaba en la siguiente parada, kilómetro 55, a ver si la organización me sorprendía y
había un avituallamiento con algo más que agua, ya que había dado cuenta de
todos mis geles y barritas y necesitaba un “chute de carbohidratos”.
El recorrido por estos parajes, además de bonito, es muy
entretenido. Es un pinar inmenso y los senderos zigzaguean de un lado a
otro. Gracias a las balizas vas
avanzando como miguitas de pan que no van mostrando el camino. Si no me
equivoco, esta zona ya forma parte del Parque de Doñana.
Y los kilómetros van cayendo. Transito por el kilómetro 55 donde hay otro
avituallamiento de sólo agua. Cargo los
bidones flexibles y a seguir camino, buscando uno completo, el último antes de
meta, el del kilómetro 62.
Durante
muchos kilómetros voy sólo, disfrutando de la soledad del corredor, acompañado
por la brisa del pinar y por mi respiración, casi ensimismado en mis
pensamientos. De vez en cuanto, adelanto
a algún corredor al que tantos kilómetros se le están atragantando.
Y los minutos y las distancias a meta se van acortando
muy rápido y en seguida llegamos al último avituallamiento, el del kilómetro
62, donde por fin como algo. Plátano,
membrillo y una bebida isotónica. Y
reemprendo la marcha. A diferencia de
las ultras técnicas de montaña, las distancias entre avituallamiento se hacen mucho
más rápido. Todo es mucho más fácil,
aunque, si que se echa de menos esos senderos de descenso donde con poco
esfuerzo, uno se deja llevar.
Ya me quedan menos de 9 kilómetros . La Doñana
Trail Marathón está en el bolsillo. Trato de seguir a buen ritmo, intentando
bajar de las 8 horas. Sigo pasando a
más corredores. Me adelanta la chica de
pantalón y mochila negra del principio.
Va más rápido que yo y aunque lo intento, no puedo seguir su ritmo. Sigo con mis cortas paradas para recuperar
fuelle y vuelta a trotar.
Faltando dos kilómetros le pido a un ciclista que me
ayude a extraer de mochila la bandera de mi club. La aldea del Rocío está a la vuelta de la
esquina.
Nos juntamos un nutrido grupo de corredores en estos
últimos kilómetros. Al llegar a la zona
habitada, giramos a la izquierda por un amplio carril que bordea la aldea,
mientras disfrutamos de la inmensa llanura y de las marismas. Sopla algo de viento y cuesta avanzar pero
la meta está muy cerca y eso siempre motiva.
Esta vez decidí grabar la entrada en meta. Faltando 700 metros enfilamos una
de las calles del Roció en dirección al santuario. Y con mucha alegría, con mejores sensaciones
que en otras carreras, llegué a meta en 8 horas y 2 minutos, puesto 145 de la
general y 71 de mi categoría.
Tras masaje postcarrera junto a la inmensa marisma, ducha
en una casa hermandad y algo de turismo por los alrededores de la Ermita del
Rocío, el autobús nos recogió sobre las 9 de la noche en un hotel, a las
afueras del pueblo, para llevarnos de nuevo a la Torre del Oro de Sevilla.
Y bueno, ya
casi tengo completada la temporada aunque todavía me quedan dos carreras. No obstante, como aperitivo, el sábado que
viene volveré a hacer otra Travesía, la del Arco Calizo Central en Alfarnate,
organizada por el Grupo Senderista Prisma.
Y como diría el gran humorista (DEP): ¡Hasta luego Lucas!
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